Angelus Archives - ZENIT - Espanol https://es.zenit.org/category/pope-francis/angelus/ El mundo visto desde Roma Mon, 18 Nov 2024 14:03:01 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.6.2 https://es.zenit.org/wp-content/uploads/sites/3/2020/07/723dbd59-cropped-f2e1e53e-favicon_1.png Angelus Archives - ZENIT - Espanol https://es.zenit.org/category/pope-francis/angelus/ 32 32 Lo que pasa y lo que permanece en la vida: una breve reflexión del Papa Francisco a partir del Evangelio https://es.zenit.org/2024/11/17/lo-que-pasa-y-lo-que-permanece-en-la-vida-una-breve-reflexion-del-papa-francisco-a-partir-del-evangelio/ Sun, 17 Nov 2024 13:57:14 +0000 https://es.zenit.org/?p=241584 Alocución en ocasión del rezo del Angelus del domingo 17 de noviembre de 2024

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 17.11.2024).- Unas 25 mil personas se congregaron en la Plaza de San Pedro al medio día del domingo 17 de noviembre para acompañar al Papa durante el rezo de la oración mariana del Ángelus. El Sumo Pontífice recordó que ese domingo la Iglesia católica conmemoraba la Jornada Mundial de los pobres y aprovecho para dar las “gracias a todos aquellos que en las diócesis y parroquias han promovido iniciativas de solidaridad con los más desfavorecidos”. Ofrecemos a continuación la traducción al castellano de la alocución dominical que precedió al Angelus.

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Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz domingo!

En el Evangelio de la liturgia de hoy, Jesús describe una gran tribulación: «el sol se oscurecerá, la luna ya no dará su resplandor» (Mc 13,24). Ante este sufrimiento, muchos podrían pensar en el fin del mundo, pero el Señor aprovecha la ocasión para ofrecernos una interpretación diferente, diciendo: «el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mc 13,31).

Podemos detenernos en esta expresión: lo que pasa y lo que permanece.

En primer lugar, lo que pasa.

En algunas circunstancias de nuestra vida, cuando atravesamos una crisis o experimentamos algún fracaso, así como cuando vemos a nuestro alrededor el dolor causado por las guerras, las violencias, las catástrofes naturales, tenemos la sensación de que todo llega a su fin, y sentimos que incluso las cosas más bellas pasan. Sin embargo, las crisis y los fracasos, aunque dolorosos, son importantes, porque nos enseñan a dar a cada cosa su justo peso, a no atar nuestro corazón a las realidades de este mundo, porque pasarán: están destinadas a pasar.

Al mismo tiempo, Jesús habla de lo que permanece.

Todo pasa, pero sus palabras no pasarán: las palabras de Jesús permanecen por siempre. Así nos invita a confiar en el Evangelio, que contiene una promesa de salvación y eternidad, y a dejar de vivir bajo la angustia de la muerte. Porque mientras todo pasa, Cristo permaneceEn Él, en Cristo, volveremos a encontrar un día las cosas y las personas que han pasado y que nos han acompañado en nuestra existencia terrenal. A la luz de esta promesa de resurrección, toda realidad adquiere un significado nuevo: todo muere y también nosotros moriremos un día, pero no perderemos nada de lo que hemos construido y amado, porque la muerte será el comienzo de una nueva vida.

Hermanos y hermanas, incluso en las tribulaciones, en las crisis, en los fracasos, el Evangelio nos invita a mirar la vida y la historia sin tener miedo de perder lo que acaba, sino con alegría por lo que queda. No olvidemos que Dios nos prepara un futuro de vida y alegría.

Así pues, preguntémonos: ¿estamos apegados a las cosas de la tierra, que pasan, que pasan rápidamente, o a las palabras del Señor, que permanecen y nos guían hacia la eternidad? Por favor, hagámonos esta pregunta. Nos va a ayudar.

Y oremos a la Santísima Virgen, que se ha confiado totalmente a la Palabra de Dios, para que ella interceda por nosotros.

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Sobre las apariencias y la oración del publicano y del fariseo: una reflexión del Papa https://es.zenit.org/2024/11/10/sobre-las-apariencias-y-la-oracion-del-publicano-y-del-fariseo-una-reflexion-del-papa/ Sun, 10 Nov 2024 01:06:37 +0000 https://es.zenit.org/?p=241405 Alocución en ocasión del rezo del Angelus del domingo 10 de noviembre de 2024

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 10.11.2024).- Al medio día del domingo 10 de noviembre el Papa Francisco se asomó por la ventana del apartamento pontificio que da a la Plaza de San Pedro para rezar con los peregrinos congregados en ella la oración mariana del Ángelus. Contrario a la tradición de dar la cifra de personas presentes en la Plaza, este domingo la Sala de Prensa de la Santa Sede no las ha dado. En el pasado reciente algunos medios de comunicación y blogs han puesto en duda los números reflejados y la cantidad de personas que están realmente en la Plaza. Pero no consta que esa haya sido la causa. Ofrecemos a continuación la traducción al castellano de las palabras del Papa.

