Catholic.net, Author at ZENIT - Espanol https://es.zenit.org/author/catholic-net/ El mundo visto desde Roma Mon, 06 Feb 2017 10:08:15 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.7.1 https://es.zenit.org/wp-content/uploads/sites/3/2020/07/723dbd59-cropped-f2e1e53e-favicon_1.png Catholic.net, Author at ZENIT - Espanol https://es.zenit.org/author/catholic-net/ 32 32 Vocación cristiana y promoción humana https://es.zenit.org/2017/02/06/vocacion-cristiana-y-promocion-humana/ Mon, 06 Feb 2017 10:08:15 +0000 https://es.zenit.org/?p=81708 Hay que tener en cuenta que esta vocación no nos la hemos dado a nosotros mismos, sino que viene de Dios

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Cuando se emplea la palabra “vocación” (llamada), ha sido frecuente durante siglos pensar sólo en los candidatos para el seminario o para la vida religiosa. El Concilio Vaticano II habló de “vocación cristiana” y aún más: esa vocación cristiana es “vocación universal a la santidad”. En un sentido más amplio todavía, el Concilio habló de “vocación humana”, porque toda vida humana es una llamada a la plenitud de la belleza, del bien y la verdad que se abren en Dios.
Pues bien, la promoción humana –el desarrollo humano integral– es parte, y parte esencial, de la vocación cristiana; y más aún, de toda existencia humana. Así se dice en la encíclica Caritas in veritate, donde el término “vocación” aparece en 25 ocasiones:
“Todos los hombres perciben el impulso interior de amar de manera auténtica; amor y verdad nunca los abandonan completamente, porque son la vocación que Dios ha puesto en el corazón y en la mente de cada ser humano”. Esa vocación universal al amor y a la verdad es manifestada por Jesucristo, que la libera de las limitaciones humanas y la hace plenamente posible.
Vocación significa llamada. ¿Quién llama a participar en la promoción y el desarrollo humanos? Llama Dios, que interviene en toda vida que comienza. Nos llama a cada uno nuestro propio ser, hecho para el amor. En palabras de Benedicto XVI, esta vocación a la promoción humana es también una “llamada de hombres libres a hombres libres para asumir una responsabilidad común”.
En la medida de su respuesta a esa llamada –explica la encíclica–, “los hombres, destinatarios del amor de Dios, se convierten en sujetos de caridad, llamados a hacerse ellos mismos instrumentos de la gracia para difundir la caridad de Dios y para tejer redes de caridad”.
Puesto que toda llamada espera una respuesta, ¿cuáles serían las condiciones para responder a esta “vocación al desarrollo humano”? La encíclica señala tres condiciones principales: la libertad, la verdad y la caridad.
a) En primer lugar, la libertad. Toda vocación “es una llamada que requiere una respuesta libre y responsable” ¿Y quién debe responder? Tanto las personas –cada una–como los pueblos –los pueblos hambrientos interpelan a los pueblos opulentos–. Dicho de otro modo, esta vocación exige, a la vez, una respuesta personal y una respuesta de las estructuras e instituciones sociales –del Estado y de otros agentes sociales– y eclesiales.
b) En segundo lugar, la respuesta exige que se respete la verdad. Ante todo, la verdad profunda del “ser” del hombre. Y por eso se trata de “promover a todos los hombres y a todo el hombre”. A este propósito el Evangelio es un elemento fundamental, porque enseña a conocer y respetar el valor incondicional de la persona humana. Cristo revela el hombre al propio hombre (cf GS 22), y, así, le muestra que su valor es grande para Dios. Le muestra “el gran sí de Dios” a todos sus anhelos. De aquí deduce el Papa que sólo respondiendo a esta vocación el hombre puede ser feliz y realizarse plenamente: “Precisamente porque Dios pronuncia el ‘sí’ más grande al hombre, el hombre no puede dejar de abrirse a la vocación divina para realizar el propio desarrollo”. Así que esta vocación al desarrollo abarca tanto el plano natural como el sobrenatural. De hecho, cuando Dios se eclipsa en el horizonte del hombre o de la sociedad, se comienza a disipar nuestra capacidad de reconocer la finalidad y el bien a que estamos llamados.
c) Finalmente, “la visión del desarrollo como vocación comporta que su centro sea la caridad”. Es muy de agradecer la clarividencia de la encíclica en este tema, siguiendo las ideas de Pablo VI. Las causas del subdesarrollo –se dice– no son principalmente materiales, sino que radican, primero, “en la voluntad que con frecuencia se desentiende de los deberes de la solidaridad”. Después, en el pensamiento, que no siempre sabe orientar adecuadamente a la voluntad (por eso se requiere configurar un “humanismo nuevo”). Y, sobre todo, la causa está en “la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos”.
Al llegar a este punto, se pregunta Benedicto XVI si acaso la fraternidad la podrán lograr los hombres por sí mismos, favorecidos por la actual tendencia a la globalización. Pero no. La fraternidad “nace de una vocación transcendente de Dios Padre, el primero que nos ha amado, y que nos ha enseñado mediante el Hijo lo que es la caridad fraterna”. Por tanto –concluye–, responder con generosidad a la vocación para el desarrollo requiere hoy la urgencia de la caridad de Cristo.
Sólo esa urgencia de la caridad de Cristo permite responder a los aspectos concretos y costosos de esa llamada. Así es la intervención en la vida pública, cultural y política, cada cual según su condición. “Todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la pólis”. Otro aspecto es el cuidado y la responsabilidad por la naturaleza; y, antes, el cuidado respetuoso de cada persona en la familia, en la empresa, en la universidad, sabiéndose servidores y no dueños. Responder a esta vocación requiere del trabajo y la técnica que de él procede. En todo caso, Benedicto XVI proclama la necesidad de formar “hombres rectos… que sientan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común”.
Hay que tener en cuenta que esta vocación no nos la hemos dado a nosotros mismos, sino que viene de Dios. Por eso, antes que nada, y continuamente, es preciso acoger a Dios en nuestra vida, dejarle entrar libremente y seguirle con toda fidelidad y entusiasmo. Ha llegado la hora –especialmente para los jóvenes y más aún para los universitarios– del compromiso con Dios y los demás. Pues “sólo si pensamos que se nos ha llamado individualmente y como comunidad a formar parte de la familia de Dios como hijos suyos, seremos capaces de forjar un pensamiento nuevo y sacar nuevas energías al servicio de un humanismo íntegro y verdadero”.

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Cenar regularmente con tus hijos los protege y los potencia https://es.zenit.org/2017/02/05/cenar-regularmente-con-tus-hijos-los-protege-y-los-potencia/ Sun, 05 Feb 2017 09:04:39 +0000 https://es.zenit.org/?p=81704 Desamunar, cenar o merendar... lo importante es estar juntos, con conversación y lazos compartidos, y la comida ayuda

