Vivir en una sociedad descristianizada

Los líderes británicos advierten de la pérdida de valores comunes

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ROMA, domingo, 12 de julio de 2009 (ZENIT.org).- El declive del cristianismo y de los valores morales en general está alcanzando nuevas cotas en Gran Bretaña. Mientras el número de fieles ha disminuido desde hace algún tiempo, las advertencias sobre la situación están empezando a venir de todas partes.

Gran Bretaña ya no es una nación cristiana, afirmaba el obispo anglicano Paul Richardson, en un artículo publicado el 27 de junio en el periódico Sunday Telegraph.

El prelado anglicado también se mostró crítico con sus compañeros obispos por no comprender la gravedad del cambio de la cultura contemporánea, y por su falta de acción para hacer frente a esta grave crisis de fe.

Según Richardson, sólo el 1% de los anglicanos asiste de media a los servicios dominicales. «Con este porcentaje es difícil ver que la iglesia sobreviva por más de 30 años, aunque pocos de sus líderes estén preparados para hacer frente a esta posibilidad», advertía.

También observaba que de cada mil nacimientos  en Inglaterra y Gales en el periodo 2006-2007 sólo 128 fueron bautizados como anglicanos. En 1900, esta cifra era de 609.

Precisamente el día anterior, en el periódico Times, el rabino Sir Jonathan Sacks, rabino jefe de las Congregaciones Hebreas Unidas de la Commonwealth, deploraba la falta de un código moral compartido en Gran Bretaña.

Reflexionando sobre la actual crisis financiera y las últimas revelaciones sobre escándalos de gastos de los parlamentarios, comentaba que estos y otros problemas son el resultado de una pérdida de confianza en la sociedad.

Sin embargo, hay un problema subyacente que es mucho más grave, afirmaba: la pérdida del sentido tradicional de la moralidad.

Somos muy éticos en algunas cosas, como la pobreza del mundo y el calentamiento del planeta, sostenía el rabino, pero estas son remotas y globales. Sacks declaraba que cuando se trata de temas más cercanos a nuestras propias vidas hemos perdido nuestro sentido de lo correcto e incorrecto de nuestro comportamiento personal.

«En su lugar, hay otras opciones. El mercado facilita estas opciones. El estado carga con las consecuencias, recogiendo los trozos cuando sale mal», observaba el líder judío.

De nada sirve tratar los síntomas con más leyes y sistemas de control. «Sin un código moral compartido no puede haber una sociedad libre», afirmaba Sacks.

¿Quién es ése?

Aunque las encuestas de opinión tienen limitaciones, un par de ellas recientes confirman las advertencias de los líderes religiosos. Un estudio llevado a cabo por Penguin Books, como promoción de un reciente libro sobre el tema, afirmaba que cerca de dos tercios de los adolescentes no creen en Dios.

Según un reportaje del 22 de junio en el Telegraph, el estudio sobre 1.000 adolescentes mostraba que el 59% tenía la idea de que la religión tiene una influencia negativa en el mundo.

La encuesta también revelaba que la mitad de los preguntados nunca habían rezado y el 16% jamás habían estado en una iglesia.

Una semana más tarde el periódico Independent publicaba los resultados de una encuesta sobre el conocimiento de la Biblia. El artículo, del 29 de junio, informaba que muchos ignoran los relatos y los personajes fundamentales para la historia del cristianismo.

Según los resultados preliminares de la Encuesta Nacional de Cultura Bíblica, llevada a cabo por el St. John’s College Durham, sólo un 10% de la gente conoce los principales personajes de la Biblia y su relevancia.

Cerca del 60% no conocían el relato del Buen Samaritano y personajes como Abraham y José eran extraños a la mayoría.

Según el artículo del Independent, el sacerdote anglicano David Wilkinson, de St. John’s, afirmaba que las consecuencias de esta ignorancia van más allá del desconocimiento de la Biblia. Conocer estos relatos y personas de la Biblia es esencial para comprender nuestra historia y nuestra cultura y especialmente el arte, la música y la literatura, gran parte de la cual está ligada a temas religiosos, observaba.