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Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz domingo!

Hoy el Evangelio de la liturgia (cf. Mc 12,38-44) nos habla de Jesús que, en el templo de Jerusalén, denuncia ante el pueblo la actitud hipócrita de algunos escribas (cf. vv. 38-40).

A estos últimos se les había confiado un papel importante en la comunidad de Israel: leían, transcribían e interpretaban las Escrituras. Por eso se les tenía en gran estima y el pueblo les rendía reverencia.

Sin embargo, más allá de las apariencias, su comportamiento a menudo no se correspondía con lo que enseñaban. No eran coherentes. De hecho, algunos, amparándose en el prestigio y el poder de que gozaban, miraban a los demás «desde arriba» -esto es muy feo, mirar al otro desde arriba-, se daban aires de grandeza y, escondiéndose tras una fachada de pretendida respetabilidad y legalismo, se arrogaban privilegios e incluso llegaban a cometer auténticos robos contra los más débiles, como las viudas (cf. v. 40). En lugar de utilizar la función de la que estaban investidos para servir a los demás, la convirtieron en instrumento de arrogancia, de manipulación. E incluso la oración corría el riesgo de dejar de ser para ellos un momento de encuentro con el Señor y convertirse en una ocasión para ostentar una respetabilidad y una piedad fingidas, útiles para atraer la atención de la gente y obtener su aprobación (cf. ibíd.). Recordemos lo que dice Jesús sobre la oración del publicano y del fariseo (cf. Lc 18,9-14).

Ellos -no todos- se comportaban como corruptos, alimentando un sistema social y religioso en el que era normal aprovecharse a espaldas de los demás, especialmente de los más indefensos, cometiendo injusticias y asegurándose la impunidad.

De esas personas Jesús recomienda alejarse, «tener cuidado» (cf. v. 38), no imitarlas. Al contrario, con su palabra y su ejemplo, como sabemos, enseña cosas muy distintas sobre la autoridad. Habla de ella en términos de abnegación y servicio humilde (cf. Mc 10,42-45), de ternura maternal y paternal hacia las personas (cf. Lc 11,11-13), especialmente hacia los más necesitados (Lc 10,25-37). Invita a quienes están investidos de ella a mirar a los demás, desde su posición de poder, no para humillarlos, sino para levantarlos, dándoles esperanza y ayuda.

Así pues, hermanos y hermanas, podemos preguntarnos: ¿cómo me comporto en mis ámbitos de responsabilidad? ¿Actúo con humildad, o me enorgullezco de mi posición? ¿Soy generoso y respetuoso con las personas, o las trato con rudeza y autoridad? Y con más frágiles, ¿estoy cerca de ellos, puedo agacharme para ayudarles a levantarse?

Que la Virgen María nos ayude a combatir en nosotros la tentación de la hipocresía -Jesús les dice «hipócritas», la hipocresía es una gran tentación-, y nos ayude a hacer el bien sin apariencias y con sencillez.

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¿Dónde encontrar el centro de la vida de la fe? Papa Francisco contesta https://es.zenit.org/2024/11/03/donde-encontrar-el-centro-de-la-vida-de-la-fe-papa-francisco-contesta/ Sun, 03 Nov 2024 01:38:51 +0000 https://es.zenit.org/?p=241219 Alocución en ocasión del rezo del Angelus del domingo 3 de noviembre de 2024

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 03.11.2024).- Unas 30 mil personas acompañaron al Papa Francisco en el rezo de la oración mariana del Ángelus, al medio día del domingo 3 de noviembre. Como es habitual, el Papa dirigió su alocución dominical antes del Ángelus. Ofrecemos la traducción al castellano de las palabras del Papa:

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¡Queridos hermanos y hermanas, feliz domingo!

El Evangelio de la liturgia de hoy (Mc 12,28-34) nos habla de una de las muchas discusiones que Jesús tuvo en el templo de Jerusalén. Uno de los escribas se acerca y le pregunta: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?» (v. 28). Jesús responde poniendo juntas dos palabras fundamentales de la ley mosaica: «amarás al Señor, tu Dios» y «amarás a tu prójimo» (vv. 30-31).

