Venezuela: Las confidencias de Chávez en sus horas de derrocamiento

Sorprendentemente, el presidente regresa al poder

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CARACAS, 14 abril 2002 (ZENIT.org).- En el momento en que Hugo Chávez era derrocado de la presidencia venezolana, llamó por teléfono a uno de los hombres a los que más había atacado, el presidente de la Conferencia Episcopal, para pedirle apoyo espiritual y ayuda para que se respetara su incolumidad.

Monseñor Baltazar Porras, arzobispo de Mérida, le respondió con comprensión y trató de ir en la madrugada del viernes, la más dura en la vida del ex golpista venezolano, al palacio presidencial. Como le fue imposible, fue a verle a la base de Fuerte Tiuna. Allí estuvo hablando con él durante horas.

En el momento del derrocamiento, apoyado por militares y la sociedad civil, revela el prelado este domingo al diario Avvenire, «me pareció tranquilo, aunque sus ojos se le humedecía por las lágrimas. Me pidió la bendición y pidió perdón por los tonos encendidos utilizados en el pasado, por no haber sabido instaurar un diálogo con la Iglesia».

Chávez, de 47 años, llegó a calificar hace unas semanas a la Iglesia católica en Venezuela de «tumor» para el país, por no sumarse a la «revolución» populista que trajo con su presidencia.

Sorprendentemente, la madrugada de este domingo ha sido muy diferente para Chávez: llegó al palacio presidencial de Miraflores a bordo de un helicóptero para reasumir la riendas del cuarto país exportador mundial de petróleo.

«No vengo con ánimos revanchistas, no habrá persecuciones, ni abusos», dijo en la primera alocución nacional.

El regreso del mandatario estuvo precedido por multitudinarias concentraciones que clamaron su retorno y que con el paso de las horas consiguieron el decisivo apoyo de sectores de la Fuerza Armada Nacional (FAN), que tomaron el control del palacio gubernamental.

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ZENIT Staff

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