Espiritualidad Archives - ZENIT - Espanol https://es.zenit.org/category/church-and-world/spirituality/ El mundo visto desde Roma Sun, 31 Mar 2024 20:34:12 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.7.1 https://es.zenit.org/wp-content/uploads/sites/3/2020/07/723dbd59-cropped-f2e1e53e-favicon_1.png Espiritualidad Archives - ZENIT - Espanol https://es.zenit.org/category/church-and-world/spirituality/ 32 32 Las piedras de nuestra vida: la esperanzadora homilía del Papa en la vigilia pascual https://es.zenit.org/2024/03/31/las-piedras-de-nuestra-vida-la-esperanzadora-homilia-del-papa-en-la-vigilia-pascual/ Sun, 31 Mar 2024 19:48:31 +0000 https://es.zenit.org/?p=237189 Homilía de la misa solemne de la Vigilia Pascual

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 31.03.2024).- A las 19:30 de la tarde del Sábado Santo, el Papa Francisco participó en la solemne Vigilia Pascual en la Basílica Vaticana.

La ceremonia dio inicio en el atrio de la Basílica con la bendición del fuego nuevo y la preparación del Cirio Pascual. A la procesión hacia el altar, con el cirio pascual encendido y el canto del Exultet, siguió la Liturgia de la Palabra y la Liturgia Bautismal, durante la cual el Papa administró los Sacramentos de la iniciación cristiana a 8 neófitos.

Ofrecemos a continuación la homilía del Papa traducida al castellano:

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Die Feier der Osternacht

Las mujeres van al sepulcro a la luz del amanecer, pero dentro de sí llevan aún la oscuridad de la noche. Aunque van de camino, siguen paralizadas, su corazón se ha quedado a los pies de la cruz. Su vista está nublada por las lágrimas del Viernes Santo, se encuentran inmovilizadas por el dolor, están encerradas en la sensación de que se ha terminado todo, y que el acontecimiento de Jesús ha sido ya sellado con una piedra. Y es precisamente la piedra la que está en el centro de sus pensamientos. Se preguntan: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?» (Mc 16,3). Cuando llegan al lugar, sin embargo, la fuerza sorprendente de la Pascua las impacta: «al mirar —dice el texto—, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande» (Mc 16,4).

Detengámonos, queridos hermanos y hermanas, a considerar estos dos momentos, que nos llevan a la alegría inaudita de la Pascua: en primer lugar, las mujeres se preguntan angustiadas quién nos correrá la piedra, en segundo lugar, al mirar, ven que ya había sido corrida.

[¿Quién nos correrá la piedra del sepulcro?]

Para empezar —primer momento— está la pregunta que abruma su corazón partido por el dolor: ¿quién nos correrá la piedra del sepulcro? Esa piedra representa el final de la historia de Jesús, sepultada en la oscuridad de la muerte. Él, la vida que vino al mundo, ha muerto; Él, que manifestó el amor misericordioso del Padre, no recibió misericordia; Él, que alivió a los pecadores del yugo de la condena, fue condenado a la cruz. El Príncipe de la paz, que liberó a una adúltera de la furia violenta de las piedras, yace en el sepulcro detrás de una gran piedra. Aquella roca, obstáculo infranqueable, era el símbolo de lo que las mujeres llevaban en el corazón, el final de su esperanza. Todo se había hecho pedazos contra esta losa, con el misterio oscuro de un trágico dolor que había impedido hacer realidad sus sueños.

Die Feier der Osternacht

Hermanos y hermanas, esto nos puede suceder también a nosotros. A veces sentimos que una lápida ha sido colocada pesadamente en la entrada de nuestro corazón, sofocando la vida, apagando la confianza, encerrándonos en el sepulcro de los miedos y de las amarguras, bloqueando el camino hacia la alegría y la esperanza. Son “escollos de muerte” y los encontramos, a lo largo del camino, en todas las experiencias y situaciones que nos roban el entusiasmo y la fuerza para seguir adelante; en los sufrimientos que nos asaltan y en la muerte de nuestros seres queridos, que dejan en nosotros vacíos imposibles de colmar; los encontramos en los fracasos y en los miedos que nos impiden realizar el bien que deseamos; los encontramos en todas las cerrazones que frenan nuestros impulsos de generosidad y no nos permiten abrirnos al amor; los encontramos en los muros del egoísmo y de la indiferencia, que repelen el compromiso por construir ciudades y sociedades más justas y dignas para el hombre; los encontramos en todos los anhelos de paz quebrantados por la crueldad del odio y la ferocidad de la guerra. Cuando experimentamos estas desilusiones, tenemos la sensación de que muchos sueños están destinados a hacerse añicos y también nosotros nos preguntamos angustiados: ¿quién nos correrá la piedra del sepulcro?

Y, sin embargo, aquellas mismas mujeres que tenían la oscuridad en el corazón nos testifican algo extraordinario: al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande. Es la Pascua de Cristo, la fuerza de Dios, la victoria de la vida sobre la muerte, el triunfo de la luz sobre las tinieblas, el renacimiento de la esperanza entre los escombros del fracaso. Es el Señor, el Dios de lo imposible que, para siempre, hizo correr la piedra y comenzó a abrir nuestros corazones, para que la esperanza no tenga fin. Hacia Él, entonces, también nosotros debemos mirar.

Die Feier der Osternacht

[La piedra ya había sido corrida]

Y ahora —el segundo momento— miremos a Jesús. Él, después de haber asumido nuestra humanidad, bajó a los abismos de la muerte y los atravesó con la potencia de su vida divina, abriendo una brecha infinita de luz para cada uno de nosotros. Resucitado por el Padre en su carne, que también es la nuestra con la fuerza del Espíritu Santo, abrió una página nueva para la humanidad. Desde aquel momento, si nos dejamos llevar de la mano por Jesús, ninguna experiencia de fracaso o de dolor, por más que nos hiera, puede tener la última palabra sobre el sentido y el destino de nuestra vida. Desde aquel momento, si nos dejamos aferrar por el Resucitado, ninguna derrota, ningún sufrimiento, ninguna muerte podrá detener nuestro camino hacia la plenitud de la vida. Desde aquel momento, “nosotros los cristianos decimos que la historia tiene un sentido, un sentido que abraza todo, un sentido que no está contaminado por el absurdo y la oscuridad, un sentido que nosotros llamamos Dios. Hacia Él confluyen todas las aguas de nuestra transformación; estas no se hunden en los abismos de la nada y del absurdo porque su sepulcro está vacío y Él, que estaba muerto, se ha mostrado como viviente” (K. Rahner, Che cos’è la risurrezione? Meditazione sul Venerdì santo e sulla Pasqua, Brescia 2005, 33-35).

Hermanos y hermanas, Jesús es nuestra Pascua, Él es Aquel que nos hace pasar de la oscuridad a la luz, que se ha unido a nosotros para siempre y nos salva de los abismos del pecado y de la muerte, atrayéndonos hacia el ímpetu luminoso del perdón y de la vida eterna. Hermanos y hermanas, mirémoslo a Él, acojamos a Jesús, Dios de la vida, en nuestras vidas, renovémosle hoy nuestro “sí” y ningún escollo podrá sofocar nuestro corazón, ninguna tumba podrá encerrar la alegría de vivir, ningún fracaso podrá llevarnos a la desesperación. Hermanos y hermanas, mirémoslo a Él y pidámosle que la potencia de su resurrección corra las rocas que oprimen nuestra alma. Mirémoslo a Él, el Resucitado, y caminemos con la certeza de que en el trasfondo oscuro de nuestras expectativas y de nuestra muerte está ya presente la vida eterna que Él vino a traer.

Papst Franziskus tauft Erwachsene in der Osternacht

Hermana, hermano, deja que tu corazón estalle de júbilo en esta noche, en esta noche santa. Cantemos la resurrección de Jesús juntos: «Cantadlo, cantadlo todos, ríos y llanuras, desiertos y montañas […] cantad al Señor de la vida que surge desde la tumba, más brillante que mil soles. Pueblos destruidos por el mal y golpeados por la injusticia, pueblos sin tierra, pueblos mártires, alejad en esta noche los cantores de la desesperación. El varón de dolores ya no está en prisión, ha abierto una brecha en el muro, se da prisa por llegar hasta nosotros. Que nazca de la oscuridad el grito inesperado: está vivo, ha resucitado. Y vosotros, hermanos y hermanas, pequeños y grandes […] vosotros en el esfuerzo de vivir, vosotros que os sentís indignos de cantar […] que una llama nueva atraviese vuestro corazón, que un frescor nuevo invada vuestra voz. Es la Pascua del Señor —hermanos y hermanas— es la fiesta de los vivientes» (J-Y. Quellec, Dieu par la face nord, Ottignies 1998, 85-86).

