Urge una asociación mundial de centros sanitarios católicos

Entrevista con el profesor Pietro Quattrocchi

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ROMA, jueves, 24 abril 2008 (ZENIT.org).- Mantener y afirmar la identidad católica y trabajar unidos para tutelar el derecho de acceso a los medios sanitarios como derecho humano: son claves que indican la urgencia de concretar un tipo de federación mundial de la que está siendo expresión -dentro del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud- la Asociación Internacional de las Instituciones Sanitarias Católicas (AISAC). Fue la promotora, en el Vaticano –del 3 al 5 de mayo pasado– del III Congreso Mundial de los Hospitales Católicos. «La actualización en el ministerio de los hospitales católicos» fue el tema de la convocatoria, a la que el dicasterio llamó expresamente a más de un centenar de participantes de cuarenta países

La presentación de las actas del congreso, el pasado jueves, ha relanzado aquel evento y sus apremios, esta vez con el tema «Hospitales católicos, ¿qué futuro?» en una mesa redonda celebrada en Roma por iniciativa del Pontificio Consejo y bajo la presidencia de su secretario, el obispo José Luis Redrado.

El director de la AISAC, el padre Michael D. Place, hizo llegar un mensaje a la jornada, subrayando cómo el Congreso mundial de mayo respaldó la animación de la Asociación como una efectiva federación internacional dentro de la Iglesia.

Ante representantes –convocados por el dicasterio de la Salud– de órdenes religiosas hospitalarias, instituciones vaticanas y eclesiásticas, asociaciones sanitarias católicas, institutos sanitarios, institutos universitarios y exponentes de los medios, monseñor Redrado recordó las cifras que ayudan a percibir la dimensión de este desafío.

De acuerdo con el Anuario Estadístico de la Iglesia, las instituciones de asistencia y de beneficencia de identidad católica, en todo el mundo, son más de 114.738; de éstas, 5.246 son hospitales; 17.530 son dispensarios; 577 son leproserías; 15.208 son residencias de ancianos, enfermos incurables y discapacitados.

Miembro de la Secretaría de la AISAC, el profesor Pietro Quattrocchi se encargó el jueves de presentar y sintetizar las actas del Congreso mundial, de cuyos puntos sobresalientes habla en esta entrevista concedida a Zenit. Es sacerdote, teólogo, profesor de Bioética y presidente del Comité Ético del Hospital de la romana Isla Tiberina de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios

–¿Cómo comienza la AISAC? ¿Cuáles son sus dimensiones y sus objetivos?

–Prof. Quattrocchi: Históricamente ya en los años ’80 se había sentido la necesidad de poner en comunicación las diversas estructuras católicas, no sólo las que sacan adelante los religiosos, sino también los obispos. Este proyecto, que se llamaba de «federación», no despegó, aunque tenía la atención tanto de la Santa Sede como del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud.

A finales de los ’90 se retomó aquel proyecto, pero sin hacer estatutos formales por consejo de las autoridades de la Iglesia, de la Secretaría de Estado, como una invitación a continuar, a pensar, a formular, dentro del Pontificio Consejo, un grupo de trabajo que realizara un proyecto de red de los hospitales católicos. Y se puso en marcha un Comité con representantes continentales –nombrados por los obispos de las Conferencias Episcopales– que se reúnen dos veces al año para analizar cómo estructurar tal red que vincule planes, innovaciones, necesidades, soluciones y, sobre todo, trabaje para ayudar al mantenimiento de la identidad católica.

Estamos en el momento de haber reunido un consenso: existe la tensión y el deseo de realizar esta unidad, como se ha oído en esta mesa redonda, pero por el momento sigue siendo un proyecto dentro del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, dado que carece de una configuración jurídica y de autonomía

