Un niño de cada doce muere antes de su quinto cumpleaños

Pospuesta la sesión especial de la ONU dedicada a la infancia

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ROMA, 14 septiembre 2001 (ZENIT.org).- Un niño de cada doce en el mundo no llegará a celebrar su quinto cumpleaños. Lo revela el Estado Mundial de la Infancia 2002 difundido este jueves por Unicef. El informe iba a ser punto de referencia en la sesión especial de la Asamblea General de Naciones Unidas dedicada a la Infancia en el Palacio de Cristal de Nueva York. La cumbre ha sido pospuesta a causa de los atentados.

La Asamblea General de Naciones Unidas mantuvo este jueves una reunión y, entre otras cosas, pospuso la cumbre sobre la Infancia que estaba prevista para los días 19 a 21 de septiembre. Unicef ha informado que se recomienda una fecha comprendida o posterior al primer cuatrimestre de 2002 (sometime during or after the first quarter of 2002). La decisión final ha quedado pendiente.

El informe Estado Mundial de la Infancia 2002 destaca los compromisos incumplidos en la última década. La mayor parte de estos niños fallecen por causas evitables. Uno de cada cuatro vive en una situación de extrema pobreza. 149 millones están mal nutridos.

El informe pide a los gobiernos y las instituciones internacionales que sitúen «los derechos y el bienestar de la infancia por encima de otras preocupaciones».

«Quienes no cumplan con este cometido también deben rendir cuentas», añade. «Asegurar los derechos y el bienestar de la infancia es la clave para el desarrollo sostenible en un país y para la paz y la seguridad en el mundo», advierte Unicef.

Aunque reconoce que medidas como el alivio de la deuda externa a 22 países muy desfavorecidos han tenido un efecto positivo, subraya que los países más desarrollados han incumplido sus compromisos: «La asistencia bilateral que prestan los países industrializados es inferior en unos cien mil millones de dólares anuales a lo que esos gobiernos se habían comprometido a suministrar».

Sólo cinco estados –Dinamarca, Holanda, Suecia, Noruega y Luxemburgo– destinan el 0,7% del Producto Interior Bruto, o incluso más, a ayuda al desarrollo, un antiguo compromiso nunca cumplido por la mayor parte de los países industrializados.

Revisando los grandes objetivos de la cumbre de 1990, el resultado es desigual.

La mortalidad infantil se ha reducido un 14%, pese a que el objetivo era rebajar en un 33% los fallecimientos de los menores de cinco años. Ahora mueren 81 de cada mil nacidos vivos (94 por mil hace una década). En cambio, la mortalidad materna no ha disminuido. Las vacunaciones han aumentado, pero el sida es una terrible amenaza, sobre todo en África. En tres países (Botswana, Zimbabwe y Sudáfrica) causa al menos la mitad de las muertes infantiles.

La malnutrición afectaba en 1990 al 32% de los niños de los países en desarrollo. Ahora el 27%, 149 millones de pequeños están mal alimentados.

Todavía 1.100 millones de personas carecen de agua potable, servicio del que ya dispone el 82% de la población mundial (un 3% más que en 1990). También se ha registrado una ligera mejora en el acceso al saneamiento (dispone de él el 60% de las personas).

Ha crecido el número de niños que van a la escuela y se han acortado las diferencias entre varones y niñas. El 82% de los pequeños están escolarizados en la enseñanza primaria (78% en 1990). El analfabetismo de adultos ha disminuido en la misma proporción.

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ZENIT Staff

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