Una curación inexplicable abrió la vía a la beatificación de sor Dulzura

Entrevista con el postulador de la causa de la religiosa argentina

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ROMA, jueves 19 enero 2012 (ZENIT.org).- “Sor Dulzura”, así la recuerdan en los lugares en donde vivió la religiosa argentina María Crescencia Pérez, sus hermanas de la congregación de las Hijas de María Santísima del Huerto, que en breve será beatificada.

Nacida en San Martín el 17 de agosto de 1897, estudió en Pergamino y dedicó la mayor parte de su corta vida en Buenos Aires en la casa de la calle Rincón, en el hospital marítimo de Mar del Plata . Los últimos cuatro de su vida los vive en Vallenar, en donde muere el 20 de mayo de 1932.
Se caracterizó por la heroicidad de sus virtudes en la vida cotidiana y el milagro sucede en Buenos Aires entre los hospitales aeronáutico y el italiano, cuando una joven argentina, enferma gravísima de hepatitis A, que esperaba un trasplante pide su intercesión y se cura inexplicablemente.

El doctor Enrico Venanzi, postulador de esta causa de beatificación, le concedió a ZENIT una entrevista en la que cuenta interesantes particulares que proponemos a continuación.

¿Esta beata despertó el interés público de Argentina y Chile?

–Enrico Venanzi: Sí, incluso con demostraciones de alto nivel. En 1997 la Cámara de Diputados de la República Argentina, declaró la causa de ‘interés parlamentario’ y solicitó a la presidencia de la República que emanara una ‘declaración de interés nacional’ promulgada con decreto del 25 de agosto del 2000. Y también la embajada chilena ante la Santa Sede diversas veces indicó la particular atención con la cual esta causa es seguida en Chile.

¿Qué se sabe de los últimos momentos de su vida?

–Enrico Venanzi: Sus últimas palabras, según los testigos presentes fueron: “Corazón de Jesús te pido una bendición especial por este Chile, y ya que es la voluntad de Dios de que muera aquí. Gustosa te ofrezco el sacrificio por la paz y tranquilidad de esta nación”.

La muerte es muy edificante y fue escrita por una de los presentes, la madre Ludovica Bonoris, que confesará que nunca había asistido a una muerte “tan santa como la de ella, recordando la de santa Teresita del Niño Jesús”.

¿Ella dónde había nacido, qué se sabe de su familia?

–Enrico Venanzi: Sus padres son inmigrantes españoles y entre sus parientes cercanos figuran un sacerdote y tres religiosas.

Ella nace en San Martín, provincia de Buenos Aires en el año 1897, vive con su familia hasta los diez años cuando va a estudiar en el colegio de las hermanas Del Huerto en Pergamino. Allí descubre su vocación religiosa.

¿Y entonces?

–Enrico Venanzi: Hace la profesión religiosa en 1919 y toma el nombre de Crescencia pues el bautismal era María Angélica.

Trabaja en la escuela anexa a la casa generalicia de Buenos Aires. Presta servicios en el instituto Estela Otamendi de San Fernando. Es transferida al colegio Del Huerto de la calle Rincón. Enseña costura y se ocupa del vestuario. Después va al Solarium, para asistir a las jóvenes que tenían tuberculosis. Allí enseña catequismo y las prepara para la primera comunión.

De 1924 a 1928 es enviada a Mar del Plata. En esta ciudad trabaja en el Hospital Marítimo, donde acude a los niños, si bien su salud empeora. Después pasa por Quillota, en Chile y va a su último destino, el hospital Nicolás Naranjo de Vallenar.

Ella es enfermera?

–Enrico Venanzi: No, María Crescencia concluyó sus estudios con el título de ‘maestra de labores’. Entretanto trabaja mucho en comunidades que operan en el ambientes de hospitales, especialmente en Mar del Plata y después en Chile.

Y su cuerpo fue exhumado?

–Enrico Venanzi: Las actas relativas a la primera exhumación en los años sesenta refieren que “sus restos estaban intactos y su vestimenta completa. El rostro como si recién hubiera muerto”.

Cuál es el carisma o el punto central de la vocación de esta monja?

–Enrico Venanzi: Más allá de esto, no existen cosas ‘excepcionales’. Me ha impresionado su heroísmo en lo cotidiano, en la realización de tareas simples realizadas con espíritu de verdadero abandono y confianza en la Providencia y en la obediencia a la regla. Se caracteriza por esto.

¿Qué escribió usted en el perfil biográfico?

–Enrico Venanzi: En la premisa al perfil biográfico escribí: “La vida de la hermana se desarrolla en un área geográfica muy circunscrita. Una vida que no es rica en grande acontecimientos exteriores, de los que dejan huella en la vida civil. Pasó indemne a través de esos hechos, escondida en la observancia de una regla. Elegida a acoger la llamada del Señor que la llamaba a consagrar la propia existencia. Por tal razón se buscará en vano elementos que la relacionen con su tiempo.

