Un hacker y un agente del Interpol en el Vaticano

Ambos coinciden en que la Iglesia es un objetivo de ataque cibernético

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 15 noviembre 2009 (ZENIT.org).- Un joven hacker suizo y un policía de la Interpol, al encontrarse en el Vaticano, divergieron en muchas cuestiones, pero en una estuvieron de acuerdo: las páginas web e incluso los ordenadores de representantes católicos son como un caramelo para los piratas cibernéticos.

Del representante de las fuerzas del orden es posible dar el nombre, Dimitrios P. Angelopoulos, responsable de la oficina para el crimen cibernético en Europa, África y Oriente Medio en la secretaría general de la Interpol.

Del hacker, por obvias razones, no es posible revelar su identidad. Se trata de un joven de 17 años, que este viernes fue presentado a los miembros de la Comisión Episcopal Europea Europea para los Medios de Comunicación, en la Antigua Aula del Sínodo en el Vaticano, con el apelativo de «Petit frère Bruno» (hermanito Bruno).

Con una camiseta de color negro en la que podía leerse «Quelle connerie la guerre» (Que tontada la guerra), el joven hacker, que ha tenido algunos problemas con la ley, aceptó la invitación de los prelados para ayudarles a penetrar en la mentalidad de esos jóvenes para quienes la informática se convierte en un medio para reivindicar una libertad de información que en ocasiones acaba en libertinaje.

Advertencia de un «ciber policía»

A su lado, le escuchaba, sin sonreír el agente griego Angelopoulos, quien con su intervención confirmó los numerosos peligros que hoy día experimentan los internautas, en particular si son un sacerdote u obispo, o si dirigen un sitio católico.

Tras el encuentro, ZENIT le preguntó Angelopoulos quiénes son los grupos más interesados en atacar al sitio vaticano, y sin acabar la pregunta nos interrumpió para aclarar: «El Vaticano no es el único objetivo, el objetivo puede ser todo sitio católico, o incluso el ordenador de un monasterio o de un sacerdote conectado en Internet».

El agente explicó que para él sería muy fácil penetrar en el ordenador de un párroco perdido en Polonia y descubrir información confidencial o que puede ser manipulada por quienes quieren atacar a la Iglesia.

«De hecho –reconoce– bastaría ir a Facebook y analizar la información que algún sacerdote presenta en su perfil. ¡Hay que ser muy prudentes!».

Como buen investigador, Angelopoulos se pregunta cuáles son los motivos que mueven a los piratas cibernéticos. «Dos», responde. «El interés político y el económico».

«Los ataques a los objetivos católicos se deben al primer motivo», sigue diciendo en la conversación tras su encuentro con los obispos.

«¿Y quiénes pueden tener motivos políticos contra la Iglesia?», le preguntamos. «Muchos», reconoce. «Por ejemplo, los fundamentalistas islámicos, que tienen muy buenos equipos de ataque cibernético».

Pero entonces si los ataques a la Iglesia pueden venir de cualquier ordenador conectado a la red, como afirma el agente de la Interpol, entonces todos los religiosos acabarán paranoicos.

«Por este motivo –aclara el agente–, he propuesto el que podamos dar un curso en el Vaticano sobre todos los sistemas de conexión. Puede ayudar mucho».

Los motivos de los hackers

Por su parte Petit frère Bruno comenzó su conversación con ZENIT bromeando: «prometo no organizar ningún ataque contra la página web de la Santa Sede».

El joven suizo, que vive para la informática desde que tenía seis años, reconoció que el policía no se equivocaba al alertar a los obispos y sacerdotes sobre los peligros que corren.

«Para muchos hackers podría ser una gran victoria simplemente desfigurar el sitio vaticano poniendo una fotografía de Osama Bin Laden», explica.

Aclara que hay tres tipos de hackers.

El «white hat hacker» (el hacker de sombrero blanco), que actúa únicamente por sus propios ideales, en particular la libertad de información, pero que no buscan hacer daño, aunque esto no significa que sean legales, dado que en ocasiones violan leyes.

El «grey hat hacker» (de sombrero gris) es aquel que dice actuar como los precedentes por motivos humanistas, pero si en una de sus penetraciones ilegales de algún sitio puede robar dinero o información, cae en la tentación.

Por último, están los «black hat hackers» (los del sombrero negro), también llamados «crackers» cuyo objetivo es generalmente criminal.

Hoy Petit frère Bruno a sus 17 años ha montado una empresa de informática y trabaja para empresas que quieren verificar sus sistemas de seguridad.

«Ya no me interesa penetrar en sitios de gobiernos, ejércitos o partidos políticos», reconoce, considerando que en el futuro puede ganar bastante dinero con el mercado electrónico.

Los consejos del hacker y el policía a los obispos fueron los mismos: «sentido común» y «muchísima prudencia», siempre que uno está conectado.

Por Jesús Colina

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ZENIT Staff

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