Valencia se convierte en la fiesta mundial de las familias

«Esperamos de esta visita del Papa una renovación espiritual»

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VALENCIA, sábado, 7 julio 2006 (ZENIT.org).- La ciudad de Valencia, invadida por ríos de peregrinos, inconfundibles con sus mochilas blancas y amarillas, se ha volcado en una calurosa (en todos los sentidos) acogida al Papa Benedicto XVI.

Desde primeras horas de la mañana, los peregrinos se apostaron a lo largo de todo el recorrido papal para esperar al Pontífice. De vez en cuando, bandas de música apostadas en las esquinas, amenizaban la espera con piezas musicales. Los peregrinos no dejaban de cantar y corear lemas de acogida a Benedicto XVI.

Durante todo su trayecto por la ciudad, se han soltado globos blancos y amarillos y se han lanzado pétalos de rosa y papelillos de colores al paso de la comitiva papal.

En la plaza de la Virgen, ante la Basílica de los Desamparados, donde el Papa rezó el Ángelus, una multitud entusiasta esperaba desde horas antes, sin inmutarse por el asfixiante calor y el inclemente sol. Coreaban lemas como «¡Se nota, se siente, el Papa está presente!» o «¡Familia unida, jamás será vencida!». Desde los balcones, los vecinos echaban sobre la multitud cubos de agua para refrescar a los peregrinos.

La fachada de la Basílica estaba adornada con un inmenso tapiz de flores representando al Papa ante Nuestra Señora, recibiendo el homenaje de los valencianos.

Los presentes han seguido desde las pantallas gigantes el recorrido del Papa por la ciudad y aplaudido los momentos clave, participando como si estuvieran presentes.

Los peregrinos en la plaza toman posiciones a la espera del Papa. María José está aquí con un grupo de Cartagena. Han venido «para dar testimonio como peregrinos y manifestar nuestra fe y nuestro apoyo al Papa y a la familia cristiana», explica.

Espera de esta visita «frutos espirituales para la gente que asiste y para quien lo está viendo. Que todo lo que estamos rezando les llegue». También lanza un mensaje a la sociedad en general: «Que se den cuenta que los católicos somos muchos y se tienen que tener en cuenta nuestras convicciones sobre la familia». «Que desde el Gobierno vean lo que pensamos como ciudadanos y que esto influya en las leyes y en una sociedad más respetuosa con la vida, con la familia y con la fe».

Manuel y María Teresa Saavedra es un matrimonio con cuatro hijos que ha venido desde El Salvador y pertenece a un movimiento de familias, «Encuentros Conyugales».

Han venido «para tener nuestra primera experiencia en la vida con el Papa». De esta visita esperan «una renovación espiritual como matrimonio y como familia». Desean también «llevar el mensaje a todas las familias de El Salvador que esperan que les transmitamos nuestra experiencia».

Tangra Buril y su marido han venido desde Croacia con un grupo de 700 peregrinos. Son del movimiento neocatecumenal. Esperan de este encuentro con el Papa, para su familia, «una nueva fuerza para entrar en la voluntad de Dios, cada día, y poder luchar».

«Porque en el mundo hay muerte –comenta Tangra–, hay tantas cosas contra la vida universal y contra la vida de Dios. Todos los hombres son hijos de Dios, alguno lo sabe y alguno no lo sabe, y alguno lo niega y está en la muerte».

«Para mi familia quiero poder vivir la Palabra de Dios cada día. Queremos vivir, y no queremos ser vivos muertos», concluye.

En esta plaza de la Virgen, se vive la universalidad de la Iglesia. A nuestro lado está un matrimonio francés de la Comunidad de las Bienaventuranzas («Beatitudes»). Un poco más allá, un matrimonio austriaco que ha venido con un pequeño grupo. Delante de mí, una familia ecuatoriana inmigrante que vive en Valencia.

Cuando el Papa salió de la catedral y se dirigió a la plaza para rezar el Ángelus, la multitud no dejó de corear su nombre seguido de palmas. El Papa tuvo que esperar un rato para poder hablar. Y ya fue el delirio cuando Benedicto XVI dirigió a la Virgen una oración en valenciano.

Valencia está invadida de peregrinos. Se ven a miles por todas las calles. Una invasión pacífica que contradice algún gesto de disidencia. Este viernes se manifestó por el centro de Valencia un puñado de personas en bicicleta con carteles que decían: «Yo no te espero». Ver las riadas de peregrinos que han venido a esperar al Papa vuelve más ridícula, insignificante y fuera de lugar semejante protesta.

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ZENIT Staff

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