Descripción corta: Palabras del Papa durante su visita a los trabajadores y pacientes del hospital «De La Croix» en Jal ed Dib
(ZENIT Noticias / Beirut, 02.12.2025).- Por la mañana del martes 2 de diciembre, último día de su visita pastoral al Líbano, el Papa León XIV visitó el Hospital “De La Croix” (Jal ed Dib). En su visita, el Papa se dirigió a los pacientes y trabajadores con palabras de compasión y gratitud, afirmando que ese lugar es «un hogar donde Cristo habita», porque su presencia se manifiesta en el dolor de los pacientes y en el servicio de aquellos que se preocupan por ellos. Ofrecemos a continuación la traducción al español del mensaje del Papa:
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Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
Gracias por vuestra cálida acogida. Gracias.
Me alegro de encontrarme con ustedes, era mi deseo, porque aquí habita Jesús: tanto en ustedes, los enfermos, como en ustedes que los cuidan: las Hermanas, los médicos y todos los trabajadores sanitarios y administrativos. En primer lugar, quisiera saludarlos con afecto y asegurarles que están en mi corazón y en mis oraciones. ¡Y les agradezco por el hermoso himno que han cantado! ¡Gracias al coro y a los compositores, es un mensaje de esperanza!
Este hospital fue fundado por el beato padre Jacques, padre Yaacub, incansable apóstol de la caridad, de quien recordamos su santidad de vida, que se manifestó especialmente en el amor a los más pobres y a los que sufren. Las Hermanas Franciscanas de la Cruz, fundadas por él, continúan su obra y prestan un precioso servicio. Gracias, queridas Hermanas, por la misión que llevan adelante con alegría y dedicación.

También quisiera saludar con profunda gratitud al personal del hospital. Su presencia competente y solícita, así como el cuidado de los enfermos, son un signo tangible del amor compasivo de Cristo. Son como el buen samaritano, que se detiene junto al herido y lo cuida para aliviarlo y curarlo. A veces puede sobrevenir el cansancio o el desánimo, sobre todo por las condiciones no siempre favorables en las que trabajan. Los animo a no perder la alegría de esta misión y, a pesar de algunas dificultades, los invito a tener siempre presente el bien que pueden realizar. Es una gran obra a los ojos de Dios.
Lo que se vive en este lugar es un aviso para todos, para su tierra, pero también para toda la humanidad. No podemos olvidarnos de los más frágiles; no podemos imaginar una sociedad que corre a toda velocidad aferrándose a falsos mitos de bienestar, ignorando tantas situaciones de pobreza y fragilidad. En particular nosotros, los cristianos, que somos la Iglesia del Señor Jesús, estamos llamados a cuidar de los pobres: el Evangelio mismo nos lo pide y —no lo olvidemos— nos interpela el grito de los pobres, que atraviesa también la Escritura: «En el rostro herido de los pobres encontramos impreso el sufrimiento de los inocentes y, por tanto, el mismo sufrimiento de Cristo» (Exhort. ap. Dilexi te, 9).

A ustedes, queridos hermanos y hermanas marcados por la enfermedad, quisiera sólo recordarles que están en el corazón de Dios, nuestro Padre. Él los lleva en la palma de sus manos, los acompaña con amor, les ofrece su ternura a través de las manos y las sonrisas de quienes cuidan de su vida. A cada uno de ustedes el Señor les repite hoy: ¡Te amo, te quiero, eres mi hijo! ¡No lo olviden nunca! Gracias a todos. Shukrán. Allah ma’akum [Gracias. Que Dios esté con ustedes].
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