La suya ha sido una vida de gran riqueza interior, como transfigurada y literalmente consumida en la donación a Dios y al prójimo, en particular a los enfermos. Este es el espíritu de las religiosas “gianellinas” y este ha sido indudablemente el espíritu de la madre María Crescencia Pérez”.

Cuénteme un poco de la congregación de las Hijas de María Santísima del Huerto, más conocidas como las Hermanas del Huerto.

–Enrico Venanzi: El instituto fue fundado en 1829 por un sacerdote de Liguria, Antonio Maria Gianelli (1779 – 1846) que después en 1838 fue elegido obispo de Bobbio. Un gran testigo del evangelio, de hecho beatificado en 1925 y canonizado en 1951.

Gianelli encontró una excelente colaboradora en Caterina Podestá, (1809 – 1884) que después de la muerte del fundador guió la congregación durante cuarenta años, asegurándole estabilidad y promoción con el reconocimiento del derecho pontificio en 1868, así como su expansión en América Latina.

La misma inició en 1856 con la llegada a Montevideo, y tres años más tarde en Buenos Aires.

En Chile, las religiosas “gianellinas” –llamadas así por el nombre de su fundador- están desde 1914. Hoy tienen 115 comunidades, de las cuales en los países en los que vivió la futura beata, unas treinta en Italia, otras tantas en Argentina y tres en Chile.

¿Y sobre el milagro necesario para la beatificación?

–Enrico Venanzi: El milagro fue en 1997. Una curación inexplicable por su modalidad, pues era una hepatitis aguda de tipo A, complicada por insuficiencia de órganos y en un paciente con diabetes melito insulinodependiente.

¿Cómo se recogieron las pruebas?

–Enrico Venanzi: En Buenos Aires fue instruida una investigación diocesana, que recogió testimonios y documentación médica. El caso fue considerado por tres peritos llamados ab inspectione, todos muy calificados.

El titular de la cátedra de medicina legal de la Universidad Católica Argentina, y otros dos docentes universitarios, uno de los cuales fue presidente de la Asociación Argentina de Estudio de las Enfermedades Hepáticas.

Después en Roma se realizaron dos pericias de oficio: la primera por un médico legal y la otra por el presidente de los hepatólogos de los hospitales italianos. Al final se pronunció la Asesoría Médica de la Congregación de la Causa de los Santos.

¿Y qué concluyeron?

–Enrico Venanzi: Aquí a nivel colegiado se concluyó por unanimidad que la curación no encuentra una explicación científica en su modalidad.

¿O sea que con algún tipo de terapia en tiempos largos podría haberse curado?

–Enrico Venanzi: No, aún hoy no existe una terapia. Además la rapidez y la curación completa no se explica. En este caso la única posibilidad era la del trasplante.

¿Transplante de hígado?

–Enrico Venanzi: Sí, y para ello es llevada al hospital italiano para que se reali
ce el transplante con prioridad nacional a nivel uno.

¿Bueno, pero ella por qué le pide el milagro a sor Crescencia?

–Enrico Venanzi: Poco antes en el Hospital Aaeronáutico donde está la comunidad de las monjas gianellinas, conoce la historia de «sor Dulzura» junto a las hermanas del Huerto que trabajaban allí y piden su intercesión.

¿Y cuándo se cura?

–Enrico Venanzi: La curación repentina sucede ya en el Hospital Italiano, donde la situación cambia en el giro de pocas horas.

La paciente cuenta que mientas le hacen una biopsia “en medio de un gran sufrimiento, en un cierto momento me pareció como si todo hubiera desaparecido de mi vida y probé una sensación de inmensa paz. Habrá sido ese el momento en el cual sor Crescencia me daba la gracia de curarme?”.

En un lapso de tiempo entre 48 y 72 horas quedó enteramente curada. La curación fue definida por lo tanto no habitual. Un médico del departamento de terapia intensiva calificó la curación como “eficaz y con una velocidad excepcional”.

¿A partir de allí que se investiga?

–Enrico Venanzi: Como en todo proceso de beatificación, la comisión teológica, en base a estos hechos consideró que existió invocación a la futura beata. Y por su parte la plenaria de los cardenales y obispos que componen el dicasterio de las Causas de los Santos concluyeron que fue un milagro.

Todos los pronunciamientos fueron unánimes y el 19 de diciembre, Benedicto XVI promulga el decreto en base al cual se procederá a la beatificación de «sor Dulzura».

¿Dónde y cuándo será?

–Enrico Venanzi: Aquí entramos en las cuestiones organizativas. Será en Argentina, probablemente en Pergamino. Depende de muchos factores: las exigencias de la gente, de las religiosas y de la misma congregación etc. Si pudiera, estaría el cardenal Angelo Amato, si bien todo esto aún no lo sabemos.

Por H. Sergio Mora

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ZENIT Staff

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