Una tragedia olvidada en India en el nuevo libro de Dominique Lapierre

Un reportaje sobre las víctimas de Bhopal

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PARÍS, 18 mar 2001 (ZENIT.org).- Las consecuencias humanas y espirituales de la tragedia de una fábrica de alta tecnología en Bhopal (India) se ha convertido en el argumento del nuevo libro del escritor francés Dominique Lapierre, autor de best-sellers como «Más fuertes que el amor» o «La ciudad de la alegría», en el que reveló al mundo la vida en los suburbios de Calcuta y la epopeya de hombres y mujeres con la Madre Teresa.

La obra «Il était minuit cinq à Bhopal» («Eran las doce y cinco de la noche en Bhopal») es presentada este 19 de marzo en París ante 400 periodistas. Es la tragedia de una fábrica de alta tecnología que quería proporcionar a los campesinos indios un pesticida milagroso para librarles de los insectos que destruían sus cosechas. Una explosión acabó sin embargo con su futuro.

Entre el 2 y el 3 de diciembre de 1984, la catástrofe provocó entre 16 y 30.000 muertos y en torno a medio millón de heridos en esta capital del estado septentrional de Madya Pradesh, con más de un millón de habitantes.

Lapierre (París, 1931), autor de best-sellers mundiales junto a Larry Collins como «¿Arde París?» (sobre el París de la guerra mundial), «…O llevarás luto por mí» (sobre la guerra civil española), «Oh, Jerusalén» (sobre la creación del estado de Israel), confiesa que su encuentro con Bhopal fue uno de los mayores traumas de su vida. Gracias al dinero que ha ganado con los derechos de autor y a la generosidad de los lectores de «La ciudad de la alegría» y «Mil soles», pudo abrir una clínica en esa ciudad y vivir junto a esta gente.

Para realizar su nueva obra, Lapierre ha pedido ayuda al escritor español Javier Moro, autor de un libro sobre el drama del Tíbet. Juntos se lanzaron a la investigación sobre las causas del accidente, los protagonistas, las víctimas. Un trabajo de tres años.

«Todavía hoy –afirma Lapierre en su artículo–, ningún proceso ha juzgado a los culpables de aquella catástrofe. El presidente de la sociedad estadounidense Union Carbide, responsable de la tragedia, rechaza testificar ante un tribunal en India. Ha desaparecido de su retiro en Florida y se esconde en algún lugar. La Interpol todavía mantiene un mandato de busca y captura contra él. La Union Carbide no ha aceptado nunca revelar la composición exacta del gas escapado de su fábrica aquella noche. Este rechazo impide todavía hoy a los médicos encontrar un antídoto adecuado contra los efectos del gas».

Dominique Lapierre recuerda, en especial, a «una maravillosa religiosa escocesa, sor Felicity, que salvó a cientos de niños durante la noche fatal».

«Nos hemos hecho amigos –explica– de los habitantes de los barrios de chabolas construidas a lo largo de los muros de la fábrica. Es allí donde hay un mayor número de víctimas porque aquella noche el viento soplaba de norte a sur, es decir hacia sus barrios. Los supervivientes nos han contado todo. Algunos testimonios han estremecido. Como el de Padmini, una joven india a la que creían muerta y estaba apunto de ser lanzada a las llamas de una pira funeraria. En el último momento, alguien se dio cuenta de que llevaba una pequeña cruz al cuello. En India no se queman los cuerpos de los cristianos. Fue salvada».

Con los derechos de autor de este libro, Lapierre pretende ofrecer ayuda tres mil familias de un barrio de chabolas, cercano a la fábrica. Están condenadas a beber agua de un pozo contaminado por los desechos tóxicos, arrojados hace 16 años, por la industria de pesticidas, explica. El índice de mercurio y de cromo de este agua es 600 veces superior al máximo tolerable.

«He bebido dos sorbos de este agua –dice Lapierre– y por cuatro días he tenido una sensación de escozor en la boca». Con los fondos recabados, quiere realizar una conducción de agua potable para el barrio y también algunos ambulatorios.

Por último, Lapierre desea que este libro ayude a humanizar el proceso tecnológico que vivimos en estos momentos. En el texto se lee una frase de Albert Einstein: «El hombre y su seguridad deben ser la primera preocupación de toda aventura tecnológica».

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ZENIT Staff

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