Esta es una ignorancia que el bien conocido defensor del ateísmo, Richard Dawkins, intenta promover. Un artículo del 28 de junio en el periódico Guardian informaba que este año está organizando un campamento de verano ateo en Inglaterra.

Camp Quest UK estará «libre de dogmas religiosos», añadía el artículo. Al parecer el campamento de cinco días, subvencionado por la Fundación Richard Dawkins, ha cubierto todas las plazas.

A la deriva

Las últimas advertencias de líderes religiosos han seguido las huellas de otras expresiones similares de preocupación. El 5 de abril, el obispo anglicano Michael Nazir-Ali publicaba un artículo en el Telegraph con ocasión de su dimisión como obispo de Rochester.

En sus casi 15 años allí afirmaba: «He visto a la nación cada vez más y más a la deriva respecto a sus amarres cristianos».

Esto, añadía, ha llevado a un debilitamiento de los lazos del derecho, las costumbres y los valores, y también a una pérdida de identidad y cohesión. Igual que el rabino Sacks, comentaba que la sociedad necesita un «capital social de valores comunes y el reconocimiento de ciertas virtudes que contribuyen al florecimiento personal y social».

«Nuestras ideas sobre la sacralidad de la persona humana en cada etapa de su vida, de la igualdad y de los derechos naturales y, por tanto, de la libertad, se ha demostrado que nacen de la tradición enraizada en la Biblia», añadía.

El obispo Nazir-Ali observaba que la Iglesia anglicana crece con rapidez en lugares como África. Quizás tengan mucho que enseñar a las Iglesias occidentales, concluía.

Vender su alma

El nuevo líder católico de Inglaterra y Gales, el Mons. Vicent Nichols abordaba el mismo tema poco antes de convertirse en arzobispo de Westminster.

En un artículo publicado por el Telegraph el 29 de marzo, afirmaba que Gran Bretaña ha vendido su alma al buscar una razón meramente laica de la religión.

Como resultado, la fe se confina ahora a una búsqueda puramente privada y los valores salen de fuentes laicas y materiales.

Los políticos de Gran Bretaña no sólo viven en un mundo puramente laicista y material, sino que tampoco permiten una consideración madura del papel clave de las creencias religiosas en la sociedad, indicaba.

Las afirmaciones de Mons. Nichols se publicaron en un libro reciente de ensayos titulado: «La Nación que olvidó a Dios».

Junto a otros líderes religiosos, Mons. Nichols también precisaba que la falta de cohesión social es el resultado de no compartir principios y valores morales. El punto de vista laicista y liberal de la persona humana está equivocado y simplemente no funciona, añadía.

Antipático

Su predecesor, el cardenal Cormac Murphy-O’Connor, tenía puntos de vista similares. En un reportaje el pasado 6 de diciembre en el Telegraph comentaba que Gran Bretaña se ha vuelto un lugar «antipático» para las personas religiosas que viven en él.

Sus comentarios también venían de su aportación a un libro de ensayos, «Fe en la Nación».

El ascenso del secularismo ha dado como resultado una sociedad hostil con el cristianismo y, en general, las creencias religiosas se consideran como «una excentricidad privada».

El cardenal Murphy-O’Connor observaba también que el ateísmo es ahora más agresivo y que ahora hay una minoría con voz que sostiene que la religión no tiene lugar en la sociedad moderna.

Las evidencias estadísticas respaldan su preocupación. El número de matrimonios que se han celebrado en las iglesias católicas de Inglaterra y Gales ha descendido una cuarta parte en la última década, informaba el Telegraph el 8 de enero.

En el año 2000 hubo 13.029 matrimonios católicos, mientras que el año pasado 9.950. Sólo uno de cada tres de matrimonios en Ing
laterra y Gales son actualmente según alguna forma de ceremonia religiosa, según el Telegraph.

Las evidencias muestran claramente el grave declive de la religión en Gran Bretaña, y las repetidas declaraciones de líderes religiosos apuntan a una conciencia creciente de la urgencia de la situación. Lo que resulta más difícil es identificar cómo dar la vuelta a esta tendencia.

Por el padre John Flynn, L. C., traducción de Justo Amado

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ZENIT Staff

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