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]]>La Universidad Católica del Sagrado Corazón, creada en Milán, surgió hace noventa años por iniciativa del Instituto Giuseppe Toniolo, y es entidad fundadora y garante del Ateneo, por la feliz intuición del padre Agostino Gemelli.
Monseñor Pietro Parolin recuerda el especial contexto en que se celebra este año la jornada, marcada por la pandemia, obligando al mundo universitario a “modificar profundamente la forma en que gestiona sus actividades académicas”, y recalca que la Universidad fundada por el padre Agostino Gemelli puede ofrecer una “contribución original y valiosa”, gracias a su “alta competencia científica y profesional”, corroborada por el compromiso ético con el bien común y la visión cristiana dirigida a promover el desarrollo humano integral.
“Aliados para el futuro”
En relación a la crisis que vivimos, monseñor Parolin recuerda que cada ámbito del saber “está llamado a aportar su contribución para que esta situación, fuente de tantas criticidades, pueda también producir efectos de renovación virtuosa de la sociedad”.
Si realmente queremos ser “aliados para el futuro”, como anuncia el lema de la jornada este año, y “dar un giro significativo al camino de la humanidad”, indica el prelado, hay que “saber tejer tramas fructíferas con el tejido social y eclesial; valorar los dones de todos y construir sinergias que favorezcan una verdadera educación integral; desarrollar proyectos de gran alcance nacional e internacional que alimenten el diálogo, la solidaridad y el compartir”.
En la actualidad, “necesitamos aún más personalidades que con un corazón sabio, una mente iluminada, manos laboriosas y una fe sólida sean capaces de acompañar a la humanidad hacia un futuro sostenible y mejor”, expresa el cardenal Parolin en la carta.
Reconstruir el pacto educativo
Por último, el secretario de Estado traslada al arzobispo de Milán el saludo del Santo Padre Francisco, quien expresa de todo corazón su cercanía y su sincero aliento a la Universidad Católica del Sagrado Corazón, especialmente en este año académico en el que se celebran sus cien años de vida.
Asimismo, el Papa agradece la “preciosa labor” que realiza en consonancia con el gran compromiso de toda la Iglesia universal de “Reconstruir el pacto educativo global”, y “espera sinceramente que la misión del Ateneo de los católicos italianos se realice cada vez más en plena sintonía con este proyecto”, escribe Pietro Parolin.
Así, el cardenal termina con unas palabras del Pontífice del mensaje para el lanzamiento del pacto educativo: “Hoy más que nunca, es necesario unir los esfuerzos por una alianza educativa amplia para formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna”.
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]]>El encuentro ha tenido lugar durante la mañana de hoy en la sede del Ministerio con el fin de iniciar un diálogo sobre la educación en la situación actual. En “un marco de cordialidad” se ha puesto de manifiesto la relevancia del Artículo 27 de la Constitución como marco de referencia para un pacto educativo.
Del mismo modo, en el encuentro se ha valorado la importancia de la enseñanza de la Religión y de la formación moral para una educación integral, así como el papel de la escuela concertada y su servicio a la sociedad.
De acuerdo al comunicado, en la reunión han participado el secretario general de la CEE, monseñor Luis Argüello; el presidente de la Comisión Episcopal para la Educación y Cultura, Alfonso Carrasco; y la secretaria técnica de esta Comisión, Raquel Pérez, han mantenido un encuentro con la ministra de Educación y Formación Profesional, María Isabel Celaá; el secretario de Estado de Educación, Alejandro Tiana; y el subsecretario de Educación y Formación Profesional, Fernando Gurrea.
Proyecto de Ley de Educación
El pasado 17 de junio, la Comisión Episcopal para la Educación y Cultura de la CEE emitió una nota sobre el Proyecto de Ley de Educación publicado por el Gobierno español durante el “estado de alarma” ocasionado por la pandemia del coronavirus.
En ese documento, la Comisión insiste “en la necesidad de proteger y promover el derecho a la educación y la libertad de enseñanza, tal como se explicitan en la Constitución y en su interpretación jurisprudencial”.
