Uruguay necesita decisiones audaces y urgentes, asegura el episcopado

Mensaje al concluir su Asamblea Plenaria Ordinaria

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FLORIDA (URUGUAY), 15 noviembre 2002 (ZENIT.org).- Ante la situación que atraviesa la nación, los casos de corrupción y delitos económicos y las especiales dificultades para la familia y el respeto a la vida humana, los obispos uruguayos afirman que la reactivación del país necesita decisiones audaces y urgentes.

Así se han dirigido a las comunidades eclesiales y al pueblo uruguayo en un mensaje difundido este jueves –bajo el título «Caminar en tiempos de crisis»–, al término de la Asamblea Plenaria Ordinaria celebrada en la ciudad de Florida.

En efecto, los ciudadanos uruguayos, en especial los más necesitados y excluidos, se han visto afectados por las situaciones desfavorables que sufren los países de la zona, por las barreras en el comercio mundial, la aftosa, el aumento del desempleo, el imprevisto cierre de bancos…

«Las corrupciones y delitos económicos y financieros» erosionan la base social y han golpeado dramáticamente a muchos ahorristas que reclaman restitución. Se ha creado así un sentimiento derrotista y de inseguridad, como percibe el episcopado.

La raíz de la crisis
Los desajustes financieros o políticas desacertadas no son únicamente la causa de la incertidumbre del país: «Creemos que la causa radical […] es el desorden ético y moral que afecta las conciencias. Lamentablemente se han trastocado perniciosamente los valores que Dios ha grabado en nuestros corazones y que dan sentido de plenitud a la vida humana», afirma el episcopado.

«Este desorden ético y moral –continúan– es la consecuencia de otro desorden mucho más grave. El Papa Juan Pablo II lo definía de este modo: “El hombre de hoy vive como si Dios no existiese y por eso se coloca a sí mismo en el puesto de Dios […] Intenta de muchas maneras callar la voz de Dios en el corazón […]; quiere hacer de Dios el gran ausente de la cultura y de la conciencia de los pueblos”»

Para salir adelante
El documento propone reconocer las cosas buenas que se tienen y apelar a la potencialidad que ello ofrece. El país –observan los prelados– es fascinante, los ciudadanos tienen abundantes pensamientos, propuestas, sentimientos y acciones que respetan la tierra y que se muestran sensibles ante el ser humano que sufre. Hay multitud de iniciativas solidarias y la crisis está obligando a unos y otros a trabajar juntos y a emprender realidades nuevas.

Sin embargo, denuncian: «mientras el país sigue esperando decisiones audaces muchos se mueven por intereses electorales, económicos, partidarios o ideológicos».

«El país exige reactivación real, recortes del Estado, para poder recuperar la confianza y restablecer la cadena de pagos y obligaciones. […] Acostumbrados a improvisaciones, a ganar sin entrenar y a eternas discusiones, se pierden energías y oportunidades», advierten.

Conscientes de que muchos cambios morales han marcado rumbos nuevos en las personas y han abierto capacidades de amor y sacrificio insospechados, los obispos recuerdan que «el gran cambio en nuestras vidas es la fe que Dios despierta en el corazón del ser humano y que nos da la confianza cierta de que Él vive en cada uno de sus discípulos, en especial los pequeños, los que se reconocen pobres y abandonados».

«¡Rema mar adentro!» fue lo que dijo Jesucristo a Pedro, cansado y fracasado después de un día de trabajo sin fruto. «Jesucristo nos invita a movernos con audacia y esfuerzo, con ingenio y sudor, acompañados de la suave brisa del Espíritu Santo», exhorta el episcopado.

«Los cristianos tenemos que ofrecer este testimonio urgente: remar en medio de la noche, en las adversidades. Remar todos solidariamente; cada uno en su puesto, pero en la misma dirección».

La familia, en el centro del mensaje
Los obispos de Uruguay han anunciado «Año de la Familia» durante el 2003 con el objetivo de devolver a la institución familiar su vigor y su misión, su capacidad de engendrar y educar, en colaboración con otras familias que profesan las mismas esperanzas y responsabilidades.

La familia suele ser llamada «célula de la sociedad». Por lo tanto, «una sociedad que descuida la familia es una sociedad enferma», añaden. Como constata el episcopado, las familias uruguayas sufren un deterioro progresivo en el aspecto social, político, económico y moral, a la vez que atraviesa una gran inestabilidad.

«Los uruguayos se casan menos que antes, optando por las “uniones de hecho”, sin un proyecto de largo alcance que incluya los hijos, su educación e inserción social. Otro indicador de fragilidad es el altísimo porcentaje de divorcios (ocupamos el tercer puesto en el mundo)», reconocen los obispos.

«El respeto a la vida humana – afirman con preocupación– oscila según los vaivenes de una conciencia ética debilitada por ideologías, autoritarismos o el analfabetismo ético, cuando no sabemos escuchar ni interpretar la voz de la conciencia, que es el fundamento de la dignidad humana».

Ante el peligro que acecha al no nacido, el episcopado hace un llamamiento a que toda maternidad, especialmente la que carezca de soporte familiar, «tenga un especial apoyo y protección por parte de toda la sociedad. Y que suprimiendo actitudes machistas, todos nos hagamos solidarios con la condición femenina y la misión que la naturaleza y Dios le han confiado».

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ZENIT Staff

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