Viacrucis por las calles de Toronto

Las primeras JMJ tras el 11 de septiembre

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TORONTO, 26 julio 2002 (ZENIT.org).- En la tarde de este viernes, la moderna Toronto, con sus rascacielos y edificios de cristal, asistía a uno de los momentos más conmovedores de las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ), el Viacrucis.

El Camino de la cruz tenía previsto su inicio a las 19.30 en la central Nathan Philips Square, frente al ayuntamiento de la ciudad más cosmopolita del mundo. En ese momento, cuatro jóvenes debían encender la llama perpetua que arde en el Peace Park..

Un símbolo inaugurado por el mismo Juan Pablo II durante su visita a Canadá de 1984, con brasas provenientes del Peace Memorial Park de Hiroshima. La procesión debía recorrer las calles de la ciudad hasta converger, en torno a las 22.00 ante el Royal Ontario Museum.

El acto da un tono particular a las primeras JMJ celebradas tras los atentados del 11 de septiembre. En la fiesta de bienvenida de este jueves, el Papa recordó aquellos dramáticos atentados.

«El año pasado, vimos con una claridad dramática el rostro trágico de la malicia humana. Vimos lo que sucede cuando el odio, el pecado y la muerte toman control», afirmó conmoviendo en particular a chicos y chicas estadounidenses.

«Pero hoy, la voz de Jesús resuena en medio de nosotros. Su voz es una voz de vida, de esperanza, de perdón; una voz de justicia y de paz. ¡Escuchémosla!», añadía.

La atmósfera de la narración evangélica del Viacrucis, que será recreada por jóvenes actores, ha sido compuesta por el padre Robert Gendreau, quien compuso esta recreación del Evangelio antes de recibir la vocación sacerdotal.

Este camino de la cruz, explica, quiere recordar a los chicos y chicas que «Jesús pasa hoy junto a nosotros, por la calle, nos encuentra en nuestra vida cotidiana».

«Por este motivo he concebido la representación de Jesús vestido como hace dos mil años, pero se encuentra con los jóvenes de hoy, en la misma escena. Aparece así este encuentro con el mensaje de Jesús que pasa a través de los tiempos», concluye.

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ZENIT Staff

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