Vaticano en la ONU: Las sanciones no pueden castigar a todo un pueblo

No deben ser instrumentos de guerra, recuerda monseñor Martino

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CIUDAD DEL VATICANO, 17 octubre 2002 (ZENIT.org).- Las sanciones internacionales no pueden convertirse en instrumentos de guerra o de castigo para todo un pueblo, ha recordado la Santa Sede al intervenir ante las Naciones Unidas.

La denuncia fue presentada este miércoles por el arzobispo Renato R. Martino, observador permanente de la Santa Sede ante la ONU, al intervenir ante la sesión de la Asamblea General que discutió sobre la «Eliminación de medidas coercitivas unilaterales extraterritoriales como medios de coacción política y económica».

«La Santa Sede considera legítimo para la comunidad internacional recurrir a sanciones económicas cuando tienen que confrontarse con un gobierno particular que sus acciones puedan poner al mundo en peligro», explicó monseñor Martino.

«De todos modos –añadió–, la Santa Sede sostiene que tienen que darse ciertas condiciones para imponer este tipo de sanciones, que –como dice su nombre– no deben ser medios de guerra o de castigo para un pueblo».

«Las sanciones deberían ser medios temporales para presionar a Gobiernos cuyas decisiones son un peligro para la paz –siguió recordando–; las sanciones deben ser proporcionadas a los objetivos que pretenden alcanzar; y deben estar siempre acompañadas por el diálogo entre las partes implicadas».

El arzobispo, recién nombrado presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, recordó que Juan Pablo II «ha declarado que el embargo, claramente definido por el Derecho, es un instrumento que debe ser utilizado con gran discernimiento y que debe ser sometido a estrictos criterios legales y éticos».

«Es siempre necesario prever las consecuencias humanitarias de las sanciones», sigue aclarando el prelado, pues las sanciones no pueden provocar más daños de los males que pretenden remediar.

Por este motivo, propuso introducir un mecanismo «que permita un control independiente y efectivo de las consecuencias humanitarias de las sanciones y establecer consecuentemente medios para corregir sus efectos».

«La decisión legítima de la comunidad internacional no dispensa nunca de la debida atención al precio que debe pagar el destino concreto de la población», aclaró.

«En su mismo título «Medidas coercitivas unilaterales extraterritoriales como medios de coacción» se alarga una oscura sombra sobre todo resultado que quiera alcanzar un Estado», denunció por último el arzobispo.

«Hay algo casi siniestro cuando la fuerza, la coerción y la coacción se ponen manos a la obra para alcanzar un objetivo. No es el camino de un mundo civilizado, y no puede aceptarse en la familia de naciones, y no debería ser permitido bajo ninguna circunstancia», concluyó.

La Santa Sede ha denunciado repetidamente en los últimos años los embargos económicos impuestos contra Cuba e Irak.

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ZENIT Staff

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