Uruguay: Mensaje por el Día de la Catequesis

Monseñor Orlando Romero invita a la reflexión

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MONTEVIDEO, Martes 31 Julio 2012 (ZENIT.org).- En preparación del Día Nacional de la Catequesis que se celebrará en el Uruguay el 19 de agosto, el responsable del Departamento de Catequesis de la Conferencia Episcopal del Uruguay, monseñor Orlando Romero, obispo emérito de Canelones, reflexionó sobre la relación de la Catequesis y la Liturgia y destacó que a los 50 años de la ‘Convocatoria del Concilio Vaticano II’ y los 20 del ‘Catecismo de la Iglesia Católica’, se les plantea a los catequistas y animadores de la liturgia desafíos y exigencias en la trasmisión de la fe en una Nueva Evangelización .

A continuación, la reflexión completa de monseñor Romero:

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Catequesis y liturgia

Desde los comienzos del siglo pasado se venía percibiendo la necesidad de renovar tanto la liturgia como la catequesis, despertada por la renovación de los estudios bíblicos, teológicos, del kerigma, de las ciencias auxiliares: la pedagogía, la  metodología, la sociología, la psicología. Ya en el siglo XVI, en reacción a la teología protestante, la liturgia se centró en el clero, trayendo como consecuencia la reducción del papel de los seglares en la celebración litúrgica a simples espectadores mudos y extraños.

En la catequesis se fortaleció la claridad de los conceptos doctrinales por la institución del “catecismo” ya que la experiencia de vida cristiana tenía, todavía, los cauces normales de la familia y de la sociedad. Recordamos que, en nuestra niñez, el tiempo de la celebración era ocupado de parte de los  fieles  por  el rezo del  rosario,  por  las  novenas  u otras devociones, o por la prédica de otro sacerdote en el transcurso de toda la celebración eucarística.

En las décadas previas a la celebración del Concilio Vaticano II se fueron introduciendo  pequeños  misales traducidos  para  los  fieles,  las misas  dialogadas,  explicaciones sobre el desarrollo del rito de la misa. Por  otra  parte,  se  fueron suscitando  experiencias  en  el compromiso  de  los  laicos:  la Acción  Católica,  particularmente la  A.C.  especializada;  en  la participación  de  la  liturgia,  etc. que  favorecieron  una  recepción entusiasta de “volver a las fuentes” en la propuesta del  Concilio Vaticano II.  La Constitución sobre la Sagrada Liturgia fue el primer documento en ser aprobado por el Papa Pablo VI junto a los Padres Conciliares el 5 de diciembre de 1963.

1.      La liturgia en la vida de la comunidad cristiana

 Se puede decir: dime cómo celebra una comunidad y te diré qué tipo de comunidad  es.  La  celebración  litúrgica  es  el  momento  fuerte  de  una comunidad en la que se manifiesta todo lo que hay dentro, si  no hay una comunidad viva, difícilmente se podrá celebrar algo vivo. La comunidad hace la liturgia, pero ésta construye, a su vez, a la comunidad.  En este contexto se podrá fácilmente entender la relación entre liturgia y catequesis.  Nos  dice  el  Concilio:  “La  sagrada  liturgia  no  agota  toda  la actividad de la Iglesia, pues para que los hombres  puedan llegar a la liturgia es necesario que antes sean llamados a la fe y a la conversión” (SC. 9); “no obstante, la liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza” (SC. 10).

2.      La celebración litúrgica en el proceso de la catequesis  

 La catequesis tiene como fin la educación de la fe hasta la maduración más plena, desarrollando de esta manera la fe inicial, promoviendo en plenitud y alimentando diariamente la vida cristiana de los fieles de todas las edades (ver CT, 20). La liturgia es expresión y celebración de la fe por lo que no puede estar al principio del proceso catequístico ya que presupone la fe.

La fe es previa a la celebración, pero la celebración interviene decisivamente en la maduración e integración de la fe misma. La fe no sobrevive sin ser expresada y celebrada, por eso es necesario tener en  cuenta  que  la  celebración  litúrgica  ocupa  un  lugar  importante  en  el proceso de la catequesis.Se puede  afirmar que la liturgia forma parte de la catequesis, si bien no se confunde   con  ella.  Son  muchos  los  catequistas  que  tienen  que responsabilizarse, a lo largo de la catequesis, de las celebraciones del grupo al que imparten la catequesis. De esta manera el catequista tiene que hacer la función de animador litúrgico.

 No hay vida plenamente cristiana sin participación en la celebraciónlitúrgica. La catequesis precede a la celebración y conduce a ellaestableciéndose una estrecha relación entre catequesis y liturgia.  De lo contario  se  corre  el  riesgo  que  alerta  el  Papa  Juan  Pablo  II:  “La  vida sacramental se empobrece y se convierte muy pronto en ritualismo vacío, si no se funda en un conocimiento serio del significado de los sacramentos. Y la catequesis se intelectualiza, si no cobra vida en la práctica sacramental” (CT.23).

3.      Catequesis-liturgia:diferencia y complementariedad

 La catequesis es, sobre todo, iniciación, instrucción; la liturgia es, sobre todo, celebración, acción, fiesta.En la catequesis se explica, se ilumina e ilustra la fe; en la liturgia se expresa y se celebra esa fe. En la catequesis se presenta y se penetra el misterio de Cristo; en la liturgia se hace memoria y se actualiza ese misterio. La catequesis principalmente evangeliza; la liturgia principalmente sacramentaliza. La  catequesis  anuncia la  Palabra de Dios; la liturgia realiza de modo privilegiado esa misma Palabra. La catequesis tiene siempre una dimensión litúrgica que es preciso no omitir; y la liturgia  tiene  siempre  una  dimensión  catequética que  es  preciso  no olvidar.  

A los 50 años de la “Convocatoria del Concilio Vaticano II”, a los 20 del “Catecismo de la Iglesia Católica”, sin duda, se nos plantea a los catequistas y animadores de la liturgia desafíos y exigencias en la trasmisión de la fe en una Nueva Evangelización .

+ Orlando Romero, Obispo Emérito de Canelones

Departamento de Catequesis

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ZENIT Staff

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