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La maravillosa meditación del Papa sobre la compunción que todo sacerdote debería leer (y meditar) https://es.zenit.org/2024/03/30/la-maravillosa-meditacion-del-papa-sobre-la-compuncion-que-todo-sacerdote-deberia-leer-y-meditar/ Sat, 30 Mar 2024 04:26:55 +0000 https://es.zenit.org/?p=237173 Homilía del Papa Francisco en la misa crismal del Jueves Santo en la Basílica de San Pedro

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(ZENIT Noticias / Ciudad de Vaticano, 30.03.2024).- Por la mañana del Jueves Santo, en la basílica de san Pedro, el Papa Francisco participó en la solemne misa crismal, misa que habitualmente se tiene en cada catedral del mundo entre el obispo local y su clero. El Papa Francisco, como se sabe, es el obispo de Roma. En la misa en la que también se bendicen los santos oleos (para los enfermos, para los catecúmenos y el óleo crismal), concelebraron unos 1,500 sacerdotes. Ante el Papa, todos los concelebrantes renovaron sus promesas sacerdotes. Ofrecemos a continuación la homilía del Papa en lengua española, una homilía que giró en torno al tema de la compunción: qué es, qué no es y sus características:

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«Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él» (Lc 4,20). Llama la atención este pasaje del Evangelio, pues nos lleva a visualizar la escena, a imaginar ese momento de silencio en el que todas las miradas estaban concentradas en Jesús, en una mezcla de estupor y desconfianza. Sabemos sin embargo cómo terminaría: después de que Jesús hubo desenmascarado las falsas expectativas de sus compaisanos, estos «se enfurecieron» (Lc 4,28), salieron y lo echaron fuera de la ciudad. Sus ojos habían estado fijos en Jesús, pero sus corazones no estaban dispuestos a cambiar a causa de su palabra. De ese modo, perdieron la oportunidad de sus vidas.

Pero hoy, en esta tarde de Jueves Santo, se produce un cruce de miradas alternativo. El protagonista es el primer Pastor de nuestra Iglesia, Pedro. Al principio, tampoco él dio fe a la palabra “desenmascarante” que el Señor le había dirigido: «Me habrás negado tres veces» (Mc 14,30). Por eso, “perdió de vista” a Jesús y lo negó cuando cantó el gallo. Pero después, cuando “el Señor, dándose vuelta, lo miró, este recordó las palabras que él le había dicho. Y saliendo afuera, lloró amargamente” (cf. Lc 22,61-62). Sus ojos se llenaron de lágrimas que, nacidas de un corazón herido, lo liberaron de convicciones y justificaciones falsas. Aquel llanto amargo le cambió la vida.

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Las palabras y los gestos de Jesús durante tantos años no habían logrado mover a Pedro de sus expectativas, parecidas a las de la gente de Nazaret. También él esperaba un Mesías político y poderoso, fuerte y resolutivo, y frente al escándalo de un Jesús débil, arrestado sin oponer resistencia, declaró: «No lo conozco» (Lc 22,57). Y es verdad, no lo conocía, comenzó a conocerlo cuando, en la oscuridad de la negación, dio cabida a lágrimas de vergüenza, a las lágrimas de arrepentimiento. Y lo conocerá de verdad cuando, entristecido «de que por tercera vez le preguntara si lo quería», se dejó atravesar sin reservas por la mirada de Jesús. Entonces, del «no lo conozco» pasará a decir: «Señor, tú lo sabes todo» (Jn 21,17).

Queridos hermanos sacerdotes, la curación del corazón de Pedro, la curación del Apóstol y la curación del Pastor son posibles cuando, heridos y arrepentidos, nos dejamos perdonar por Jesús; estas curaciones pasan a través de las lágrimas, del llanto amargo y del dolor que permite redescubrir el amor. Por eso, desde hace tiempo siento la necesidad de compartir con ustedes, algunos pensamientos sobre un aspecto de la vida espiritual bastante descuidado, pero esencial. Lo propongo hoy con una palabra tal vez pasada de moda, pero que creo que nos hace bien redescubrir: la compunción.

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¿Qué es la compunción? La palabra evoca el punzar. La compunción es “una punción en el corazón”, un pinchazo que lo hiere, haciendo brotar lágrimas de arrepentimiento. Nos ayuda a explicarlo otro episodio relacionado también con san Pedro. Él, traspasado por la mirada y las palabras de Jesús resucitado el día de Pentecostés, purificado y lleno del fuego del Espíritu, proclamó a los habitantes de Jerusalén: «a ese Jesús que ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías» (Hch 2,36). Los que escuchaban advirtieron a la vez el mal que habían hecho y la salvación que el Señor derramaba sobre ellos, y «al oír estas cosas —dice el texto—, todos se conmovieron profundamente» (Hch 2,37).

Esta es la compunción, no es un sentimiento de culpa que nos tumba por tierra, no es el escrúpulo que paraliza, sino que es un aguijón benéfico que quema por dentro y cura, porque el corazón, cuando ve el propio mal y se reconoce pecador, se abre, acoge la acción del Espíritu Santo, agua viva que lo sacude haciendo correr las lágrimas sobre el rostro. Quien se quita la máscara y deja que Dios mire su corazón recibe el don de estas lágrimas, que son las aguas más santas después de las del Bautismo [1]. Queridos hermanos sacerdotes, hoy les deseo esto.

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Pero es necesario comprender bien qué significan las lágrimas de compunción. No se trata de sentir lástima de uno mismo, como frecuentemente nos vemos tentados a hacer. Esto sucede, por ejemplo, cuando estamos desilusionados o preocupados por nuestras expectativas frustradas, por la falta de comprensión por parte de los demás, tal vez hermanos de comunidad o superiores. También cuando, a causa de un extraño y malsano gusto de nuestro espíritu, nos regodeamos en los agravios recibidos para autocompadecernos, pensando que no nos han dado lo que merecíamos e imaginando que el futuro no nos depara otra cosa que continuas desilusiones. Esta —nos enseña san Pablo— es la tristeza según el mundo, opuesta a la tristeza que es según Dios [2].

Tener lágrimas de compunción, en cambio, es arrepentirse seriamente de haber entristecido a Dios con el pecado; es reconocer estar siempre en deuda y no ser nunca acreedores; es admitir haber perdido el camino de la santidad, no habiendo creído en el amor de Aquel que dio su vida por mí [3]. Es mirarme dentro y dolerme por mi ingratitud y mi inconstancia; es considerar con tristeza mi doblez y mis falsedades; es bajar a los recovecos de mi hipocresía. La hipocresía clerical, queridos hermanos, es aquella hipocresía en la que nos resbalamos tanto, tanto. Tengan cuidado con la hipocresía clerical. Para después, fijar la mirada en el Crucificado y dejarme conmover por su amor que siempre perdona y levanta, que nunca defrauda las esperanzas de quien confía en Él. Así las lágrimas siguen derramándose y purifican el corazón.

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La compunción, claro está, requiere esfuerzo pero restituye la paz; no provoca angustia, sino que aligera el alma de las cargas, porque actúa en la herida del pecado, disponiéndonos a recibir precisamente allí la caricia del Señor, que trasforma el corazón cuando está «contrito y humillado» (Sal 51,19), suavizado por las lágrimas. La compunción es por tanto el antídoto contra la esclerosis del corazón, contra esa dureza del corazón que tanto denunció Jesús (cf. Mc 3,5; 10,5). El corazón sin arrepentimiento ni llanto se vuelve rígido. Primero se afianza en sus rutinas, después es intolerante con los problemas y las personas le son indiferentes, luego se torna frío y casi impasible, como envuelto en una coraza inquebrantable, y finalmente se vuelve un corazón de piedra. Pero, como una gota excava la piedra, así las lágrimas excavan lentamente los corazones endurecidos. Se asiste de esta manera al milagro de la tristeza, de la buena tristeza que lleva a la dulzura.

