Una Carta Magna para defender a la familia

Cobra nueva actualidad la Carta de los derechos de la familia de 1983

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ROMA, 28 de junio de 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha hecho dos apremiantes llamamientos a favor de la familia este mes. Durante su viaje a Croacia, en el Domingo de Pentecostés, recordó el papel crucial desempeñado por la familia en muchos aspectos de la sociedad, y la necesidad de apoyar las familias basadas en un matrimonio estable.

Después, el 13 de junio, en un discurso a los participantes en un congreso organizado por el Pontificio Consejo para la Familia, advertía de las «amenazas deshumanizantes» contra la familia.

Juan Pablo II invitaba a los políticos a «asumir plenamente su compromiso en defensa de la familia y a favor de la cultura de la vida». Como una directriz para su acción sugería que usaran la «Carta de Derechos de la Familia», publicada por la Santa Sede en 1983.

La ruptura familiar supone un alto coste para la sociedad, como demuestran numerosos estudios. Un informe del 2002 del gobierno británico, por ejemplo, descubría que la ruptura familiar es la principal causa de que los niños huyan de su hogar, informaba el 29 de noviembre el Telegraph. Es tres veces más probable que los jóvenes que viven con padrastros huyan de su hogar que aquellos que viven con ambos padres, encontraba el informe.

La unidad contra la exclusión social de Downing Street estima que hay 129.000 casos de niños que huyen del hogar cada año, implicando a 77.000 niños. «La separación de los padres, la formación de una familia con padrastros, o las dificultades que algunos padres solos tienen que afrontar, tras una separación, son momentos de tensión para los jóvenes», afirmaba la agencia gubernamental.

De hecho, es el doble de probable que los niños que crecen en familias de un solo padre desarrollen serias enfermedades psíquicas y adicciones más adelante en su vida, según un estudio de la revista médica The Lancet, informaba el 24 de enero Associated Press.

La evidencia sueca
El estudio es importante porque dio seguimiento a cerca de un millón de niños durante una década, hasta que alcanzaron los 25 años. El estudio tomó como base los registros nacionales suecos, que cubren a casi la entera población y contienen extensa información socioeconómica y sanitaria.

Cerca de 60.0000 niños vivían con su madre y cerca de 5.500 con su padre. Había 921.257 viviendo con ambos padres. Los niños tenían entre 6 y 18 años al comienzo del estudio, con la mitad ya en su adolescencia.

Los investigadores encontraron que, con respecto a los otros, hay el doble de probabilidades por parte de los niños con un solo padre de desarrollar una enfermedad psíquica, como una fuerte depresión o esquizofrenia, o que se suiciden o lo intenten, o de desarrollar una enfermedad relacionada con el alcohol. Las chicas tienen tres veces más probabilidades de acabar siendo adictas a las drogas si han vivido con un único padre, y los chicos cuatro veces más probabilidades.

En el lado positivo, los estudios muestran que la religión puede ayudar a las familias a permanecer unidas, informaba el 8 de mayo el Washington Post. Un informe hecho público por el National Study of Youth and Religion de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill demostraba que es más probable que los adolescentes entre 12 y 14 años en hogares religiosos admiren a su padre y a su madre, no huyan de su hogar, cenen en casa y tengan a sus padres implicados en su vida social que sus compañeros que no tienen hogares religiosos.

«Hay una asociación constante de varias medidas de manera que las familias más activas religiosamente con adolescentes en el hogar muestran signos de relaciones familiares más sólidas», afirmaba Christian Smith, director del estudio y coautor del informe.

El proyecto de cuatro años, fundado por el Lilly Edowment, comenzó en agosto del 2001 investigando el papel de la religión y la espiritualidad en las vidas de los adolescentes americanos. La última publicación del proyecto se titulaba «Family Religious Involvement and the Quality of Family Relationships for Early Adolescents» (La Implicación Religiosa en la Familia y la Calidad de las Relaciones Familiares en los Adolescentes).