Igualmente, expone como necesario que, a diferencia del actual Proyecto, “la futura Ley siga recogiendo la ‘demanda social’ en todas las etapas del proceso educativo, desde la libertad de elección de centro escolar, que incluye la gratuidad de la enseñanza sin discriminaciones, al trato en igualdad de condiciones de los diversos centros y a la libertad para su creación”.
Asignatura de Religión
En cuanto a la asignatura de Religión, el texto indicaba que debido a que la formación integral es un principio educativo recogido también por la Constitución Española “no puede excluirse del ámbito escolar la educación de la dimensión moral y religiosa de la persona, de modo que ésta pueda crecer como sujeto responsable y libre”, recogida en la asignatura de Religión y reconocida en otros sistemas educativos europeos.
Finalmente, la CEE ofreció su “plena disponibilidad” para dialogar y colaborar en el proceso de preparación de la nueva Ley de Educación.
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]]>Después de un primer encuentro virtual convocado por Scholas el pasado 8 de abril, en el que docentes y profesores universitarios de todo el mundo compartieron cómo estaban llevando adelante esta nueva realidad educativa; este segundo encuentro virtual dio paso a un debate más profundo, en el que se analizaron las polémicas que surgieron en torno a la educación en tiempos de COVID-19.
Tecnología y conexión a internet
Entre los participantes desde la Ciudad del Vaticano, Monseñor Angelo Vincenzo Zani, secretario general del Dicasterio de la Educación Católica de la Santa Sede expresó en italiano: “Quiero agradecer a Scholas por todo lo que hace, porque están involucrando a todos los agentes, a los padres, a los jóvenes, a los docentes, es realmente un pacto educativo global. Es una experiencia que responde a las necesidades y problemas que la pandemia del coronavirus ha revelado”.
Luego agregó: “Esta pandemia ha provocado otras pandemias: la pandemia social y la pandemia económica […] pero sobre todo una pandemia de la cual se habla poco: que es la pandemia educativa, que es muy grave.” Explicó que como dice el Papa Francisco la educación requiere mente, corazón y manos, y a través de la educación a distancia ponemos sobre todo el acento en la mente, pero falta el corazón y las manos.
Por último, indicó: “Es muy bello el trabajo que estamos haciendo junto a Scholas, justamente reconstruir el pacto educativo […] Debemos trabajar en una educación de calidad, comprometida con la ciudadanía, con la paz, con la solidaridad y el medio ambiente”.
Una nueva educación
En este sentido, desde la República Democrática del Congo, el académico Lazare Rukundwa Sebitereko, agregó que hoy debemos mirar otras formas alternativas de aprendizaje: “Nuestros sistemas educativos han confiado en la tecnología y la conexión a Internet como un privilegio para algunos. Sin embargo, ¿podríamos ver las formas tradicionales de aprendizaje por experiencia que han funcionado en el pasado de una manera más inclusiva?”.
Ante ello, el secretario nacional de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación de la Argentina, dr. Jaime Perczyk, reflexionó sobre la importancia de capitalizar lo aprendido: “El desafío nuestro desde la educación es transformar en conocimiento, en una nueva educación, todo esto que estuvimos haciendo estos meses. No es que volvemos a la escuela, al viejo modelo que ya tenía problemas, en el cual los más pobres quedaban afuera […].
“Estamos construyendo una idea de que todos tenemos que estar adentro, de que es posible conectarnos de otra manera, […] poner en el centro a los chicos y a las chicas […] Cuando volvamos a la escuela esto lo tenemos que poner en nuestro capital acumulado, en lo que aprendimos […] en el centro de todas las discusiones científicas, filosóficas, académicas, políticas y pedagógicas. Agradezco el movimiento de Scholas y todo este debate”, prosiguió.
Trabajo en grupo
Después, los participantes trabajaron en grupos reducidos en torno a los grandes dilemas y debates que han surgido recientemente y cómo a partir de ellos construir un nuevo pacto educativo entre docentes, alumnos y familia.
