Un obispo donde el sida es brujería

Declaraciones de un participante en el Sínodo de los Obispos

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 9 de octubre, de 2009 (ZENIT.org).- En una región donde el sida está diezmando a la población, para monseñor Fulgence Muteba Mugalu, obispo de Kilwa-Kasenga, en la República Democrática del Congo, uno de los mayores desafíos está en dar a entender a su gente que la pandemia no es brujería.

En esta región del sudeste congoleño, en la frontera con Zambia, la riqueza de materias primas como el cobalto o el cobre, atrae a trabajadores de otras regiones que al llegar «extienden la epidemia de una manera terrorífica».

Nombrado obispo con tan sólo 42 años (hoy tiene 47), monseñor Muteba Mugalu ha conversado con un grupo de periodistas, entre los que se encontraba ZENIT, sin pelos en la lengua: «Si hay un país en el que no se hace nada para combatir el sida éste es la República Democrática del Congo».

«El Estado no hace casi nada. Claro está, hay dos organizaciones de fachada que gestionan millones, pero el impacto es muy limitado, quizá sólo en las ciudades. Hay mucha gente que no ha visto nunca un cartel sobre la lucha contra el sida», reconoce.

No hay medicinas

<p>El prelado, en pleno Sínodo de los Obispos de África, informa que en la República Democrática del Congo, en torno al 40% de la atención médica pertenece a la Iglesia católica.

«Acogemos a todas las personas sin distinción –explica–. En toda la diócesis hay un sólo centro donde hay fármacos antirretovirales. ¡Es terrible!».

«Quedamos totalmente impotentes –subraya–. Queremos acoger en orfanatos a los niños, pero no tenemos financiación. Nos contentamos con los medios disponibles, es decir, nuestra buena voluntad. Trabajamos con voluntarios de las parroquias. Toman la bicicleta y se van a sensibilizar un pueblo».

Aplastados por las costumbres

Ahora bien, el prelado reconoce que «las personas están aplastadas por las costumbres. Esto sucede en mi tierra y en Zambia».

Por este motivo, confiesa que se ha dado cuenta de que desde su autoridad moral como obispo puede hacer mucho.

«Ha hecho falta que yo tome la palabra y que diga: ‘¡el sida realmente existe!’. Ellos dicen: «no, eso es brujería'».

«Algunos no creen todavía que es una pandemia y que pueden ser contaminados –subraya–. En este contexto el trabajo en el campo es más difícil que en la ciudad».

«He comprendido que el hecho de que yo hable hace reflexionar mucho. Ellos creen que los obispos no hablamos de sida, pues cuando se habla de sida, se piensa siempre en el sexo. Yo les digo que sean disciplinados en su vida sexual, y esto les ha ayudado a muchos».

En este sentido, aclara, nos ayuda mucho «lo que dice la Iglesia». Pero reconoce que toda la falta de información que se da entorno a la pandemia también afecta a lo que dice la Iglesia. La gente no sabe en realidad lo que dice el Papa, concluye.

Por Jesús Colina

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ZENIT Staff

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