Un documento para sanar interpretaciones erróneas de la doctrina sobre la Iglesia

Entrevista con el secretario de la Congregación vaticana para la Doctrina de la Fe

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 10 julio 2007 (ZENIT.org).- Frente a interpretaciones erróneas o reductivas de la doctrina conciliar, la Congregación para la Doctrina de la Fe pretende recordar el significado auténtico de la expresión «subsistit in» [«subsiste en»] -que se encuentra en la Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen gentium»- a través de un documento –aprobado por el Papa- de «Respuestas», publicado este martes.

Así lo explica el secretario del dicasterio, el arzobispo Angelo Amato, cuya firma añade a la del prefecto –el cardenal William Levada- en este nuevo documento sobre el que profundiza en los micrófonos de «Radio Vaticana».

–¿Por qué se usa el género literario de las «Respuestas» [«Responsa»], o sea, de respuestas a dudas?

–Monseñor Amato: Es un género que no implica argumentaciones difusas ni muy articuladas, propias por ejemplo de las Instrucciones o de las Notas Doctrinales. En nuestro caso, en cambio, se trata de algunas breves respuestas a dudas relativas a la correcta interpretación del Concilio. En concreto hay cinco preguntas y cinco respuestas sintéticas que se limitan a recordar el Magisterio para ofrecer una palabra cierta y segura en la materia.

–¿Puede explicarnos brevemente el contenido de las «Respuestas»?

–Monseñor Amato: La primera pregunta cuestiona si el Concilio Ecuménico Vaticano II ha cambiado la precedente doctrina sobre la Iglesia. La Congregación responde afirmando que el Concilio Ecuménico Vaticano II ni ha querido cambiar ni de hecho ha cambiado tal doctrina, sino que ha querido sólo desarrollarla, profundizar en ella y exponerla con mayor amplitud, como por lo demás afirmó con claridad Juan XXIII al inicio del Concilio: «…el Concilio… quiere transmitir pura e íntegra la doctrina católica, sin atenuaciones o tergiversaciones».

–Parece que la segunda pregunta es la central. Se interroga: «¿Cómo se debe entender a afirmación según la cual Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica?»

–Monseñor Amato: Sí. Es la cuestión que ha sufrido varias interpretaciones, no todas coherentes con la doctrina conciliar sobre la Iglesia. La respuesta de la Congregación, citando el Concilio, dice que Cristo ha constituido sobre la tierra una única Iglesia: «Esta Iglesia […] subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él». La subsistencia indica la perenne continuidad histórica y la permanencia de todos los elementos instituidos por Cristo en la Iglesia católica, en la que concretamente se encuentra la Iglesia de Cristo sobre esta tierra.

–¿Por qué el Concilio emplea la expresión «subsistit in» y no sencillamente la forma verbal «está»?

–Monseñor Amato: Alguno ha interpretado eso como un cambio radical de la doctrina sobre la Iglesia. En realidad la expresión «subsistit in», que reafirma la plena identidad de la Iglesia de Cristo con la Iglesia católica, no cambia la doctrina sobre la Iglesia. Pero expresa más claramente cómo fuera de su comunidad, no hay un vacío eclesial, sino que se encuentran «numerosos elementos de santificación y de verdad», «que como dones propios de la Iglesia de Cristo impulsan a la unidad católica».

–Estas respuestas tienen también un importante aspecto ecuménico. ¿Por esto la cuarta pregunta se plantea: «Por qué el Concilio Ecuménico Vaticano II atribuye el nombre de «Iglesias» a las Iglesias Orientales separadas de la plena comunión con la Iglesia católica»?

–Monseñor Amato: La respuesta procede del decreto conciliar sobre el ecumenismo, que afirma: «Puesto que estas Iglesias, aunque separadas, tienen verdaderos sacramentos y, sobre todo por su sucesión apostólica, el sacerdocio y la Eucaristía, por los que se unen a nosotros con vínculos estrechísimos», merecen el título de «Iglesias particulares o locales», y son llamadas Iglesias hermanas de las Iglesias particulares católicas. Es necesario, sin embargo, precisar que la comunión con la Iglesia católica, cuya Cabeza visible es el Obispo de Roma y Sucesor de Pedro, no es algo completamente externo a la Iglesia particular, sino uno de sus principios constitutivos internos. Por ello la condición de Iglesia particular, de la que gozan esas venerables Comunidades cristianas de Oriente, tiene una carencia.

–Llegamos a la última pregunta que dice: «¿Por qué los textos del Concilio y el Magisterio sucesivo no atribuyen el título de «Iglesia» a las Comunidades cristianas nacidas de la Reforma del siglo XVI?»

–Monseñor Amato: Al respecto es necesario decir que la herida es todavía mucho más profunda. Surgidas tras un milenio y medio de tradición católica, estas comunidades no han custodiado la sucesión apostólica en el sacramento del Orden, privándose de un elemento constitutivo esencial del ser Iglesia. A causa de la ausencia del sacerdocio ministerial, estas comunidades no han conservado la genuina e íntegra sustancia del Misterio eucarístico. Por esto, según la doctrina católica, no pueden ser llamadas «Iglesias» en sentido propio.

–¿Qué desea añadir para concluir?

–Monseñor Amato: Son tres las conclusiones que podemos deducir de las «Respuestas». Ante todo, existe una continuidad entre la doctrina tradicional, la conciliar y la postconciliar. El rostro nuevo de la Iglesia no implica ruptura, sino armonía en una comprensión cada vez más adecuada de su unidad y de su unicidad.

En segundo lugar, la única Iglesia de Cristo, a pesar de las divisiones, subsiste en la historia en la Iglesia católica. No es por tanto correcto pensar que la Iglesia de Cristo hoy no existiría ya en algún lugar o que existiría sólo de forma ideal, o sea, en perspectiva de una futura convergencia o reunificación de las diversas Iglesias hermanas, deseada y promovida por el diálogo. Con la palabra «subsistit» el Concilio quería expresar la singularidad y no la multiplicidad de la Iglesia de Cristo: existe la Iglesia como único sujeto de la realidad histórica.

En tercer lugar, la identificación de la Iglesia de Cristo con la Iglesia católica no hay que entenderla como si fuera de la Iglesia católica hubiera un «vacío eclesial», dado que en las Iglesia y comunidades eclesiales separadas se dan importantes elementos «Ecclesiae».

En conclusión, eliminando interpretaciones espurias sobre la Iglesia, las «Respuestas» contribuyen a reforzar el diálogo ecuménico, que, además de la apertura a los interlocutores, debe también salvaguardar la identidad de la fe católica. Sólo de tal forma se podrá llegar a la unidad de todos los cristianos «en un solo rebaño y un solo pastor» (Jn 10,16) y sanar así esa herida que todavía impide a la Iglesia católica la realización plena de su universalidad en la historia.

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ZENIT Staff

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