Uzbekistán, una pequeña comunidad católica semi clandestina entre la mayoría musulmana

Antigua república soviética, sus cinco mil católicos crecen

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ROMA, jueves, 2 octubre 2008 (ZENIT.org).- En Uzbekistán, la renaciente comunidad católica experimenta obstáculos a causa de las restricciones a la libertad religiosa, constata el diario de la Santa Sede.

«Iglesia de minoría en un país en su mayoría musulmán, se dedica de manera particular a la asistencia a los pobres a través de obras que no tienen ningún reconocimiento público, es más, deben trabajar casi en la clandestinidad», afirma la edición italiana del 2 de octubre de L’Osservatore Romano.

Uzbekistán es el país más poblado de Asia Central (más de 27 millones de habitantes), y uno de los más pobres de la antigua Unión Soviética de la cual logró su independencia en septiembre de 1991. La nación cuenta con un 88% de población musulmana suní y un 9% de cristianos ortodoxos. Los católicos son unos 5 mil católicos.

Con motivo de la visita «ad limina apostolorum» que ha realizado en estos días el pastor de la Iglesia católica de este país al Papa y a la Curia romana, el obispo Jerzy Maculewicz, franciscano conventual, ha ofrecido detalles sobre el desarrollo de esta comunidad católica que apenas renace tras el comunismo.

Monseñor Maculewicz, de origen ucraniano, fue uno de los últimos obispos nombrados por Juan Pablo II en vida (1 de abril de 2005). Al llegar como pastor al país, recuerda en declaraciones al diario vaticano, «la Iglesia católica era una comunidad muy pequeña. Reagrupada en torno a cinco parroquias aún existentes. Estamos buscando abrir otras dos pero las dificultades son tantas y se reflejan en la vida cotidiana de nuestros fieles. Somos un pequeño grupo, que también sufre las consecuencias del fenómeno de la emigración: muchos católicos dejan Uzbekistán por motivos económicos. Afortunadamente cada año se registra también la entrada de algún inmigrante y algunos de ellos son católicos», asegura el prelado.

Grupos evangelizadores

Pese a la dificultad del trabajo pastoral, la comunidad católica local cuenta con la ayuda de comunidades como la Orden de los Franciscanos y nueve Hermanas Misioneras de la Caridad, fundadas por la Madre Teresa de Calcuta, que se ocupan de los más pobres, los presos, los enfermos en los hospitales y la evangelización a través de la caridad, explica el obispo.

Estas religiosas, constata, «querrían abrir otra casa para acoger a las personas convalecientes que dejan el hospital, pero desde hace un año y medio no han recibido respuesta de las autoridades».

Para responder a las necesidades de la población, el pastor revela que la Iglesia en Uzbekistán trata de introducir la obra de Caritas, pero todavía no tienen autorización formal. «En esta espera promovemos pequeñas iniciativas caritativas a nivel parroquial».

Buscando acercamientos

Las dificultades experimentadas por la libertad religiosa, revela, se debe a la existencia de una ley que veta toda actividad misionera y proselitista.

«Por eso estamos forzados a permanecer circunscritos a obrar dentro de nuestra Iglesia. Acogemos y catequizamos a la gente que viene, pero no podemos anunciar el Evangelio en público», dice el obispo.

Y cuenta que hay algunas ocasiones de diálogo como el encuentro con los turistas que visitan la catedral de Samarcanda o los conciertos de órgano que se realizan en la Iglesia.

La pequeña comunidad católica de Uzbekistán no tiene una relación oficial con los musulmanes pero, dado que vive en medio de tantos de ellos, hay muchos encuentros cotidianos.

«Cuando viajo por el país, muchos musulmanes se me acercan y me hacen preguntas. Sobre todo relativas a nuestra fe: cómo rezamos, por qué Jesús es para nosotros el Hijo de Dios. A comienzos de este año hemos promovido encuentros con el nuncio apostólico y con el muftí de Uzbekistán. Se trata de un evento histórico que no había ocurrido antes».

Hace tres años, con el embajador de Israel también organizaron un concierto con motivo los 40 años de la promulgación de la constitución Nostra Aetate del Concilio Vaticano II, que habla sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, e invitaron al muftí.

«Sin este aniversario el embajador israelita no hubiera podido poder tener nunca un encuentro con la autoridad musulmana», afirma el obispo.

Con respecto a los ortodoxos, el prelado revela que no tienen contacto a nivel oficial, salvo con algunos sacerdotes. Tienen en cambio una estrecha relación con los luteranos y con la iglesia armenia, con la cual han orado juntos durante la semana de oración por la unidad de los cristianos en la catedral de Samarcanda.

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ZENIT Staff

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