Violencia multifactorial

Por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas

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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 14 de noviembre de 2009 (ZENIT.orgEl Observador).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas con el título «Violencia multifactorial».

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VER

Estamos reunidos en asamblea plenaria 117 obispos del país, para evaluar los trabajos de las instancias de la Conferencia Episcopal durante el trienio que concluye, y elegir a los responsables para el siguiente. Considerando el deterioro social que han desencadenado el narcotráfico, la violencia y la inseguridad, dedicamos dos días a analizar este fenómeno, pues no podemos desentendernos de lo que angustia a nuestro pueblo.

Es verdad que la pobreza generalizada y el desempleo son caldo de cultivo para el secuestro, el consumo y tráfico de drogas, la extorsión, los asesinatos, los asaltos y la criminalidad callejera. Sin embargo, hay raíces más profundas: la destrucción progresiva de la familia, el menosprecio a los valores tradicionales, una educación sin formación ética, la publicidad del placer en los medios de comunicación, la poca incidencia de nuestra evangelización en los criterios y actitudes de muchos bautizados. El problema no es sólo responsabilidad del gobierno, sino de toda la sociedad. Nosotros también debemos revisar nuestra pastoral, pues muchos delincuentes se declaran católicos.

Hemos advertido el riesgo de que grupos o personas aisladas alteren la paz social. Lo percibimos en el ambiente nacional, no sólo en nuestra región. Ya ha habido acciones terroristas aisladas en otras partes del país. Advertir lo que pueda suceder, no es apoyarlo, ni alentarlo. Todo lo contrario. Hay quienes a fuerza nos quieren ligar a esa línea, y para ello distorsionan nuestras palabras y acciones. El pueblo que nos conoce, califica de calumniadores a quienes difunden esas falsedades. Nuestra pastoral se esfuerza por construir procesos de paz, de unidad y reconciliación, siempre en base a la verdad y la justicia. Estamos en contra de acciones violentas y rechazamos, como Cristo, el recurso a las armas como método para cambiar una situación.

JUZGAR

Dice el Papa Benedicto XVI en su Encíclica Caritas in veritate: «La dignidad de la persona y las exigencias de la justicia requieren, sobre todo hoy, que las opciones económicas no hagan aumentar de manera excesiva y moralmente inaceptable las desigualdades y que se siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo por parte de todos, o lo mantengan. El aumento sistémico de las desigualdades entre grupos sociales dentro de un mismo país y entre las poblaciones de los diferentes países, es decir, el aumento masivo de la pobreza relativa, no sólo tiende a erosionar la cohesión social y, de este modo, poner en peligro la democracia, sino que tiene también un impacto negativo en el plano económico por el progresivo desgaste del «capital social», es decir, del conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son indispensables en toda convivencia civil» (32). «La construcción de la paz necesita una red constante de contactos, intercambios, encuentros, acuerdos, compromisos compartidos, para alejar las amenazas de tipo bélico o cortar de raíz las continuas tentaciones terroristas» (72).

  

ACTUAR

Ante la inconformidad social, la solución no es represión sistemática, investigación obsesiva y distorsionada, acusaciones sin fundamento, sino escuchar las necesidades de los pueblos y atender sus justas demandas. Hemos de unirnos para combatir la pobreza y la injusticia, sin tantas desconfianzas hacia quienes lo hacen por caminos alternos y pacíficos. Nosotros tenemos una alternativa válida: Jesucristo. El es el único camino, sólido y profundo, para convertir los corazones hacia la justicia y la paz.

Hay que recimentar la familia, para que no haya tantos hijos fuera de matrimonio, que crecen sin puntos claros de referencia y se exponen a tentaciones de violencia. Que las televisoras no alienten la ambición del dinero fácil, el consumismo irracional, la agresividad, la competencia desleal, el libertinaje sexual, la homosexualidad, pues se generan comportamientos antisociales.

Renovemos nuestra tarea evangelizadora, con la ayuda de laicos bien formados, para una sociedad justa, pacífica y fraterna. ¡Hay esperanza!

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ZENIT Staff

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