Un día en la vida del cónclave

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 17 abril 2005 (ZENIT.org).- Oración personal y comunitaria, escrutinios y un contexto reservado que marcará un ambiente de retiro: así serán los días del Cónclave que celebrarán 115 cardenales electores para elegir un nuevo Papa.

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El director de la oficina de prensa de la Santa Sede, Joaquín Navarro-Valls, ha confirmado que en la tarde de este domingo los purpurados se trasladan a la Casa Santa Marta. Allí cenarán todos juntos. Es el lugar donde residirán mientras dure la elección. El lunes, a las 16.30, partirán en procesión hacia la Capilla Sixtina, donde tendrán lugar las votaciones.

Bajo la autoridad del Cardenal Camarlengo y con la colaboración externa del Sustituto de la Secretaría de Estado, tanto dicha Casa, como las Capillas destinadas a las celebraciones litúrgicas y la Capilla Sixtina «deben estar cerrados a las personas no autorizadas» «desde el momento en que se ha dispuesto el comienzo del proceso de la elección hasta el anuncio público de que se ha realizado la elección del Sumo Pontífice o, de todos modos, hasta cuando así lo ordene el nuevo Pontífice» –señala la Constitución Apostólica de Juan Pablo II «Universi Dominici Gregis» (n.43), que contiene las normas sobre la elección del romano Pontífice–.

Con ello se busca asegurar la reserva y el libre desarrollo de todas las actividades en relación con la elección. Por ello, también pide la UDG «que nadie se acerque a los Cardenales electores durante el traslado desde la Domus Sanctae Marthae al Palacio Apostólico Vaticano».

Los purpurados electores podrán recorrer a pié o en autobús el trayecto que bordea el camino detrás de la Basílica Vaticana.

Los accesos al patio de San Dámaso se precintarán. Los turistas no podrán subir a la cúpula de la Basílica de San Pedro ni entrar en los jardines vaticanos, si bien sí podrán los peregrinos visitar la tumba de Juan Pablo II durante el horario de apertura de las grutas vaticanas.

El «aislamiento» de los purpurados durante el Cónclave y la observancia del secreto sobre todo lo relativo a la elección busca «que los Cardenales electores puedan salvaguardarse de la indiscreción ajena y de eventuales asechanzas que pudieran afectar a su independencia de juicio y a su libertad de decisión» (UDG 61) y garantiza el «recogimiento que un acto tan vital para la Iglesia entera exige de los electores» (UDG Introducción).

De ahí que se designen en la UDG los escenarios donde se celebra el Cónclave, se limite el acceso a éstos y las personas que pueden tener contacto con los electores, se establezcan juramentos que unos y otros pronuncian para guardar secreto sobre todo lo relativo a los actos de elección y se puntualice la comunicación que se puede o no dar o recibir en ese tiempo.

En los días de Cónclave, para satisfacer las necesidades personales y de la oficina relacionadas con el desarrollo de la elección, estarán disponibles dentro de los límites establecidos el Secretario del Colegio Cardenalicio, el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias con dos Ceremonieros y dos religiosos adscritos a la Sacristía Pontificia, un eclesiástico elegido por el Cardenal Decano para que lo asista en su cargo, algunos religiosos de varias lenguas para las confesiones, médicos y enfermeros y un número suficiente de personas adscritas a los servicios de comedor y de limpieza, encargados del transporte de los electores entre la Casa de Santa Marta y el Palacio Apostólico, encargados de los ascensores en este lugar, personal de servicios técnicos y los sacerdotes que ayudan a algunos cardenales electores.

Éstos últimos, por su parte, desde el comienzo del proceso de la elección hasta que ésta tenga lugar y sea anunciada públicamente, deben abstenerse de mantener correspondencia por cualquier medio con personas ajenas al Cónclave –salvo por razones gravísimas y urgentes que reconozca la Congregación particular de los Cardenales (UDG 44 y 56)–, y tampoco podrán recibir prensa de ningún tipo, ni oír radio ni transmisiones televisivas.

«En particular, está prohibido a los Cardenales electores revelar a cualquier otra persona noticias que, directa o indirectamente se refieran a las votaciones, como también lo que se ha tratado o decidido sobre la elección del Pontífice en las reuniones de los Cardenales, tanto antes como durante el tiempo de la elección. Tal obligación del secreto concierne también a los Cardenales no electores participantes en las Congregaciones generales» (UDG 59).

La reserva de la Capilla Sixtina y de los locales adyacentes se comprobará incluso con medios técnicos.

El lunes por la tarde, tras haber observado los ritos de entrada en Cónclave, los cardenales podrían ya celebrar un primer escrutinio si así lo deciden. Antes habrán jurado: fidelidad a las normas de la UDG, el secreto del Cónclave y desempeñar fielmente el «munus petrinum» de Pastor de la Iglesia universal si alguno de ellos fuera elegido Romano Pontífice.