Con su pregunta, el escriba busca “el primero” de los mandamientos, es decir un principio que esté en la base de todos los mandamientos; los judíos tenían muchos preceptos y buscaban la base de todos, uno que fuera el fundamental; trataban de ponerse de acuerdo sobre uno fundamental, y había discusiones entre ellos, discusiones buenas porque buscaban la verdad. Y esta pregunta es esencial también para nosotros, para nuestra vida y para el camino de nuestra fe. También nosotros, de hecho, a veces nos sentimos perdidos en tantas cosas y nos preguntamos: pero, al final, ¿cuál es la más importante de todas? ¿Dónde puedo encontrar el centro de mi vida, de mi fe? Jesús nos da la respuesta, uniendo estos dos mandamientos que son los principales: «Amarás al Señor tu Dios» y «amarás a tu prójimo». Y esto es un poco el corazón de nuestra fe.

Todos nosotros – lo sabemos – necesitamos volver al corazón de la vida y de la fe, porque el corazón es «la fuente y la raíz de todas sus demás potencias, convicciones» (Enc. Dilexit nos, 9). Y Jesús nos dice que la fuente de todo es el amor, que no debemos nunca separar a Dios del hombre. Al discípulo de todo tiempo el Señor dice: en tu camino lo que cuenta no son las prácticas exteriores, como los holocaustos y los sacrificios (v. 33), sino la disposición del corazón con la que tú te abres a Dios y a los hermanos en el amor. Hermanos y hermanas, nosotros podemos hacer muchas cosas, ciertamente, pero hacerlas solo para nosotros mismos y sin amor, y esto no está bien; hacerlas con el corazón distraído o con el corazón cerrado, y esto no está bien. Todas las cosas deben ser hechas con el amor.

El Señor vendrá y en primer lugar nos preguntará sobre el amor: “¿Cómo has amado?”. Por eso es importante fijar en el corazón el mandamiento más importante. ¿Cuál es? Ama al Señor tu Dios y ama al prójimo como a ti mismo. Y todos los días hacer nuestro examen de conciencia y preguntarnos: ¿el amor por Dios y por el prójimo es el centro de mi vida? ¿Mi oración a Dios me empuja a ir hacia los hermanos y a amarlos con gratuidad? ¿Reconozco en el rostro de los otros la presencia del Señor?

La Virgen María, que llevaba la ley de Dios impresa en su corazón inmaculado, nos ayude a amar al Señor y a los hermanos.

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3 aspectos del encuentro de Jesús con el ciego Bartimeo meditados brevemente por el Papa https://es.zenit.org/2024/10/27/3-aspectos-del-encuentro-de-jesus-con-el-ciego-bartimeo-meditados-brevemente-por-el-papa/ Sun, 27 Oct 2024 15:18:13 +0000 https://es.zenit.org/?p=241101 Alocución en ocasión del rezo del Angelus del domingo 27 de octubre de 2024

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(ZENIT Noticias / Roma, 27.10.2024).- Unos 30 mil peregrinos se congregaron en la Plaza de San Pedro para escuchar, al medio día del domingo 27 de octubre, en la Plaza de San Pedro, las palabras del Papa Francisco y rezar con él la oración mariana del Ángelus. Ofrecemos la breve reflexión dominical que ofreció el Pontífice, traducida al español:

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Hoy el Evangelio de la liturgia (Mc 10,46-52) nos habla de Jesús, que cura a un hombre de la ceguera. Su nombre es Bartimeo, pero la multitud, por la calle, lo ignora: es un pobre mendigo. Esa gente no tiene ojos para este ciego; lo dejan, lo ignoran. Ninguna mirada atenta, ningún sentimiento de compasión. Bartimeo tampoco ve, pero oye y se hace oír. Grita, grita fuerte: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!» (v. 48). Pero Jesús le escucha y le ve. Se pone a su disposición y le pregunta. «¿Qué quieres que te haga?» (v. 51).

“¿Qué quieres que haga yo por ti?”. Esta pregunta, delante de una persona ciega, parece una provocación y, sin embargo, es una prueba. Jesús está preguntando a Bartimeo a quién busca realmente, y por qué motivo. ¿Quién es para ti el “Hijo de David”? Y así el Señor empieza a abrir los ojos del ciego. Consideramos tres aspectos de este encuentro, que se convierte en diálogo: el grito, la fe, el camino.

En primer lugar, el grito de Bartimeo, que no es solo una petición de ayuda. Es una afirmación de sí mismo. El ciego está diciendo: “Yo existo, miradme. Yo no veo, Jesús. ¿Tú me ves?”. Sí, Jesús ve al hombre mendicante, y lo escucha, con los oídos del cuerpo y con los del corazón. Pensemos en nosotros, cuando por el camino nos cruzamos con algún mendigo, cuántas veces miramos para otro lado, cuántas veces lo ignoramos, como si no existiera. Y nosotros, ¿escuchamos el grito de los mendigos?

Segundo punto: la fe. Jesús ¿qué dice? «Vete, tu fe te ha salvado» (v. 52). Bartimeo ve porque cree; Cristo es la luz de sus ojos. El Señor observa cómo Bartimeo le mira a Él. ¿Cómo miro yo a un mendigo? ¿Lo ignoro? ¿Lo miro como Jesús? ¿Soy capaz de entender sus preguntas, su grito de ayuda? Cuando tú das limosna, ¿miras a los ojos del mendigo? ¿Le tocas la mano para sentir su carne?