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La terapeuta familiar Anne Fishel asegura que “en los últimos treinta años ha decaído de modo dramático” la costumbre de cenar todos juntos, padres con hijos, en familia. Recuperar esta práctica, según Fishel, es la mejor forma de invertir en nuestra familia.
El 95 por ciento de las familias estadounidense consideran que cenar en familia es una buena costumbre, pero, aun así, tan solo un 50 por ciento de ellas la practican.
En España ya sucede
En España, cada vez es más frecuente que los niños cenen pronto para irse a la cama y que, una vez acostados, cenen los padres.
También es habitual que, cuando los hijos son mayores, cada uno cene conforme llega a casa, en “compañía” de la televisión o de un dispositivo electrónico…
Con el objetivo de “rescatar” esta sana costumbre y de hacerla más placentera para aquellas familias que aún la siguen practicando, nació hace seis años una iniciativa interdisciplinar como parte del Proyecto Zero desarrollado por la Universidad de Harvard: The Family Dinner Project (FDP o, en español, Proyecto Cenas en Familia).
La terapeuta familiar Anne Fishel, cofundadora del proyecto FDP y autora del libroHome for Dinner: Mixing Food, Fun, and Conversation for a Happier Family and Healthier Kids (2015) –en español, ‘En casa para la cena: combina comida, ocio y conversación para que tu familia sea más feliz y tus hijos estén más sanos’–, asegura que las cenas son el evento de la rutina familiar “que más dividendos produce”.
A las familias que cenan juntas les irá bien
Fishel está convencida de que si las familias cenaran juntas, su trabajo como terapeuta familiar “sería innecesario”, pues está demostrado que “aquellas que cenan juntaspadecen menos estrés y sus miembros se sienten mucho más unidos”.
Además, “al llegar a la adolescencia, los hijos de estas familias son menos propensos a padecer desórdenes alimenticios o depresión, así como a abusar de ciertas sustancias o a ejercer de forma precoz su sexualidad”, dice.
Por si fuera poco, Fishel añade un par de datos especialmente llamativos: “La conversación que tiene lugar alrededor de la mesa incrementa de un modo significativo el vocabulario de los niños, incluso más que leerles cuentos antes de dormir, y, además, mejora su rendimiento escolar”.
(Vea aquí en español en PDF ideas para la conversación durante la cena, por edades)
Por eso, FDP intenta que cada vez sean más las familias que puedan beneficiarse de estas ventajas. Y lo está logrando: “Más de un millón de familias en Estados Unidos ya han participado en alguna de las modalidades de FDP”, afirma.
Cenas más saludables
FDP se centra en sacar el máximo partido de todo lo que ocurre alrededor de la mesa familiar. Por una parte, la cena puede convertirse en un espacio de entretenimiento cotidiano y, a la vez, garantiza una alimentación más saludable.
Según Fishel, “está comprobado que, durante las cenas en familia, los niños comen menos grasa, azúcar y sal, y que aprenden a comer más verduras y vegetales, por lo que disminuye la probabilidad de que sufran obesidad. Además, se ha demostrado que cuando estos niños comienzan a hacerse cargo de su alimentación, mantienen estos hábitos saludables”, asegura.
Si no es posible cenar juntos, al menos desayunar o merendar
Para aprovechar estos múltiples beneficios, es suficiente con que la familia cene junta cinco días a la semana. Sin embargo, si para una familia es difícil reunirse a la hora de la cena, FDP les plantea que desayunen juntos, tomen la merienda o se reserven las comidas del fin de semana.
No hay una fórmula única, lo importante es establecer esta “cita familiar”, en un horario y un espacio previamente concertados.
La mejor hora del día
Uno de los proyectos estrella de FDP son las cenas comunitarias, en las que se reúnenentre cinco y cincuenta familias para disfrutar cocinando juntas.
Estas familias se inscriben en la web www.thefamilydinnerproject.org y reciben por e-mail ideas para realizar dinámicas durante la cena, para entablar una conversación interesante, y hasta recetas sencillas que se pueden preparar en treinta minutos y con solo ocho ingredientes.
Cuatro semanas después, algunas familias participan en otra cena comunitaria para comentar cómo han evolucionado sus cenas familiares… y sus familias.
“La mayoría de las familias comienzan el programa porque quieren mejorar su alimentación. Pero, al final, descubren que no solo han logrado este objetivo, sino que también se lo pasan muy bien juntos, y reconocen que no se habían dado cuenta de lo mucho que les hacían falta estos ratos en familia”, explica Fishel.
En otras palabras, descubren que con dedicar tan solo una hora al día –entre cocinar, cenar y recoger la mesa– pueden sacar el mejor rendimiento para el futuro de su familia.
¿Muy ocupados para cocinar?
Muchas familias dicen estar demasiado ocupadas o muy cansadas al final del día para ponerse a cocinar. En estos casos, Fishel recomienda cocinar el doble durante el fin de semana y congelar en tuppers lo que sobre para otro día de la semana.
Cuando se lamentan de que sus niños se resisten a comer, Fishel indica que no conviene caer en el “si te tomas el calabacín, podrás comer helado de postre”, pues esto los hace aún más quisquillosos con la comida. También aconseja no dejarlos picar entre horas ni comer en el coche.
En aquellos casos en los que los adolescentes de la familia se muestren reticentes a participar en las cenas, la terapeuta familiar sugiere “crear una atmósfera alegre y cálida durante la cena”, ¡y libre de tecnología!, pues “la tecnología es una de las mayores fuentes de tensión”.
Fishel ha estudiado el fenómeno y ha observado que los padres utilizan los dispositivos tecnológicos en la mesa el doble que sus hijos, así que propone que sean los adultos los primeros en modificar su comportamiento, y que “fijen parámetros claros: ‘vamos a dejar los móviles en una cesta’ o ‘solo vamos a usar el móvil para compartir entre nosotros (una foto graciosa, un e-mail…), pero no para comunicarnos con alguien que no esté con nosotros en la mesa”.
Que los niños participen desde la cocina
Fishel recomienda que los niños participen en el proceso de planear y preparar las cenas para que las disfruten más.
“Cualquier tarea que implique que los niños toquen los alimentos, los mezclen o los elijan, los convierte en ‘accionistas’ de este proyecto y contribuye a que quieran cenar con más gusto”.
Por ejemplo, podemos pedirles que nos acompañen al supermercado y que elijan un vegetal interesante para, luego, poder cocinarlo juntos en casa”.
Y concluye: “A la mayoría de los niños les gusta ayudar y debemos animarlos a hacerlo”.
Contar las historias de la familia
FDP anima a los participantes a contar historias sobre su familia durante las cenas, pues se ha descubierto que esta práctica genera grandes beneficios. Por ejemplo, “los niños que aprenden a contar historias son mejores lectores –explica Fishel–. Además, aquellos que conocen el pasado de su familia son más resilientes y tienen una mayor autoestima”.
El Proyecto emplea unas tarjetas con preguntas que ayudan a iniciar la conversación:invitan a los participantes a contar, por ejemplo, la historia de una receta familiar,la de alguien que haya superado una dificultad en su familia o la historia de amor de sus padres… En su página web sugieren preguntas adecuadas para cada grupo de edad.
Publicado originariamente por Isabel Molina en www.revistamision.com

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¿Por qué bautizar a los niños pequeños? https://es.zenit.org/2017/02/04/por-que-bautizar-a-los-ninos-pequenos/ Sat, 04 Feb 2017 07:00:04 +0000 https://es.zenit.org/?p=81696 El bautismo es la puerta del encuentro con Cristo, el fundamento de toda la vida cristiana y la incorporación al pueblo de Dios, la Iglesia