Cada uno de los días sucesivos de Cónclave en el horario de los cardenales electores está fijada a las 7.30 horas la celebración o concelebración de la Santa Misa en la Casa de Santa Marta, y a las 9.00 la entrada en la Capilla Sixtina. Allí, bajo la guía del Maestro de las Celebraciones Litúrgicas pontificias, rezarán Laudes (de la Liturgia de las Horas) e inmediatamente tendrán lugar las votaciones. Serán dos por la mañana y dos por la tarde. En la tarde las votaciones comenzarán a las 16.00 horas. Al final se rezarán Vísperas.

En los «Ritos del Cónclave» («Ordo Rituum Conclavis») se indica que los Cardenales electores, antes de proceder a la votación y a los escrutinios, escuchen la Palabra de Dios y oren fervientemente al Señor. Para ello el «Ordo» ofrece varias lecturas: I Co1,10-13; Rm 8,26-27; Ga 5,18.22-25; Hb 4,16-14; I Pe 1,16-19. Igualmente propone distintas oraciones de invocación y súplica al Espíritu Santo.

Durante las votaciones los Cardenales electores permanecerán solos en la Capilla Sixtina. Al final de las votaciones de la mañana y de las de la tarde, antes de que los purpurados abandonen la Capilla Sixtina, las papeletas y los apuntes se quemarán en la estufa preparada dentro del lugar.

Como horario indicativo, el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede apunta que las fumatas podrían ser hacia las 12.00 y hacia las 19.00 (a menos que la elección del Papa hubiera tenido lugar durante el primer escrutinio de la mañana o de la tarde, en cuyo caso la fumata se anticiparía). Si la fumata es negra, la elección no ha tenido lugar; la fumata blanca señala en cambio el éxito en la elección. En este último caso, también está previsto que al mismo tiempo toquen las campanas de la Basílica de San Pedro.

La única forma válida para elegir al Romano Pontífice es por votación secreta, y se requieren dos tercios de los votos, calculados sobre la totalidad de los electores presentes –dos tercios más uno si el número de cardenales no pudiera dividirse en tres partes iguales–, para la validez de la elección del Sumo Pontífice. Por lo tanto, un mínimo de 77 votos sobre los 115 electores.

Si en tres días (con dos votaciones por la mañana y dos por la tarde) no hubiera resultado positivo, se suspenderían los escrutinios para una pausa –de una duración de un día– de oración, de libre coloquio entre los votantes y de una breve exhortación espiritual. Tras ella se retomarían las votaciones en tres tandas de siete escrutinios cada una entre las cuales se volverían a hacer pausas de reflexión. Las exhortaciones, por orden, se encomiendan al primer cardenal de cada uno de los órdenes del colegio cardenalicio: diácono, presbítero y obispo.

Celebradas 33 votaciones (o 34, si en la tarde de entrada al Cónclave ya hubiera tenido lugar el primer escrutinio sin resultado positivo), si la mayoría absoluta de los cardenales electores lo consiente se admite la posibilidad de que se cambie la exigencia de la mayoría cualificada de dos tercios por la mayoría absoluta de los votos.

En cualquier caso no se puede prescindir de la exigencia de que se tenga
una elección válida para la elección del Sumo Pontífice (UDG 75), «sea con la mayoría absoluta de los votos, sea votando sobre dos nombres que en el escrutinio inmediatamente precedente hayan obtenido el mayor número de votos, exigiéndose también en esta segunda hipótesis únicamente la mayoría absoluta».

Cada Cardenal elector escribirá claramente, pero con caligrafía que no identifique al autor, el nombre del que elige en una papeleta rectangular –para que pueda doblarse por la mitad– en cuya mitad superior lleva impresas las palabras: «Eligo in Summum Pontificem» («Elijo como Sumo Pontífice»).

Por orden de precedencia, cada purpurado llevará la papeleta en alto, de modo visible, al altar. Allí pronunciará en voz alta la siguiente fórmula de juramento: «Pongo por testigo a Cristo Señor, el cual me juzgará, de que doy mi voto a quien, en presencia de Dios, creo que debe ser elegido». A continuación depositará la papeleta en un plato y con éste la introducirá en la urna.

Cada sesión de la elección se cerrará con un breve acto de acción de gracias –«Te damos gracias por todos tus beneficios, Dios omnipotente. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén»– y con una invocación a la Virgen María –«Sub tuum praesidium», «Alma, Redemptoris Mater», «Ave, Regina Caelorum», «Ave, María», «Salve, Regina»–, según los textos de los «Ritos del Cónclave».

El Cónclave no concluye con el resultado positivo de la elección –válidamente celebrada–, sino «inmediatamente después de que el nuevo Sumo Pontífice elegido haya dado el consentimiento a su elección, salvo que él mismo disponga otra cosa» (UDG 91).

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ZENIT Staff

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