El primer grupo profundizó en el problema de la evaluación y la acreditación de aprendizajes. En este sentido conversaron sobre la importancia de “repensar el sentido de la educación, preguntarnos qué tipo de ciudadanos queremos formar, modificar procesos de trabajo y diversificar la evaluación”.
“En el corto plazo podemos flexibilizar priorizando a los que se han quedado atrás y en el mediano plazo, construir un sistema educativo que se centre en el sentido de la educación y en la persona”, explicaban.
El grupo dos analizó la polémica del financiamiento de la educación en tiempos de pandemia, el dilema de las cuotas ante la ausencia de clases presenciales. Frente a esto los docentes coincidieron en que todos se han preparado “por horas, días y años, con responsabilidad, con juicio y distintos saberes”, para acompañar el aprendizaje, sea en vivo o en línea. También explicaron la importancia de sentirse apoyados y respaldados para continuar con su tarea.
Otro grupo profundizó en la inequidad y desigualdad educativa en tiempos de pandemia. Frente a esto los participantes postularon que la crisis ya existía antes de la llegada de la pandemia y manifestaron su deseo: “Queremos abrazar una opción por una educación desde los excluidos que articule saberes populares y académicos, con centralidad en la persona y familia fortalecida, pensando en clave global”.
Mientras que otro grupo de participantes dialogó sobre el cuidado de los vínculos interpersonales entre docentes y estudiantes, y entre estudiantes entre sí. En este sentido los docentes explicaron que esta situación ha evidenciado el papel del docente como guía y gestor de las emociones en el aula. Del mismo modo explicaron que es necesario que en el proceso educativo se vuelva a educar en la emocionalidad y en la construcción de sentido alrededor de la vida, las experiencias y el mismo ser.
“Semilla extraordinaria”
En el cierre el dr. Gonzalo Sánchez Terán quien dirige los Cursos de Educación en Emergencias y de Asuntos Estratégicos en Asistencia Humanitaria, del Máster en Acción Humanitaria Internacional de Fordham University en Estados Unidos; explicaba que esta no es una crisis de hoy, es una crisis de ayer, que unos padecen más que otros.
Destacó también que ya antes de que empezara la pandemia había 260 millones de chicos (niños migrantes, refugiados o desplazados) sin poder ir la escuela y volver a la normalidad es volver al drama. También agregó: “Esto que estamos viviendo hoy es una semilla extraordinaria, yo no había vivido esto nunca: gente interesada en educación de todo el mundo juntos hablando de estos temas”.
Por último, los co-fundadores de Scholas junto al Papa Francisco, José María del Corral y Enrique Palmeyro, agradecieron el interés y entusiasmo de los participantes de todas las universidades presentes y el trabajo que vienen realizando las Cátedras Scholas durante este tiempo de pandemia.
Y recordaron que Jorge Begoglio ya había manifestado veinte años antes que el pacto educativo estaba roto y que si queríamos cambiar el mundo deberíamos empezar por cambiar la educación.
Scholas Occurrentes
Scholas Occurrentes es una organización internacional de Derecho Pontificio presente en 190 países de los cinco continentes, que a través de su red integra a medio millón de escuelas y redes educativas.
Su misión es lograr la integración de todos los alumnos del mundo a través de propuestas tecnológicas, deportivas y artísticas que promueven la educación desde la cultura del encuentro.
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]]>En la mañana de hoy, 20 de febrero de 2020, el Santo Padre recibió en audiencia a los participantes en la Plenaria de la Congregación para la Educación Católica (de los Institutos de Estudios).
En su discurso, Francisco expuso que “el fascinante mundo de la educación” “no es nunca una acción repetitiva, sino el arte del crecimiento, de la maduración”. Después, definió la educación como una “realidad dinámica”, un “movimiento” del cual remarcó cuatro características.
Movimiento ecológico
La primera de ellas es la de ser un movimiento ecológico: “La educación que tiene en el centro a la persona en su realidad integral tiene como finalidad llevarla al conocimiento de sí misma, de la casa común en la que vive, y sobre todo al descubrimiento de la fraternidad como relación que produce la composición multicultural de la humanidad, fuente de enriquecimiento mutuo”, apuntó el Papa.
