Un sacerdote de Schoenstat discapacitado evangeliza por Internet

Más de 1.500 personas reciben las charlas del padre Nicolás

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PARAGUAY, martes, 20 noviembre 2007 (ZENIT.org).- Ha nacido un servicio gratuito de envío quincenal de textos del padre Nicolás Schwizer, sacerdote del Instituto de los Padres de Schoenstatt, que nació en Suiza, y trabajó muchos años en Paraguay. En el año 2000 sufrió un accidente de carretera que le causó una grave discapacidad.

«La tendencia, con el tiempo, es que sus impedimentos vayan en aumento. Con sus homilías y retiros se tiene un material abundante y muy rico. Un equipo de personas hemos iniciado esta publicación vía mail, que actualmente se distribuye en español, inglés, portugués y alemán a más de 1.500 personas en todo el mundo», informa a Zenit Javier Cabral, de la Federación de Familias de Paraguay.

El padre Nicolás llegó a acumular un abundante material, catalogado por su seguidores que ofrecen en Internet el «retiro virtual con el Padre Nicolás», envíos quincenales con el título retiros del Padre Nicolás Schwizer, que están teniendo difusión en la red.

«Cada vez son más las personas que se suscriben, y que a su vez preguntan también: ¿quién es el Padre Nicolás?, explica Cabral.

Se puede acceder a este material en: http://groups.google.com/group/PNreflexiones

El padre Nicolás Schwizer, nació en Suiza y tras aprender una profesión administrativa (municipalidad, notario-escribano), a los veinte años, optó por el sacerdocio y tuvo que completar sus estudios medios.

Entró en un colegio de los Palotinos (Ebikon). Allí conoció el movimiento Schoenstatt, fundado por el alemán padre José Kentenich, y formó parte de un grupo de estudiantes.
Hizo su primera consagración en 1959 y la segunda en 1961. Del padre fundador se hablaba poco, estaba lejos, exiliado en Milwaukee.

En el último año de sus estudios secundarios (Gossau), se decidió a ingresar en la comunidad de los Palotinos, pero por amor a Schoenstatt. (Era en ese entonces el camino normal para quien quisiera ser un sacerdote schoenstattiano).

En 1963, entró en el noviciado de los Padres Palotinos en Suiza, al mismo tiempo que seguía conociendo la misión, la pedagogía y la espiritualidad de Schoenstatt.

Al terminar el noviciado empezó sus estudios teológicos en la universidad de Friburgo. Allí conoció a muchos chilenos que vivían en la misma casa. A través de ellos y de su filialidad sencilla y fuerte encontró un acceso nuevo al fundador.

Muy pronto, en 1965, fue fundada la comunidad de los Padres de Schoenstatt. Con ello llegó el momento de la separación. Prácticamente todos los estudiantes dejaron a los Palotinos y entraron en la nueva comunidad en 1966.

Al entrar en la nueva comunidad, se encontró con estudiantes argentinos, chilenos y paraguayos de la misma generación. Su gran vivencia del fue conocer por fin al fundador personalmente.

En el Colegio Mayor de Münster, en 1968, su curso hizo su consagración ante el fundador.
En la década de los 70 llegó a Paraguay para trabajar por Schoenstatt y lo hizo con gran fecundidad. En el año 2000, un gravísimo accidente –al que sobrevivió casi milagrosamente– le destruyó parte del cerebro y lo dejó imposibilitado.

«Ahora –explica Cabral– vive su amor a Schoenstatt en el dolor y con el testimonio de su dignidad sacerdotal, manifestada en todo momento».

En sus vivencias recogidas fielmente por este grupo de seguidores latinoamericanos, que otros han traducido a varios idiomas, el padre Nicolás relata, por ejemplo, su último encuentro con el fundador: «Fue cuando todos los seminaristas hicimos una peregrinación a Cambrai (Francia). Fue el 15 de julio de 1968, dos meses antes de su muerte. Empezamos nuestra peregrinación en Schoenstatt para pedir la bendición del Padre. Pero era muy difícil llegar junto a él. Entonces nos pusimos debajo de su ventana y empezamos a cantar hasta que logramos llamar su atención. Abrió la ventana, nos saludó. Después de un rato desapareció. Volvió enseguida y empezó a tirar por la ventana: caramelos, bombones, chocolates… Finalmente nos dio la bendición para el viaje y se despidió de nosotros».

«Cuando ya estábamos subiendo al ómnibus –añade– vimos de repente como salió por una puerta lateral para ir a rezar su rosario en el parque (…) Y de nuevo nos habló un rato. Pero lo que quedó grabado para siempre en mi memoria es mi despedida personal de él. (…) Y siguió hablando un largo rato, mientras mantenía mi mano en la suya. Y la aferraba fuerte, de tal modo que no podía retirarla. Después nos dejó. Pero a mí me quedó la pregunta ¿qué quiso decirme al retener tanto tiempo mi mano? ¿No sería un signo de su especial cercanía y vinculación de Padre y Fundador? ¿O quería darme ánimo y fuerza antes de dejar este mundo? De cualquier modo lo considero un gesto de despedida muy cariñoso y significativo».
Y concluye que, a través de los encuentros con el padre José Kentenich le quedaron tres imágenes en la mente y en el corazón: «El fundador de una gran obra, padre de una gran familia, y yo he sido llamado a ser hijo de este gran padre y a ser cofundador con él; el Padre espiritual y guía para mi vida sacerdotal, cuyo reflejo he de ser, junto con mi comunidad de padres; el santo para nuestro tiempo, que se hizo santo en medio de el mundo de hoy, mundo complejo y difícil, el gran modelo de vida para mí y para todos nosotros que somos sus hijos y seguidores».

Desde hace varios meses, se envían dos veces por mes por correo electrónico las fichas de reflexión llamadas «El Padre Nicolás predica desde la web».

Para suscribirse (gratis): pn.reflexiones@gmail.com. Se ofrecen en castellano, portugués, inglés, alemán.

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ZENIT Staff

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