Comprendemos entonces por qué los maestros espirituales insisten sobre la compunción. San Benito invitaba cada día a «confesar diariamente a Dios en la oración, con lágrimas y gemidos, las culpas pasadas» [4], y afirmaba que al rezar no seríamos escuchados «por hablar mucho, sino por la pureza de corazón y compunción de lágrimas» [5]. Y si para san Juan Crisóstomo una sola lágrima es capaz de apagar un brasero de culpas [6], en la Imitación de Cristo se recomienda: «Date a la compunción del corazón», en cuanto «por la liviandad del corazón y por el descuido de nuestros defectos no sentimos los males de nuestra alma» [7]. La compunción es el remedio, porque nos muestra la verdad de nosotros mismos, de modo que la profundidad de nuestro ser pecadores revela la realidad infinitamente más grande de nuestro ser perdonados, la alegría de ser perdonados. Por eso no nos debe extrañar la afirmación de Isaac de Nínive: «El que olvida la medida de sus propios pecados, olvida la medida de la gracia de Dios hacia él» [8].

Puede ser una imagen de 3 personas, la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción y texto

Es verdad, queridos hermanos y hermanas, cada uno de nuestros renacimientos interiores brotan siempre del encuentro entre nuestra miseria y la misericordia del Señor —se encuentran nuestra miseria y su misericordia—, cada renacimiento interior pasa a través de nuestra pobreza de espíritu, que permite que el Espíritu Santo nos enriquezca. Con esta luz se comprenden las fuertes afirmaciones de tantos maestros espirituales. Detengámonos otra vez en las afirmaciones paradójicas de san Isaac: «Aquel que conoce sus pecados […] es más grande de aquel que con la oración resucita muertos. Aquel que llora una hora sobre sí mismo es más grande que quien sirve el mundo entero con la contemplación […]. Aquel al que ha sido dado conocerse a sí mismo es más grande que aquel a quien le fue dado ver a los ángeles» [9].

Hermanos, volvamos a nosotros sacerdotes y preguntémonos cuán presentes están la compunción y las lágrimas en nuestro examen de conciencia y en nuestra oración. Interroguémonos si con el pasar de los años las lágrimas aumentan. Bajo este aspecto sería bueno que ocurriese al revés de como sucede en la vida biológica, en la que cuando crecemos lloramos menos que cuando éramos niños. Sin embargo, en la vida espiritual, en la que cuenta hacerse como niños (cf. Mt 18,3),quien no llora retrocede, envejece por dentro, mientras que quien alcanza una oración más sencilla e íntima, hecha de adoración y conmoción ante Dios, madura. Se liga menos a sí mismo y más a Cristo, y se hace pobre de espíritu. De ese modo se siente más cercano a los pobres, los predilectos de Dios, que —como escribe san Francisco en su testamento— antes, “como estaba en mis pecados”, los tenía lejos, pero cuya compañía, después, de amarga se convirtió en dulce [10]. Y, de ese modo, quien se compunge de corazón se siente más hermano de todos los pecadores del mundo, se siente más hermano sin un atisbo de superioridad o de aspereza de juicio, sino siempre con el deseo de amar y reparar.

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Y esta, queridos hermanos, es otra característica de la compunción, la solidaridadUn corazón dócil, liberado por el espíritu de las Bienaventuranzas, se inclina naturalmente a hacer compunción por los demás; en vez de enfadarse o escandalizarse por el mal que cometen los hermanos, llora por sus pecados. No se escandaliza. Se realiza entonces una especie de vuelco, donde la tendencia natural a ser indulgentes consigo mismo e inflexibles con los demás se invierte y, por gracia de Dios, uno se vuelve severo consigo mismo y misericordioso con los demás. Y el Señor busca, especialmente entre los consagrados a Él, a quienes lloren los pecados de la Iglesia y del mundo, haciéndose instrumento de intercesión por todos. Cuántos testigos heroicos en la Iglesia nos indican este camino. Pensemos en los monjes del desierto, en Oriente y en Occidente; en la intercesión continua, entre gemidos y lágrimas, de san Gregorio de Narek; en la ofrenda franciscana por el Amor no amado; en sacerdotes, como el cura de Ars, que vivían en penitencia por la salvación de los demás. Queridos hermanos, esto no se trata de poesía, esto es el sacerdocio.

Queridos hermanos, a nosotros, sus Pastores, el Señor no nos pide juicios despectivos sobre los que no creen, sino amor y lágrimas por los que están alejados. Las situaciones difíciles que vemos y vivimos, la falta de fe, los sufrimientos que tocamos, al entrar en contacto con un corazón compungido, no suscitan la determinación en la polémica, sino la perseverancia en la misericordia. Cuánto necesitamos liberarnos de resistencias y recriminaciones, de egoísmos y ambiciones, de rigorismos e insatisfacciones, para encomendarnos e interceder ante Dios, encontrando en Él una paz que salva de cualquier tempestad. Adoremos, intercedamos y lloremos por los demás. Permitamos al Señor que realice maravillas. No temamos, Él nos sorprenderá.

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Nuestro ministerio lo agradecerá. Hoy, en una sociedad secularizada, corremos el riesgo de mostrarnos muy activos y al mismo tiempo de sentirnos impotentes, con el resultado de perder el entusiasmo y de caer en la tentación de “tirar los remos en la barca”, de encerrarnos en la queja y de hacer prevalecer la magnitud de los problemas sobre la inmensidad de Dios. Si esto sucede, nos volvemos amargos y sarcásticos, siempre chismorreando, siempre encontrando una ocasión para quejarse. Pero si, por el contrario, la amargura y la compunción, en vez de dirigirse hacia el mundo, se dirigen hacia el propio corazón, el Señor no dejará de visitarnos y de alzarnos de nuevo. Como nos exhorta la Imitación de Cristo: «No te ocupes en cosas ajenas ni te entremetas en las causas de los mayores. Mira siempre primero por ti, y amonéstate a ti mismo más especialmente que a todos cuantos quieres bien. Si no eres favorecido de los hombres, no te entristezcas por eso, sino aflígete de que no te portas con el cuidado y circunspección que convienen»[11]

Por último, quisiera señalar un aspecto esencial: la compunción no es el fruto de nuestro trabajo, sino que es una gracia y como tal ha de pedirse en la oración. El arrepentimiento es don de Dios, es fruto de la acción del Espíritu Santo.

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Para facilitar su crecimiento, comparto con ustedes dos pequeños consejos. El primero es el de no mirar la vida y la llamada en una perspectiva de eficacia y de inmediatez, ligada sólo al hoy y a sus urgencias y expectativas, sino en el conjunto del pasado y del futuro. Del pasado, recordando la fidelidad de Dios —Dios es fiel—, haciendo memoria de su perdón, anclándonos en su amor; y del futuro, pensando en el destino eterno al que estamos llamados, en el fin último de nuestra existencia. Ampliar los horizontes queridos hermanos, ampliar los horizontes ayuda a dilatar el corazón, estimula a entrar en uno mismo con el Señor y a experimentar la compunción. Un segundo consejo, que es consecuencia de esto: es redescubrir la necesidad de dedicarnos a una oración que no sea de compromiso y funcional, sino gratuita, serena y prolongada. Hermano,¿cómo está tu oración? Volvamos a la adoración y volvamos a la oración del corazón. ¿Te has olvidado de adorar? Repitamos: Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador. Sintamos la grandeza de Dios en nuestra bajeza de pecadores, para mirarnos dentro y dejarnos atravesar por su mirada. Redescubriremos la sabiduría de la Santa Madre Iglesia, que nos introduce siempre en la oración con la invocación del pobre que grita: Dios mío, ven en mi auxilio.

Queridos hermanos, volvamos ahora a san Pedro y a sus lágrimas. El altar puesto sobre su tumba nos debe hacer pensar cuántas veces nosotros, que allí decimos cada día: «Tomen y coman todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes», cuántas veces decepcionamos y entristecemos a Aquel que nos ama hasta el punto de hacer de nuestras manos los instrumentos de su presencia. Está bien por tanto hacer nuestras aquellas palabras con las que nos preparamos en voz baja: «Lava del todo mi delito, Señor, y limpia mi pecado» (cf. Sal 50). En todo, hermanos, nos consuela la certeza que hoy nos ha sido entregada en la Palabra: el Señor, consagrado con la unción (cf. Lc 4,18), ha venido «a vendar los corazones heridos» (Is 61,1). Por tanto, si el corazón se rompe podrá ser vendado y curado por Jesús.