Finalmente, el camino: Bartimeo, curado, seguía a Jesús «por el camino» (v. 52). Para cada uno de nosotros es Bartimeo, ciego dentro, que sigue a Jesús una vez que se ha acercado a Él. Cuando tú te acercas a un pobre y te haces sentir cercano, es Jesús que se acerca a ti en la persona de ese pobre. Por favor, no confundamos: la limosna no es beneficencia. El que recibe más gracia de la limosna es el que la da, porque se hace mirar por los ojos del Señor.

Rezamos juntos a María, aurora de la salvación, para que custodie nuestro camino en la luz de Cristo.

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El pasaje del joven rico (que no siguió a Jesús) explicado por el Papa https://es.zenit.org/2024/10/13/el-pasaje-del-joven-rico-que-no-siguio-a-jesus-explicado-por-el-papa/ Sun, 13 Oct 2024 04:01:58 +0000 https://es.zenit.org/?p=240794 Alocución en ocasión del rezo del Angelus del domingo 13 de octubre de 2024

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 13.10.2024).- Unos 20 mil fieles se congregaron en la Plaza de San Pedro al medio día del domingo 13 de octubre para acompañar el Papa Francisco en el rezo de la oración mariana del Ángelus y también para escuchar su tradicional alocución dominical. Ofrecemos a continuación las palabras del Papa en castellano. La alocución tuvo como base el Evangelio de ese domingo (Mc 10,17-30).

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El Evangelio de la liturgia de hoy (Mc 10,17-30) nos habla de un hombre rico que corre al encuentro de Jesús y le pregunta: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?» (v. 17). Jesús lo invita a dejar todo y a seguirlo, pero el hombre, entristecido, se va, porque -dice el texto- «era muy rico» (v. 23). Cuesta dejarlo todo.

Podemos ver aquí los dos movimientos de este hombre: al principio, corre para ir a ver a Jesús; al final, sin embargo, se va entristecido, se marcha triste. Primero corre al encuentro y luego se va. Detengámonos en esto.

En primer lugar, este hombre va corriendo adonde está Jesús. Es como si algo en su corazón le impulsara: en efecto, a pesar de tener tantas riquezas, se siente insatisfecho, lleva dentro una inquietud, va en busca de una vida plena. Como hacen a menudo los enfermos y los endemoniados (cfr. Mc 3,10; 5,6), en el Evangelio se ve, se postra a los pies del Maestro; es rico, y sin embargo necesita ser sanado. Es rico pero necesita ser sanado. Jesús lo mira con amor (v. 21); luego, le propone una “terapia”: vender todo lo que posee, darlo a los pobres y seguirlo. Pero, en este punto, llega una conclusión inesperada: ¡ese hombre pone cara triste y se va! Tan grande e impetuoso ha sido su deseo de conocer a Jesús, como fría y rápida ha sido su despedida de Él.

También nosotros llevamos en el corazón una necesidad irreprimible de felicidad y de una vida llena de sentido; sin embargo, podemos caer en la ilusión de pensar que la respuesta se encuentra en poseer cosas materiales y en las seguridades terrenas. Jesús, en cambio, quiere llevarnos a la verdad de nuestros deseos y hacer que descubramos que, en realidad, el bien que anhelamos es Dios mismo, su amor por nosotros y la vida eterna que Él y solo Él puede darnos. La verdadera riqueza es ser mirados con amor por el Señor -esta es una gran riqueza-, y, como hace Jesús con aquel hombre, amarnos entre nosotros haciendo de nuestra vida un don para los demás. Hermanos y hermanas, por eso, Jesús nos invita a arriesgar, a “arriesgarnos a amar”: vender todo para darlo a los pobres, que significa despojarnos de nosotros mismos y de nuestras falsas seguridades, prestando atención a quien está necesitado y compartiendo nuestros bienes, no solo las cosas, sino lo que somos: nuestros talentos, nuestra amistad, nuestro tiempo…

Hermanos y hermanas, aquel hombre rico no quiso arriesgarse, no quiso arriesgarse a amar y se fue con cara triste. ¿Y nosotros? Preguntémonos: ¿a qué está apegado nuestro corazón? ¿Cómo saciamos nuestra hambre de vida y de felicidad? ¿Sabemos compartir con quien es pobre, con quien está en dificultad o necesita un poco de escucha, necesita una sonrisa, una palabra que le ayude a recuperar la esperanza? O necesita que lo escuchen… Recordemos esto: la verdadera riqueza no son los bienes de este mundo, la verdadera riqueza es ser amados por Dios y aprender a amar como Él.