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Todos queremos, como humanos, amar y ser amados. Y ser cristiano, no significa otra cosa que practicar el mandamiento del amor: “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”. El amor auténtico nunca ha sido un mal para nadie.
Que un niño goce del amor de sus padres ya desde la concepción, no es ningún condicionamiento negativo sobre la libertad y voluntad del niño. Más aún, es lo más hermoso que un niño puede poseer: el amor y afecto de sus padres.
Qué triste es ver a niños maltratados y rechazados por sus propios padres. ¿Por qué, pues, será el amor de Dios un mal para el nuevo bautizado? Gozar del amor de Dios es lo máximo que se puede pedir, y nosotros no tenemos el derecho de privar a nadie del don de ser amado.
El bautismo es la puerta del encuentro con Cristo, el fundamento de toda la vida cristiana y la incorporación al pueblo de Dios, la Iglesia. Contiene en germen toda la acción santificadora de la gracia de Dios, que se irá desarrollando a lo largo de toda su vida. El hombre que hoy se bautiza como niño, llegará con la ayuda de la Iglesia, a responder conscientemente a la gracia que ha recibido. Necesitará de sus padres y de la misma Iglesia, pues son quienes han proclamado la fe en nombre el niño y se han hecho garantía de la educación y del desarrollo de su fe.
«Quien no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios» (Juan 3,5)
Las objeciones contra el Bautismo de los niños proceden de una triple ignorancia: Ignorancia de los bienes del Bautismo, de la Palabra de Dios y de la práctica de la Iglesia.
El Bautismo es una gracia Inestimable
El Bautismo nos hace hijos de Dios. Gálatas 4, 5-7
El Bautismo es la fuente de la vida nueva en Cristo. Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) 1253
El Bautismo nos lava el pecado. Hechos 2, 38
El Bautismo nos incorpora a Cristo, Romanos 8, 29. CIC 1272 y a la comunidad de salvación. CIC1273
El Bautismo nos imprime el «sello del Señor» con que el Espíritu Santo nos ha marcado para el día de la redención. Efesios 4, 30
Los padres privarían al niño de la gracia inestimable de ser hijo de Dios si no le administraran el Bautismo.
¿Qué Dice La Biblia?
Jesucristo lo dijo claramente a Nicodemo: «Quien no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios» Juan 3, 5. Jesucristo no excluye a nadie, todos necesitan del Bautismo. «Lo nacido de la carne, es carne, lo nacido del Espíritu, es espíritu». Si un niño no está bautizado no es nacido del Espíritu.
Lo que Enseña el Antiguo Testamento
Los niños en la Antigua Alianza no esperaban a ser adultos para incorporarse al pueblo de Dios, sino que eran circuncidados al octavo día. Lee: Hechos 7, 8. El Bautismo sustituye a la circuncisión, por eso los primeros cristianos bautizaban a los niños.
La Práctica de la Iglesia
En un inicio, la mayoría de los bautizados eran adultos. No era posible de otra manera porque era una Iglesia de convertidos. Pero ya desde entonces era costumbre bautizar «casas» enteras: 1 Corintios 1, 16; Hechos 16, 15. 33. Los miembros de la casa incluían a las mujeres, a los niños y a los esclavos aunque no se mencione.
El Bautismo era comparado con el Arca de Noé, donde se salvaba la familia entera: Padres e hijos. 1Pedro 3, 20-21. La salvación era para toda la familia.
San Policarpo que murió en 155 d.C. en el momento de su martirio, cuando se le pide abjurar de su fe en Cristo, atestigua: «Hace ochenta seis años que le sirvo», difícilmente podría haber dicho eso si no hubiese sido bautizado desde niño.
Lo Que Enseña La Iglesia
La advertencia de Cristo en el Evangelio: «Quien no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de los cielos» (Juan 3,5), debe entenderse como la invitación de un amor universal e infinito; un llamado a sus hijos deseando para ellos el mayor bien. Este llamamiento irrevocable y urgente no puede dejar al hombre en una actitud indiferente o neutral, ya que su aceptación es para él la condición del cumplimiento de su destino. (Instrucción soble el Bautismo de los niños #10)
La fe, no es sólo un acto personal, sino también una virtud sobrenatural. Los niños no son capaces de un acto personal de fe, pero sí pueden tener la fe como virtud sobrenatural. De la misma manera que «el amor ha sido derramado en nuestros corazones por el Espírtu Santo que nos ha sido dado», es decir, por gracia y no por nuestro propio esfuerzo asi también el Espíritu Santo da la fe a los que reciben el Bautismo. (La Doctrina de la Fe, Franco Amerio p.445)
Objeciones
1ª. Objeción. La fe es necesaria para el Bautismo, los niños no pueden hacer un acto de fe, por tanto no pueden ser bautizados.
La Iglesia está de acuerdo: «El Bautismo es el sacramento de la fe». (CIC 1253). «El que creyere y se bautizare se salvará» (Marcos 16, 16) Por eso «..el Bautismo jamás se ha administrado sin fe: para los niños se trata de la fe de la Iglesia». (Instrucción sobre el Bautismo de los Niños No. 18).
Entrar al cine sin boleto es un fraude, pero si otro paga mi boleto, tengo tanto derecho a entrar como si yo lo hubiera pagado.
Cristo siempre exigió la fe para sanar a los enfermos, pero en el caso de los niños bastaba la fe de su padre o su madre, como es el caso de la hija de Jairo, Marcos 5, 36 y de la hija de la sirofenicia, Mateo 15, 28.
Nadie se puede dar la fe a sí mismo. El niño recibe la vida de sus padres, y la fe de la Iglesia. Es una fe inicial, en semilla, que después debe crecer y volverse adulta, sin embargo basta para recibir el Bautismo. De esta forma los niños reciben la fe y con ella la vida eterna como un don gratuito de Dios a través de la iglesia. Lee: CIC n. 169.
El Bautismo de los niños pone de manifiesto la gratuidad de la salvación.
«Dejad que los niños vengan a mí»
La Sra. Edith era una convencida Bautista, pero sucedió que uno de sus hijos nació con Síndrome de Down. El pastor se negó a bautizarlo porque el niño «no podía hacer un acto de fe». Para la Sra. Edith las palabras de Cristo eran claras: «Quien no nace del agua y del espíritu no puede entrar en el Reino de Dios». ¿Por qué su hijo iba a estar excluido del Reino de Dios? Decidió llevar a su hijo a una iglesia donde lo bautizaran y así se convirtió el niño en hijo de Dios y ella a la fe católica.
2ª. Objeción. Los niños no necesitan Bautismo porque ellos son inocentes y no tienen pecado.
El que no distingue, confunde. Los niños no tienen pecados personales, pero sí tienen el pecado original.
San Pablo opone a la universalidad del pecado, la universalidad de la salvación en Cristo: «Por un sólo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, pues todos pecaron…» Romanos 5, 12 Si todos sufren la derrota del pecado, entonces, todos necesitan el baño que nos lava del pecado: el bautizo.
TODOS SOMOS PECADORES
El Rey David dice en el salmo 50: «Míra, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre…» Si el bebé, desde el seno de su madre, nace con culpa y es un pecador, quiere decir que también necesita el «Bautismo para el perdón de los pecados». Lee: Hechos 2, 37. Estudia detenidamente: CIC n.1250 y 405.
TODOS SOMOS CIEGOS
La historia del ciego de nacimiento (Juan 9) es muy aleccionadora. El ciego representa al cristiano, porque todos nacemos ciegos a la fe y, por tanto, todos necesitamos lavarnos en la Piscina del Enviado = el Bautismo de Cristo. Si los gatitos a los ocho días abren los ojos ¿porqué los niños deben esperar a ser adultos para abrirlos?
3ª. Objeción. No es bueno imponer a los niños una fe que ellos no han escogido.
La fe ni es «escogida», ni es «impuesta» sino que es don y gracia de Dios. Si el Bautismo confiere a los hijos el bien sublime de la gracia divina, sólo unos padres ignorantes o incrédulos podran negar a sus hijos este don. Pero además, ¿quién eres tú para negar a Jesucristo el derecho legítimo sobre aquel por quien Él murió y resucitó?
4ª. Objeción. Jesucristo se bautizó de grande y se bautizó en el río.
Esta objeción revela una gran ignorancia de la palabra de Dios. Porque Cristo recibió el Bautismo de Juan, que era un bautismo de penitencia, nosotros en cambio, recibimos el Bautismo de Cristo, en fuego y Espíritu. Por eso somos «cristianos» y no «bautistas». Y por eso los católicos bautizamos no como el Bautista lo hacía, sino como Cristo manda: «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». Lee: Mateo 28, 19.
5ª. Objeción. ¿Y qué hay de los niños que mueren sin Bautismo?
«La Iglesia los confía a la misericordia de Dios que quiere que todos los hombres se salven» (1Timoteo 2, 4) y a la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: «Dejad que los niños se acerquen a mí, y no se lo impidáis» (Marcos 10, 14). Esto nos permite confiar en que hay un camino de salvación para los niños que mueren sin el Bautismo. Por esto es más apremiante aún la llamada de la Iglesia a no impedir que los niños vengan a Cristo por el don del Bautismo. (CIC n. 1261).
 
