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]]>El pensamiento de los Papas sobre Dante
Dividida en nueve parágrafos, la Carta Apostólica se abre con un breve excurso que Francisco hace del pensamiento de varios Pontífices sobre Dante: en 1921, Benedicto XV le dedicó la Encíclica «In praeclara summorum» y afirmó que el poeta florentino pertenecía a la Iglesia, hasta el punto de llamarlo «nuestro Dante», ya que su obra toma «poderoso impulso de inspiración» de la fe cristiana. En 1965, San Pablo VI escribió la Carta Apostólica «Altissimi cantus» y destacó que la «Comedia» es «universal», porque «abarca el cielo y la tierra, la eternidad y el tiempo» y tiene un fin «transformador», que es «capaz de cambiar radicalmente al hombre y conducirlo del pecado a la santidad». El Papa Montini destacó también «el ideal de paz» expresado en la obra de Dante, junto con la «conquista de la libertad» que, liberando al hombre del mal, lo conduce hacia Dios. Veinte años después, en 1985, San Juan Pablo II recuerda otro término clave de la «Divina Comedia»: el verbo «transhumanizar», que permite que el hombre y lo divino no se anulen mutuamente. La primera Encíclica de Benedicto XVI, entonces, la «Deus caritas est», en 2005, destaca la originalidad del poema de Dante, es decir, «la novedad de un amor que llevó a Dios a tomar un rostro y un corazón humanos». El Papa Francisco también recuerda su primera Encíclica, «Lumen fidei», publicada en 2013, en la que se cita al Poeta Supremo para describir la luz de la fe como «chispa, llama y estrella en el cielo» que destella en el hombre.
«La Divina Comedia», patrimonio de valores siempre actuales
A continuación, el Papa se detiene en la vida de Dante, definiéndolo como «paradigma de la condición humana» y destacando «la actualidad y perennidad» de su obra que «supo expresar, con la belleza de la poesía, la profundidad del misterio de Dios y del amor». Es, de hecho, «parte integrante de nuestra cultura – escribe Francisco –, nos recuerda las raíces cristianas de Europa y de Occidente, representa el patrimonio de ideales y valores» propuestos aún hoy por la Iglesia y la sociedad civil como «base de la convivencia humana» para que podamos y debamos «reconocernos como hermanos». Padre de la lengua y la literatura italiana, Alighieri vivió su vida con la «atormentada melancolía» de un peregrino y un exiliado, siempre en movimiento, no sólo exteriormente porque se vio obligado a exiliarse, sino también interiormente, en busca de su meta. Y es aquí donde surgen los dos ejes principales de la «Divina Comedia» – explica Francisco – es decir, el punto de partida representado por «el deseo, inherente al alma humana» y el punto de llegada, es decir, «la felicidad, dada por la visión del Amor que es Dios».
Cantor del deseo humano de felicidad
Dante nunca se resigna y por eso es un «profeta de la esperanza»: porque con su obra empuja a la humanidad a liberarse de la «selva oscura» del pecado para encontrar «el camino recto» y alcanzar así «la plenitud de la vida en la historia» y la «eterna dicha en Dios». La suya es, pues, «una misión profética» que no ahorra denuncias y críticas contra aquellos fieles y Pontífices que corrompen la Iglesia y la transforman en un instrumento de interés personal. Pero como «cantor del deseo humano» de felicidad, Alighieri sabe discernir «incluso en las figuras más abyectas y perturbadoras» la aspiración de cada uno a ponerse en marcha «hasta que el corazón encuentre el descanso y la paz en Dios».
Poeta de la misericordia de Dios
El camino indicado por Dante – continúa explicando el Papa Francisco – es «realista y posible» para todos, porque «la misericordia de Dios ofrece siempre la posibilidad de cambiar y convertirse». En este sentido, Alighieri es el «poeta de la misericordia de Dios» y es también el cantor «de la libertad humana», de la que se hace «paladín», porque representa «la condición fundamental de las opciones de vida y de la fe misma». La libertad de quien cree en Dios como Padre misericordioso, añade, es «el mayor regalo» que el Señor hace al hombre para que «alcance la meta final».
