Vaticano sobre Oriente Medio: 'el silencio cómplice no es una opción'

El observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, Mons. Auza, pide una actuación urgente sobre la persecución religiosa

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La preocupación por la falta de progresos en las negociaciones israelí-palestina, el vacío institucional en Líbano, evitar el desastre humanitario en Siria, la amenaza de la supervivencia de las comunidades cristianas en Oriente Medio. Estos son algunos de los temas tratados por monseñor Bernardito Auza, observador permanente vaticano ante las Naciones Unidas, en su intervención este martes en Nueva York sobre la situación de Oriente Medio. Su discurso concluyó con la petición de una intervención urgente. “El silencio cómplice no es una opción”, aseguró.  

“La Santa Sede está profundamente preocupada por la falta total de progresos en las negociaciones entre Palestina e Israel”, expresó. Asimismo, tal y como publica Radio Vaticana, aseguró la “frustración” por el actual punto muerto. Por eso, el prelado recordó que “Israel tiene preocupaciones reales y legítimas por su seguridad; aún así, esta seguridad no llegará aislándose de sus vecinos” sino “a través de una paz negociada con los palestinos” y la actuación de la “solución de los dos Estados” que “tiene el apoyo de la Santa Sede y de la comunidad internacional en general. La Santa Sede une su voz una vez más a todos los hombres de paz para pedir negociaciones serias y concretas que puedan consentir lanzar de nuevo el proceso de paz”.

Sobre la situación del Líbano, el observador vaticano precisó que “la Santa Sede no cesa de animar a los líderes del Líbano para resolver la situación de estancamiento que impidió la elección del presidente en mayo de 2014, pidiendo que dejen a un lado los pequeños intereses políticos para la preservación del bien más grande, el de un Líbano unido”. A propósito, observó que este vacío institucional hace la nación más vulnerable y frágil frente a la situación general en Oriente Medio. De este modo afirmó que la comunidad internacional debe apoyar al Líbano para que adquiera de nuevo la estabilidad y la normalidad institucional. E igualmente debe ayudar a este país para que asista al enorme número de refugiados presentes en su territorio, lo que ha creado una situación de riesgo de infiltraciones extremistas entre los refugiados.

Otro tema abordado por monseñor Auza fue el caso de Siria. Un conflicto que ha alcanzado “niveles de barbarie asombrosos”. La destrucción indiscriminada –dijo el prelado– de las infraestructuras de base, como las estructuras hidráulicas, eléctricas, hospitales y escuelas, empeora la situación de los civiles cada día que pasa. Al respecto, advirtió que las minorías étnicas y religiosas están particularmente angustiadas.

Por eso, la Santa Sede “pide a la comunidad internacional prevenir un desastre humanitario enorme que un asedio y una batalla por Alepo seguramente provocaría”. Por ello, el prelado pidió hacer todo lo posible para evitar una nueva grave violación del derecho humanitario internacional y de los derechos humanos fundamentales.

A continuación, monseñor Auza recordó que la desaparición de las minorías étnicas y religiosas de Oriente Medio no solo sería una tragedia religiosa, sino una pérdida de un patrimonio rico que ha contribuido tanto a las sociedades a las que pertenecen. El hecho de que estos grupos «están en riesgo de extinción provoca angustia inexpresable y dolor” dijo.

Relacionado con esto, monseñor Auza recordó que el mes pasado en Ginebra, delante del Consejo de los derechos humanos de las Naciones Unidas, 65 países firmaron una declaración para apoyar los derechos humanos de los cristianos y de otras comunidades, en particular en Oriente Medio. “Tal afirmación reclama la atención sobre el hecho de que la inestabilidad y la guerra en Oriente Medio amenaza seriamente la existencia misma de muchas comunidades religiosas, especialmente la de los cristianos”, aseguró. Por tanto, indicó que es necesario que todos los Estados se unan juntos para “afrontar esta situación alarmante”.

Finalmente, quiso subrayar que cualquier intervención es tardía para los que ya han perdido la vida o han sido ya expulsados de sus casas y de sus países. “Pero de ahora en adelante cada acción tomada para salvar aunque sea una sola persona de la persecución y cualquier tipo de atrocidad no es solo oportuna sino urgente”, aseguró el prelado en la Naciones Unidas. Así, concluyó observando que “no puede ser nunca una opción la de permanecer mirando en un silencio cómplice” cuando hoy son perseguidos, exiliados, asesinados, quemados, decapitados, solo porque pertenecen a un credo religioso diferente o a una minoría.

(RL)  (HSM)

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ZENIT Staff

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