Se trata de un movimiento educativo, indica la Encíclica Laudato Sí’, que contribuye a la recuperación de “los distintos niveles de equilibrio ecológico: el interno con uno mismo, el solidario con los demás, el natural con todos los seres vivos, el espiritual con Dios». Algo que requiere educadores “capaces de replantear los itinerarios pedagógicos de una ética ecológica, de manera que ayuden efectivamente a crecer en la solidaridad, la responsabilidad y el cuidado basado en la compasión (n. 210)”.
Movimiento inclusivo
En cuanto al método, para el Pontífice, la educación es un movimiento inclusivo que se dirige a los excluidos: “por la pobreza, por la vulnerabilidad debida a guerras, hambrunas y desastres naturales, por la selectividad social, por las dificultades familiares y existenciales”.
Esta inclusión, agregó, se concreta en “acciones educativas a favor de los refugiados, de las víctimas de la trata de seres humanos, de los migrantes, sin distinción alguna de sexo, religión o etnia”.
“La inclusión no es un invento moderno, sino una parte integral del mensaje salvador cristiano. Hoy en día es necesario acelerar este movimiento inclusivo de educación para frenar la cultura del descarte, originada por el rechazo de la fraternidad como elemento constitutivo de la humanidad”, aclaró.
Movimiento pacificador
Asimismo, el Obispo de Roma subrayó que el “movimiento educativo, “constructor de paz”, es “una fuerza que hay que alimentar contra la ‘egolatría’ que genera la no paz, las rupturas entre generaciones, entre pueblos, entre culturas, entre poblaciones ricas y pobres, entre masculino y femenino, entre economía y ética, entre humanidad y medio ambiente (cf. Congregación para la Educación Católica, Pacto Educativo Mundial. Instrumentum laboris, 2020)”. Y añadió que “estas fracturas y contraposiciones, que enferman las relaciones, esconden un miedo a la diversidad y a la diferencia”.
Por todo ello, “la educación está llamada con su fuerza pacificadora a formar personas capaces de comprender que la diversidad no obstaculiza la unidad, sino que es indispensable para la riqueza de la propia identidad y de la de todos”.
Movimiento en equipo
Otro rasgo de la educación es el de ser un movimiento en equipo, pues “nunca es la acción de una sola persona o institución”, describe el Papa Francisco. No obstante, este movimiento en equipo ha estado en crisis desde hace tiempo.
Por este motivo, el Santo Padre promueve el próximo 14 de mayo como el día del pacto educativo global, “un llamamiento a todos aquellos que tienen responsabilidades políticas, administrativas, religiosas y educativas para reconstruir el ‘pueblo de la educación’”.
El objetivo de este encuentro “no es desarrollar programas, sino encontrar el paso común para reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones, renovando la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión”, puntualizó.
Alianza educativa
En la constitución de un pacto educativo global el Papa ve “la facilitación del crecimiento de una alianza interdisciplinaria y transdisciplinaria”, que la reciente Constitución Apostólica Veritatis gaudium indicaba para los estudios eclesiásticos y que se puede aplicar a todas las disciplinas.
Finalmente, Francisco pidió a los presentes continuar “con provecho en la realización del programa para los próximos años, en particular en la elaboración de un Directorio, en la constitución de un Observatorio Mundial, así como en la cualificación y actualización de los estudios eclesiásticos y en una mayor solicitud por la pastoral universitaria como instrumento de la nueva evangelización”. Todos ellos, “esfuerzos que pueden contribuir eficazmente a consolidar el pacto”.
***
Discurso del Santo Padre
Señores Cardenales,
Queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
Queridos hermanos y hermanas:
Agradezco al cardenal Versaldi las amables palabras de presentación y os saludo cordialmente a todos. Vuestra reunión en Asamblea Plenaria os ha brindado estos días la oportunidad, de releer el denso trabajo realizado en los últimos tres años y de delinear los esfuerzos futuros con corazón abierto y con esperanza. El campo de competencia del Dicasterio os compromete a calaros en el fascinante mundo de la educación, que nunca es una acción repetitiva, sino el arte del crecimiento, de la maduración, y por esta razón nunca igual a sí mismo.
