Viejos iconos, nuevas iglesias; la fuerza de Benedicto XVI

Roma da a conocer su proyecto de construir 51 parroquias

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Por Edward Pentin

ROMA, miércoles 14 de julio de 2010 (ZENIT.org).- La última semana de junio fue, por muchos motivos, un momento bastante particular para la Iglesia en Roma.

El anuncio del descubrimiento de los iconos más antiguos conocidos de los Apóstoles Pedro, Pablo y Andrés, atraeron gran parte de la atención mundial – gracias en gran parte a algunos sagaces y tentadores anuncios previos por parte del Vaticano.

Descubiertas en el techo de una tumba en las catacumbas de Santa Tecla, cerca de la Basílica de San Pablo Extramuros, las imágenes han sigo datadas hacia la segunda mitad del siglo IV. Fueron descubiertas utilizando una importante técnica nueva de láser que quema gruesos depósitos de carbonato de calcio, pero dejando los colores oscuros subyacentes de las pinturas originales intactos.

La calidad de las imágenes es impresionante dada su edad y la cantidad de basura que tuvo que ser removida. Cada apóstol aparece en medallones en las esquinas del techo: san Pablo, cuya imagen fue la primera que se descubrió el año pasado, es quizá la más clara de distinguir. Parece un filósofo renacentista con la cabeza calva y la barba puntiaguda. Los santos Andrés y Juan, vestidos con atuendo romano, se muestran resueltos y pensativos, mientras que san Pedro, con barba blanca y gruesos mechones de pelo, se ve sereno y distinguido.

Los arqueólogos hicieron el descubrimiento en la que quizás sea la parte más improbable de la ciudad: un sencillo suburbio lleno de algunos de los peores ejemplos de la arquitectura de los años 70. Pero al igual que la mayoría de los apóstoles, los romanos que han estado viviendo por encima de sus imágenes durante siglos son sólo gente ordinaria, viviendo su vida diaria.

Poco antes de este anuncio llegaban otras buenas noticias para la Iglesia católica en Roma: los planes para construir 51 nuevas parroquias en la ciudad.

Gianni Alemanno, el alcalde, dijo que las nuevas parroquias, financiadas con la colaboración del Vicariato de Roma, otras diócesis y donaciones de terrenos del Ayuntamiento de la ciudad, “no serán solo centros de culto, sino también centros sociales para los suburbios de la ciudad”. “Somos muy conscientes – afirmó – de que las parroquias son a menudo lugares de encuentro y de identidad en los barrios de la ciudad”.

Es difícil imaginar que Roma, una ciudad en la que uno puede visitar una iglesia diferente cada día del año, necesite más iglesias. Pero hay parroquias, como la Santa María Reina de la Paz en Tor Vergata, un suburbio de la ciudad, que lleva esperando más de ocho años para encontrar un hogar permanente. Ahora sus parroquianos podrán por fin tener uno, dijo Alemanno, una vez se hayan aclarado las complejidades del proyecto.

Pero no todo el mundo está brincando de alegría por las noticias. Los miembros de otras confesiones cristianas y religiones objetan que ellos deberían recibir terrenos, también. Alemanno se ha comprometido, por tanto, a «encontrar una manera de darles terrenos». La pertenencia religiosa, dijo, es un «valor universal», y por lo tanto responder a sus demandas es «siempre un enriquecimiento para la sociedad».

Esta respuesta es característica de Alemanno, que ha sido uno de los alcaldes actuales de Roma más favorables a la Iglesia y a las religines. Antiguo fascista reformado, ha sido coherente en su apoyo a las preocupaciones de la Iglesia, no sólo en relación con cuestiones prácticas, sino también en sus batallas con el laicismo radical.

Algo que sin duda habría alentado a los cuatro Apóstoles.

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Un verdadero bávaro

Entre los muchos amigos de Benedicto XVI, los de Baviera son muy probablemente los que meor le conocen.

