Un Observatorio socio-pastoral para leer los «signos de los tiempos» en Latinoamérica

Entrevista a Rodrigo Guerra López, coordinador de esta nueva realidad del CELAM

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MÉXICO, miércoles, 18 febrero 2004 (ZENIT.org).- Del 13 al 15 de febrero se celebró en la ciudad de Puebla la reunión de directivos y de presidentes de Conferencias episcopales de Latinoamérica. Durante este encuentro se conmemoró el XXV Aniversario de «Puebla» y comenzaron los preparativos para la realización de una reunión extraordinaria de obispos de América Latina y el Caribe. Por este motivo, entrevistamos a Rodrigo Guerra López, Coordinador del recientemente creado «Observatorio» socio-pastoral del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano).

–¿Qué significa el documento de «Puebla» 25 años después de su publicación?

–Rodrigo Guerra: Más que un documento «Puebla» fue un «kairós», es decir, un momento dentro de la historia en el que la Providencia divina se manifiesta y marca a la comunidad eclesial. «Puebla», ciertamente, es un texto. Pero la realidad de la que nace el texto y a la que este mismo se refiere es la vida real de la Iglesia real a finales de los años setenta. «Puebla» expresa el modo como el pueblo de Dios camina en la historia y afronta desafíos no siempre sencillos en el momento de dar testimonio de que Jesucristo vive.

–¿Cómo ha cambiado el contexto de la Iglesia en Latinoamérica en estos 25 años?

–Rodrigo Guerra: Por una parte, un conjunto de desafíos centrales se han agudizado en su dimensión problemática: la pobreza, el indiferentismo, la actividad de diversos grupos religiosos diferentes a la Iglesia católica, la falta de solidez de nuestras democracias, etc. Por otra parte, existe un cambio cultural sutil pero profundo: la modernidad ilustrada deja su antigua hegemonía para dar paso a una cierta postmodernidad latinoamericana. Dentro de estas coordenadas, la Iglesia católica tiene que volver a leer los «signos de los tiempos» para poder descubrir qué pide Dios en este nuevo escenario de máxima pluralidad, hibridación y fragmentos.

–¿Ésta es la justificación para pensar en un nuevo acontecimiento eclesial como el de Puebla?

–Rodrigo Guerra: En parte sí y en parte no. Es cierto que un nuevo contexto exige un esfuerzo de actualización en la comprensión. Sin embargo, más allá de un cierto «ponernos al día» es la vida de la propia Iglesia la que requiere momentos fuertes de reflexión y oración para reproponer lo fundamental y para renovar la conversión, la comunión y la solidaridad. Ahora bien, el cardenal Errázuriz, arzobispo de Santiago de Chile y presidente del CELAM ha sido muy claro al insistir en que el proceso que hemos iniciado es apenas un primer paso rumbo al momento formal en el que el Santo Padre eventualmente pueda convocar, como lo ha hecho en otras ocasiones, a una V Asamblea General, a un Sínodo o a alguna otra modalidad de reunión.

–¿Cuáles han sido las participaciones más sobresalientes durante estos días de trabajo?

–Rodrigo Guerra: Desde un punto de vista personal me han llamado mucho la atención las intervenciones de monseñor Jorge Jiménez y del cardenal Claudio Hummes durante el primer día. Cada uno de ellos con su propio lenguaje colocó las piezas que configuran el momento actual de la Iglesia y de Latinoamérica. Por una parte, tenemos un caminar que proseguir. Medellín, Puebla y Santo Domingo no deben sernos indiferentes. Por otra parte, la globalización exige hoy una nueva manera de interrelacionarnos que haga más explícito el aporte específico de los cristianos. La identidad cristiana tiene que fortalecerse a través de un renovado proceso educativo. Tengo la impresión de que las intervenciones del sábado también fueron muy significativas. Durante el evento académico para conmemorar los 25 años de Puebla la conferencia impartida por el cardenal Darío Castrillón Hoyos fue sumamente esclarecedora: la dignidad humana es una dimensión constitutiva de la persona. Este ingrediente perfectamente localizable con la razón es también un elemento del Evangelio. Los cristianos de esta manera no podemos sino colocarnos al servicio de la dignidad humana porque en verdad la gloria de Dios es que el hombre viva y que viva en condiciones que estén a la altura del valor intrínseco que posee.

