Una sociedad de rostro humano necesita voluntarios, explica el Papa

En su encuentro del domingo con el mundo del voluntariado antes de despedirse de Austria

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VIENA, lunes, 10 septiembre 2007 (ZENIT.org).- Toda sociedad verdaderamente humana tiene necesidad de los voluntarios, ha explicado Benedicto XVI en Viena poco antes de concluir su séptima visita pastoral internacional.

El Santo Padre fue acogido en la tarde del domingo por el cálido aplauso de miles de representantes del mundo del voluntariado austríaco en la «Konzerthaus», el famoso palacio de los conciertos de Viena.

«El amor al prójimo no se puede delegar, el Estado y la política, con sus debidas atenciones por el Estado social, no pueden sustituirlo», explicó el Papa en un discurso que pronunció en respuesta a las palabras del presidente de Austria, Heinz Fischer.

«El amor por el prójimo exige siempre el compromiso personal y voluntario a favor del cual ciertamente el Estado puede y debe crear condiciones generales favorables», siguió diciendo el Santo Padre.

«Gracias a este compromiso, la ayuda mantiene su dimensión humana y no es despersonalizada –subrayó–. Y, precisamente por esto, vosotros, los voluntarios, no sois “tapa agujeros” en la red social, sino personas que contribuyen verdaderamente con el rostro humano y cristiano de nuestra sociedad».

Al llegar, el Papa escuchó las palabras de dos jóvenes voluntarios y del arzobispo de Salzburgo, monseñor Alois Kothgasser, quien presentó una radiografía del mundo del voluntariado austriaco: 17 millones de horas al año, por un valor de 3 mil millones y medio de euros.

El obispo de Roma invitó a los voluntarios a aprender a ver al mundo y a sus hermanos con la mirada de Jesús.

«Algunos ven, pero hacen como si no vieran, tienen la necesidad ante los ojos, pero quedan indiferentes: esto forma parte de las corrientes frías de nuestro tiempo», reconoció el Santo Padre.

«En la mirada de los demás, precisamente de ese otro que tiene necesidad de nuestra ayuda, experimentamos la exigencia concreta del amor cristiano», añadió.

«Jesucristo no nos enseña una mística de “los ojos cerrados”, sino un mística de “la mirada abierta” y el deber absoluto de percibir la condición de los demás, la situación en la que se encuentra ese hombre que, según el Evangelio, es nuestro prójimo».

«La mirada de Jesús, la escuela de los ojos de Jesús, introduce en una cercanía humana, en la solidaridad, en la capacidad para compartir el tiempo, los talentos y también los bienes materiales».

Por ello, señaló, «quienes trabajan en las instituciones caritativas de la Iglesia no deben limitarse a hacer eficazmente lo que es conveniente –aunque esto también es importante–, sino que se entregan al otro con las atenciones que sugiere el corazón».

«Este corazón ve donde hay necesidad de amor y actúa consecuentemente. Sí, tengo que convertirme en una persona que ama, una persona de corazón abierto para dejarme turbar ante la necesidad del otro. Entonces encuentro a mi prójimo o, más bien, él me encuentra», concluyó.

Entre los discursos que se escucharon en el palacio de los conciertos, la «Wiener Philarmoniker» interpretó arias de Mozart –el compositor preferido de Benedicto XVI– y Bruckner.

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ZENIT Staff

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