La educación es una realidad dinámica, es un movimiento que saca a la luz a las personas. Se trata de un tipo de movimiento peculiar, con características que lo convierten en un dinamismo de crecimiento, orientado al pleno desarrollo de la persona en su dimensión individual y social. Me gustaría detenerme en algunos de sus rasgos típicos.
Una propiedad de la educación es la de ser un movimiento ecológico. Es una de sus fuerzas motrices hacia el objetivo formativo completo. La educación que tiene en el centro a la persona en su realidad integral tiene como finalidad llevarla al conocimiento de sí misma, de la casa común en la que vive, y sobre todo al descubrimiento de la fraternidad como relación que produce la composición multicultural de la humanidad, fuente de enriquecimiento mutuo.
Este movimiento educativo, como escribí en la Encíclica Laudato sí, contribuye a la recuperación de «los distintos niveles de equilibrio ecológico: el interno con uno mismo, el solidario con los demás, el natural con todos los seres vivos, el espiritual con Dios». Esto requiere, por supuesto, educadores «capaces de replantear los itinerarios pedagógicos de una ética ecológica, de manera que ayuden efectivamente a crecer en la solidaridad, la responsabilidad y el cuidado basado en la compasión» (n. 210).
En cuanto al método, la educación es un movimiento inclusivo. Una inclusión que va hacia todos los excluidos: por la pobreza, por la vulnerabilidad debida a guerras, hambrunas y desastres naturales, por la selectividad social, por las dificultades familiares y existenciales. Una inclusión que se concretiza en acciones educativas a favor de los refugiados, de las víctimas de la trata de seres humanos, de los migrantes, sin distinción alguna de sexo, religión o etnia. La inclusión no es un invento moderno, sino una parte integral del mensaje salvífico cristiano. Hoy es necesario acelerar este movimiento inclusivo de la educación para poner coto a la cultura del descarte, cuyo origen es el rechazo de la fraternidad como elemento constitutivo de la humanidad.
Otra característica de la educación es la de ser un movimiento pacificador, portador de paz. Es armonioso –hablaré luego, pero están conectados- un movimiento pacificador, portador de paz. Lo testimonian los mismos jóvenes, que con su compromiso y su sed de verdad » nos recuerdan constantemente que la esperanza no es una utopía y la paz es un bien siempre posible.» (Discurso a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, 9 de enero de 2020). El movimiento educativo, constructor de paz es una fuerza que hay que alimentar contra la «egolatría» que genera la no paz, las rupturas entre generaciones, entre pueblos, entre culturas, entre poblaciones ricas y pobres, entre masculino y femenino, entre economía y ética, entre humanidad y medio ambiente (cf. CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Pacto Educativo Mundial. Instrumentum laboris, 2020). Estas fracturas y contraposiciones, que enferman las relaciones, esconden un miedo a la diversidad y a la diferencia. Por eso, la educación está llamada con su fuerza pacificadora a formar personas capaces de comprender que la diversidad no obstaculiza la unidad, sino que es indispensable para la riqueza de la propia identidad y de la de todos.
Otro elemento típico de la educación es el de ser un movimiento de equipo. Nunca es la acción de una sola persona o institución. La Declaración conciliar Gravissimum educationis afirma que la escuela «constituye como un centro de cuya laboriosidad y de cuyos beneficios deben participar a un tiempo las familias, los maestros, las diversas asociaciones que promueven la vida cultural, cívica y religiosa, la sociedad civil y toda la comunidad humana » (n. 5). Por su parte, la Constitución Apostólica Ex corde Ecclesiae, que este año celebra el trigésimo aniversario de su promulgación, afirma que «la Universidad Católica persigue sus propios objetivos también mediante el esfuerzo por formar una comunidad auténticamente humana, animada por el espíritu de Cristo» (n. 21). Pero toda universidad está llamada a ser una «comunidad de estudio, de investigación y de formación» (Constitución Apostólica Veritatis gaudium art. 11 § 1).