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Gracias, queridos sacerdotes, gracias por sus corazones abiertos y dóciles; gracias por sus fatigas y gracias por sus lágrimas, gracias por llevar la maravilla de la misericordia. Perdonen siempre, sean misericordiosos y lleven esta misericordia, lleven a Dios a los hermanos y a las hermanas de nuestro tiempo. Queridos sacerdotes, que el Señor los consuele, los confirme y los recompense. Gracias.

Notas:

[1] «En la Iglesia, existen el agua y las lágrimas: el agua del Bautismo y las lágrimas de la Penitencia» (S. Ambrosio, Epistula extra collectionem, I, 12).

[2] «Esa tristeza produce un arrepentimiento que lleva a la salvación y no se debe lamentar; en cambio, la tristeza del mundo produce la muerte» (2 Co 7,10).

[3] Cf. S. Juan Crisóstomo, De compunctione, I, 10.

[4] Regla, IV, 57.

[5] Ibíd., XX, 3.

[6] Cf. De paenitentia, VII, 5.

[7] Cap. XXI, 2.

[8] Discursos espirituales (III Colección), XII.

[9] Discursos espirituales (I Colección), XXXIV (versión griega).

[10] Cf. Testamento, 1-3.

[11] Cap. XXI.

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Segundo estudio científico muestra beneficios para salud por rezar el Rosario https://es.zenit.org/2024/01/01/segundo-estudio-cientifico-muestra-beneficios-para-salud-por-rezar-el-rosario/ Sun, 31 Dec 2023 23:38:26 +0000 https://es.zenit.org/?p=235236 Dos médicos de New York, Patricia Gerbarg y Richard Brown, hicieron un par de estudios que fueron recogidos en un best seller del New York Times escrito por el periodista James Nestor: Breath: The New Science of a Lost Art. Concluyeron que la respiración más eficiente era cuando los pacientes inhalaban durante 5,5 segundos y exhalaban durante los mismos 5,5, realizando entre 5 y 6 respiraciones por minuto.

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(ZENIT Noticias / Roma, 01.01.2024).- Si bien es cierto que, al interior de la Iglesia, es ampliamente conocido que el rezo del rosario es una práctica con muchos beneficios espirituales, ahora también es reconocido por la ciencia como una fuente de salud física ya que ayuda a respirar correctamente, teniendo consecuencias muy positivas para el flujo sanguíneo y el sistema nervioso.

Investigadores de la Universidad de Pavía, en Italia, llegaron a esta conclusión en su estudio de 2001 publicado en el British Medical Journal, en el cual hicieron la prueba con 23 participantes sanos a quienes les colocaron sensores para medir la frecuencia cardiaca, el flujo sanguíneo y la retroalimentación del sistema nervioso mientras recitaban el rosario, en la lengua oficial de la Iglesia, el latín, recitando unos la primera mitad y los otros la respuesta.

Los sensores registraron una ralentización en las respiraciones de los participantes, lo que provocó que el flujo sanguíneo al cerebro y la variabilidad de la frecuencia cardíaca comenzara a aumentar. Esto ayudó al corazón y al sistema nervioso a funcionar con su máxima eficiencia. Los resultados además de sorprendentes fueron muy evidentes, ya que cuando los participantes volvieron a hablar y respirar normalmente esta tendencia comenzó a revertirse.

Una década después, en 2013, dos médicos de New York, Patricia Gerbarg y Richard Brown, hicieron un par de estudios que fueron recogidos en un best seller del New York Times escrito por el periodista James Nestor: Breath: The New Science of a Lost Art. Concluyeron que la respiración más eficiente era cuando los pacientes inhalaban durante 5,5 segundos y exhalaban durante los mismos 5,5, realizando entre 5 y 6 respiraciones por minuto.

Estos estudios ayudaron a pacientes sobrevivientes del 11 de septiembre quienes habían experimentado una tos crónica a causa de permanecer en los escombros. Tenían una mejora significativa con este método. Descubrieron incluso que, al practicar esta respiración por diez minutos al día, tiene efectos sorprendentes.

El mismo Nestor concluyó, a partir de diversos análisis de investigaciones pulmonares, que este “aliento perfecto” resultaba ser raíz de salud, felicidad y longevidad. Así mismo, encontró que esta técnica se hallaba ya en prácticas espirituales de todo el mundo y especialmente en el rosario.

Aunque en la actualidad este patrón de respiración se enseña en diversas maneras, por medio de aplicaciones o posturas, el rosario, además de ser una excelente práctica espiritual, contiene este beneficio para la salud incluso sin darnos cuenta, o tener que estar pensando en ello.

Para este año nuevo, un excelente propósito sería el rezo del rosario, incluso diario si es posible ya que, aunque nos limitamos a describir el beneficio físico de esta práctica, sobre todo nutre el alma y como la ciencia ahora también lo corrobora, da la salud física, permitiéndonos conseguir paz y equilibro mental en medio de un mundo que vive aceleradamente.

 

 

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Líbano y Siria: éxodo masivo amenaza el futuro del cristianismo https://es.zenit.org/2023/09/27/libano-y-siria-exodo-masivo-amenaza-el-futuro-del-cristianismo/ Tue, 26 Sep 2023 22:04:00 +0000 https://es.zenit.org/?p=233449 Entre 2016 y 2021, la población cristiana de Siria disminuyó del 6,31% al 3,84%, según el Informe 2023 de AIN sobre la libertad religiosa en el mundo.

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Amy Balog

(ZENIT Noticias / Beirut, 27.09.2023).- Los desesperados cristianos de Siria y Líbano «ya no tienen confianza en su país» y «no hay luz al final del túnel», según un Patriarca católico.

 Los cristianos de Oriente Próximo están optando por abandonar su patria a pesar de que la Iglesia les anima a permanecer en ella, ha declarado el Patriarca greco-católico melquita Youssef Absi a la organización caritativa católica Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN).

 Entre 2016 y 2021, la población cristiana de Siria disminuyó del 6,31% al 3,84%, según el Informe 2023 de AIN sobre la libertad religiosa en el mundo.

 El Patriarca Absi dijo que cada vez es más difícil dar esperanza a los cristianos en Siria y Líbano, donde vive la mayoría de sus fieles, y los jóvenes son particularmente propensos a marcharse.

 Explicó: «Siempre ha habido oleadas de emigración. Hoy en día es una mezcla de razones económicas, sociales y políticas».

 

 

Youssef Absi, Patriarca greco-católico   Foto: Ayuda a la Iglesia Necesitada

Youssef Absi, Patriarca greco-católico
Foto: Ayuda a la Iglesia Necesitada

 

 Los últimos seis años del Patriarca han sido un periodo difícil, con la guerra civil en Siria, la pandemia y las extremas dificultades económicas tanto en Siria como en Líbano. Dijo que la serie de acontecimientos negativos «nos han impedido llevar a cabo nuestros proyectos con mayor rapidez». El Patriarca añadió que los fieles «están desesperados» y «ya no tienen confianza en su país. Por eso se marchan. Hicimos mucho al principio para que se quedaran en el país, pero la situación no ha mejorado.Seguimos haciendo todo lo posible para ayudar a nuestros fieles, para proporcionarles servicios esenciales. Pero no podemos sustituir a los gobiernos. No hay luz al final del túnel, no vemos una solución a corto plazo. Sin apoyo no podemos convencerles de que se queden».

 El Patriarca afirmó que la situación en Siria podría mejorar si Occidente levantara las sanciones que están afectando negativamente a la población civil.

 Se hizo eco del llamamiento realizado por otros líderes cristianos de Oriente Medio en julio, explicando: «Creo que nuestros amigos pueden presionar de un modo u otro a sus gobiernos, y a veces incluso a los líderes religiosos, para que ayuden en este sentido o para que se levanten las sanciones». Y añadió: «Hemos observado que AIN ha duplicado, y a veces triplicado, su ayuda durante la última década. Los resultados son claramente visibles, y se lo agradecemos de todo corazón. Vemos que realmente quieren estar presentes en Siria y Líbano, de una manera especial. No es sólo la ayuda financiera o económica, es el espíritu con el que trabajan [AIN], la generosidad, el amor, la sonrisa».

 Y concluyó: «Damos gracias a Dios por habernos enviado hermanos y hermanas de tal calibre, que son cristianos comprometidos».

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Ciudad de México: falla restauración de la Catedral Metropolitana de México https://es.zenit.org/2023/09/25/ciudad-de-mexico-falla-restauracion-de-la-catedral-metropolitana-de-mexico/ Sun, 24 Sep 2023 23:20:49 +0000 https://es.zenit.org/?p=233386 Alfredo Martínez, encargado de relaciones públicas de la Catedral, informó sobre la urgencia de liberar los recursos para la tercera etapa de restauración de la Catedral.

