Un maratón en Jerusalén con sabor a unidad

Correr hacia la paz

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JERUSALÉN, domingo, 3 de mayo de 2009 (ZENIT.org).- El 23 de abril, Jerusalén ha sido el centro de dos conmovedores eventos deportivos al reunirse cientos de atletas en la ciudad para correr por la paz en Tierra Santa, y seguir los pasos de San Pablo como parte de una carrera de relevos que durará un mes.

El Maratón por la Paz Juan Pablo II, una carrera de 10 millas desde Belén a Jerusalén, ha sido el primer evento en comenzar. Varios cientos de corredores tomaron parte en la carrera, incluyendo israelíes, palestinos y personas de otras nacionalidades, la mayoría italianos.

El segundo evento, llamado «Correr tras los Pasos de San Pablo», que durará hasta el 27 de mayo, es mucho más que un ambiciosa prueba – una carrera de relevos con antorcha de 1.200 kilómetros (745 millas) que incluye montar en bicicleta, nadar y navegar a través de 26 ciudades visitadas por San Pablo. Comenzando con el maratón de la paz de Belén a Jerusalén, los participantes se desplazan ahora a Grecia, Malta e Italia, antes de terminar en Roma y en la Ciudad del Vaticano.

Ambos acontecimientos han sido aprobados y coorganizados por el Pontificio Consejo para los Laicos. El jefe de «Iglesia y Deporte», una sección del Consejo, el padre Kevin Lixey L.C., está ayudando a coordinar ambos eventos con otras organizaciones, que incluyen a la recientemente creada Fundación Juan Pablo II para el Deporte.

«Cuando se estableció nuestra oficina [en el 2006], su objetivo fue promover el deporte para fomentar la paz», afirmaba el padre Lixey, nacido en Flint, Michigan. «Así el maratón de la paz se ajusta muy bien a nuestro programa – logré correr en él el año pasado y lo hice con una buena marca», añadía sonriendo.

El Maratón por la Paz Juan Pablo II llega ahora a su sexto año. La idea nació durante el periodo de la segunda Intifada, cuando el conflicto llevó el número de peregrinos extranjeros a Israel a sus niveles más bajos. La diócesis de Roma, a cargo entonces del cardenal Camillo Ruini, quiso hacer algo que mostrara a los peregrinos que todavía era seguro visitar Tierra Santa, y así, con la colaboración de las autoridades locales y de otras organizaciones – y con 300 corredores – nació el maratón.

¿Cuáles han sido sus frutos visibles desde que comenzó? «Es difícil decirlo», afirmaba el padre Lixey. «Creo que es grande para los italianos y de otras nacionalidades que van, puesto que tienen una experiencia divertida en Tierra Santa; es una forma de atraer a gente del deporte para ir a un sitio que de otra manera puede que no visitaran».

Pero lo especialmente importante, añadía, es que los participantes pueden atestiguar el sufrimiento de quienes viven en el conflicto que azota la región. «Normalmente nos quedamos con los palestinos en Belén en vez de en un hotel de cuatro estrellas en Jerusalén, y el año pasado nos quedamos en Jericó», explicaba el padre Lixey. «De esta forma logras hacerte una idea mejor de lo que están pasando». Insiste en que la carrera no es, por supuesto, una panacea a los problemas, pero ayuda a fortalecer la paz con su pequeña contribución.

Desgraciadamente, nadie puede ganar el maratón puesto que todos los corredores deben permanecer en grupo, por lo que cada uno de ellos recibe una medalla. El checkpoint Belén-Jerusalén también permanece abierto para todos los corredores – algo muy apreciado por los participantes palestinos que pueden visitar Jerusalén, sin las molestias usuales de parte de las autoridades israelíes.

El acontecimiento de este año ha sido especial, no sólo por la carrera de relevos con la antorcha de San Pablo, sino también porque pronto tendrá lugar la peregrinación del Papa Benedicto XVI a Tierra Santa (mayo 8-15). Muchos participantes se han sumado al maratón para coincidir con la visita papal.

Para acompañar a los atletas en la carrera de relevos, el padre Lixey ha escrito un libro con Edio Costantini, director del Centro Deportivo Italiano (su contraparte en la Iglesia italiana), que incluye muchas analogías deportivas de San Pablo en la Biblia.

El tema que recorre el libro es que el deporte puede ser escuela de virtud, y eventos como éste pueden ser muy beneficiosos para la propia fe – un sentimiento expresado con acierto por Pío XII en 1945.

«El deporte, dirigido correctamente, desarrolla el carácter, hace al hombre valeroso, un perdedor generoso, y un vencedor amable», escribía el Pontífice. «Refina los sentidos, da penetración intelectual, y forja la voluntad en la resistencia. No es simplemente un desarrollo físico. El deporte, entendido correctamente, es una tarea de todo el hombre, y mientras perfecciona el cuerpo como un instrumento de la mente, también hace a la misma mente un instrumento más refinado para la búsqueda y comunicación de la verdad y ayuda al hombre a lograr el fin al que todos los demás se subordinan, el servicio y alabanza de su Creador».

Por Edward Pentin

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ZENIT Staff

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