Uno de ellos es la profesora Hanna Barbara Gerl-Falkowitz, catedrática de filosofía y religiones comparadas de la Universidad de Dresde, que conocía al Papa desde antes de que fuese nombrado arzobispo de Munich y Freising, cuando era sencillamente el profesor Joseph Ratzinger.

El mes pasado, mientras se encontraba en Roma para tomar parte en una conferencia sobre el fiolósofo católico Dietrich von Hildebrand, compartió conmigo algunas facetas de su personalidad. En concreto, recordó una anécdota particularmente divertida de cuando se encontraron por primera vez.

Gerl-Falkowitz organizaba una conferencia para 300 personas y había invitado al entonces profesor Ratzinger a hablar sobre Romano Guardini, el gran intelectual alemán católico a quien Joseph Ratzinger admiraba desde hacía mucho tiempo. El lugar de encuentro era el castllo Rothenfels, en lo alto de una montaña cerca de la ciudad bávara de Wurzburg. «Fue en 1976,» recuerda Gerl-Falkowitz. «Recuerdo el año exacto porque él [el profesor Ratzinger] se convirtió en arzobispo de Munich un año después.

“Había enviado a un ayudante a recogerle del tren, y este hombre volvió diciendo: ‘No está el profesor Ratzinger, No le he visto’. Pero yo tenía un castillo con 300 personas dentro y me tiraba de los pelos, yendo aquí y allá en total desesperación. Tiene que saber que el castillo está situado en un escalón rocoso”.

«Alrededor de 20 minutos después, estaba de pie en la cima y junto a mí había un seto que comenzó a moverse. Entonces, primero vi una bolsa, a continuación, dos manos, y luego el pelo blanco – ya tenía el pelo blanco por entonces – del profesor Ratzinger. Estaba sudando, esforzándose por atravesar el seto. Había subido esa colina tan escarpada llegar hasta el castillo. ¡Yo quería que me tragara la tierra! Pero él estaba muy amable y muy sonriente. Me dijo: Ascensio in montem sacrum, que significa: “Ascensión a la montaña sagrada».

«Estaba haciendo alusión a Guardini, porque fue él quien permitió que este castillo fuese utilizado por la juventud católica alemana. Ese fue mi primer encuentro con Joseph Ratzinger – su despeinado cabello, los papeles volando alrededor y totalmente desarreglado. No sé si él se acuerda de ello, pero yo sí. Fue bastante horrible – ¡ser invitado a dar un discurso y que no haya nadie que le recoja!».

Gerl-Falkowitz siente gran admiración por el Santo Padre, y sigue sorprendiéndose de la fuerza de su carácter. “Es muy fuerte – afirma –. Siempre me sorprende que, con todo lo que está sucediendo a su alrededor, con todas sus actividades, este hombre pueda rezar con una concentración tan increíble. Significa que está realmente cerca del Señor – es mi impresión. Y es muy sencillo. Toda su inteligencia es sólo una especie de envoltura alrededor de una sencillez muy profunda y preciosa”.

“La primera impresión que uno siempre tiene es que es un poco timido y eso es cierto, pues viene de una parte de Baviera – la antigua Baviera – donde las personas son tímidas. Está el tipo de bávaro que es fuerte y le gusta beber, etc. –, que es la imagen oficial de la región. Pero en la antigua Baviera son tímidos, callados – no hablan mucho, pero tienen un fuerte arraigo, son muy profundos y piadosos».

Gerl-Falkowitz dice que la reciente crisis en la Iglesia ha hecho que el Santo Padre «sufra mucho» y «realmente se haya derrumbado». Pero «él es un creyente fuerte», agrega, y no tiene ninguna duda de que su fuerza de carácter y su fe se verán a través de las tormentas.

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Edward Pentin es un escritor independiente que vive en Roma. Se le puede contactar en: epentin@zenit.org

[Traducción del inglés por Inma Álvarez]

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ZENIT Staff

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