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Rafael Manuel Tovar

(ZENIT Noticias / Ciudad de México, 25.09.2023).- La restauración de la Catedral Metropolitana concluirá este diciembre de 2023, mejorando sus condiciones con la solución de las filtraciones ocasionadas por las lluvias recientes y los temblores de 2017.

 Alejandra Frausto Guerrero, Secretaria de Cultura del Gobierno, aseguró que se atienden los daños en tres altares del recinto y los desprendimientos de material pétreo y de estuco.

 La Catedral Metropolitana de la Asunción de la Santísima Virgen María a los Cielos de la Ciudad de México se ideo en 1570. La primera piedra se colocó en 1571. Las obras concluyeron durante 1667 en el interior y en 1813 en el exterior. Recientemente tuvo goteras y filtraciones de agua en el Altar del Perdón, el Altar Mayor y el de los Reyes. Hubo desprendimientos que propiciaron algunos daños en pisos, retablos y áreas de acceso público.

 El rector de la Catedral, Ricardo Valenzuela Pérez, lamentó los trabajos de restauración de la Secretaría de Cultura realizados en 2022 y 2023, que no protegieron filtraciones y goteras. Hay “inexplicable retraso en la entrega de recursos para el inicio de la tercera etapa de la restauración” y “continuos bloqueos e intromisiones que realiza el personal de dicha dirección en el mantenimiento del recinto”. La catedral fue declarada patrimonio de la humanidad en 1987.

 La primera etapa de restauración inició en 2019, controlando los pilotes de control para dar estabilidad al edificio, asentado en zona lacustre, que se hunde paulatinamente.

 La segunda etapa finalizó en diciembre de 2022 con el retiro de la flora dañina que creció en las juntas de las piedras. También se rehabilitó el sistema eléctrico y se cuidaron daños menores en las dos torres y en las cúpulas. El gobierno federal destinó 76 millones de pesos para la restauración en las dos primeras etapas.

 Sin embargo, los cuidadores del templo colocaron baldes para evitar encharcamientos que perjudicaran a visitantes y fieles. Alfredo Martínez, encargado de relaciones públicas de la Catedral, informó sobre la urgencia de liberar los recursos para la tercera etapa de restauración de la Catedral. “Por alguna extraña razón no han bajado ni se han ejercido para iniciar los trabajos, pero confiamos en lo que nos dicen las autoridades”.

 La tercera etapa se prevé finalizar en diciembre próximo con la restauración de las tres esculturas de Manuel Tolsá y regresarlas a sus pedestales, cuidar las cubiertas del Sagrario Metropolitano, que tiene afectaciones por los sismos de 2017, y reparar las filtraciones. “Las tres esculturas están abajo, ya se hizo un escaneo láser de éstas para restaurar el paso del tiempo, pero falta mucho. Tan sólo en lo que llamamos el edificio de la excuria, donde están las oficinas, falta nivelar el edificio, consolidarlo y hacer restauración de escaleras, pinturas, pisos…”, informó.

 ¿Qué falló en esta restauración? Alfredo Martínez expresó que “no lo sabemos. Eso lo tendrán que responder las autoridades competentes, que tuvieron a su cargo la contratación de las empresas y que dieron el visto bueno a las obras”.

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Esta la oración de intercesión por el sínodo que desde Vaticano piden rezar en todo el mundo https://es.zenit.org/2023/09/16/esta-la-oracion-de-intercesion-por-el-sinodo-que-desde-vaticano-piden-rezar-en-todo-el-mundo/ Sat, 16 Sep 2023 20:02:26 +0000 https://es.zenit.org/?p=233155 (ZENIT Noticias / Roma, 16.09.2023).- El próximo 4 de octubre iniciará el Sínodo sobre la sinodalidad en la Ciudad del Vaticano. De cara a ese evento el Secretario General del Sínodo, cardenal Mario Grech, invitó a interceder por este evento que “es [...]

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(ZENIT Noticias / Roma, 16.09.2023).- El próximo 4 de octubre iniciará el Sínodo sobre la sinodalidad en la Ciudad del Vaticano. De cara a ese evento el Secretario General del Sínodo, cardenal Mario Grech, invitó a interceder por este evento que “es ante todo un acontecimiento espiritual”. Con esa intención y de acuerdo con el Dicasterio para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, se facilitan tres recursos:

1) Oración universal con intercesiones para un día de la semana

2) Oración universal con intercesiones para la misa dominical

3) Bendición al final de la misa

 

1) ORACIÓN UNIVERSAL – INTERCESIONES PARA UN DÍA DE LA SEMANA 

Esta propuesta de oración de intercesión puede utilizarse en un día de la semana, ya sea como Oración Universal en la Celebración Eucarística o como intercesión en las Vísperas. 

Al Espíritu Santo, Creador y Señor de la Iglesia, que la guía a través de los tiempos y mansamente la impulsa siempre hacia adelante, dirigimos nuestra súplica:

  1. ¡Ven, Tú que siempre haces nuevas todas las cosas! 

Ven, Espíritu Santo, alma de la Iglesia: reúne en la unidad y haz fructificar el esfuerzo, la esperanza, el deseo de cada uno de los que se dedican a la Asamblea del Sínodo de los Obispos, te invocamos:

Ven, suave Soplo de Dios, que en Jesús reavivas la llama apagada, devuelves el vigor a la caña resquebrajada, te invocamos:

Ven, Espíritu Creador, que revives los huesos marchitos, reúnes a los dispersos, pones en diálogo lenguas que no se reconocen, te invocamos:

Ven, Fuego ardiente de Dios, que purifica todo pensamiento vano, quema y transforma toda tristeza en la alegría de un nuevo nacimiento, te invocamos:

Ven, Belleza de los pequeños y de los pobres, edifica la bella esposa del Cordero, a través de las lágrimas de aquellos que aman la paz y tienen hambre de justicia, te invocamos:

Ven, perdón de Dios, y conviértenos a tu aliento reconciliador para una nueva fraternidad, te invocamos:

Ven, Sabiduría inaccesible, y llena con tus dones a los sinodales, te invocamos:

Ven, infalible Esperanza de la Iglesia, y suscita sueños y deseos según el corazón de Dios, lo que al ojo humano parece imposible, te invocamos:

 

2) ORACIÓN UNIVERSAL – INTERCESIONES PARA LA MISA DOMINICAL 

Para los domingos XXV y XXVI del tiempo ordinario – A, que preceden a la apertura de la Asamblea sinodal, proponemos algunas intenciones para la Oración Universal: 

– Por la Iglesia, en vísperas de una nueva etapa del camino sinodal, para que la presencia viva y operante del Evangelio haga de ella, como de la viña de la parábola, un lugar vital en el que todos los hombres y mujeres que esperan  encontrar un sentido para la vida, encuentren lugar, palabra, aliento de  esperanza, oremos:

– Por los obispos y todos los participantes en la Asamblea sinodal, para que de la escucha del Espíritu Santo surjan propuestas, a fin de que todo el Pueblo de Dios, en una dinámica de comunión, se sienta realmente partícipe de la vida de la Iglesia y sea testimonio vivo y atractivo de la novedad del Evangelio en el mundo, oremos:

– Por los teólogos: que un don de sabiduría y de revelación acompañe su contribución a los trabajos del Sínodo, para que el don de la fe se haga vida en todo el Pueblo de Dios, oremos:

– Por los jóvenes, buscadores de verdad y de testimonio, de concreción y de espiritualidad, para que gracias al camino sinodal se sientan cada vez más implicados en la vida y en la misión de la Iglesia en medio de los desafíos del mundo de hoy, dando a muchos, con el entusiasmo propio de su edad, la esperanza que brota del encuentro con Jesús, oremos:

– Por nosotros aquí reunidos, en comunión con las comunidades cristianas de todo el mundo: para que, gustando la bondad del Señor que viene al encuentro de cada uno en el cuerpo y la sangre de Jesús, recibamos de Él una mirada nueva sobre el prójimo y seamos testigos de gratuidad en el mundo en que vivimos, oremos:

 

3) DOMINGO 26 «POR EL AÑO»

BENDICIÓN AL FINAL DE LA MISA

La siguiente bendición puede usarse a discreción del sacerdote.