La importancia de las mujeres en la “Comedia”
La Carta Apostólica «Candor lucis aeternae» también da protagonismo a tres figuras femeninas representadas en la «Divina Comedia»: María, Madre de Dios, emblema de la caridad; Beatriz, símbolo de la esperanza; y Santa Lucía, imagen de la fe. Estas tres mujeres, que recuerdan las tres virtudes teologales, acompañan a Dante en diferentes etapas de su periplo, demostrando que «no nos salvamos por nosotros mismos», sino que es necesario contar con la ayuda de quienes «pueden apoyarnos y guiarnos con sabiduría y prudencia». Lo que mueve a María, Beatriz y Lucía, de hecho, es siempre el amor divino, «la única fuente que puede darnos la salvación», «la renovación de la vida y la felicidad». En otro parágrafo, pues, que el Pontífice dedica a San Francisco, que en la obra de Dante es representado en la «cándida rosa de los bienaventurados». Entre el Poverello de Asís y el Poeta Supremo, el Papa ve «una profunda sintonía»: ambos, de hecho, se dirigieron al pueblo, el primero «yendo entre la gente», el segundo eligiendo no usar el latín, sino la lengua vernácula, «la lengua de todos». Ambos, además, se abren «a la belleza y al valor» de la Creación, espejo de su Creador.
Precursor de la cultura multimedia
Artista genial, cuyo humanismo «sigue siendo válido y actual», Alighieri es también – afirma el Papa Francisco – «un precursor de nuestra cultura multimedia», porque en su obra «las palabras y las imágenes, los símbolos y los sonidos» se funden para formar «un único mensaje» que tiene casi el sabor de la «provocación»: él, de hecho, quiere hacernos «plenamente conscientes de lo que somos en la tensión interior y continua hacia la felicidad» que representa el Amor infinito y eterno de Dios. De ahí el llamamiento que lanza el Pontífice para que la obra de Dante se conozca aún más y se haga «accesible y atractiva» no sólo para los estudiosos, sino también para todos aquellos que «quieren vivir su propio camino de vida y de fe de forma consciente», aceptando «el don y el compromiso de la libertad».
Llevar a Dante a todos, fuera de las escuelas y universidades
Felicitando, en particular, a los profesores que son capaces de «comunicar con pasión el mensaje de Dante y el tesoro cultural, religioso y moral» de su obra, el Papa Francisco pide, sin embargo, que este «patrimonio» no se quede encerrado en las aulas de las escuelas y universidades, sino que se conozca y difunda gracias al compromiso de las comunidades cristianas, las instituciones académicas y las asociaciones culturales. Incluso los artistas están llamados para esta causa: Francisco los anima a «dar forma a la poesía de Dante por el camino de la belleza», para difundir «mensajes de paz, libertad y fraternidad». Una tarea más relevante que nunca en este momento histórico marcado por las sombras, la degradación y la falta de confianza en el futuro, subraya el Papa. El Sumo Poeta – concluye la Carta Apostólica – puede, por tanto, «ayudarnos a avanzar con serenidad y valentía en la peregrinación de la vida y de la fe, hasta que nuestro corazón haya encontrado la verdadera paz y la verdadera alegría», que es «el amor que mueve el sol y las demás estrellas».
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]]>Diócesis de Ravenna-Cervia por el Año de Dante (C) Vatican Media
Este año marca el séptimo centenario de la muerte del gran poeta y autor de la Divina Comedia.
Durante su discurso, el Santo Padre señaló que, para Dante, el exilio “fue tan significativo que se convirtió en una clave para interpretar no solo su vida, sino el ‘viaje’ de cada hombre y mujer en la historia y más allá de la historia”.
Francisco invita a que las celebraciones del séptimo centenario de la muerte del poeta estimulen “a retomar su Comedia para que, conscientes de nuestra condición de exiliados, nos llame a ese camino de conversión ‘del desorden a la sabiduría, del pecado a la santidad, de la miseria a la felicidad, de la contemplación aterradora del infierno a la contemplación beatífica del paraíso’ (San Pablo VI, Carta Apostólica m.p. Altissimi cantus, 7 de diciembre de 1965)”.
Para el Pontífice, Dante, en efecto, “nos invita una vez más a redescubrir el sentido perdido u ofuscado de nuestro viaje humano”.
Así, aprovechando la resonancia de este artista que supera los siglos, “también nosotros -como nos invitaba san Pablo VI- podremos enriquecernos con la experiencia de Dante para atravesar las numerosas selvas oscuras aún dispersas en nuestra tierra y realizar felizmente nuestra peregrinación en la historia, para alcanzar la meta soñada y deseada por todo hombre”, expresó.
A continuación, sigue el discurso que ha dirigido a los presentes durante el encuentro.
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Discurso del Santo Padre
¡Queridos hermanos y hermanas!
Os doy la bienvenida y os agradezco que hayáis venido a compartir conmigo la alegría y el esfuerzo de abrir las celebraciones del VII centenario de la muerte de Dante Alighieri. Doy las gracias en particular al arzobispo Ghizzoni por sus palabras de presentación.
Rávena, para Dante, es la ciudad del “último refugio” [1] -la primera había sido Verona-; de hecho, en vuestra ciudad el poeta pasó sus últimos años y completó su obra: según la tradición, allí se compusieron los cantos finales del Paraíso.