Por: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net

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Llegar a Dios a través de la música https://es.zenit.org/2017/02/03/llegar-a-dios-a-traves-de-la-musica/ Fri, 03 Feb 2017 08:08:16 +0000 https://es.zenit.org/?p=81694 Dios se le hizo el encontradizo una noche estrellada, junto a un lago, y le hizo una propuesta mucho más prometedora: seguirle de cerca como sacerdote.

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John tenía en sus manos todas las características para ser un músico, un compositor o un productor musical de primer orden. Nació en St. Louis, Missouri, lo cual ya casi le hace llevar en la sangre el blues y el jazz. Un lugar donde los mejores músicos norteamericanos han vivido, en donde maduraron o en donde han tenido algunos de sus mejores éxitos. Además, John estudió Producción musical en Nashville, Tennessee, la “Ciudad de la música”. Sin embargo, Dios se le hizo el encontradizo una noche estrellada, junto a un lago, y le hizo una propuesta mucho más prometedora: seguirle de cerca como sacerdote. Hoy, el hermano John Klein sigue vinculado a la música tocando en las calles de Roma, promoviendo sus canciones en las redes sociales, grabando algún disco y, siempre que puede, y suele poder muchas veces, tocando en encuentros juveniles, adoraciones eucarísticas y allí en donde quieran escuchar su música evangelizadora.
Ya ha terminado teología y, si todo va bien, se ordenará sacerdote en breve. Klein ha dedicado un tiempo para hacer un breve repaso sobre la relación tan importante que hay entre música y evangelización para este aspirante al sacerdocio: “Para mí es muy clara cuál es mi vocación: lo primero ser santo, un santo religioso y un sacerdote Legionario de Cristo. Esto es lo que más deseo y espero con interés. Me visualizo como sacerdote escuchando confesiones, celebrando la misa, predicando… No hay nada más importante que esto, pero también es verdad que la música es una herramienta que me ayuda a predicar y enseñar a otros cómo es de grande y emocionante el amor de Dios y la misión a la que nos invita”.
“Dios me ha dado este don –explica el religioso- y por eso lo utilizaré tan a menudo como pueda. Todos nuestros dones y talentos deben ser puestos al servicio de Cristo y de la misión, y es allí donde se encuentran su cumplimiento y perfección”.
En realidad, le preguntamos, esto es algo que ya hace ahora: “Bueno, sí. Cada jueves toco en una Hora Santa para jóvenes, en inglés, en el centro de Roma. La Hora Santa y el apostolado se llaman UpperRoom. Y también participo en unas misiones callejeras en Roma: las llamamos StreetFaith y en ellas la música es una oportunidad para establecer contacto con la gente, hablar de Cristo e invitarles a pasar a una iglesia en la que pueden hacer un rato de adoración, confesarse, hablar con algún sacerdote… Es llevar la fe a la calle”.
No es algo nuevo en él, antes de entrar en el seminario, en Nashville, tuvo una fructífera relación con grupos musicales protestantes. En aquella época, sin dejar de ir a Misa, comenzó a asistir a sus estudios de la Biblia. Allí empezó a tener contacto con la música cristiana: “Aquellos jóvenes tenían un amor más sincero a Cristo que yo, así como un enorme valor a la hora de vivir su fe en público. Empecé a escribir y tocar música cristiana con algunos amigos bautistas que había hecho e, incluso, les acompañé en alguna gira Nashville y Mississippi”.
Es lo que dijo Dostoievski en su día, y lo que repite el H. John: “Creo que la belleza tiene una muy poderosa fuerza evangelizadora. La Belleza no te fuerza, siempre es una invitación suave. Cada amanecer, cada noche estrellada, cada cascada o montaña nevada es una amable invitación a levantar nuestras mentes en busca de nuestro creador. También dan testimonio de la ternura y la bondad de Dios. Lo mismo se aplica a las artes humanas. A través de la pintura, la escultura, la danza, la música… tratamos de imitar y perfeccionar la belleza que se descubre en la naturaleza”.
Para este religioso, la música es un potente transmisor de la belleza y una forma de conectar con Dios: “Si ves una presentación de diapositivas con las imágenes de tu último viaje de vacaciones, seguro que trae buenos recuerdos. Pero si las ves con música, los recuerdos vienen a tu mente de una manera emocionante y completamente nueva”. “La música añade otra dimensión –nos explica con interés este músico religioso-: nos conecta a la dimensión espiritual de nuestra naturaleza, y allí descubrimos a Dios dentro de nosotros”.
“Mi misión es llevar a Cristo a los demás y la música es una de las herramientas que Dios me ha dado para llevar a cabo esa misión”, señala con convencimiento. Algo que vive especialmente con los jóvenes: “La música ayuda a los jóvenes. Les inspira para encontrarse con Cristo y para seguirlo de una manera más profunda. Además, la música es una gran herramienta para romper el hielo con aquellos que están más lejos de Dios”.
Es algo que vive constantemente: “Toco en un montón de horas santas a las que me invitan. Me gusta, porque la música prepara el alma para la oración, relajándolo y levantándolo a Dios. Sucede algo maravilloso: la música se mezcla con la oración vocal delante de la Eucaristía. Es una combinación poderosa que puede ser un catalizador para ayudar a los chicos a experimentar el amor de Cristo de una manera más profunda”.
Pero no todo es adoración. John también compone para quienes están más alejados de Dios: “Escribo canciones sobre mis experiencias de la vida y de Dios. Las toco durante los retiros o en momentos en que estoy con gente que no es cristiana o que no va habitualmente a la Iglesia. Muchas personas, después de escuchar, se abren y empiezan a hablar contigo, se rompe el hielo y comienza la conversación. Es todo un método de preevangelizacion”.
Le hemos preguntado que por qué conecta tan bien la música con los jóvenes, y nos responde que “la música es algo emocionante, dinámico, energizante, estimulante y hermoso”. Y analiza algo que no puede descartarse a la hora de tratar con ellos: “Los jóvenes desconocen todavía quiénes son y tienen que decidir en qué tipo de personas se convertirán. Para ellos el futuro es todavía muy abierto y las opciones son muchas. Ellos están buscando la belleza, la autenticidad, ideales por los que vale la pena vivir y luchar… en una palabra, están buscando una verdadera vida. Ahí es donde la música se adapta a sus vidas para ofrecerles inspiración, nuevos ideales, los valores y la belleza”.
Es habitual verle al hermano tocando en la calle, colgando sus vídeos en las redes sociales, y le preguntamos por estos escenarios tan particulares. “No me gusta cantar especialmente en las calles porque es difícil y hay que ganarse un público. Ganar audiencia es duro. Cuando estoy en la calle más que tocar música a lo que me dedico es captar la atención de los viandantes para compartir una palabra con ellos acerca de Cristo después de la canción”.
Y sobre las redes sociales nos explica que “los medios de comunicación son oportunidades para la evangelización. Es necesario llevar comentarios positivos, fotos y música inspiradora. Tenemos que sembrar un montón de pequeñas semillas de esperanza en todos los medios sociales. Dejemos que el Espíritu Santo haga crecer estas semillas, pero debemos hacer nuestra parte por estar presentes y compartir libremente todas las cosas buenas que Dios está haciendo en nuestras vidas”.
Ve un video del Hermano John:
 Por: Fernando de Navascués | Fuente: Somos RC

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La belleza de la familia https://es.zenit.org/2017/02/02/la-belleza-de-la-familia/ Thu, 02 Feb 2017 08:54:33 +0000 https://es.zenit.org/?p=81691 Nunca, a lo largo de los siglos, ha habido ninguna otra institución natural tan atacada como lo está siendo ahora la familia.