–Entonces la AISAC existe de hecho, no de derecho…

–Prof. Quattrocchi: Exactamente. Tiene voz, pero aún no puede actuar autónomamente con un programa propio. Como se ha expresado en el debate [del jueves pasado], hay muchas entidades y asociaciones que reconocen la necesidad de unir fuerzas y están dispuestas a iniciar una nueva fase de la evangelización de la salud buscando los puntos comunes, también bajo nuevas formas jurídicas y de acuerdo con los propios obispos. Sobre todo, como ha dicho el obispo José Luis Redrado y el obispo [de Ozieri] Sergio Pintor [consultor del dicasterio, ha sido director de la Oficina de Pastoral Sanitaria de la Conferencia Episcopal Italiana. Ndr], se ha tomado conciencia de la dimensión de universalidad que reviste la problemática sanitaria católica. La Iglesia se construye a través de la solicitud por la atención del sufrimiento y celebra su visión sobrenatural del hombre redimido a través del ministerio de la muerte y resurrección de Jesús. Precisamente según la lección de la «Salvifici Doloris» de Juan Pablo II, que evidenció el valor cristiano del sufrimiento y la coherencia ética que debe ser característica típica del estilo asistencial de los hospitales católicos.

–¿Cuál es el vínculo concreto con el dicasterio para la Pastoral de la Salud?

–Prof. Quattrocchi: La AISAC continúa siendo parte del programa del Pontificio Consejo, pero no una Asociación autónoma de laicos que realiza su propio proyecto. Hace aún «intelligence», investigación.

–¿Quién está representado en este «think-tank»?

–Prof. Quattrocchi: Hay representantes de Asia, Oceanía, África, Filipinas, Europa, Canadá, América. El director de la AISAC es americano, el padre Michael D. Place.

–¿Qué paso se espera para concretar este proyecto?

–Prof. Quattrocchi: La formulación de un estatuto de Organización No Gubernamental adecuada a las directrices de la Santa Sede a fin de poder lanzar una entidad nueva con estatutos propios y con proyecto propio. Una entidad jurídicamente nueva que sea capaz de programar intervenciones concretas en el campo sanitario católico con proyectos compartidos.

–¿Cuáles son los puntos prioritarios para la AISAC?

–Prof. Quattrocchi: En el congreso mundial del pasado mayo se vio vital en todos los continentes –para superar la secularización, para vencer la batalla sanitaria católica– el hecho de mantener la propia identidad católica, no perderla: mantenerla y afirmarla fuertemente con el sentido de pertenencia de los agentes sanitarios, con los valores de los orígenes y del Magisterio de la Iglesia católica para la ética tanto administrativo-financiera como sanitaria.

El otro punto es que si nosotros no trabajamos unidos a todo el mundo para tutelar el derecho de acceso a los medios sanitarios para todos como derecho humano, de partida hemos perdido. Tenemos que representar al hombre, debemos luchar por el hombre para que el derecho a la salud sea considerado de verdad en la base de la tutela de la persona. En particular luchando contra la exclusión, con la creatividad de programas integrados, con la defensa de mujeres y niños, con la educación en la compasión como modelo de convivencia inspirado en el cristianismo.

–En el congreso de mayo, que fue una reflexión mundial, surgieron alertas, pero también soluciones…

–Prof. Quattrocchi: Lo más importante que se pone de manifiesto es que la gente con más necesidades es la que desarrolla más soluciones, no a nivel de sistemas de grandes hospitales, sino a nivel de salud de territorio en Asia y América Latina. Por ejemplo, Asia: logra realizar proyectos dedicados a la salud básica dividiendo el territorio en pequeños sectores y confiándolos a los profesionales sanitarios, no sólo médicos, también enfermeros, auxiliares, obstetras, etc. Así se consiguen cubrir las necesidades del 80% de la población.

El gran problema que persiste es la supervivencia de los grandes hospitales católicos: en América, incluida Améric
a Latina, y en Europa. Los hospitales tienen dificultad para mantener su misión y su supervivencia, la sostenibilidad económica y la identidad. Por ejemplo, en los Estados Unidos, en Canadá, también en Asia y África, y en América Latina deben sumarse a otras realidades, públicas o privadas; deben realizar fusiones, si bien manteniendo la propia identidad. Europa está viviendo este problema: vender o re-cualificarse o unirse a otros.

Lamentablemente algunos ya han cerrado. Quien quiere mantener un hospital católico grande debe unirse a otros, pero siembre manteniendo la identidad católica con la defensa del derecho a la salud. No con fin de lucro: debe seguir siendo un proyecto social sin ánimo de lucro.