Y ahora pidamos la intercesión de la Virgen María, para que nos ayude a descubrir en Jesús el tesoro de la vida.

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El valor del amor entre hombre y mujer explicado brevemente por el Papa https://es.zenit.org/2024/10/06/el-valor-del-amor-entre-hombre-y-mujer-explicado-brevemente-por-el-papa/ Sun, 06 Oct 2024 12:16:12 +0000 https://es.zenit.org/?p=240668 Alocución en ocasión del rezo del Angelus del domingo 6 de octubre de 2024

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 06.10.2024).- Unas 12 mil personas se congregaron al medio día del domingo 6 de octubre en la Plaza de San Pedro para escuchar la alocución dominical del Papa y rezar con él la oración mariana del Ángelus. Ofrecemos a continuación la traducción al castellano de las palabras del Pontífice.

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Hoy en el Evangelio de la liturgia (cf. Mc 10,2-16) Jesús nos habla del amor conyugal. Como otras veces, algunos fariseos le hacen una pregunta provocadora sobre un tema controvertido: el repudio de la mujer por parte del marido. Quisieran arrastrarlo en una polémica, pero Él no lo permite, es más, aprovecha la ocasión para llamar su atención sobre un discurso más importante: el valor del amor entre hombre y mujer.

En la época de Jesús la condición de la mujer en el matrimonio estaba en gran desventaja respecto a la del hombre: el marido podía echar, repudiar a la mujer, incluso por motivos banales y esto se justificaba con interpretaciones legalistas de las Escrituras. Por eso, el Señor reconduce a sus interlocutores a las exigencias del amor. Les recuerda que el Creador quiso que mujer y hombre fueran iguales en la dignidad y complementarios en la diversidad, para poder ser el uno para el otro una ayuda, compañía, pero al mismo tiempo un estímulo y un desafío para crecer (cf. Gen 2,20-23).

Y para que eso suceda, subraya la necesidad de que su entrega recíproca sea plena, que involucre, que sea sin “medias tintas” – esto es el amor – que sea el inicio de una vida nueva (cf. Mc 10,7; Gen 2,24), destinada a durar no “hasta que no funcione”, sino para siempre, acogiéndose de manera recíproca y viviendo unidos como “una sola carne” (cf. Mc 10,8; Gen 2,24). Por supuesto, esto no es fácil, requiere fidelidad, también en las dificultades, requiere respeto, sinceridad, sencillez (cf. Mc 10,15). Requiere estar abiertos a la confrontación, a veces a la discusión, cuando sea necesario, pero siempre dispuestos para el perdón y para la reconciliación. Y recomiendo: marido y mujer, discutid todo lo que queráis, con la condición de que se hagan las paces antes de que acabe el día. ¿Sabéis por qué? Porque la guerra fría del día siguiente es peligrosa. “Y dígame, Padre, ¿cómo se hacen las paces?” – “Basta una caricia, así”, pero nunca acabéis el día sin hacer las paces.

No olvidemos, pues, que para los esposos es esencial estar abiertos al don de la vida, al don de los hijos, que son el fruto más hermoso del amor, la bendición más grande de Dios, fuente de alegría y de esperanza para cada hogar y para toda la sociedad. ¡Tened hijos! Ayer tuve un gran consuelo. Era el día de la Gendarmería y vino un gendarme con sus ocho hijos. Era hermosísimo verlo. Por favor, estad abiertos a la vida, a lo que Dios os mande. No olvidemos que para los esposos es esencial estar abiertos al don de la vida.

Queridas hermanas, queridos hermanos, el amor es exigente, sí, pero es hermoso y cuanto más nos dejamos implicar más descubrimos en él la verdadera felicidad. Y ahora que cada uno se pregunte en su corazón: ¿Cómo es mi amor? ¿Es fiel? ¿Es generoso? ¿Es creativo? ¿Cómo son nuestras familias? ¿Están abiertas a la vida, al don de los hijos?

Que la Virgen María ayude a los esposos cristianos. Nos dirigimos a Ella en unión espiritual con los fieles reunidos en el Santuario de Pompeya para la tradicional Súplica a Nuestra Señora del Santo Rosario.

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¿Quieres ser grande? Papa Francisco responde qué debemos hacer https://es.zenit.org/2024/09/22/quieres-ser-grande-papa-francisco-responde-que-debemos-hacer/ Sat, 21 Sep 2024 22:56:57 +0000 https://es.zenit.org/?p=240508 Alocución en ocasión del rezo del Angelus del domingo 22 de septiembre de 2024

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 22.09.2024).- Al medio día del domingo 22 de septiembre, el Papa Francisco se asomó desde la ventana del apartamento pontificio que da a la Plaza de San Pedro para rezar con unas 20 mil personas la oración mariana del Ángelus. Antes de hacerlo, el Pontífice dio la alocución dominical que ofrecemos a continuación en lengua española.