El propio sacerdote dice la invitación:
Hermanos y hermanas, Jesús prometió que vendría en medio de sus discípulos reunidos en su nombre. En los próximos días, el Sumo Pontífice Francisco abrirá en Roma la primera sesión de la decimosexta Asamblea general del Sínodo de los Obispos. Invocando la bendición del Señor, elevamos nuestra mente a Dios para que, con el favor del Espíritu Santo, nos fortalezca en la comunión, nos conduzca a toda la verdad e ilumine sin cesar a los participantes en la Asamblea sinodal.

Entonces se produce la liberación. El sacerdote, de cara al pueblo, extendiendo las manos, dice:

El Señor está contigo.

La gente responde:

Y con tu espíritu.

El diácono, o en su defecto el propio sacerdote, dice la invitación:

Inclínense ante la bendición.

Entonces el sacerdote, extendiendo las manos sobre el pueblo, dice la bendición, respondiendo a todos:

Amén.

God and our Father
who spoke in many ways and in many ways to the fathers in the prophets
he directs you and the entire Church in fidelity to his word and in the judgment of his will. R. Amen.
The only begotten, sent in the fullness of time
that he might manifest to all the riches of the Father’s mercy
may he keep you in communion with him and his brothers.

R. Amen.

Holy Spirit, you all, and especially the Synodal Assembly,
it leads to knowing the signs of the times
that, adhering to the will of God in all things,
the fruitfulness of the unity brought forth
promoting the life of the Church and testifying to the Gospel.

R. Amen.
And the blessing of God Almighty,
of the Father, and of the Son, and of the Holy Spirit,
may it descend upon you and remain forever.

R. Amen.

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España: Primeras Jornadas de Teología Espiritual en Toledo https://es.zenit.org/2023/07/03/espana-primeras-jornadas-de-teologia-espiritual-en-toledo/ Mon, 03 Jul 2023 19:45:34 +0000 https://es.zenit.org/?p=231405 «Tenemos que volver a las fuentes de la espiritualidad cristiana: la Escritura, la tradición viva de la Iglesia, el Magisterio y la experiencia de los santos».

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(ZENIT Noticias / Toledo, 03.07.2023).- La sede del Instituto Teológico «San Ildefonso» de Toledo ha acogido, durante la mañana del 30 de junio, la inauguración de la primera edición de las Jornadas de Teología Espiritual, que corría a cargo del Arzobispo de Toledo, Mons. Francisco Cerro Chaves y en la que están participando alrededor de 200 personas.

El Centro de Estudios de Teología Espiritual (CETE) apuesta por retomar la actividad del CETE que fundara el cardenal don Marcelo González Martín. Aquel primer Centro de Estudios de Teología Espiritual desarrolló una importante labor de difusión de la Teología Espiritual, a través de las Semanas de Teología Espiritual, que congregaron a importantes teólogos del momento.

Actualmente, el CETE ha sido erigido como fundación canónica, desde el 30 de mayo de 2022. Colabora con instituciones educativas, de manera especial con el Instituto Teológico «San Ildefonso».

«Una experiencia de Dios con corazón»

Mons. Francisco Cerro, durante la inauguración de estas primeras jornadas de Teología Espiritual, hacía referencia a la figura del Arzobispo de Toledo, don Marcelo González, de quien ha afirmado que “vio la necesidad, en una sociedad de vacío, sin valores, de volver a las raíces del Evangelio, a la espiritualidad cristiana, adelantándose en muchos aspectos”.

«Tenemos que volver a las fuentes de la espiritualidad cristiana: la Escritura, la tradición viva de la Iglesia, el Magisterio y la experiencia de los santos» subrayaba el Arzobispo de Toledo quien destacaba que, durante la celebración de estas Jornadas de Teología Espiritual se pretende «volver a lo sustantivo y esencial de la espiritualidad cristiana: una buena formación teológica en espiritualidad para evitar muchas estupideces».

En este sentido, el Primado recordaba que, muchas veces, «la vida espiritual en la actualidad se plantea como impacto y no tanto como conversión; porque estar impactados no significa estar convertidos». La auténtica espiritualidad «transforma la vida para amar a Dios y amar a los hermanos; se trata de crecer por dentro para servir por fuera», ha abundado Mons. Cerro.

Don Francisco Cerro, a través de estas Jornadas, subraya que se pretende «reafirmar la importancia que tiene la espiritualidad cristiana», a la par que recordaba la necesidad de llevar a cabo “una teología con corazón, una experiencia de Dios con corazón”. De ahí que las Jornadas del CETE abordarán grandes temas de espiritualidad cristiana como la santidad, la Iglesia, el Espíritu Santo, etc.

Llamada universal a la santidad

Estas primera Jornadas de Teología Espiritual pretenden ofrecer un estímulo a laicos, sacerdotes y vida consagrada para profundizar y responder a la llamada universal a la santidad, tal como presentan los documentos del Concilio Vaticano II y la exhortación apostólica Gaudete et exsultate del Papa Francisco.

Además de las ponencias y mesas redondas, se ofrecen momentos de oración personal y litúrgica.

La jornada de este 30 de junio ha contado con dos ponencias del religioso dominico, Fray Nelson Medina, quien ha disertado sobre la vida sacerdotal como un ministerio para la santificación del Pueblo de Dios y la forma de la vida consagrada como una llamada especial a testimoniar la santidad.

Momento destacado fue también la mesa redonda sobre las diversas vocaciones y la llamada universal a la santidad, en la que tomaban la palabra el sacerdote D. Jesús Higueras, de la archidiócesis de Madrid; el religioso Fray Nelson Medina, O.P.; la consagrada Mª Cristina Parejo, del Instituto «Compañía del Salvador»; y el matrimonio formado por José Luis Gadea y Magüi Gálvez, promotores del movimiento «Proyecto Amor Conyugal».

El segundo día de las Jornadas, el 1 de julio, está enfocado al tema del matrimonio como camino de santidad. Serán los iniciadores del «Proyecto Amor Conyugal» quienes aborden esta temática en la primera de las ponencias. Otro de los momentos importantes es la participación del laico Juan Carlos Corvera, presidente de la Fundación «Educatio Servanda», que presenta la vocación laical “como llamada a la santidad en medio del mundo”.

Las Jornadas concluirán con la celebración de la Eucaristía, presidida por el obispo auxiliar de Toledo y secretario general de la Conferencia Episcopal, Mons. Francisco César García Magán.

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La maravillosa carta a los sacerdotes felices de serlo https://es.zenit.org/2023/06/15/la-maravillosa-carta-a-los-sacerdotes-felices-de-serlo/ Thu, 15 Jun 2023 13:03:46 +0000 https://es.zenit.org/?p=231002 Homilía del arzobispo de Milán, a modo de carta, a los sacerdotes.

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(ZENIT Noticias / Milán, 15.06.2023).- En ocasión de la «Fiesta de las Flores», celebración que tuvo lugar en la arquidiócesis de Milán el 9 de mayo, concretamente en el seminario arquidiocesano, el arzobispo Mario Delpini pronunció una homilía a modo de carta. Lo anterior debido a que quienes tenía delante era, sobre todo, el clero, los diáconos y los seminaristas. La homilía ha gozado de amplió eco por lo que supone de aliento en la vida de tantos sacerdotes que no ocupan las portadas de los periódicos y, sin embargo, están felices de ser sacerdotes al servicio del pueblo de Dios. Ofrecemos a continuación la traducción de esa «carta» deseando que llegue a tantos sacerdotes que quizá necesitaban leer un texto de este tipo en su vida y ministerio.

***

Carta a los sacerdotes felices de ser sacerdotes

Homilía con ocasión de la Fiesta de las Flores – Venegono –

Queridos hermanos,

deseo daros las gracias por vuestro ministerio y por vuestra vida entregada.

Me dicen que sois sacerdotes ordinarios, sacerdotes de todas las edades, sacerdotes que ejercéis todo tipo de ministerio, sacerdotes que estáis en todas las partes de nuestra diócesis. Me dicen que vivís años de pleno vigor y salud y también años de cansancio, de enfermedad, años agobiados por el peso de los años.

Me dicen que una cosa os caracteriza: sois sacerdotes felices de serlo.

Algunos piensan que se trata de una de las noticias falsas que circulan por las redes sociales. Otros dicen que es el eslogan de una campaña de propaganda organizada para reclutar personal para una institución como la diócesis de Milán, que se queja de tener muchos puestos vacíos.