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Por una obligación personal contraída, hace unos meses tuve que hablar en público de la exhortación apostólica Amoris laetitia. No voy a trasladar aquí el contenido de este documento de la Iglesia porque ese no es el propósito de este artículo, pero su estudio sí que provocó en mí algunas reflexiones que quiero compartir en voz alta.
La primera está en señalar la enorme preocupación de la Iglesia por la familia. Nunca, a lo largo de los siglos, ha habido ninguna otra institución natural tan atacada como lo está siendo ahora la familia, ninguna tan zarandeada y tan herida. Creo que se puede decir, sin miedo a exagerar, que actualmente no tenemos otro problema de mayor hondura. Y no será que andamos escasos de problemas serios: los derivados de la política y de la economía, las dificultades sociales de todo tipo (el suicidio demográfico, la juventud y su futuro, la inseguridad, la soledad, el paro laboral…). Muchos y muy graves, pero ninguno tan preocupante en estos momentos como el cúmulo de dificultades con las que se encuentra la vida familiar. Estamos ante un problema con varias caras, que nos afecta a todos en diversa medida, un problema que a muchos les está suponiendo sufrimientos muy dolorosos, de los cuales una parte se exterioriza abiertamente mientras que otra buena parte queda ahogada en el más callado de los silencios.
Pienso ahora especialmente en los muchachos jóvenes, chicos y chicas, llamados al matrimonio y a la fundación de familias nuevas. ¡Qué complicado lo tienen, qué difícil! Tanto que muchos optan por no casarse porque no se ven a sí mismos como artífices de sus propias familias. Y no porque la convivencia no les resulte deseosa, que es tan apetecible como siempre, pero establecerla a través del matrimonio, no. Y menos aún si hay que pensar en fundar una familia. ¿Este modo de proceder es egoísmo?, ¿este rechazo al compromiso es culpable? Si lo fuera, ¿los culpables son ellos? Solo Dios sabe. A mí lo que sí me produce es una pena grande porque veo que no sueñan con ser esposos y esposas, padres y madres. Me da pena por ellos porque los sueños son un trampolín imprescindible para llevar la vida adelante con ánimo, y me da pena por la asfixia social que supone la falta de familias nuevas. Me da pena porque escaseando los niños y los jóvenes, escasea mucha vida. Algo falla cuando resulta más atrayente un currículo cargado de títulos que un hogar cargado de hijos. Algo muy serio debe estar fallando cuando hemos subordinado el proyecto de familia al proyecto de trabajo, en lugar de hacerlo al revés. Mucho estamos fallando cuando hemos asumido como normal la falta de fecundidad, poniendo el tope al número de hijos en dos, en uno o en ninguno. Algo falla cuando a los jóvenes, a sus padres y a sus maestros les parecen más importantes los proyectos de los hombres que los proyectos de Dios, sin caer en la cuenta, unos y otros, de que cada familia es un proyecto de Dios para sus miembros.
Si del celo que ponemos en su formación académica y profesional, pusiéramos una décima parte en su formación como futuros padres y madres, a algunos nos parecería un éxito. Al decir esto no estoy arremetiendo contra la formación, entre otros motivos porque he dedicado la totalidad de mi vida laboral a formar académicamente a centenares de muchachos, haciendo cuanto he podido para ayudarles a que llegaran tan alto como les fuera posible. Pero los hechos son tozudos, y es claro que en nuestra sociedad actual necesitamos muchos más esposos y esposas que técnicos y graduados, de la misma manera que nos hacen más falta niños que mascotas. Con un añadido, y es que los graduados, una vez graduados ya no se desgradúan. Nadie en sus cabales rompe un título universitario y tira los trozos a la papelera, aunque el título no lo pueda ejercer, mientras que son muchos los que hacen trizas su matrimonio. Redondeando las estadísticas de los últimos años, en España el número de divorcios por año dobla el de matrimonios contraídos.
Nadie dilata voluntariamente durante años y años la consecución de un título o de unas oposiciones y en cambio nuestros jóvenes, en general no se casan; bien porque rehúsan el matrimonio, bien porque los que se casan, cuando lo hacen, ya no son jóvenes. ¿Son culpables de todo esto? Pienso que algo de culpa sí les tocará, pero yo me resisto a cargar sobre ellos la responsabilidad de que no sueñen o que tengan sueños de bajos vuelos porque la responsabilidad de los sueños no recae por entero en quien tiene que soñar. Los grandes responsables de los sueños de los niños y de los jóvenes somos los adultos. Padres, sacerdotes, maestros, catequistas, y en general formadores de opinión, somos a quienes nos corresponde animar, promover, alentar, ilusionar, abrir caminos.

Y esto no lo estamos haciendo, al menos no lo estamos haciendo en la medida que socialmente necesitamos. No me refiero a la sociedad en general, porque la sociedad en general no es conductora sino conducida. No lo están haciendo los gobernantes, a los cuales les corresponde una carga mayor de culpa, porque han recibido el encargo de trabajar por el bien común y el bien común pasa, necesariamente, por la promoción y el bienestar de la familia. Pero aún es más grave y mucho más doloroso que no lo estemos haciendo muchos cristianos, los que sí creemos en la familia y decimos defenderla. No la estamos defendiendo ni promocionando porque en buena parte hemos asumido los mismos planteamientos de quienes con sus ideas o su conducta están contribuyendo a su deterioro. Fuera de una minoría ejemplar y coherente, la gran mayoría de los bautizados, con culpa o sin culpa (eso Dios lo sabe) participamos de un estilo de vida y unas costumbres que son abiertamente contrarias a la doctrina de la Iglesia sobre la familia. He aquí algunos ejemplos:
– Aceptación de la convivencia entre personas del mismo sexo igualándolo con el matrimonio.
– No es difícil comprobar que la mayor parte de las parejas de novios que piden el matrimonio católico llevan años de cohabitación prematrimonial.
– La media en el número de hijos de los matrimonios cristianos no difiere sustancialmente de la media en otras formas de convivencia entre hombre y mujer.
– No hay grandes diferencias en los datos sobre rupturas de matrimonios contraídos por la Iglesia y el resto.
– Rechazo de la maternidad y de la ancianidad. Tanto el cuidado de los hijos como el de los ancianos se imponen sobre todo como cargas difíciles de asumir y de las que hay que desprenderse cuanto antes.
Estos males son solo una muestra de un repertorio mucho más extenso con los que las familias se enfrentan, pero yo no quiero dedicarles una sola línea más. Lo que corresponde ahora es ver qué podemos hacer nosotros, los hombres y mujeres de a pie, los que no tenemos grandes responsabilidades en este campo. Pienso en tres cosas:
1) Lo primero y más importante es rezar. Rezar mucho no tanto por la familia en general -que también- cuanto por las familias concretas que conocemos, por los matrimonios en riesgo de ruptura y por los hogares en dificultades.
2) En segundo lugar, viene bien llamar a las cosas por su nombre. Una separación o un divorcio no son opciones de vida sino fracasos. En muchos casos no serán fracasos culpables, pero son fracasos. Al decir esto no se me olvidan las víctimas de estos fracasos y su sufrimiento, víctimas inocentes, especialmente los hijos, pero también la persona que se ha visto burlada y engañada por quien le había prometido compañía, amor y fidelidad. Precisamente el hecho de que haya víctimas que sufren es lo que demuestra que el divorcio o la ruptura no son opciones a las que aspirar sino desgarros dolorosos. Llamar a las cosas por su nombre exige no frivolizar con algo tan serio como el matrimonio. Y es que desde hace ya décadas hemos frivolizado mucho con el divorcio, y lo seguimos haciendo. En muchos casos parece como si el hecho de divorciarse no fuera sino un signo de puesta al día, de estar a la última. Estoy convencido de que si por causas que ahora no se me alcanzan, de repente se pusiera de moda el matrimonio indisoluble y fiel, el número de divorcios descendería de forma significativa sin más motivo que estar en la corriente dominante.
3) En tercer lugar debemos actuar. Me refiero a los matrimonios que nos mantenemos unidos pese a los baches que podamos coger y las dificultades que haya que superar. Quienes no podemos influir directamente en las leyes ni disponemos de medios para generar corrientes de opinión puede parecer que no podemos hacer nada. Pero eso no es cierto. Tenemos una gran responsabilidad, especialmente los matrimonios cristianos, en mostrar la belleza del matrimonio y de la familia. No se trata de llevar adelante tareas especiales ni grandes trabajos, sino en no apagar la luz que nos ha sido dada. Luego, si hay matrimonios concretos a los que se piden otras responsabilidades, que respondan, pero en principio, todo matrimonio normal está llamado a ser luz para los que les rodean. A mí me parece que esto suele pasar desapercibido y por eso creo que viene bien recordarlo. Me vienen a la memoria unos versos de Antonio Machado:
El ojo que tú ves no es
ojo porque tú lo veas,
es ojo porque te ve.
Para hablar con rigor, habría que hacer alguna objeción importante a los versos de nuestro poeta, pero para el propósito que aquí se sigue, podemos parafrasearle y decir que la luz que un buen matrimonio desprende no es luz porque lo vean quienes la irradian, sino porque lo ven los demás. Ojalá haya muchos y ojalá sepamos ayudar a verlo, sobre todo a los jóvenes.
Por: Estanislao Martín Rincón | Fuente: Catholic.net