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Hoy el Evangelio de la liturgia (Mc 9,30-37) nos habla de Jesús, que anuncia lo que ocurrirá al final de su vida: «El Hijo del hombre – dice Jesús – va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará» (v. 31). Pero los discípulos, mientras siguen al Maestro, tienen otra cosa en la cabeza y también en los labios. Cuando Jesús les pregunta de qué estaban hablando, no responden.

Prestemos atención a este silencio: los discípulos callan porque discutían sobre quién era el más grande (cf. v. 34). Callan por vergüenza. ¡Qué contraste con las palabras del Señor! Mientras Jesús les confiaba a ellos el sentido de su vida, estos hablaban de poder. Y así ahora la vergüenza les cierra la boca, como antes el orgullo había cerrado su corazón. Y, sin embargo, Jesús responde abiertamente a sus discursos susurrados a lo largo del camino: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (cf. v. 35). ¿Quieres ser grande? Hazte pequeño, ponte al servicio de todos.

Con una palabra tan sencilla como decisiva, Jesús renueva nuestro modo de vivir. Nos enseña que el verdadero poder no está en el dominio de los más fuertes, sino en el cuidado de los más débiles. El verdadero poder es cuidar a los más débiles, ¡esto te hace grande!

He aquí por qué el Maestro llama a un niño, lo coloca entre los discípulos y lo abraza diciendo: «El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí» (v. 37). El niño no tiene poder: el niño tiene necesidad. Cuando cuidamos al hombre, reconocemos que el hombre siempre necesita vida.

Nosotros, todos nosotros, estamos vivos porque hemos sido acogidos, pero el poder nos hace olvidar esta verdad. ¡Tú estás vivo porque has sido acogido! Entonces nos convertimos en dominadores, no servidores, y los primeros que sufren son precisamente los últimos: los pequeños, los débiles, los pobres.

Hermanos y hermanas, ¡cuántas personas, cuántas, sufren y mueren por las luchas de poder! Son vidas que el mundo rechaza, como rechazó a Jesús, los que son excluidos y mueren… Cuando fue entregado en manos de los hombres, Él no encontró un abrazo, sino una cruz. Sin embargo, el Evangelio sigue siendo palabra viva y llena de esperanza: Aquel que fue rechazado resucitó, ¡es el Señor!

Ahora, en este hermoso domingo, podemos preguntarnos: ¿Sé reconocer el rostro de Jesús en los más pequeños? ¿Cuido del prójimo, sirviendo con generosidad? ¿Y agradezco a los que cuidan de mí?

Recemos juntos a María, para estar como ella libres de la vanagloria y preparados para servir.

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¿Qué significa conocer a Jesús? Papa Francisco responde https://es.zenit.org/2024/09/15/que-significa-conocer-a-jesus-papa-francisco-responde/ Sat, 14 Sep 2024 23:18:45 +0000 https://es.zenit.org/?p=240336 Alocución en ocasión del rezo del Angelus del domingo 15 de septiembre de 2024

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 15.09.2024).- La primera actividad pública del Papa tras regresar a Roma de su viaje por el sudeste asiático fue el Ángelus dominical del 15 de septiembre. Unas 15 mil personas se congregaron en la Plaza para escuchar el mensaje dominical del Pontífice y rezar con él la oración mariana del Ángelus.

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Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

El Evangelio de la Liturgia del día nos relata que Jesús, después de haber preguntado a los discípulos qué pensaba la gente de Él, les pregunta directamente a ellos: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?» (Mc 8,29). Pedro responde en nombre de todo el grupo diciendo: «Tú eres el Mesías» (v. 30). Sin embargo, cuando Jesús empieza a hablar del sufrimiento y de la muerte que le esperan, el mismo Pedro se opone, y Jesús le increpa duramente: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! – le dice Satanás – ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!» (v. 33).

Fijándonos en la actitud del apóstol Pedro, también nosotros podemos preguntarnos qué significa realmente conocer a Jesús. Qué significa conocer a Jesús.

De hecho, por un lado, Pedro responde de manera perfecta, diciendo a Jesús que Él es el Mesías. Sin embargo, detrás de estas palabras correctas sigue habiendo un modo de pensar “según los hombres”, una mentalidad que imagina un Mesías fuerte, un Mesías victorioso, que no puede sufrir o morir. Por lo tanto, las palabras con las que Pedro responden son “correctas”, pero su modo de pensar no ha cambiado. Él tiene todavía que cambiar de mentalidad, él todavía tiene que convertirse.