Este movimiento de equipo ha estado en crisis desde hace tiempo por varias razones. Por eso, sentí la necesidad de promover el próximo 14 de mayo el día del pacto educativo global confiando la organización a la Congregación para la Educación Católica. Es un llamamiento a todos aquellos que tienen responsabilidades políticas, administrativas, religiosas y educativas para reconstruir el «pueblo de la educación». El objetivo de estar juntos no es desarrollar programas, sino encontrar el paso común » para reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones, renovando la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión. El pacto educativo no debe ser un simple ordenamiento, no debe ser un “recocido” de los positivismos que hemos recibido de una educación ilustrada. Debe ser revolucionario.
Hoy más que nunca, es necesario unir los esfuerzos por una alianza educativa amplia para formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna. “Para lograr estos objetivos se necesita valentía: «La valentía de colocar a la persona en el centro […]. La valentía de invertir las mejores energías […] La valentía de formar personas disponibles que se pongan al servicio de la comunidad» (Mensaje para el lanzamiento del Pacto Educativo, 12 de septiembre de 2019). La valentía de pagar bien a los educadores.
También veo en la constitución de un pacto educativo global la facilitación del crecimiento de una alianza interdisciplinaria y transdisciplinaria, que la reciente Constitución Apostólica Veritatis gaudium indicaba para los estudios eclesiásticos, como «el principio vital e intelectual de la unidad del saber en la diversidad y en el respeto de sus expresiones múltiples, conexas y convergentes” […] también en relación con el panorama actual fragmentado y no pocas veces desintegrado, de los estudios universitarios y con el pluralismo ambiguo, conflictivo o relativista de las convicciones y de las opciones culturales» (Proemio, 4 c).
En este amplio horizonte de formación os deseo que continuéis con provecho en la realización del programa para los próximos años, en particular en la elaboración de un Directorio, en la constitución de un Observatorio Mundial, así como en la cualificación y actualización de los estudios eclesiásticos y en una mayor solicitud por la pastoral universitaria como instrumento de la nueva evangelización. Todos estos son esfuerzos que pueden contribuir eficazmente a consolidar el pacto, en el sentido que nos enseña la Palabra de Dios: «El pacto entre Dios y los hombres, el pacto entre las generaciones, el pacto entre los pueblos y las culturas, el pacto ―en la escuela― entre los maestros y los alumnos, el pacto entre el hombre, los animales, las plantas e incluso las realidades inanimadas que hacen que nuestra casa común sea hermosa y variopinta. ¡Todo está relacionado con todo, todo está creado para ser un icono vivo de Dios que es Trinidad de Amor! “(Discurso a la Comunidad Académica del Instituto Universitario Sofía de Loppiano, 14 de noviembre de 2019).
Queridos hermanos y hermanas, os doy las gracias por el trabajo que hacéis con dedicación cada día. Invoco sobre vosotros los dones del Espíritu Santo para que os dé fortaleza en vuestro delicado ministerio en favor de la educación. Y os pido, por favor, que recéis por mí. Gracias.
© Librería Editorial Vaticano
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]]>Así lo afirmó en la Universidad de Navarra el catedrático de Derecho Eclesiástico del Estado Daniel Tirapu. El experto de la Universidad de Jaén participó en la jornada académica organizada en el marco de la festividad de San Raimundo de Peñafort, patrón de la Facultad de Derecho Canónico.
Pacto de calidad escolar
En su mensaje expuso que en España se quiere apostar por un solo modelo educativo: «El que no lo sigue es considerado un modelo de educación segregadora”. Y destacó que “es necesario un serio pacto de calidad escolar”.
Durante la sesión recordó algunas cuestiones actuales sobre la libertad de enseñanza en España. Entre ellas, hizo hincapié en la Sentencia del Tribunal Constitucional del 10 de abril de 2018, en la que se desestimaba el recurso de inconstitucionalidad presentado por 50 diputados socialistas contra una serie de artículos de la Ley Orgánica de 2019, para la mejora de la calidad educativa LOMCE. Y señaló que, de los temas abordados por esta sentencia, “los de más repercusión mediática han sido: el tratamiento de los centros de educación diferenciada y la enseñanza de religión como asignatura en Educación Primaria y Secundaria”.
