Una sana laicidad reconoce la contribución de los creyentes; asegura el Papa

Recibe a parlamentarios de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa

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CIUDAD DEL VATICANO, 10 octubre 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II constató este viernes ante los parlamentarios de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE)
que la separación Iglesia-Estado no implica el rechazo de la contribución que ofrecen a la sociedad los creyentes.

Asimismo, el Santo Padre afirmó ante la asamblea parlamentaria más grande del mundo que en estos momentos la promoción de la auténtica libertad religiosa constituye un medio eficaz para promover la seguridad y la estabilidad mundiales.

En la asamblea de la OSCE, que se celebra entre el viernes y el sábado, participan representantes de 55 naciones: todos los países europeos, además de Estados Unidos, Canadá, Chipre, Turquía y ocho repúblicas asiáticas de la antigua Unión Soviética.

El tema de la Conferencia, que tiene lugar por primera vez en la historia en Roma con la participación de 330 delegados, es precisamente sobre la libertad religiosa.

En este contexto, aclaró el Papa en su discurso preparado en inglés, «es importante que, respetando un sano sentido de la laicidad del Estado, se reconozca el positivo papel que desempeñan los creyentes en la vida pública».

«Esto responde, entre otras cosas, a las exigencias de un sano pluralismo y contribuye a la construcción de una auténtica democracia», afirmó el Santo Padre ante los parlamentarios, reunidos en la Sala Clementina del Vaticano.

«Cuando los Estados son disciplinados y balanceados en la expresión de su naturaleza secular, se promueve el diálogo entre los diferentes sectores sociales y, por consiguiente, se alienta la transparente y frecuente cooperación entre la sociedad civil y religiosa, beneficiando al bien común», añadió.

«Al mismo tiempo, se daña a la sociedad cuando la religión es relegada a la esfera privada, y la sociedad y las instituciones sociales se empobrecen cuando la legislación –en violación de la libertad religiosa– promueve la indiferencia religiosa, el relativismo y el sincretismo religioso, justificándolo quizás con la excusa de una malentendida tolerancia», aclaró el Santo Padre..

«Por el contrario –reconoció–, todos los ciudadanos se benefician cuando hay aprecio de las tradiciones religiosas en las que se fundamenta cada persona y con las que se identifican en general las mismas poblaciones de una manera particular».

En estos momentos, constató el Santo Padre, «la libertad religiosa es un fuerte medio de disuasión ante la violación de los derechos humanos por parte de las comunidades que explotan la religión para objetivos que le son ajenos».

«Por ello –concluyó–, el respeto de toda expresión de libertad religiosa es visto como uno de los medios más eficaces para garantizar la seguridad y la estabilidad en la familia de pueblos y naciones en el siglo XXI».

Más información sobre la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) en http://www.osce.org.

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ZENIT Staff

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