Así, en Rávena concluyó su viaje terrenal; y puso fin al exilio que tanto marcó su existencia y también inspiró su escritura. El poeta Mario Luzi ha resaltado el valor de la turbación y del descubrimiento superior que la experiencia del exilio reservó a Dante. Esto nos hace pensar inmediatamente en la Biblia, en el exilio del pueblo de Israel a Babilonia, que constituye, por así decirlo, una de las “matrices” de la revelación bíblica. De manera análoga para Dante, el exilio fue tan significativo que se convirtió en una clave para interpretar no sólo su vida, sino el “viaje” de cada hombre y mujer en la historia y más allá de la historia.
La muerte de Dante en Rávena tuvo lugar – como escribe Boccaccio – “el día en que la Iglesia celebra la exaltación de la Santa Cruz” [2]. El pensamiento va a aquella cruz de oro que el Poeta vio ciertamente en la pequeña cúpula azul noche, salpicada de novecientas estrellas, del Mausoleo de Gala Placidia; o a aquella geminada y “resplandeciente” Cristo- por usar la imagen del Paraíso – (cf. XIV, 104), de la semicúpula del ábside de San Apolinar in Classe.
En 1965, con ocasión del séptimo centenario del nacimiento de Dante, san Pablo VI obsequió a Rávena con una cruz de oro para su tumba, que había permanecido hasta entonces -como dijo- “desprovista de tal signo de religión y esperanza” (Discurso al Sacro Colegio y a la Prelatura romana, 23 de enero de 1966). Esa misma cruz, con motivo de este centenario, volverá a brillar en el lugar que conserva los restos mortales del Poeta. Que sea una invitación a la esperanza, esa esperanza de la que Dante es profeta (cf. Mensaje en el 750 aniversario del nacimiento de Dante Alighieri, 4 de mayo de 2015).
El deseo es, pues, que las celebraciones del séptimo centenario de la muerte del Poeta sumo nos estimulen a retomar su Comedia para que, conscientes de nuestra condición de exiliados, nos llame a ese camino de conversión “del desorden a la sabiduría, del pecado a la santidad, de la miseria a la felicidad, de la contemplación aterradora del infierno a la contemplación beatífica del paraíso” (San Pablo VI, Carta Apostólica m.p. Altissimi cantus, 7 de diciembre de 1965). Dante, en efecto, nos invita una vez más a redescubrir el sentido perdido u ofuscado de nuestro viaje humano.
Puede parecer, a veces, que estos siete siglos hayan cavado una distancia insalvable entre nosotros, hombres y mujeres de la era postmoderna y secularizada, y él, representante extraordinario de una edad de oro de la civilización europea. Y, sin embargo, algo nos dice que no es así. Los adolescentes, por ejemplo -incluso los de hoy- si tienen la oportunidad de acercarse a la poesía de Dante de una manera que les sea accesible, inevitablemente encuentran, por un lado, toda la distancia entre el autor y su mundo; y no obstante, por otro, sienten una resonancia sorprendente. Esto sucede especialmente allí donde la alegoría deja espacio al símbolo, donde el ser humano aparece más evidente y desnudo, donde la pasión civil vibra más intensamente, donde la fascinación de la verdad, la belleza y la bondad, en último término, la fascinación de Dios hace sentir su poderosa atracción.
Así, aprovechando esta resonancia que supera los siglos, también nosotros -como nos invitaba san Pablo VI- podremos enriquecernos con la experiencia de Dante para atravesar las numerosas selvas oscuras aún dispersas en nuestra tierra y realizar felizmente nuestra peregrinación en la historia, para alcanzar la meta soñada y deseada por todo hombre: “el amor que mueve el sol y las demás estrellas” (Par. XXXIII, 145) (cf. Mensaje con motivo del 750º aniversario del nacimiento de Dante Alighieri, 4 de mayo de 2015).
Diócesis de Ravenna-Cervia por el Año de Dante (C) Vatican Media
Gracias de nuevo por esta visita, y los mejores deseos para las celebraciones del centenario. Con la ayuda de Dios, el año que viene me propongo ofrecer una reflexión más amplia al respecto. Bendigo de corazón a cada uno de vosotros, a vuestros colaboradores y a toda la comunidad de Ravena. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Gracias.
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1] Véase C. Ricci, L’ultimo rifugio di Dante Alighieri, Hoepli, Milán 1891.
[2] Trattatello in laude di Dante, Garzanti 1995 p. XIV.The post Papa Francisco: Dante, clave para interpretar el “viaje” de cada persona appeared first on ZENIT - Espanol.
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