Aseguró que “las grandes batallas ideológicas y de sumisión social están en el control de la educación” y puso de relieve la importancia del Derecho a la Educación recogido en la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (2007), cuyos puntos principales son tres: el primero, toda persona tiene derecho a la educación y al acceso a la formación profesional y permanente; el segundo, este derecho incluye la facultad de recibir gratuitamente la enseñanza obligatoria; y el tercero, se respetan, de acuerdo con las leyes nacionales que regulen su ejercicio, la libertad de creación de centros docentes dentro del respeto de los principios democráticos, así como el derecho de los padres a garantizar la educación y la enseñanza de sus hijos conforme a sus convicciones religiosas, filosóficas y pedagógicas.
Elección de los padres
Para Tirapu, el Derecho a la Educación de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea “cuenta con el equilibrio de tres elementos: la familia, el estado, y la iniciativa social y de las confesiones religiosas”. Asimismo, declaró que la novedad radica en el tercer punto: “Porque subraya que el derecho es de todos los individuos, pero la elección del modelo educativo corresponde a los padres”.
La facultad de elegir la educación acorde con sus convicciones pedagógicas amplía, a su juicio, la libertad de los padres en su derecho de elección: “A mi entender, supone un claro límite para los Estados a la hora de optar por un único modelo pedagógico. Además, permite abrir posibilidades nuevas y creativas al modelo de escuela tradicional, como instrucción en grupos familiares, a través de Internet o a distancia”.
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]]>En la mañana de hoy, 9 de enero de 2020, el Santo Padre recibió en audiencia a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede para la presentación de sus saludos de Año Nuevo.
Realismo y esperanza
Tras el saludo del decano del Cuerpo Diplomático, George Poulides, embajador de Chipre ante la Santa Sede, el Papa pronunció su discurso. En él, indicó que este nuevo año que comienza “invita a la alegría y a asumir una actitud de esperanza” que “anime la mirada con la que nos adentramos en el tiempo que nos aguarda”.
No obstante, Francisco también considera que la espera “exige realismo”, “que se llame a los problemas por su nombre y que se tenga el valor de afrontarlos”, pues, “desgraciadamente, el año nuevo no parece estar marcado por signos alentadores, sino por una intensificación de las tensiones y la violencia”.
A lo largo de su alocución, remarcando que “la paz y el desarrollo humano integral son de hecho el objetivo principal de la Santa Sede en el ámbito de su tarea diplomática”, el Pontífice citó los muchos conflictos, incluidos los olvidados, que existen actualmente en el mundo.
Recorrido por el año 2019
Al mismo tiempo, recordó asuntos tan relevantes como los abusos contra los menores, la violencia contra las mujeres y el sentido de solidaridad en Europa. También se refirió a cuestiones como el pacto educativo, la conversión ecológica integral, los conflictos político-sociales en América Latina, las personas desplazadas y la necesidad de un mundo sin armas nucleares.
Por otra parte, en su intervención el Obispo de Roma repasó los viajes apostólicos realizados en 2019, describiéndolos como “una oportunidad para fomentar el diálogo a nivel político y religioso”.
Del mismo modo, el Santo Padre aludió a acontecimientos importantes del año 2019, como la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá; la firma del Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común junto con el gran Imán de Al-Azhar Ahmad en Abu Dhabi; el retiro celebrado en el Vaticano con los líderes de Sudán del Sur, país que espera “poder visitar durante este año”; y el Sínodo de la Amazonía.
A continuación sigue el discurso completo del Papa Francisco.
***
Excelencias, señoras y señores:
Un nuevo año se abre delante de nosotros y, como el llanto de un niño recién nacido, nos invita a la alegría y a asumir una actitud de esperanza. Quisiera que esta palabra —esperanza—, que para los cristianos es una virtud fundamental, anime la mirada con la que nos adentramos en el tiempo que nos aguarda.
