Vivir preso en Vietnam como una misión de fe

Habla el padre Joseph Nguyen Cong Doan

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ROMA, martes, 3 octubre 2006 (ZENIT.org).- Lejos de considerarlo como una tragedia, ser preso en la cárcel vietnamita supuso para el sacerdote jesuita Joseph Nguyen Cong Doan una misión de evangelización.

Víspera del inicio del mes misionero, el sábado los micrófonos de «Radio Vaticana» difundieron la historia de este sacerdote, acusado de ser contrarrevolucionario y condenado a doce años de cárcel en el país asiático.

El padre Joseph Nguyen Cong Doan, S.I., nació el 5 de octubre de 1941 en Vietnam. Ingresó en el noviciado el 14 de septiembre de 1966 y fue ordenado sacerdote el 11 de julio de 1970.

Hizo su profesión solemne en 1975. Estudiaba en el Instituto Bíblico cuando fue enviado a Vietnam poco antes de la caída de Saigón (ésta fue denominada Ciudad Ho Chi Minh en 1975, año en que las fuerzas comunistas expulsaron a las tropas estadounidenses de Vietnam y concluyó la guerra).

En el país «los primeros quince años, esto es, hasta la caída del Muro de Berlín, fueron durísimos por los prejuicios causados por la historia», explicó el jesuita vietnamita en la emisora pontificia.

Y es que «el colonialismo occidental generó una gran confusión entre Iglesia y el colonialismo mismo. Por lo tanto, también en Vietnam había muchos prejuicios que hicieron dura la vida. El gobierno comunista sospechaba de la Iglesia de ser cómplice del colonialismo, así que la Iglesia sufrió a causa de estrechísimas medidas de control», relató.

El padre Joseph Nguyen Cong Doan había sido nombrado superior general; como muchos otros jesuitas de aquel momento pasó años en prisión. Así recuerda su detención: «Jamás consideré esta condena como una tragedia. Para mí fue una misión».

Se trataba de una misión «con los prisioneros, porque era el único modo para ellos de tener un capellán», pues «los sacerdotes no podían entrar en la prisión», y allí «pudimos ayudar mucho a aclarar numerosos aspectos, tantas sospechas contra la Iglesia», «y nació una especie de diálogo», recuerda.

En la cárcel «había prisioneros políticos y presos comunes», pero «la presencia de un sacerdote era muy respetada, incluso por los no cristianos», describe el jesuita.

Y además se daba con «muchos medios para celebrar la Misa discretamente y para distribuir la Comunión y el Sacramento de la Reconciliación a los prisioneros católicos», apunta.

«La Iglesia siembre ha buscado contribuir, colaborar a la reedificación del país después de tantos años de guerra –hacía balance el padre Joseph Nguyen Cong Doan el sábado-. Así que, poco a poco se crea una buena relación. También los seminarios están llenos de jóvenes: ahora hay siete seminarios en el país. No es aún suficiente, pero ya es mucho».

En cuanto a profesar actualmente la fe sin riesgo de persecución «se perciben aún problemas para aquellas Iglesias que no se declaran al gobierno, pero para la Iglesia católica todo es público y por lo tanto ya no tienen miedo de los católicos», aclaró.

«La enseñanza más clara es la de San Pedro, quien dice que se debe estar siempre dispuesto a dar razón de la esperanza que está en nosotros, con amor, con paciencia, con respeto», reflexiona.

«Así, después de muchos años, la Iglesia en Vietnam ha podido crear un diálogo -añade-, y la Santa Sede puede enviar, cada año, una delegación al país para tratar de varias cuestiones relativas a la vida de la Iglesia», si bien no existen relaciones diplomáticas entre ambos Estados.

«Todo esto es el resultado del espíritu de amor, de paciencia, de respeto, como afirma San Pedro», concluye.

Más de 80 millones de habitantes tiene la República Socialista de Vietnam; de ellos, una proporción superior al 80% no practica credo alguno. La cifra de católicos se calcula por encima de los 6 millones de fieles, entre quienes la práctica religiosa es muy elevada (80-90%).

Desde 2003, el padre Joseph Nguyen Cong Doan es asistente regional de la Compañía de Jesús para Asia Oriental y Oceanía, labor que comporta también el puesto de consejero general.

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ZENIT Staff

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