Algunos creen que es imposible ser sacerdote y ser feliz: condenado a la soledad, agobiado por compromisos que no dejan respiro, rodeado de un clima de indiferencia cuando no de sospecha y desprecio sistemáticos, ¿cómo se puede ser feliz?

Sin embargo, tengo informadores fiables que me dicen que sois sacerdotes felices de serlo.

Me dicen que cada noche se oye en todos los rincones de la diócesis elevar un cántico asombroso que sorprende al mundo entero: «mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu exulta en Dios mi Salvador».

Incluso me cuentan que el aniversario de la ordenación lo celebráis como una fiesta y que en esos días os pasáis horas en alguna iglesia dando gracias al Señor por ser sacerdotes y tenéis tantos motivos para dar gracias que el tiempo nunca es suficiente. También me cuentan que resulta que sois tan felices que de vez en cuando vais a visitar a otros sacerdotes para compartir vuestra alegría o incluso para apoyar, animar, consolar a algún hermano que esté pasando por momentos de tristeza y desolación.

La admiración y el asombro me llevan a escribirte estas pocas líneas.

Me gustaría preguntarle: ¿cuál es el secreto de su alegría? ¿Tienes acaso alguna receta secreta?

Porque no creo que seáis siempre aplaudidos y populares: también vosotros sentís la hostilidad del enorme dragón rojo que se ensañó contra la mujer del Apocalipsis y salió a hacer la guerra contra el resto de su descendencia, contra los que guardan los mandamientos de Dios y sostienen el testimonio de Jesús. Y, sin embargo, son felices.

No me imagino que la razón de tu alegría sea el resultado de tu trabajo: la obsesión por las estadísticas infecta a todo el mundo, y las estadísticas decretan sin ceremonias el declive de los números y el declive de la autoridad del sacerdote y de la Iglesia. Sin embargo, estáis contentos.

Que estéis contentos de ser sacerdotes no puede ser el hecho de que hayáis cumplido vuestro deseo. De hecho, muchos de vosotros os habéis hecho sacerdotes con una imagen de sacerdote que tiene su parroquia, que encuentra un pueblo que le espera y le escucha, que gestiona su papel expresando su originalidad y viviendo con los otros sacerdotes de esa buena vecindad que no molesta demasiado, y ahora vivís un ministerio que impone la confrontación con los otros sacerdotes, que debéis inventar una manera de haceros cargo de comunidades diferentes construyendo juntos formas de pastoral que encuentran resistencias y comportan fatigas un tanto exasperantes. Sin embargo, usted es feliz.

Los compromisos que pesan sobre tus hombros son también fuente de tensiones y preocupaciones porque tienes que pensar en gestionar estructuras sin tener competencia para ello, y no es fácil encontrar personas competentes que estén disponibles sin convertirse en maestros. Sin embargo, eres feliz.

Excluyo que estéis contentos porque el obispo sabe hacer bien su trabajo. En efecto, habría mucho que decir sobre sus elecciones y sus limitaciones. Sin embargo, ustedes están contentos.

Yo también estoy contento y me gustaría compartir mi alegría con todos los sacerdotes. Pero no soy muy creíble, porque me parece que dicen: «¡Es fácil ser feliz cuando se está fuera de la contienda, fuera de las molestias de las parroquias, fuera de las exigencias de la gente, fuera de la presión de los compromisos!».

Aquí me gustaría pedirte que reveles tu secreto y lo compartas con otros sacerdotes. Podrías ser más convincente que yo a la hora de vivir las recomendaciones de Pablo: «Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran. Tened los mismos sentimientos los unos hacia los otros; no alberguéis deseos de grandeza… procurad hacer el bien ante todos los hombres. Si es posible, en la medida en que dependa de vosotros, vivid en paz con todos».

Mientras escribía esta carta, me preguntaba cuántos ejemplares debía imprimir, a qué direcciones debía enviarla. Imaginé hacer dos mil ejemplares, pero entonces recibí protestas y reclamaciones de miles y miles de sacerdotes que me enviaron ángeles del cielo para decirme: «¿Y nosotros qué? Aquí somos una inmensa multitud de sacerdotes felices, ¡a nosotros también debes escribirnos!».

Por eso, para evitar franqueos excesivos e impagos insolidarios, he pensado leerla en esta ocasión y contar con vuestra colaboración para que esta carta mía llegue a todos los rincones de la diócesis.

+ Mario Delpini

Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.

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La Gruta de la Leche de Belén: uno de los santuarios marianos más visitados de Tierra Santa https://es.zenit.org/2023/05/15/la-gruta-de-la-leche-de-belen-uno-de-los-santuarios-marianos-mas-visitados-de-tierra-santa/ Sun, 14 May 2023 22:24:57 +0000 https://es.zenit.org/?p=230130 Esta devoción sigue siendo hoy el signo de una memoria viva de un momento simbólico de la maternidad de la Virgen María

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(ZENIT Noticias – Custodia de Tierra Santa / Belén, 15.05.2023).- La Gruta de la Leche de Belén es, junto con la Basílica de la Anunciación de Nazaret y el Santuario de la Visitación de Ain Karem, uno de los santuarios marianos más visitados de Tierra Santa.

No hay peregrino que, tras visitar y rezar en la Gruta de la Natividad, no recorra el estrecho camino que parte de la plaza central de Belén y continúa por el lado sur de la Basílica para detenerse en este lugar, custodiado por los frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa y bien conocido desde el siglo IV.

La importancia de la Gruta, en la devoción cristiana, está ligada al relato del Evangelio de Mateo (Mt 2,13), cuando un ángel se apareció a José en sueños para instarle a huir a Egipto para escapar de la ferocidad del rey Herodes. Según una tradición muy antigua, éste es uno de los lugares donde María se detuvo para cuidar al niño, descansar y amamantarlo: unas gotas de leche -que cayeron al suelo mientras la Virgen amamantaba a Jesús- cambiaron el color de la roca de rosa a blanco.

A la roca se le atribuían propiedades curativas, sobre todo para las mujeres que tenían dificultades para amamantar y las que no podían concebir un hijo. Desde el siglo VI, se conocen en Europa y Oriente reliquias procedentes de esta cueva, en forma de trozos de roca pulverizados y comprimidos. Esta devoción sigue siendo hoy el signo de una memoria viva de un momento simbólico de la maternidad de la Virgen María.

«Aquí vienen peregrinos y fieles de todo el mundo, especialmente de Polonia y Rumanía, dos países que tienen un vínculo especial con la Virgen», explica el hermano Luis Enrique Segovia, guardián del monasterio franciscano de Santa Catalina de Belén. La Gruta de la Leche recuerda el gesto tierno e íntimo de María al amamantar al niño Jesús. En la oración del Santuario, dirigida a María para pedir la intercesión «de su Corazón Materno», está contenido el sentido de abandono en Dios y de encomendarse a su voluntad: es una actitud que reconforta a tantas personas que vienen a pedir la gracia de poder tener hijos». La oración está disponible en muchos idiomas, lo que da fe de la popularidad del Santuario.

«Incluso muchas mujeres musulmanas se detienen aquí en oración -continúa fray Luis Enrique-. No vienen sólo a pedir el don de la maternidad, sino que vienen a honrar a esta mujer que, como dicen a menudo, ‘nos asombra con su humildad, su silencio, su fiat, aceptando enteramente la voluntad de Dios’. Sienten una verdadera y profunda devoción por la figura de María».

Entre los hermanos que se turnan para servir en la Gruta está el brasileño Tadeu Luiz Fernandes, que recibe a los peregrinos a la entrada del Santuario: aquí se ha habilitado una sala con una pared llena de fotos y cartas enviadas por padres felices de todas las nacionalidades, que han visto cumplido su deseo: son testimonios vivos de la gracia recibida y de la devoción puesta en práctica. En la puerta, hay una foto del Hermano Lawrence Bode, un fraile de la Custodia que, durante más de 30 años, se encargó en exclusiva de la Gruta, ocupándose de los archivos, que ahora constan de miles de testimonios.

Hoy la Gruta de la Leche está flanqueada por el monasterio confiado a las Adoratrices Perpetuas del Santísimo Sacramento. Un corredor interno conecta la Gruta con la Capilla del Santísimo Sacramento y con la iglesia superior: la Adoración Eucarística continúa durante todo el día y es posible para todos los peregrinos detenerse allí en oración silenciosa y escribir sus intenciones de oración.

Amada Madre del Niño Jesús y Madre mía

escucha mi humilde oración.