«Comunidad de amor»
La «Carta de los Derechos de la Familia» de 1983 consiste en un preámbulo y 12 derechos fundamentales. El preámbulo hace notar que, aunque los derechos de una persona se expresan como derechos individuales, «tienen una dimensión social fundamental que encuentra una expresión innata y vital en la familia». También define claramente a la familia como basada en el matrimonio de un hombre y una mujer unidos por el lazo indisoluble del matrimonio, abierto a la transmisión de la vida.

El preámbulo también explica el porqué se debería considerar a la familia como poseedora de especiales derechos. La familia es una sociedad natural, que existe antes que el estado o cualquier otra comunidad, explica el documento. Pero es más que un simple fenómeno sociológico. La familia es « una comunidad de amor y de solidaridad, insustituible para la enseñanza y transmisión de los valores culturales, éticos, sociales, espirituales y religiosos, esenciales para el desarrollo y bienestar de sus propios miembros y de la sociedad».

Los derechos enumerados en la carta comienzan con la afirmación de que «Todas las personas tienen el derecho de elegir libremente su estado de vida y por lo tanto derecho a contraer matrimonio y establecer una familia o a permanecer célibes». El segundo derecho estipula: «El matrimonio no puede ser contraído sin el libre y pleno consentimiento de los esposos debidamente expresado». Y ambos miembros del matrimonio gozan de igual dignidad y derechos.

Los dos derechos siguientes tratan el tema de la procreación. Los esposos tienen un derecho inalienable «de fundar una familia y decidir sobre el intervalo entre los nacimientos y el número de hijos a procrear, teniendo en plena consideración los deberes para consigo mismos, para con los hijos ya nacidos, la familia y la sociedad». Esta decisión se ha de tomar de acuerdo con los valores morales objetivos, y excluyendo la anticoncepción, la esterilización y el aborto. La carta pide que las autoridades públicas al igual que las organizaciones privadas respeten la libertad de las parejas en este tema.

El quinto artículo defiende el derecho de los padres a educar a sus hijos y elegir sus escuelas. La carta pide expresamente que los niños no sean obligados a asistir a clases que no estén de acuerdo con sus propias convicciones morales y religiosas, especialmente en materia de educación sexual.

Los artículos 6 y 7 de la carta tratan de las relaciones entre la familia y el estado. El artículo 6 recuerda a las autoridades públicas que deben «respetar y promover la dignidad, justa independencia, intimidad, integridad y estabilidad de cada familia». La carta no sólo critica el divorcio, sino que se muestra a favor de ayudar al sistema de familia numerosa.

El artículo 7 mantiene el derecho de cada familia «de vivir libremente su propia vida religiosa en el hogar, bajo la dirección de los padres». Esto incluye el culto público y la capacidad de escoger libremente programas de instrucción religiosa, sin discriminación.

Los artículos restantes se ocupan de temas socioeconómicos. El artículo 8 mantiene que las familias tienen el derecho de ejercer su función social y política en la construcción de la sociedad, formando asociaciones con otras familias e instituciones. El artículo 9 invita a los gobiernos a proporcionar condiciones que ayuden a las familias a lograr un nivel de vida digno. Los temas mencionados abarcan desde la defensa de los derechos de la propiedad hasta la ayuda social en momentos de muerte o enfermedad, o ayuda a los hijos con necesidades especiales.

El artículo 10 pide que el trabajo esté organizado de manera que permita a los miembros de la familia vivir unidos. Tamb
ién trae el tema del salario familiar, o algunos otros medios, como los subsidios familiares, que permitan a las madres a no trabajar fuera del hogar, si desean dedicarse a tiempo completo a las responsabilidades familiares.

El artículo 11 pide que las familias tengan acceso a una vivienda digna «apta para la vida familiar, y proporcionada al número de sus miembros. El último artículo pide que se dé a las familias de inmigrantes los mismos derechos y protección que a las demás familias.

Aunque la realización de estos derechos tendrá diferentes formas por todo el mundo, los ideales expresados en la carta permanecen como una valiosa guía para las familias, 20 años después.

Puede consultar la Carta de los Derechos de la Familia en la sección de documentos de la página web de Zenit http://www.zenit.org/spanish/archivo_documentos/.

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ZENIT Staff

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