Voz femenina de la teología asiática: «Dios se nos da para que lo donemos»

Intervención de sor Maria Ko, biblista, en el Congreso Misionero Mundial

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CASTELGANDOLFO, 20 oct (ZENIT.org).- En el Congreso Misionero Mundial, que ha preparado en esta semana el Jubileo de las Misiones (22 de octubre), resonó la voz de una de las teólogas asiáticas más originales: sor Maria Ko.

Ante los más de 1.200 representantes de todos los países del mundo, entre los que se cuentan 47 obispos y más de 300 sacerdotes, reunidos en el Centro «Mariápolis» de Castel Gandolfo, localidad cercana a Roma, la religiosa salesiana, especialista en Sagrada Escritura, afirmó: «Jesús es la verdadera novedad que supera toda la expectativa de la humanidad y permanecerá para siempre».

En la meditación bíblica propuesta ayer a los participantes en el Congreso, Maria Ko construyó su intervención en torno a la imagen evangélica de los ángeles que anuncian a los pastores el nacimiento del Salvador en la «ciudad de David».

Recibiendo el anuncio, los pastores de Belén se convierten a su vez en anunciadores. «De aquella noche de Belén en adelante –explicó sor Maria Ko– la cadena del anuncio sigue desarrollándose en la sucesión del tiempo y en la extensión del espacio, de generación en generación y de lugar en lugar».

El anuncio es necesario «porque la venida de Dios en medio de nosotros ni es un conocimiento innato ni puede ser deducido por ningún razonamiento humano o causado por ningún esfuerzo humano». El hecho crucial del anuncio, ha dicho la biblista, es el nacimiento de Jesús.

«Las diversas vías de búsqueda de lo divino pueden llegar a la convicción de que Dios ama al hombre. Pero sólo el cristianismo relata que este amor lo ha empujado a hacerse hombre, a vivir en medio de los hombres, a morir y resucitar para salvar a la humanidad», añadió la teóloga.

Este hecho sólo puede ser conocido a través de las diversas formas de anuncio y testimonio, constató. «El Dios que conozco ahora, «mi» Dios, ha sido antes un «Dios de otros», que me ha sido presentado por otros». Es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. «Un Dios del que otros han tenido una experiencia personal, un Dios creído, amado por otros, un Dios anunciado, compartido, entregado por otros y un Dios que hay que entregar, hacer nacer y hacer crecer en el corazón de los otros».

Del anuncio del ángel en Belén se deduce el estilo con el que Dios salva a la humanidad, añadió Ko. «Ha querido renovar el mundo entrando en el mundo, salvar al hombre haciéndose hombre, transformar la historia tomando parte de ella. Con la encarnación el Dios infinito hace de un pequeño lugar su morada, el Dios eterno se encierra en un breve periodo de tiempo, el Dios invisible se revela en la naturaleza humana. De la encarnación nace una geografía de la salvación, una historia de la salvación y una geneaología de la salvación o una humanidad salvada».

Una salvación «que está destinada a todos, empezando por los pobres y sencillos, los que tienen un corazón abierto. La «gran alegría» es para «todo el pueblo» sin exclusión».

La religiosa salesiana concluyó explicando que: «Al entrar en el mundo, Jesús renueva el esplendor de la creación, entrando en el tiempo lleva la historia humana a su plenitud; entrando a formar parte de la humanidad, la naturaleza común a todo ser humano es elevada a una dignidad altísima».

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ZENIT Staff

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