–No todos perciben el mismo concepto por «derecho a la salud». También podría ser oportuno recordar qué se entiende por «identidad católica»…

–Prof. Quattrocchi: La identidad católica consiste en la garantía de mantener fidelidad al Magisterio de la Iglesia –se presta particular atención a la ética– y asegurar a todos –agentes sanitarios y pacientes– la asistencia religiosa para expresar las propias necesidades espirituales no como residuo cultural, sino como estructura antropológica que define al hombre mismo.

Por otro lado, hablamos del derecho de acceso a la salud, de garantizar la posibilidad real de que las personas sean atendidas, de que se les garantice lo básico a todos como hombres. Así que lo importante es el «derecho de acceso», no el «derecho a la salud», que es algo abstracto que además no existe sobre todo si se dice «derecho a la salud» ligado a la disponibilidad financiera. Nosotros no decimos esto. Decimos: derecho de acceso a las instituciones sanitarias para tutelar la dignidad de la persona humana.

–Ha subrayado la identidad católica aludiendo a la ética. A grandes rasgos, ¿qué se puede y qué no se puede hacer en un hospital católico?

–Prof. Quattrocchi: Lo esencial es el respeto a la vida: no se puede interrumpir la vida, por lo tanto: no al aborto. No se puede experimentar con la generación humana: el hombre es tal desde la concepción hasta el final natural de su vida. No se pueden aceptar trasplantes con animales. No se puede practicar la eutanasia. No se puede practicar el encarnizamiento terapéutico. No se pueden hacer «experimentaciones» sin el consentimiento de la persona. No se puede abandonar al enfermo psiquiátrico. No se puede abandonar a la persona anciana considerándola en estado de caducidad. Se trata del respeto total de la persona en toda fase de su existencia. También para nosotros es una opción fundamental garantizar el proceso natural del nacimiento, de la generación de la vida humana: que un niño nazca de dos progenitores, padre y madre, que esté claro que es la relación de amor la que genera al hijo –¡es una persona, no un producto!– y que por lo tanto se pueda ayudar al máximo esta relación dentro del matrimonio.

–¿Qué otras emergencias se han identificado por continentes en el congreso de mayo?

–Prof. Quattrocchi: El otro problema importante es el de la salud comunitaria: Oceanía, por ejemplo, tiene este grandísimo problema, una emergencia: salud mental, alcoholismo, depresión, enfermedades de los desheredados.

Igualmente el desafío de África es enorme, porque a la falta de recursos, a la difundida pobreza, a la plaga del Sida, se añade que el continente debe convertirse en sujeto de decisión en las cosas que le afectan. El reto de la Iglesia en África es reconocer la capacidad de los africanos que están sustituyendo a los religiosos extranjeros en las obras, y de los laicos que deben asumir responsabilidades. Concretamente el desafío de África es la formación de nuevos gestores y de nuevos religiosos, todo esto con medios extremadamente restringidos. Por lo tanto, la cuestión es trasladar el modelo sanitario de los territorios asiáticos o de América Latina, pero con personas formadas. Ahora África está pasando a tomar en su mano su propio destino, y aquí la formación es tarea del obispo.

–Desde una perspectiva positiva, también la globalización parece reclamar interdependencia a los hospitales católicos del mundo. ¿Cómo considera que se puede aprovechar este impulso?

–Prof. Quattrocchi: Ante todo es importante la comunicación, y tenemos esta carencia. Es más, dentro del mismo continente no se difunden las soluciones a problemas análogos. Así que es muy importante crear una federación con una coordinación estructural y tejer una red para comunicar; esto empieza a ayudar a seleccionar los servicios y las necesidades. En segundo lugar, instituir servicios centralizados, alentar proyectos comunes y comunicables y salir del aislamiento, porque los católicos frecuentemente están aislados. Juntos, los católicos pueden ejercer la tutela de los enfermos y necesitados testimoniando los propios valores y respondiendo a la misión sanadora confiada a los obispos por el propio Jesús.

Por Marta Lago

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ZENIT Staff

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