Vencer sin convencer: la estrategia de la manipulación al descubierto (I)

Entrevista con Alfonso López Quintás

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MADRID, domingo, 28 noviembre 2004 (ZENIT.org).- Para dominar a las personas en algún aspecto de la vida y dirigir su conducta, el manipulador no duda en emplear estrategias cuyo principal vehículo es la imagen y el lenguaje, también en la manipulación ideológica, de gran peligrosidad.

Pero ¿es posible defender la propia libertad frente a la manipulación? En esta entrevista concedida a Zenit, Alfonso López Quintás –catedrático emérito de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid, miembro de la Real Academia Española de Ciencias Morales y Políticas y sacerdote de la Orden de la Merced— revela el alcance actual de este fenómeno y los medios para combatirlo.

–¿Vivimos hoy con libertad?

–Alfonso López Quintás: No basta vivir en una democracia para disfrutar de libertad interior. Podemos tener toda suerte de libertades para maniobrar a nuestro arbitrio, y estar, en cambio, dominados por nuestras apetencias y ser incapaces de elegir en virtud del ideal que debemos realizar en nuestra vida. Los medios de comunicación nos ofrecen un elenco de posibilidades indefinidas para informarnos, distraernos, compartir otras vidas, asistir a toda suerte de acontecimientos relevantes. Disponer de tales posibilidades supone una impresionante libertad de maniobra, que nos da una impresión de poderío y riqueza. Basta pulsar un botón para abrirnos a un horizonte siempre nuevo de paisajes, conciertos, noticias, acontecimientos de todo orden. Este incremento diario de nuestra “libertad de maniobra” nos embriaga y seduce. La seducción y la embriaguez nos empastan o fusionan con la realidad seductora y nos impiden tomar la distancia necesaria para descubrir el riesgo que corremos de que esa inmensa libertad de maniobra merme o incluso destruya nuestra libertad creativa.
<br> Si queremos conservar esta última forma de libertad –indispensable para llevar una vida auténticamente personal–, debemos analizar con sumo cuidado qué es manipular, quién manipula, para qué lo hace, qué medios moviliza para ello. Para aclarar bien estos temas, distingo diversos niveles de realidad y de conducta según el rango que ostentan. Los objetos y la actitud de dominio, posesión y disfrute de los mismos constituyen el nivel 1. Las realidades de rango superior –obras de arte, personas, instituciones…– y la actitud a ellas debida de respeto, estima y colaboración creativa forman el nivel 2.

–¿Exactamente qué significa manipular?

–Alfonso López Quintás: Manipular –en sentido éticamente negativo– es tratar a una persona o grupo de personas (nivel 2) como si fueran objetos (nivel 1), a fin de dominarlas fácilmente y ponerlas al propio servicio. Esa forma de trato implica un rebajamiento de nivel, un envilecimiento. Cuando, en tiempos sombríos, se amontonaba a cientos de prisioneros (nivel 2) en un vagón de tren, como si fueran paquetes (nivel 1), y se les hacía viajar así durante días y noches, no se intentaba tanto hacerles sufrir cuanto envilecerles de tal forma que se vieran unos a otros como seres abyectos y repelentes. Tal consideración les impedía unirse entre sí y formar estructuras sólidas que pudieran generar una capacidad de resistencia. Tal reducción ilegítima de las personas a objetos es la meta del sadismo, actitud que no indica tanto crueldad cuanto reduccionismo.

–La gravedad de estas conductas hace urgente determinar quién manipula…

–Alfonso López Quintás: Ciertamente. Hay padres de familia que se glorían de no hablar a sus hijos de valores porque ello –afirman– “significaría manipularles”. Al decir esto, confunden “manipular” a un niño con “guiarle”, “orientarle”, “acercarle al área de irradiación de los grandes valores”. Este error tiene consecuencias nefastas.

Manipula el que quiere vencernos sin convencernos, es decir, el que intenta seducirnos para que aceptemos lo que nos ofrece sin darnos razones. El manipulador no habla a nuestra inteligencia, no respeta nuestra libertad (nivel 2); actúa astutamente sobre nuestros centros de decisión a fin de arrastrarnos a tomar las decisiones que favorecen sus propósitos (nivel 1).

