Una investigación de arqueología, premio de las Academias Pontificias

Tesis doctoral de Antongiulio Granelli sobre la catacumba romana de San Pánfilo

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 8 noviembre 2007 (ZENIT.org).- Por los pasos que se han dado en la indagación de la catacumba romana de Pánfilo, con una aproximación de testimonio cristiano, este jueves se ha hecho entrega -con el beneplácito del Papa– del premio de las Academias Pontificas 2007 al doctor Antongiulio Granelli por su tesis doctoral «El Cementerio de Pánfilo en la Vía Salaria antigua de Roma» («Il Cimitero di Panfilo sulla via Salaria vetus a Roma»).

El reconocimiento tuvo lugar durante la XII Sesión Pública de las Pontificias Academias, convocada en esta edición en torno al tema «»Testigos de su amor». El amor de Dios manifestado por los mártires y por las obras de la Iglesia».

Benedicto XVI hizo llegar su mensaje a la convocatoria a través del sustituto de la Secretaría de Estado del Vaticano, el arzobispo Fernando Filoni.

En el texto pontificio se pidió al arzobispo Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio de la Cultura y también del Consejo de Coordinación entre Academias Pontificias -organizador del acto- la entrega del citado reconocimiento al doctor Granelli, cuya tesis doctoral había defendido en la Universidad «La Sapienza» de Roma.

«En ella, a través de un estudio profundo, dirigido con una aproximación interdisciplinaria, se ilustra el Cementerio de Pánfilo, poco estudiado precedentemente, situándolo en la sugestiva intersección del testimonio cristiano desarrollado en el primer tramo de la «Salaria vetus» [vía Salaria antigua, ndr], que encuentra en el mártir Pánfilo, documentado en el cementerio por una inscripción, su símbolo más elocuente», escribe el Papa.

Juan Pablo II instituyó en 1996 este premio para alentar y sostener la investigación y el empeño de jóvenes estudiosos y de instituciones particularmente meritorias cuyas actividades culturales o artísticas contribuyan a la promoción del humanismo cristiano en el inicio del tercer milenio.

El premio de las Academias Pontificias se otorga a propuesta del Consejo de Coordinación de las mismas.

«La dificultad de hacer un estudio en el terreno, dentro de una catacumba, se acompañó con la experiencia fascinante de frecuentar de cerca, desde dentro, un ambiente que, al ser expresión de la relación del cristiano con la muerte y la transformación de la vida, acerca el mundo antiguo al nuestro», dijo en su agradecimiento el doctor Granelli.

«Esta sensación de compartir sentimientos y de fe se hace más viva aún en el cementerio de San Pánfilo», añadió.

«Un trabajo particular como son todos los trabajos en catacumbas –muchas horas en un ambiente sombrío y estrecho», ha sacado a la luz en toda su extensión, en el estudio topográfico, los distintos niveles de las galerías cementeriales, explicó el galardonado a Zenit.

Esta catacumba se había comenzado a estudiar tras su descubrimiento en 1920; después se interrumpieron las investigaciones.

Con la indagación actual también se ha intentado «mostrar mejor la figura del mártir que da nombre a la catacumba» –añade Granelli–, sobre el que hay poquísimas fuentes, «pero tiene su apoyo en el descubrimiento de una inscripción con su nombre en un contexto que estuvo dedicado en los primeros siglos del medioevo al culto del mártir mismo».

Ha recibido este premio con gran satisfacción. «Los estudios arqueológicos es raro, lamentablemente, que reciban apoyo material en este país» –apuntó a Zenit–, así que «se sigue adelante sobre todo por pasión en la esperanza de encontrar una salida en este bellísimo campo».

Consultado por Zenit, el secretario del Pontificio Instituto de Arqueología Cristiana, el doctor Olof Brandt, apunta la peculiaridad de la catacumba en la presencia segura de la tumba de un mártir.

Recalca el interés de estos estudios porque se han excavado e investigado muchas catacumbas en tiempos y con medios antiguos, y es necesario reanudar los estudios de forma moderna.

El arzobispo Ravasi, en la introducción de la Sesión Pública, había aludido al Premio indicando, en la generación futura que lo recibe, el hilo conductor «de la memoria que sigue conservándose incluso en un mundo que, a primera vista, parece estar poco interesado en la memoria».

Pero como decía el filólogo del pasado siglo Giorgio Pasquali –citó–, «quien no recuerda no vive».

Estos estudios representan la «intención de seguir trayendo la plenitud de la vida encontrando sus raíces», concluyó.

Por Marta Lago

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ZENIT Staff

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