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¡Distingue y triunfarás! https://es.zenit.org/2017/01/28/distingue-y-triunfaras/ Sat, 28 Jan 2017 09:46:53 +0000 https://es.zenit.org/?p=81515 Cada persona es única e irrepetible ¿Defectos, limitaciones?... ¡Diferencias!

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Si nos tomáramos en serio la tan repetida afirmación de que cada persona es única e irrepetible, habríamos de concluir, en primer término, que todos somos diferentes a… todos los demás.

Y diferentes en todo, también en nuestros defectos, en nuestras limitaciones… ¡y en nuestras diferencias!

Pero una cosa es saberlo y otra vivirlo.

Y otra, mucho más difícil, vivirlo con nuestros familiares (hijos, hermanos, padres) y amigos. Y mucho más difícil aún vivirlo con nuestro novio o cónyuge… que es con quien más lo tenemos que vivir.

Y es que los defectos nos molestan, las limitaciones nos molestan… y también nos molestan las diferencias.

Y, como nos molestan, tendemos a meterlos en el mismo saco: el de los defectos, que es necesario corregir… ¡obviamente, por su bien!

Si distinguiéramos…

Si aprendemos a distinguir entre estas tres realidades nos ahorraremos muchos disgustos y bastantes problemas.

a) Las diferencias, sin más, no son defectos, por más que nos cueste convivir con ellas.

Cada quien es como es, único e irrepetible. E incomparable e insustituible, no lo olvidemos.

Y solo siéndolo a fondo podrá llegar a ser quien está llamado a ser: su mejor versión, como suele decirse.

Pero, en cualquier caso, la suya… ¡solo la suya!: diferente a cualquier otra mejor versión, incluyendo la que nosotros desearíamos, la que nos gustaría, la que nos evitaría problemas o incomodidades…

b) Que todos somos limitados, así, en abstracto, la admitimos sin dificultad. Y también que hay que contar con las limitaciones.

Mucho más nos cuestan las de quienes conviven con nosotros. Y muchísimo más si nosotros no las tenemos… y no quiero contarte si se trata de algo que se nos da bien o incluso muy bien.

Simplemente, «no podemos comprender como algo tan sencillo…»

Sencillo para nosotros. Los demás son… diferentes.

¡Y nadie está obligado a ser perfecto!

c) Los defectos van por otro lado.

Ante todo, dejemos claro lo que es realmente un defecto.

No es —ya lo hemos visto— «lo que nos molesta», aunque normalmente nos moleste… como también las limitaciones y las diferencias.

Ni es una simple limitación ni, menos, una diferencia.

En sentido propio, un defecto es algo que hace daño a quien lo tiene porque perjudica también a quienes lo rodean, y viceversa. Lo que le impide desarrollarse como persona, porque lo hace también más difícil para quienes conviven con él.

Eso y solo eso.

Nada tiene que ver con que nos moleste… aunque nos moleste.

Si fuéramos coherentes…

Aunque cueste, ¡y vaya si cuesta!, las conclusiones son claras.

a) Las diferencias hay que amarlas y promoverlas, por más que nos puedan fastidiar.

b) Las limitaciones hay que tenerlas en cuenta, para no pedir a alguien lo que no puede dar y, sobre todo, para ignorarlas y centrar nuestra atención en sus cualidades y fortalezas, que es lo que debemos promover.

c) A la persona hay que quererla con sus defectos y disponernos amablemente, y con suma paciencia, a ayudarle a superarlos… ¡sobre todo a través de nuestro amor! Y saber y considerar, aunque sea obvio, que a cada quien nos cuesta superar los propios defectos… no los de los demás.

Si fuéramos más coherentes…

O, expresado adrede con tono más provocativo y más cercano:

a) Las diferencias de mi cónyuge o de cada uno de mis hijos no solo debo respetarlas, sino, en el sentido más fuerte de la expresión —si efectivamente los quiero, si quiero su bien— venerarlas y promoverlas con todas las fuerzas y los medios a mi alcance… me molesten o me agraden. De lo contrario, les estoy negando la capacidad de crecer como personas, como esa persona única que cada uno es: y, como consecuencia, la de ser felices.

b) Las limitaciones son algo con lo que tengo que contar y que debo aprender a respetar. Es absurdo, y fuente de frustraciones sin cuento, que le pida a alguien lo que no puede darme, por más que a mí me resulte facilísimo y no consiga entender cómo él o ella son incapaces de realizarlo.

c) ¿Y los defectos? A sabiendas de que voy a provocar escándalo, me lanzo a sentenciar: los defectos han de llegar a producirme ternura.

No solo los de los hijos, sino también los del cónyuge.

También los del cónyuge.

¡También los del cónyuge!

Con una única condición… que veremos otro día.

 

Tomás Melendo
www.edufamilia.com
tmelendo@uma.es

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Cuando descubrí "ese" Libro https://es.zenit.org/2017/01/27/cuando-descubri-ese-libro/ Fri, 27 Jan 2017 07:35:24 +0000 https://es.zenit.org/?p=81487 Cuando tenía catorce años, me encontré con la Biblia. Sabía que era el libro de Dios, pero nada más

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La palabra de Dios es viva y eficaz, más penetrante que espada de doble filo, y penetra hasta donde se dividen el alma y el espíritu, los huesos y los tuétanos, haciendo un discernimiento de los deseos y los pensamientos más íntimos.  (Hebreos 4, 12)

 La casa de mis padres en los años setenta, cuando yo era niña, tenía pisos de granito, paredes blancas, ventanales, un jardín adelante y otro atrás, techos altos y muebles discretos. Las habitaciones eran espaciosas, así que mi hermana y yo teníamos suficiente lugar para jugar, tanto dentro como fuera de la casa.

Recuerdo que, en los pasillos, las recámaras y las salas de estar había libreros, así que mientras corría o caminaba me encontraba a menudo con hileras de libros frente a mí. Veía algunos títulos repetidamente, hasta que un día comencé a agarrar los libros para hojearlos. Luego, un día de mi cumpleaños, mi padre –quien es amante de la literatura, la música y la ópera– me regaló un libro de Og Mandino. Lo leí un domingo, sentada en un sofá, bajo el sol del amanecer. Me enamoré de la historia que había leído.

Proseguí leyendo, un libro tras otro de todos los que había en la casa, incluyendo enciclopedias ¡y hasta diccionarios! Quedé infatuada por ese nuevo mundo. Descubrí un universo magnífico, y cada día abría páginas frescas, ansiosa por encontrar una nueva historia. La naturaleza humana estaba en cada relato de ficción, o de la historia real. Autores como Carlos Fuentes, García Márquez, Elena Garro, Goethe, Unamuno, Voltaire, Dostoyevski, y más tarde Shakespeare, Balzac, Baudelaire, Octavio Paz, García Lorca, etcétera, iluminaron mi mundo.