–¿No hay riesgo de poner demasiada atención al nuevo contexto, a la dignidad humana y sus derechos, a los proyectos de acción social y perder de vista la dimensión trascendente del cristianismo?

–Rodrigo Guerra: En efecto, uno de los peligros por los que atraviesa la fe en la actualidad es disolver su especificidad en una propuesta de acción voluntarista que pretenda construir el Reino a través de un puro programa de acción social (de derecha o de izquierda). Esta aproximación responde en su esencia a la vieja herejía pelagiana. Sin embargo, simultáneamente también existe otro peligro: la postura de quienes afirman la fe como una convicción espiritualista y al margen de una adecuada incidencia socio-histórica. Esta comprensión se acerca mucho a la herejía docetista: creer que la condición encarnada del Verbo es una ficción, es una mera metáfora. El Misterio de la encarnación, núcleo de nuestra fe, precisamente se propone como algo diverso: Dios se ha hecho hombre. Todo lo humano está llamado a ser asumido y redimido en Cristo. Cuando no se pierde la dimensión encarnacionista de la fe, se vive en una tensión continua entre la naturaleza y la gracia en la que, como bien recuerda el cardenal Errázuriz, la primacía la tiene siempre la gracia. El análisis de los contextos, la valoración de la dignidad humana y de los derechos y la acción son parte del itinerario que la Iglesia debe recorrer con conciencia de que la propuesta del Evangelio evidentemente no termina en ellos, sino que los excede sin negarlos.

–¿Volverá a cobrar vigencia en la Iglesia en Latinoamérica la opción preferencial por los pobres?

–Rodrigo Guerra: La opción preferencial por los pobres es una dimensión constitutiva de nuestra fe. Nunca ha dejado de estar vigente. Juan Pablo II recientemente nos ha insistido en «Novo millennio ineunte» que las páginas del Evangelio en las que Jesús muestra su amor preferencial a los pobres no son un mero exhorto a la caridad, sino un aspecto fundamental de la cristología. Más aún, el Papa afirma que en la vivencia del contenido de estas páginas la Iglesia comprueba su fidelidad no menos que sobre el ámbito de la ortodoxia.

–¿El nuevo «Observatorio» del CELAM se dedica a estudiar la pobreza en el Continente?

–Rodrigo Guerra: Las nuevas pobrezas en América Latina son tan amplias que sería irresponsable y antievangélico permanecer indiferentes como si no significaran nada a la luz de la fe. El «Observatorio» busca acercar materiales técnicos a los obispos que les permitan ampliar su mirada sobre la pobreza y sobre otros muchos fenómenos sociales propios de la realidad que vivimos.

–¿Qué mueve a los obispos a fundar un «Observatorio» en el seno del CELAM?

–Rodrigo Guerra: Podría parecer que los obispos simplemente están construyendo un «think tank». Sin embargo, monseñor Carlos Aguiar, Primer vicepresidente del CELAM y obispo responsable del «Observatorio», ha colocado en el centro de la visión de este instituto que éste sea un servicio primariamente eclesial, es decir, con plena conciencia de la naturaleza de la Iglesia y de sus preocupaciones propiamente pastorales. En cierta medida el «Observatorio» nace de la vida ordinaria del CELAM, en especial de procesos ya existentes en el Departamento de Justicia y Solidaridad dirigido por el cardenal Oscar Rodríguez Maradiaga. Él desde hace tiempo se ha interesado por conocer con gran competencia la realidad social del Continente y del mundo, y nos ha mostrado con su ejemplo la importancia de reaprender a mirar y de reaprender a servir a Cristo en medio de los desafíos concretos de la historia de nuestros pueblos.

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ZENIT Staff

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