Ya no hay pretextos para no ayudar a Irak, advierte un obispo caldeo

Declaraciones de monseñor Rabban Al-Qas

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ROMA, lunes, 19 julio 2004 (ZENIT.org).- Irak puede poner ahora las bases de la reconstrucción del país, reconoce el obispo caldeo de Amadiyah (norte iraquí), monseñor Rabban Al-Qas.

De visita en Italia en busca de ayudas para levantar un nuevo Irak, el prelado apunta a la «International School» de su diócesis como un signo de este resurgimiento.

Es la primera escuela de habla inglesa que se abre tras la caída de Saddam Hussein. El centro está destinado a medio millar de estudiantes, «cristianos y musulmanes, yazid y árabes» y concebido «para dar hospitalidad a los jóvenes de los pueblos», por eso prevé alojamientos, explicó.

«Nuestra escuela es un intento de vigorizar la educación científica, superando los escollos y los controles del viejo régimen de Saddam. También esto es el nuevo Irak»; «nuestra idea es ofrecer esta escuela gratuitamente a todos. Esperamos que el Señor nos sostenga y que haya personas de buena voluntad que nos ayuden», expresó el prelado.

En la entrevista difundida por «AsiaNews», el prelado constata: «desde el 28 de junio nuestra situación ha cambiado: tenemos un nuevo gobierno bajo el patrocinio de la ONU. Pero no estoy de acuerdo con quien dice que “ha terminado la ocupación”».

«Para mí cuanto ha ocurrido por obra de los estadounidenses es una verdadera liberación, una liberación de Irak –admitió–. Y esto ha puesto las bases para el nuevo Irak».

«La prensa occidental ha sido injusta hacia Irak» presentando sólo «el lado oscuro, terrorista, asesino» –denuncia–.

Hasta hay quien «ha justificado estas violencias porque eran “contra los ocupantes”», cuando «en la mayor parte de los casos los que pagaron el precio más elevado fueron personas comunes, cristianos o musulmanes, que trabajaban con los estadounidenses o pasaban casualmente por donde explotaba un coche».

Para monseñor Al-Qas, «cuando existe oposición, se lucha para garantizar la libertad de un pueblo», pero si se golpea al propio pueblo y se le asesina, no se puede hablar de «resistentes», sino de «destructores».

Con todo, la prensa «nunca ha hablado de lo que el gobierno de antes y de ahora –el provisional y el interino– ha hecho. Ninguno ha dicho que aún dentro del terremoto político y las inseguridades» los centros educativos se «han reabierto» y «han completado el año académico».

Y además «ha empezado a circular un poco de riqueza», cuando «en tiempos de Saddam había sólo pobreza. Esto es debido a la gestión del gobierno y también de los estadounidenses», observa.

«Además existe la novedad de los trabajos, de las construcciones que prosiguen incluso a pesar de todos los atentados. ¿Cuántas personas han pagado con sangre su compromiso por la reconstrucción? Italianos, japoneses, franceses, estaounidenses, coreanos…», prosiguió.

Pero «tampoco nadie ha hablado nunca de esto –alerta el obispo caldeo de Amadiyah–: de las centrales eléctricas que vuelven a funcionar; de los pozos petrolíferos que reabren; de los programas agrícolas que se lanzan, de las nuevas carreteras que se extienden por el país», por no mencionar los «150 periódicos que se publican a diario» y que «las manifestaciones estaban prohibidas en tiempos de Saddam».

«El Occidente europeo y el pacifismo han permanecido ciegos ante nuestro país»; sin embargo, asegura, en Irak está naciendo «una democracia, aún joven, pero real, que tiene necesidad de ser ayudada».

«Ya nadie tiene pretextos para no ayudarnos» –declaró–: «antes decían que todo estaba bajo los americanos; ahora hay una declaración de la ONU y el poder está en manos del gobierno iraquí», pero «se necesita un trabajo concertado de la comunidad internacional en el terreno político y comercial».

En cuanto a la misión de la Iglesia en el nuevo Irak, el prelado expresó: «los cristianos queremos vivir como iraquíes y como laicos; por esto apoyamos la nueva constitución de Irak. Y con nosotros están también los chiíes».

De hecho «la gran mayoría de los chiíes, incluso los grandes mulá iraquíes, no quieren en absoluto un gobierno como el iraní: sólo el 25% de los chiíes desea el gobierno de los ayatolá, de los religiosos», aclaró.

En el contexto actual «es necesario que la Iglesia se muestre franca y clara –reflexionó monseñor Al-Qas–, que esté presente y enjuicie los acontecimientos mientras ocurren. Como cristianos no somos ciudadanos de segunda clase: somos parte de la población. Hoy es necesario vivir como iraquíes y trabajar con el gobierno y en la libertad».

Y es que en tiempos de Saddam «había leyes injustas contra los cristianos, pero preferimos callar, lamentándonos por estar en minoría –reconoció–. Por ejemplo, los hijos de una mujer no musulmana eran considerados automáticamente musulmanes, y nosotros callábamos; las escuelas eran requisadas y nosotros nos contentábamos con enseñar en las iglesias. Es tiempo de juzgar lo que es erróneo, y de valorar lo que es justo».

«La urgencia mayor es la del testimonio. No sólo con las palabras, sino mostrando nuestra identidad cristiana y manifestando nuestros valores», concluye el prelado.

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ZENIT Staff

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