Pronto me encontré con la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, los sonetos de Sor Juana Inés de la Cruz, la poesía de Concha Urquiza y Santa Teresa de Ávila, las églogas de Garcilaso de la Vega, las bucólicas de Miguel Hernández, y mucho más. Al llegar a la Universidad fui aprendiendo latín, conociendo la filosofía de Aristóteles, Platón, Heráclito, en fin, un mundo entero de pensamiento, creatividad y narrativa.

Sin embargo, tempranamente, cuando tenía catorce años, me encontré con la Biblia. Sabía que era el libro de Dios, pero nada más. Me imaginé que dentro había sólo historias de gente buena, religiosa, algunos consejos para ser mejores personas y quizá también exhortaciones para portarse bien y no cometer pecados. Pero estaba tan equivocada. Cuando conocí a Jesús y empecé a asistir a la iglesia, dediqué muchos meses a leer la Biblia completa. Mi sorpresa fue enorme. Este libro incluía muchos libros, de diferentes autores, pero todos con un solo objetivo y bajo un mismo Espíritu.

Luego descubrí que la Biblia incluía libros históricos, proféticos, poéticos, filosóficos, doctrinales, y cuatro Evangelios, la cumbre de todo poder bajo la tierra. Cada uno de los libros de la Biblia fueron una gran revelación para mí. Ningún otro libro que leí antes –ni que leí después– son como la Biblia. Esta es definitivamente la Palabra de Dios. Es el mensaje de Dios a los hombres, es la descripción y narración de los hechos, el carácter, la perspectiva, la sabiduría, las maravillas y los planes de Dios para la humanidad.

Desde el Génesis, la Biblia presenta historias tremendas y terribles, intrigas, asesinatos, traiciones, pasiones, en fin, incontables situaciones humanas, políticas, religiosas en las que Dios interviene. La Escritura es “el libro de los libros”, su autor es el autor más sorprendente de todos los tiempos: Dios, revelado a través de su Espíritu Santo, sus siervos, sus profetas, sus apóstoles. Es un libro que contiene libros, los cuales fueron escritos con cientos de años de diferencia entre sí, pero que guardan unidad, sincronía, congruencia, sentido, concordancia y propósito perfectos.

No existe sobre la tierra un libro como la Biblia. No hay ningún otro libro (y si lo hay, por favor, avísenme) que contenga la visión divina, sabia y poderosa como la Biblia. No hay libro más apasionado, revelador, inspirador y perfecto como la Biblia. Todas las respuestas para nuestra vida están contenidas ahí. Toda duda filosófica, toda inquietud o tormento existencial quedan resueltas en sus páginas. La Biblia es palabra viva que proviene de un Dios vivo; no es creación humana, intelectual, limitada, sino sabiduría celestial. La Biblia puede cambiar vidas.

La Biblia es un libro sobrenatural que no necesita librero, pues debe estar siempre abierto, a la mano, listo para ir con nosotros a donde vayamos, de día y de noche.

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Gracias por todo https://es.zenit.org/2017/01/26/gracias-por-todo/ Thu, 26 Jan 2017 07:00:25 +0000 https://es.zenit.org/?p=81425 La importancia de ser agradecido

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La palabra gracias proviene del latín gratia, la cual deriva de gratus (agradable, agradecido). Gratia significa la honra o alabanza que se tributa a otro, para luego significar el reconocimiento de un favor.

Todos sabemos que el agradecimiento es algo indispensable en la vida, pues cada uno de nosotros hemos recibido algo de alguien. En general, todos hemos recibido muchísimos favores desde que nacimos. Las bendiciones de nuestra vida son difíciles de contar.

El hecho de ser agradecidos tiene mucho que ver con nuestra humildad o falta de ésta. Un corazón humilde recibe y luego agradece. Un corazón soberbio, por más que reciba, nunca agradecerá. Nuestra soberbia comúnmente nos hace pensar que merecemos más de lo que tenemos, y que lo que tenemos no es suficiente, o no es precisamente lo que queremos.

Pero si reflexionamos en ello, podemos hacer el siguiente planteamiento: si no valoramos lo que tenemos, ¿qué nos hace pensar que merecemos más? O ¿qué nos hace creer que si pedimos y recibimos más seremos felices, si no somos agradecidos con lo que ya tenemos?

Una persona que agradece, comúnmente recibe más y se siente feliz con lo que tiene, es decir, se siente satisfecha y en paz. Una persona que no agradece, es común que carezca de muchas cosas, así como que se sienta frustrada y ansiosa, es decir, infeliz. En otras palabras, el ser agradecidos nos lleva a la alegría, mientras que el ser malagradecidos nos conduce a la amargura.

La falta de agradecimiento está ligada a un estado de insaciedad, a la exigencia, al afán, al enojo, a un falso sentimiento de “injusticia” en el que creemos que somos mucho mejores de lo que en verdad somos.

Es aceptable querer tener más y luchar por tenerlo, pero lo que no es aceptable es no reconocer ni valorar lo que ya tenemos. Todo proviene de la fuente de abundancia que es Dios, sus favores son nuevos cada mañana, siempre hay mucho que agradecer. Sin embargo, a veces nos levantamos y nos enrolamos en la rutina de manera tan apurada y repentina que no tenemos el tiempo ni el cuidado de ver todo lo que nos rodea, toda la provisión que ya ha sido puesta delante de nosotros, mucho antes de abrir los ojos.

Si nos proponemos el ejercicio de agradecer por la mañana todo lo que nos venga a la mente, mientras nos vestimos o manejamos, encontraremos una visión nueva, una perspectiva más objetiva entre lo que tenemos y lo que nos hace falta. Esto traerá paz a nuestra alma y agradecimiento sincero a nuestro corazón. Cuando le damos las gracias al Creador, Él multiplica las bendiciones, nos otorga nuevos talentos, pues nos considera seres responsables, sencillos y capaces de multiplicar dichos talentos.

A una persona que siempre pide, pero nunca agradece, ¿para qué habría de darle más? Alguien que valora lo que tiene, así sea mucho o poco, le da el mejor uso y procura aprovecharlo al máximo, sin quejarse. La felicidad no proviene de los objetos sino de una actitud correcta del corazón.

Dios espera nuestra gratitud ante todo lo que nos da, y también quiere corazones agradecidos. Si nos dio mucho, mucho nos demandará cuando estemos en su presencia.

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¿Que es el Sacramento de la Confirmación? https://es.zenit.org/2017/01/25/que-es-el-sacramento-de-la-confirmacion/ Wed, 25 Jan 2017 08:16:04 +0000 https://es.zenit.org/?p=81382 Qué es la confirmación, cómo y cuando se instituyó y la materia y la forma de la misma

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El sacramento de la Confirmación es uno de los tres sacramentos de iniciación cristiana. La misma palabra, Confirmación que significa afirmar o consolidar, nos dice mucho.

En este sacramento se fortalece y se completa la obra del Bautismo. Por este sacramento, el bautizado se fortalece con el don del Espíritu Santo. Se logra un arraigo más profundo a la filiación divina, se une más íntimamente con la Iglesia, fortaleciéndose para ser testigo de Jesucristo, de palabra y obra. Por él es capaz de defender su fe y de transmitirla. A partir de la Confirmación nos convertimos en cristianos maduros y podremos llevar una vida cristiana más perfecta, más activa. Es el sacramento de la madurez cristiana y que nos hace capaces de ser testigos de Cristo.

El día de Pentecostés – cuando se funda la Iglesia – los apóstoles y discípulos se encontraban reunidos junto a la Virgen. Estaban temerosos, no entendían lo que había pasado – creyendo que todo había sido en balde – se encontraban tristes. De repente, descendió el Espíritu Santo sobre ellos –quedaron transformados – y a partir de ese momento entendieron todo lo que había sucedido, dejaron de tener miedo, se lanzaron a predicar y a bautizar. La Confirmación es “nuestro Pentecostés personal”. El Espíritu Santo está actuando continuamente sobre la Iglesia de modos muy diversos. La Confirmación – al descender el Espíritu Santo sobre nosotros – es una de las formas en que Él se hace presente al pueblo de Dios.