Y este es un mensaje importante también para nosotros. En efecto, también nosotros hemos aprendido algo sobre Dios, conocemos la doctrina, rezamos las oraciones de manera correcta y, tal vez, a la pregunta de “¿quién es Jesús para ti?” respondemos bien, con alguna fórmula que hemos aprendido del catecismo. Pero, ¿estamos seguros de que esto significa conocer realmente a Jesús? En realidad, para conocer al Señor no basta con saber algo de Él, sino que es necesario seguirlo, dejarse tocar y cambiar por su Evangelio. Se trata de tener con Él una relación, un encuentro. Yo puedo conocer muchas cosas de Jesús, pero si no lo he encontrado, entonces yo no sé quién es Jesús. Es necesario este encuentro que cambia la vida: cambia el modo de ser, cambia el modo de pensar, cambia las relaciones que tienes con los hermanos, la disposición a acoger y a perdonar, cambia las elecciones que haces en la vida. ¡Todo cambia si realmente has conocido a Jesús! Todo cambia.

Hermanos y hermanas el teólogo y pastor luterano Bonhoeffer, víctima del nazismo, escribió así: «El problema que no me deja nunca tranquilo es el de saber qué es realmente para nosotros hoy el cristianismo o quién es Cristo» (Resistenza e Resa. Lettere e scritti dal carcere, Cinisello Balsamo 1996, 348) (Resistencia y sumisión: cartas y apuntes desde el cautiverio). Desafortunadamente, muchos ya no se hacen esta pregunta y se quedan “tranquilos”, adormecidos, incluso lejos de Dios. Es importante, en cambio, que nos preguntemos: ¿Yo me dejo inquietar, me pregunto quién es Jesús para mí y qué lugar ocupa en mi vida?

Que con esta pregunta nos ayude nuestra madre María, que conocía bien a Jesús.

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La pureza bíblica explicada por el Papa en pocas palabras https://es.zenit.org/2024/09/01/la-pureza-biblica-explicada-por-el-papa-en-pocas-palabras/ Sun, 01 Sep 2024 00:20:48 +0000 https://es.zenit.org/?p=240054 Alocución en ocasión del rezo del Angelus del domingo 1 de septiembre de 2024

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 01.09.2024).- Un día antes de partir rumbo a Indonesia, Singapur, Timor y Papúa Nueva Guinea, el Papa Francisco tuvo el tradicional Angelus dominical en la Plaza de San Pedro. Unas 15 mil personas se congregaron para escuchar la alocución dominical y rezar con él la oración mariana del Ángelus. Ofrecemos a continuación la traducción al castellano de las palabras del Papa:

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Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz domingo!

Hoy, en el Evangelio de la liturgia (cf. Mc 7,1-8.14-15.21-23), Jesús habla de lo puro y lo impuro: un tema muy querido por sus contemporáneos, que estaba relacionado sobre todo con la observancia de ritos y normas de comportamiento, para evitar cualquier contacto con cosas o personas consideradas impuras y, si esto ocurría, borrar la «mancha» (cf. Lev 11-15). Era casi una obsesión de algunos religiosos de la época, la pureza y la impureza.

Algunos escribas y fariseos, estrictos observadores de tales normas, acusan a Jesús de permitir que sus discípulos tomen alimentos sin lavarse las manos. Y Jesús, aprovecha este reproche por parte de los fariseos a sus discípulos para hablar del significado de la «pureza».

La pureza -dice Jesús- no está ligada a ritos externos, sino ante todo a actitudes interiores. Para ser puro, por tanto, de nada sirve lavarse las manos varias veces, si luego se albergan dentro del corazón malos sentimientos como la avaricia, la envidia o la soberbia, o malas intenciones como el engaño, el robo, la traición y la calumnia (cf. Mc 7,21-22). Jesús llama la atención para poner en guardia contra el ritualismo, que no hace crecer en el bien, es más, a veces puede llevar a descuidar, o incluso a justificar, en uno mismo y en los demás, opciones y actitudes contrarias a la caridad, que hieren el alma y cierran el corazón.

Y esto, hermanos y hermanas es importante también para nosotros: no se puede, por ejemplo, salir de la Santa Misa y, ya en el parvis de la iglesia, detenerse con habladurías malvadas y sin misericordia sobre todo y todos. Esa habladuría que arruina el corazón, que arruina el alma. ¡No puede ser! Si vas a misa y luego haces estas cosas ¡es algo feo! O mostrarse piadosos en la oración, pero luego en casa tratar a los miembros de la propia familia con frialdad y desapego, o descuidar a los padres ancianos, que necesitan ayuda y compañía (cf. Mc 7,10-13). Esto es una doble vida, que no se puede tener. Y esto es lo que hacían los fariseos: pureza externa sin las buenas actitudes, actitudes misericordiosas con los demás. O, no se puede ser aparentemente muy correcto con todos, tal vez incluso hacer un poco de voluntariado y algunos gestos filantrópicos, pero luego en el interior cultivar el odio hacia los demás, despreciar a los pobres y a los últimos, o comportarse deshonestamente en el propio trabajo.

