Uruguay necesita «valores» para superar la crisis; afirma el Papa

Sin ética, la democracia se convierte en totalitarismo; recuerda

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CASTEL GANDOLFO, 9 septiembre 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II considera que para que Uruguay supere la dramática crisis actual no sólo necesita «medidas técnicas», sino también un proyecto basado en «valores» que respeten la dignidad de la persona.

Así lo afirmó el pontífice el pasado viernes al recibir al nuevo embajador de ese país Daniel Pérez del Castillo, de 61 años, diplomático de carrera.

«Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia», advirtió el Papa.

Uruguay atraviesa por una aguda recesión, agravada con la debacle argentina de diciembre del 2001, que golpeó al comercio, el turismo y hasta el sistema financiero del país vecino.

La pérdida de la mitad de los depósitos de los bancos y de buena parte de las reservas internacionales en lo que va del año, obligaron al gobierno a decretar el cierre de los bancos durante cuatro días el 30 de julio para frenar la corrida. Tres bancos privados han sido suspendidos ya por falta de liquidez.

«Esta situación, si bien obedece a factores complejos, algunos de ellos de origen externo a la nación –constató el Papa ante el embajador–, debe llevarnos no obstante a una reflexión serena y realista sobre aquellas premisas que la han provocado o favorecido».

«A este respecto –añadió–, es oportuno recordar que la situación social no mejora aplicando exclusivamente unas medidas técnicas».

«Se ha de cuidar especialmente el cultivo de los valores y el respeto a la dimensión ética de la persona, de la familia y de la sociedad –afirmó el obispo de Roma–. Para un auténtico progreso de los pueblos se ha de fomentar la honestidad, la austeridad, la responsabilidad por el bien común, la solidaridad, el espíritu de sacrificio y la cultura del trabajo».

De este modo, consideró el Santo Padre, «será más fácil asegurar un desarrollo integral para todos los miembros de la comunidad nacional, para que no falten a cada uruguayo los bienes necesarios para desarrollarse como persona y como ciudadano».

«En épocas de dificultad y de crisis –advirtió el Papa–, se ha de prestar un especial cuidado en no seguir deteriorando la situación de aquellos que ya sufren la pobreza en sus múltiples formas».

Por último, Juan Pablo II recordó al gobierno uruguayo que puede contar con «la asistencia a los más desfavorecidos» de la Iglesia», que ofrece «al hombre necesitado un apoyo material que no lo humille ni lo reduzca a ser únicamente objeto de asistencia, sino que lo ayude a salir de su situación precaria, promoviendo su dignidad de persona»

De este modo, explicó, la Iglesia católica defiende los derechos inalienables, «como el de la vida desde su concepción hasta su ocaso natural, el derecho a nacer y crecer en una familia, a construir un hogar estable y a profesar sin obstáculos, tanto privada como públicamente, su fe religiosa».

El nuevo embajador uruguayo ante la Santa Sede, de 61 años, casado, ocho hijos, realizó sus estudios universitarios en la Universidad Católica de Valparaíso, Chile, y entró en la carrera diplomática en 1975.

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ZENIT Staff

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