Institución

El Concilio de Trento declaró que la Confirmación era un sacramento instituido por Cristo, ya que los protestantes lo rechazaron porque – según ellos – no aparecía el momento preciso de su institución. Sabemos que fue instituido por Cristo, porque sólo Dios puede unir la gracia a un signo externo.

Además encontramos en el Antiguo Testamento, numerosas referencias por parte de los profetas, de la acción del Espíritu en la época mesiánica y el propio anuncio de Cristo de una venida del Espíritu Santo para completar su obra. Estos anuncios nos indican un sacramento distinto al Bautismo. El Nuevo Testamento nos narra como los apóstoles, en cumplimiento de la voluntad de Cristo, iban imponiendo las manos, comunicando el Don del Espíritu Santo, destinado a complementar la gracia del Bautismo. “Al enterarse los apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaria había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos bajaron y oraron por ellos para que recibieran al Espíritu Santo; pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían al Espíritu Santo”. (Hech. 8, 15-17;19, 5-6).

El Signo: La Materia y la Forma

Dijimos que la materia del Bautismo, el agua, tiene el significado de limpieza, en este sacramento la materia significa fuerza y plenitud. El signo de la Confirmación es la “unción”. Desde la antigüedad se utilizaba el aceite para muchas cosa: para curar heridas, a los gladiadores de les ungía con el fin de fortalecerlos, también era símbolo de abundancia, de plenitud. Además la unción va unido al nombre de “cristiano”, que significa ungido.

La materia de este sacramento es el “santo crisma”, aceite de oliva mezclado con bálsamo, que es consagrado por el Obispo el día del Jueves Santo. La unción debe ser en la frente.

La forma de este sacramento, palabras que acompañan a la unción y a la imposición individual de las manos “Recibe por esta señal de la cruz el don del Espíritu Santo” (Catec. no. 1300) . La cruz es el arma conque cuenta un cristiano para defender su fe.

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Un ángel en la tierra https://es.zenit.org/2017/01/24/un-angel-en-la-tierra/ Tue, 24 Jan 2017 09:00:14 +0000 https://es.zenit.org/?p=81320 Testimonio de amor de una familia ante el dolor y el sufrimiento

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Cuida a su marido amnésico, a su hijo con parálisis y a su padre enfermo, a pesar de todo, Mª Ángeles sonríe y evangeliza.

Es una de esas historias que te cuentan y te dejan una sensación extraña, a mitad de camino entre la admiración y la pregunta de cómo habría reaccionado yo en su lugar. La historia de Mª Ángeles no deja indiferente a nadie. Ella tiene un hijo con parálisis cerebral y a su padre, ya mayor, enfermo y en su casa. Pero el Señor tenía para ella una nueva misión: este verano se quedó sin trabajo, y a la vuelta de vacaciones, en el tren, a su marido le dio un infarto. Estuvo bastante tiempo sin respirar, e incluso los médicos le sugerían que lo mejor era no seguir insistiendo en la reanimación: “Señora, en caso de despertar, ¿sabe cómo va a quedar su marido?” Al final, volvió a la vida, pero sufre amnesia y no recuerda nada, absolutamente nada de lo que vivió antes del infarto. Ahora Ángeles es la evangelizadora de su marido, su apóstol, y cada día le presenta a Jesús. Un Jesús que ya le había conquistado hace décadas en un Cursillo de Cristiandad -realidad eclesial de la que son coordinadores y responsables-, y el que tantas veces había predicado cuando en Semana Santa acudía con ella y sus hijos a Familia Misionera.

El 24 de agosto sus amigos recibieron este mensaje: “Agustín padre ha sufrido un infarto muy severo. Por favor, rezad por que la voluntad de Dios se cumpla, y si es posible podamos seguir disfrutando de él”.

El testimonio de Mª Ángeles es el de la mulier fortis del que habla la Biblia, y se hace eco de él Alfa y Omega, el semanario de la diócesis de Madrid. Ella no renuncia a la esperanza y todo lo lee en esta clave: “Ahora puedo disfrutar de ir a los médicos con tiempo”. Es una forma de actualizar a san Pablo cuando éste dice a los romanos: “A los que aman a Dios, todo les sirve para el bien” (Rm 8, 28).

Cuenta Rocío Solís, la periodista de Alfa y Omega, que Mª Ángeles habla pausada, sonríe –y no para de hacerlo–, mientras las lágrimas ruedan sin violentar. “Intuyes que son compañeras de camino y las responsables de que sus ojos grandes y profundos lean con tanta claridad la existencia”.

Mientras el matrimonio viajaba en tren, Agustín tuvo el infarto. Durante 40 largos minutos intentaron reanimarle. Primeramente por teléfono un médico de la familia hizo lo que pudo, les ayudó también un estudiante de Medicina y cuando, por fin, en algún punto del viaje, llegó el equipo sanitario, tras intentar reanimarle dos veces, le preguntaron a Mª Ángeles: “Señora, en caso de despertar, ¿sabe cómo va a quedar su marido?”. En ese momento esa mujer fuerte y enamorada tuvo claras palabras: “Por favor, tengo a un hijo con parálisis cerebral, sé lo que es, no me asusta. Inténtelo. Somos una familia, le necesitamos. Inténtelo”.

En situaciones así sale lo mejor de uno mismo, y la esposa recuerda ante la periodista la oración que elevó: “Está medio muerto, pero Señor, que sea lo que tú quieras”. Y concluye su respuesta: “Bueno, el Señor es fiel…”.

Con todo, le avisaron que su marido fallecería camino al hospital. En ese momento para una madre católica y esposa de un hombre católico, su atención estaba en preparar a su hija María. Así que tuvo fuerzas para decirle: “María, venimos de unos días de vacaciones muy especiales en los que papá y yo hemos podido hablar mucho de vosotros. Me decía lo orgulloso que está de vosotros. Siempre hemos pensado que lo mejor de nuestra vida sois vosotros. ¡Qué suerte! Papá se irá directo al cielo”.

De los primeros días, Mª Ángeles recuerda cómo rezaba con Agustín. Le ponía la cruz en la mano y le decía: “Cristo cuenta contigo, pero nosotros también. Agus, si puedes, aguanta”. Es verdad que mucha gente rezó por Agustín y por Mª Ángeles, y por toda la familia, ¡claro! Es una familia muy querida y conocida, tienen amigos y, sobre todo, toda una comunidad de Cursillos detrás orando por ellos.

Mª Ángeles recuerda una Eucaristía que pudo celebrarse en la unidad de cuidados intensivos. Aunque Agustín estaba en coma, pudo comulgar: el sacerdote puso en sus labios una gotita de la sangre de Cristo: “Fue impresionante contemplar toda la vida de un Dios en mi marido en coma”, recuerda su esposa.

Pasó algún tiempo y Agustín despertó. Sin embargo tiene amnesia y no es capaz de acordarse de quién es ni nada de su propia vida. Una vida en la que ha destacado por ser un abogado brillante, por tener una cultura extraordinaria, muchas habilidades sociales y, aún más importante, ser un hombre de profunda fe católica. Mª Ángeles da prioridad a lo importante: “Ni recuerda su experiencia de Dios… Qué poco somos… Y aún así, ¡toda una vida! Me tiemblan las piernas pensando: ‘Señor, ¿cómo hago para que vuelva a saber de ti?”.

“¿A qué te agarras cuando te mira y no te ve a ti?”, le pregunta la periodista. “Es duro que no me reconozca. Es un sufrimiento que le pregunte a mi hija quién es. Pero Cristo está. Le pido consuelo y responde. Es una oportunidad para volver a construir lo que no estaba sólido. Uno mi cruz a la de Cristo para la salvación del mundo. Afuera hay verdaderas cruces. No la mía. A Dios le pides ayuda y te devuelve tarea. Pero gozosa. Nuestro precio, nuestro salario es ese”.

Por: Fernando de Navascués | Fuente: Catholic.net

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