Tu corazón maternal conoce todos mis deseos, todas mis necesidades.

Sólo a ti, Virgen Inmaculada, dio a conocer tu Divino Hijo los sentimientos que llenan mi alma.

A ti te fue concedido el sagrado privilegio de ser la Madre del Salvador.

Intercede ahora ante Él, mi amada Madre, para que, bajo su voluntad, pueda ser madre.

Te lo pido, Señora de la Leche, en nombre de tu Divino Hijo, mi Señor Redentor. Amén

Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.

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La bondad: un antídoto contra algunas patologías sociales. Palabras del Papa para concluir 2022 https://es.zenit.org/2022/12/31/la-bondad-un-antidoto-contra-algunas-patologias-sociales-palabras-del-papa-para-concluir-2022/ Sat, 31 Dec 2022 18:10:10 +0000 https://es.zenit.org/?p=226943 Homilía del Papa en ocasión de las vísperas de la solemnidad de María, madre de Dios.

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 31.12.2022).- A las 17 horas de este sábado 31 de diciembre, el Papa Francisco presidió en la basílica de San Pedro, las primeras Vísperas de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, a las que siguieron la exposición del Santísimo Sacramento, el tradicional canto del himno «Te Deum», como conclusión del año civil, y la Bendición Eucarística. Al final de la celebración, el Papa Francisco visitó el Belén instalado en la Plaza de San Pedro. Ofrecemos la traducción al español de la homilía del Papa que giró en torno a la gentileza como virtud cívica.

***

«Nacido de mujer» (Gal 4:4).

Cuando, en la plenitud de los tiempos, Dios se hizo hombre, no vino al mundo bajando en picado del cielo; nació de María. No nació en una mujer, sino de una mujer. Esto es esencialmente diferente: significa que Dios quiso tomar carne de ella. No la utilizó, sino que le pidió su «sí», su consentimiento. Y con ella inició el lento camino de la gestación de una humanidad libre de pecado y llena de gracia y de verdad, llena de amor y de fidelidad. Una humanidad bella, buena y verdadera, a imagen y semejanza de Dios, pero tejida con nuestra carne ofrecida por María; nunca sin ella; siempre con su consentimiento; en libertad, en gratuidad, en respeto, en amor.

Este es el camino que Dios ha elegido para entrar en el mundo y en la historia, este es el camino. Y este camino es esencial, tan esencial como el hecho mismo de que haya venido. La maternidad divina de María -la maternidad virginal, la virginidad fecunda- es el camino que revela el respeto extremo de Dios por nuestra libertad. Quien nos creó sin nosotros no quiere salvarnos sin nosotros (cf. San Agustín, Sermo CLXIX, 13).

Este camino de su venida para salvarnos es el camino por el que Él también nos invita a seguirle, a continuar junto a Él tejiendo la humanidad nueva, libre y reconciliada. Es un estilo, una forma de relacionarnos de la que derivan las muchas virtudes humanas de la buena y digna convivencia. Una de estas virtudes es la bondad, como forma de vida que fomenta la fraternidad y la amistad social (cf. Enc. Fratelli tutti, 222-224).

Y hablando de bondad, en este momento, nuestro pensamiento se dirige espontáneamente a nuestro querido Papa emérito Benedicto XVI, que nos ha dejado esta mañana. Con emoción recordamos su persona tan noble, tan bondadosa. Y sentimos tanta gratitud en el corazón: gratitud a Dios por haberle dado a la Iglesia y al mundo; gratitud a él, por todo el bien que ha realizado, y especialmente por su testimonio de fe y de oración, sobre todo en estos últimos años de su vida retirada. Sólo Dios conoce el valor y la fuerza de su intercesión, de sus sacrificios ofrecidos por el bien de la Iglesia.

Esta tarde quisiera volver a proponer la bondad también como virtud cívica, pensando en particular en nuestra Diócesis de Roma.

[Amabilidad: un factor de la cultura del diálogo]

La amabilidad es un factor importante de la cultura del diálogoy el diálogo es indispensable si queremos vivir en paz, como hermanos, que no siempre se llevan bien -es normal- pero que, sin embargo, hablan entre sí, se escuchan e intentan comprenderse y encontrarse. Basta pensar «qué sería del mundo sin el diálogo paciente de tantas personas generosas que han mantenido unidas a familias y comunidades». El diálogo persistente y valiente no aparece en los titulares como los enfrentamientos y los conflictos, y sin embargo ayuda discretamente al mundo a vivir mejor» (ibíd., 198). La amabilidad forma parte del diálogo.  No es sólo una cuestión de «etiqueta»; no es una cuestión de «etiqueta», de formas galantes… No, no es esto a lo que nos referimos al hablar de cortesía. Por el contrario, es una virtud que hay que recuperar y ejercitar cada día, para ir contracorriente y humanizar nuestras sociedades.

De hecho, los daños del individualismo consumista están a la vista de todos. Y el daño más grave es que los demás, las personas que nos rodean, se perciben como obstáculos a nuestra tranquilidad, a nuestra comodidad. Otros nos «incomodan», nos molestan, nos quitan tiempo y recursos para hacer lo que nos gusta. Las sociedades individualistas y consumistas tienden a ser agresivas, porque los demás son competidores con los que hay que competir (cf. ibíd., 222). Sin embargo, dentro de estas mismas sociedades nuestras, e incluso en las situaciones más difíciles, hay personas que demuestran que «todavía es posible elegir la bondad» y así, con su estilo de vida, «se convierten en estrellas en medio de la oscuridad» (ibíd.).

San Pablo, en la misma Carta a los Gálatas de la que está tomada la Lectura de esta liturgia, habla de los frutos del Espíritu Santo, y entre ellos menciona uno con la palabra griega “chrestotes” (cf. 5,22). Esto es lo que podemos entender por «bondad»: una actitud benévola, que apoya y reconforta a los demás evitando toda dureza y aspereza. Modo de tratar al prójimo, cuidando de no herir con palabras o gestos; procurando aligerar las cargas de los demás, animar, consolar, confortar; sin humillar, mortificar o despreciar nunca (cf. Hermanos Todos, 223).

[La bondad: un antídoto contra patologías sociales]

La bondad es un antídoto contra algunas patologías de nuestras sociedades: contra la crueldad, que desgraciadamente puede introducirse como un veneno en el corazón e intoxicar las relaciones; contra la ansiedad distraída y el frenesí que nos hacen centrarnos en nosotros mismos y cerrarnos a los demás (cf. ibíd., 224).

Estas «enfermedades» de nuestra vida cotidiana nos vuelven agresivos e incapaces de pedir «permiso», o «perdón», o simplemente decir «gracias». Y así, cuando en la calle, o en una tienda, o en una oficina nos encontramos con una persona amable, nos asombramos, nos parece un pequeño milagro, porque desgraciadamente la amabilidad ya no es muy común. Pero, gracias a Dios, todavía hay personas amables, que saben dejar de lado sus propias preocupaciones para prestar atención a los demás, regalar una sonrisa, una palabra de ánimo, escuchar a alguien que necesita confiar, desahogarse (cf. ibíd.).

Queridos hermanos y hermanas, creo que recuperar la bondad como virtud personal y cívica puede ayudar en no poca medida a mejorar la vida en las familias, las comunidades, las ciudades. Por eso, ante el nuevo año en la ciudad de Roma, quiero desear a todos los que vivimos en ella que crezcamos en esta virtud: la bondad. La experiencia nos enseña que si se convierte en un modo de vida, puede crear una convivencia sana, puede humanizar las relaciones sociales disolviendo la agresividad y la indiferencia (cf. ibid.).

Veamos el icono de la Virgen Madre. Hoy y mañana, aquí, en la Basílica de San Pedro, podemos venerarla también en la efigie de Nuestra Señora del Carmen, en Avigliano, cerca de Potenza. No demos por sentado el misterio de la maternidad divina. Dejémonos asombrar por la elección de Dios, que podría haber aparecido en el mundo de mil maneras mostrando su poder, y en cambio quiso ser concebido con plena libertad en el seno de María, quiso ser formado durante nueve meses como cualquier niño, y finalmente nacer de ella, nacer como mujer. No pasemos deprisa, detengámonos a contemplar y meditar, pues aquí está una parte esencial del misterio de la salvación. Y tratemos de aprender el «método» de Dios, su respeto infinito, su «bondad» por así decirlo, porque en la maternidad divina de la Virgen está el camino hacia un mundo más humano.

Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT

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