En un anuncio en televisión se presentó un coche de lujo. En la parte opuesta de la pantalla apareció súbitamente la figura de una joven bellísima que no dijo ni una palabra ni hizo el menor gesto; mostró sencillamente su imagen encantadora. De pronto, el coche comenzó a rodar por paisajes exóticos y una voz nos sugirió al oído: «¡Entrégate a todo tipo de sensaciones!» . En este anuncio no se aduce razón alguna para elegir ese coche en vez de otro. Se mezcla su figura con la de imágenes atractivas automáticamente para millones de personas y se envuelven todas en el halo de una frase llena de adherencias sentimentales. De esta forma, el coche queda aureolado de prestigio. Cuando vayas al concesionario de coches, te sentirás llevado a elegir éste por una especie de automatismo (nivel 1). Y te lo facilitarán, pero no te darán sin embargo la joven. En realidad, nadie te había prometido que si comprabas el coche te darían la posibilidad de establecer una relación con ella. Eso habría supuesto hablar directamente a tu inteligencia y a tu libertad para proponerte una especie de trueque. Tal propuesta habría sido moralmente cuestionable, pero no habría constituido una manipulación. Los responsables del anuncio se limitaron a influir sobre tu voluntad de forma oblicua, astuta. No te han engañado; te han manipulado, que es una forma sutil de engaño. Han halagado tu apetito de sensaciones gratificantes a fin de orientar tu voluntad hacia la compra irreflexiva de ese producto, no para ayudarte a desarrollar tu personalidad y ser feliz. Te han reducido a mero cliente. Esa forma de reduccionismo es la quintaesencia de la manipulación, arte de seducir que opera a través de automatismos, no de razones.

–Además de la manipulación comercial, las habrá más peligrosas…

–Alfonso López Quintás: Lamentablemente. La manipulación comercial suele ir aliada con la manipulación ideológica, que impone ideas y actitudes de forma solapada, debido a la fuerza de arrastre que tienen ciertos recursos estratégicos. La propaganda comercial promueve a menudo entre la gente una actitud consumista y la hace valer diciendo que el uso de determinado producto es signo de elevada posición social y de progreso. Cuando se quieren imponer actitudes e ideas referentes a cuestiones básicas de política, economía, ética, religión…, la manipulación ideológica adquiere suma peligrosidad. Por «ideología» suele entenderse un sistema de ideas esclerosado, rígido, que no suscita adhesiones por carecer de vigencia y, por lo tanto, de fuerza persuasiva. Si un grupo social lo asume como programa de acción y quiere imponerlo resueltamente, sólo tiene dos recursos: 1) la violencia, y aboca a la tiranía, 2) la astucia, y practica la manipulación. Las formas de manipulación movilizadas por razones «ideológicas» suelen mostrar un notable refinamiento, ya que son programadas por profesionales de la estrategia.

–Por lo que dice, se adivina cuál es la meta del manipulador. ¿Puede profundizar en ello?

–Alfonso López Quintás: El manipulador no intenta hacer más felices a las personas, sino dominarlas en algún aspecto de la vida y dirigir su conducta. La manipulación comercial quiere convertirnos en clientes con el simple objetivo de que adquiramos un determinado producto. El manipulador ideólogo intenta modelar el espíritu de personas y pueblos a fin de adquirir dominio sobre ellos de forma rápida, contundente, masiva y fácil.

Para dominar al pueblo de esta forma basta reducirlo de comunidad a masa, c
oncepto más bien cualitativo que cuantitativo. Las personas, cuando tienen ideales valiosos, convicciones éticas sólidas, voluntad de desarrollar todas las posibilidades de su ser, tienden a unirse entre sí solidariamente y estructurarse en comunidades. Debido a su cohesión interna, una estructura comunitaria resulta inexpugnable. Puede ser destruida desde fuera con medios violentos (nivel 1), pero no dominada interiormente por vía de asedio espiritual (nivel 2). Si las personas que integran una comunidad pierden la capacidad creativa y no se unen entre sí con vínculos firmes y fecundos, dejan de integrarse en una auténtica comunidad (nivel 2) y se masifican, se reducen a un montón amorfo de meros individuos (nivel 1).

Al carecer de cohesión interna, la masa es fácilmente dominable y manipulable por los deseosos de poder. Ello explica que la primera preocupación de todo tirano –tanto en las dictaduras como en las democracias, pues en ambos sistemas políticos existen personas deseosas de vencer sin esforzarse en convencer– sea privar a la gente de capacidad creadora en la mayor medida posible. Este despojo se lleva a cabo mediante las tácticas de persuasión dolosa que moviliza la manipulación. El tirano que ejerce la manipulación para incrementar el poder adquiere la condición de demagogo.

[Entrevista realizada por Marta Lago – ZENIT]

[La segunda parte de esta entrevista se publicará en Zenit el 29 de noviembre de 2004]

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ZENIT Staff

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