Una musulmana «abrió» la canonización de Daniel Comboni

Que presidirá el Papa el próximo 5 de octubre

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ROMA, 11 septiembre 2003 (ZENIT.org).- El milagro verificado en una madre de familia sudanesa –una «curación repentina, completa y duradera, sin secuelas, científicamente inexplicable»–, hecho que abrió las puertas a la canonización de Daniel Comboni, el «apóstol de África», encierra otro aspecto excepcional: sucedió en una musulmana practicante.

Se trata de Lubna Abdel Aziz, de 38 años, madre cinco hijos. Vive en Jartum y desde 1986 está casada con Khedir El Mubarak, funcionario del régimen de Omar al Bashir y general del ejército gubernamental de Sudán, uno de los Estados africanos donde actualmente rige la «sharia» o ley islámica, según recoge en sus páginas la revista italiana «30 Giorni».

Jartum, la capital de Sudán, es también el corazón de la obra de uno de los más grandes misioneros de la historia reciente de la Iglesia. Allí, el 10 de octubre de 1881, murió a los 50 años de edad Daniel Comboni tras una vida completamente entregada por los pueblos africanos.

El «mutran es sudan» o «padre de los negros» –como todos le llamaban— y primer obispo de África Central, fue también el primero en fundar en esas tierras lejanas y difíciles puntos estables de misión abriendo el camino a la evangelización del continente.

Igualmente fue pionero en hacer entrar mujeres consagradas en la región. Además tuvo el valor de denunciar duramente ante media Europa el tráfico de esclavos, dedicándose a su rescate y formación.

Crónica del milagro

El 11 de noviembre de 1997, ingresó en el «Saint Mary’s Hospital» de Jartum –dirigido por las misioneras combonianas– Lubna Abdel Aziz a fin de someterse a una cesárea para el nacimiento de su quinto hijo.

La intervención tuvo lugar a las 7.30 horas. El niño nació, pero la mujer, en la tarde del mismo día, se encontraba al borde de la muerte. El parte médico constató «gravísimas hemorragias ocasionadas por placenta previa». Por ello la mujer fue intervenida dos veces más en un intento de contener las pérdidas.

Tras la segunda operación, los médicos se percataron de que la sangre no se coagulaba y de que las transfusiones no servían de nada.

Los informes clínicos que estudió la Congregación para la Causa de los Santos muestran que «se había verificado una “coagulación intravasal diseminada” y fibrinolisis con el consiguiente shock hipovolémico irreversible, colapso cardíaco y edema pulmonar». En resumen, no había nada que hacer.

Sor Maria Bianca Benatelli, responsable de la sección de maternidad del hospital relata: «A las dos de la tarde, la mujer entró nuevamente en quirófano para detener la hemorragia (…). Ya no coagulaba».

«¿Cómo y cuándo comenzó a orar por la curación de la paciente?», se le preguntó en el curso del proceso de canonización de Daniel Comboni.

«La mujer repetía: “Ayudadme”. Experimenté entonces una gran compasión por aquella madre que se moría dejando cinco niños –afirmó la religiosa–. Si se hubiera tratado de una cristiana, habría llamado a un sacerdote para que le administra los sacramentos, habría rezado junto a ella sugiriéndole que se encomendara al Corazón de Jesús, que pidiera ayuda a algún santo… pero era musulmana».

«Entonces pensé en monseñor Comboni –recuerda–. Era el único que podía mencionar a la mujer. Aquí, en Sudán, es conocido por todos, también por los islámicos. Me dirigí a él: “Ahora sólo tú puedes hacer algo… no hay nada que hacer, ya no podemos nada… Pero tú puedes… ¡ayúdala! Es una sudanesa, una de tu tierra, una musulmana. Les hiciste mucho bien. ¿No les amaste tanto?… ¿No tienen un lugar especial en tu corazón? ¡Sálvala! ¡No la dejes morir!».

«Junto a mí estaba sor Orlanda –prosigue la religiosa–. Me volví y le dije: “¿Tienes fe? Oremos a Comboni para que salve a esta pobre madre”. Fui entonces rápidamente a por su imagen y mientras regresaba a la habitación pedía también a Comboni las palabras oportunas para dirigirme a la mujer».

«Me acerqué a ella. Le dije: “Lubna, los médicos dicen que tus condiciones desgraciadamente son graves… Lubna, tu probablemente conoces a Comboni… Si no te molesta, querríamos encomendarle tu caso”. Ella respondió: “¿Comboni no es el que hizo todas las escuelas de Jartum?”. “Sí”, le contesté, “pero es también amigo de Dios y estando cerca de Él puede hacer más que todos nosotros. ¿Quieres que te deje aquí su foto?”. “Sí”, afirmó ella».

«A los pies de la cama estaba su madre, también musulmana, y dio su consentimiento. Puse la imagen de Comboni bajo su almohada», relata la misionera.

Sor Silvana Orlanda La Marra, otra de las enfermeras presentes, declaró en el proceso: «La mujer perdió el conocimiento. El latido cardíaco se hizo imperceptible. Entró su marido con uno de sus hijos de la mano. Los médicos le habían explicado las condiciones desesperadas de la mujer. Se quedó en silencio, tomó al niño, se me acercó y dijo: “Hermana, rece también usted a su Dios por la madre de este niño”».

La religiosa le contestó: «Si usted lo aprueba, tendríamos la intención de hacerlo por la intercesión de Comboni». «El marido sabía de quién se trataba, y no hubo necesidad de añadir más –prosigue Sor Silvana—. Dijo sólo: “Sí. Fue un gran hombre aquí”».

Oración y curación

Todas las misioneras comenzaron entonces un triduo de oración para pedir la curación de la mujer a través de la intercesión de Daniel Comboni. También el médico católico que había operado a la señora Lubna y tres médicos obstetras coptos acompañaron a las religiosas a la capilla del hospital.

A pesar de que se esperaba el inevitable desenlace, la mujer superó la noche. Por la mañana, los médicos se asombraron de encontrarla aún con vida. Es más, bajo los ojos de los especialistas la mujer recobró la conciencia y en un plazo de tiempo muy breve se restableció, tanto que en pocos días fue dada de alta completamente curada. El proceso de canonización también cuenta con los exámenes de dos médicos musulmanes.

Sor Bianca Garascia, la superiora, recuerda: «Todos decían: “¿Cómo es posible que aquella mujer, ya muerta, haya vuelto a la vida?”. Todos comentaban que se trataba de un caso inexplicable y prodigioso».

«Cuando vi que Lubna se había restablecido completamente le dije: “Dios te ama, Comboni te ha ayudado. Hemos orado mucho por ti, porque eres madre de cinco niños y nadie mejor que tú puede cuidarles», concluyó Sor Maria Bianca Benatelli.

El postulador de la causa de canonización de Daniel Comboni, el padre Arnaldo Baritussio, explicó que durante el proceso, en la investigación diocesana realizada en Jartum en mayo de 2001, «el tribunal no consideró oportuno llamar [a Lubna y a su marido], tanto porque los textos técnicos y la documentación relativa al caso eran más que suficientes como porque, al ser musulmanes observantes, se prefirió evitar su convocatoria por motivos de delicadeza y prudencia».

«Sabemos que tras el acontecimiento peregrinaron a la Meca –continúa el postulador— y que mantienen aún óptimas relaciones con las religiosas, hacia las cuales se han mostrado muy agradecidos».

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ZENIT Staff

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