Al actuar así, la relación con Dios se reduce a gestos externos, y en el interior permanecemos impermeables a la acción purificadora de su gracia, demorándonos en pensamientos, mensajes y comportamientos sin amor.

Nosotros estamos hechos para otra cosa. Estamos hechos para la pureza de vida, para la ternura, para el amor.  

Preguntémonos, entonces: ¿vivo mi fe con coherencia? Es decir, ¿lo que hago en la iglesia intento hacerlo fuera con el mismo espíritu? En mis sentimientos, palabras y obras, ¿hago concreto en mi cercanía y en el respeto a mis hermanos y hermanas lo que digo en la oración? Pensémoslo.

Y que María, Madre purísima, nos ayude a hacer de nuestra vida, en el amor sincero y practicado, un culto agradable a Dios (cf. Rm 12,1).

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¿Seguir a Jesús es fácil? Papa Francisco contesta en el Ángelus dominical https://es.zenit.org/2024/08/25/seguir-a-jesus-es-facil-papa-francisco-contesta-en-el-angelus-dominical/ Sat, 24 Aug 2024 23:09:43 +0000 https://es.zenit.org/?p=239896 Alocución en ocasión del rezo del Angelus del domingo 25 de agosto de 2024

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 25.08.2024).- Unas 12 mil personas escucharon la alocución dominical del Papa Francisco en la Plaza de San Pedro al medio día del domingo 25 de agosto. El Papa se asomó, como de costumbre, por la ventana del apartamento pontificio que da a la Plaza de San Pedro y tras la alocución dirigió la oración mariana del Ángelus. Ofrecemos a continuación la traducción al español de las palabras del Papa:

***

Hoy el Evangelio de la liturgia (Jn 6,60-69) nos refiere la célebre respuesta de San Pedro, que dice a Jesús: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68). ¡Hermosa respuesta! Es una expresión muy hermosa, que testimonia la amistad y la confianza que lo unen a Cristo, junto con los demás discípulos. “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna”. ¡Hermoso!

Pedro la pronuncia en un momento crítico, porque Jesús acaba de terminar un discurso en el que ha dicho que es “el pan bajado del cielo” (cf. Jn 6,41): este es un lenguaje difícil de entender para la gente, y muchos, también los discípulos que lo seguían, lo abandonaron, porque no entendían.

Los Doce, en cambio, no: se quedaron, porque en Él encontraron “palabras de vida eterna”. Lo han escuchado predicar, han visto los milagros que llevó a cabo y continúan compartiendo con Él los momentos públicos y la intimidad de la vida cotidiana (cf. Mc 3,7-19).

No siempre los discípulos comprenden lo que el Maestro dice y hace; a veces les cuesta aceptar las paradojas de su amor (cf. Mt 5,38-48), las exigencias extremas de su misericordia (cf. Mt 18,21-22), la radicalidad de su modo de entregarse a todos. No es fácil para ellos entender, pero son leales. Las elecciones de Jesús van a menudo más allá de la mentalidad común, más allá de los cánones mismos de la religión institucional y de las tradiciones, hasta el punto de crear situaciones provocadoras y embarazosas (cf. Mt 15,12). No es fácil seguirlo.

Y, sin embargo, entre los muchos maestros de aquel tiempo, Pedro y los demás apóstoles encontraron solo en Él la respuesta a la sed de vida, a la sed de alegría, a la sed de amor que los anima; solo gracias a Él experimentan la plenitud de vida que buscan, más allá de los límites del pecado e incluso de la muerte. Por eso no se van, al contrario, todos, excepto uno, incluso entre muchas caídas y arrepentimientos, permanecen con Él hasta el final (cf. Jn 17,12).

Y, hermanos y hermanas, esto también nos concierne a nosotros: tampoco para nosotros es fácil seguir al Señor, comprender su modo de actuar, hacer nuestros sus criterios y sus ejemplos. Tampoco para nosotros es fácil. Pero, cuanto más nos acercamos a Él – cuanto más nos adherimos a su Evangelio, recibimos su gracia en los Sacramentos, estamos en su compañía en la oración, lo imitamos en la humildad y en la caridad -, más experimentamos la belleza de tenerlo como Amigo, y nos damos cuenta de que solo Él tiene “palabras de vida eterna”.

Entonces, preguntémonos: ¿Hasta qué punto está presente Jesús en mi vida? ¿Hasta qué punto me dejo tocar y provocar por sus palabras? ¿Puedo decir que son también para mí “palabras de vida eterna”? A ti, hermano, hermana, pregunto: ¿Las palabras de Jesús, son para ti – también para mí – palabras de vida eterna?

Que María, que acogió a Jesús, Verbo de Dios, en su carne, nos ayude a escucharlo y a no dejarlo nunca.

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