Ciertamente, esperar exige realismo. Requiere ser conscientes de las numerosas cuestiones que afligen nuestra época y de los desafíos que se vislumbran en el horizonte. Exige que se llame a los problemas por su nombre y que se tenga el valor de afrontarlos. Demanda no olvidar que la comunidad humana lleva los signos y las heridas de las guerras que se han producido a lo largo del tiempo, con una capacidad destructiva cada vez mayor, y que no dejan de afectar especialmente a los más pobres y a los más débiles[1]. Desgraciadamente, el año nuevo no parece estar marcado por signos alentadores, sino por una intensificación de las tensiones y la violencia.
Es precisamente a la luz de estas circunstancias que no podemos dejar de esperar. Y esperar exige valentía. Pide tener la conciencia de que el mal, el sufrimiento y la muerte no prevalecerán y que incluso las cuestiones más complejas pueden y deben ser afrontadas y resueltas. La esperanza «es la virtud que nos pone en camino, nos da alas para avanzar, incluso cuando los obstáculos parecen insuperables»[2].
Con este ánimo, os acojo hoy, estimados Embajadores, para desearos lo mejor para el año nuevo. Agradezco de manera especial al Decano del Cuerpo Diplomático, el Excmo. señor George Poulides, Embajador de Chipre, por las cordiales palabras que me ha dirigido en nombre de todos vosotros y os agradezco vuestra presencia, tan numerosa y significativa, como también el compromiso que cada día dedicáis para consolidar las relaciones que unen a la Santa Sede con vuestros países y las Organizaciones internacionales en beneficio de la convivencia pacífica entre los pueblos.
La paz y el desarrollo humano integral son de hecho el objetivo principal de la Santa Sede en el ámbito de su tarea diplomática. A ella se orientan los esfuerzos de la Secretaría de Estado y de los Dicasterios de la Curia Romana, como además los de los Representantes Pontificios, a los que agradezco por la dedicación con la que cumplen la doble misión que les ha sido encomendada: representar al Papa ante las Iglesias locales como también ante vuestros Gobiernos.
En esa perspectiva se sitúan también los Acuerdos de carácter general, firmados o ratificados en el curso del año que acaba de concluir, con la República del Congo, la querida República Centroafricana, Burkina Faso y Angola, como además el Acuerdo entre la Santa Sede y la República Italiana para la aplicación de la Convención de Lisboa sobre el reconocimiento de los títulos de estudio concernientes a la enseñanza superior en la región europea.
También los Viajes Apostólicos que, además de ser un camino privilegiado por el que el Sucesor del apóstol Pedro confirma a los hermanos en la fe, son una ocasión para favorecer el diálogo en el ámbito político y religioso. En el 2019 tuve la oportunidad de visitar diferentes realidades significativas. Quisiera recorrer con vosotros las etapas que realicé, aprovechando la ocasión para dar una mirada más amplia sobre algunas cuestiones problemáticas de nuestro tiempo.
Al inicio del año pasado, con motivo de la XXXIV Jornada Mundial de la Juventud, encontré en Panamá a jóvenes provenientes de los cinco continentes, llenos de sueños y esperanzas, reunidos allí para rezar y reavivar el deseo y el compromiso de crear un mundo más humano[3]. Encontrar a los jóvenes es siempre una alegría y una gran motivación. Ellos son el futuro y la esperanza de nuestras sociedades, y también el presente.
Sin embargo, como es tristemente conocido, no pocos adultos, entre los que se cuentan varios miembros del clero, fueron responsables de delitos gravísimos contra la dignidad de los jóvenes, niños y adolescentes, violando su inocencia y su intimidad. Se trata de crímenes que ofenden a Dios, causan daños físicos, psicológicos y espirituales a las víctimas y lesionan la vida de comunidades enteras[4]. Después del encuentro con los episcopados de todo el mundo, que convoqué en el Vaticano el pasado mes de febrero, la Santa Sede renueva su compromiso para que se investiguen los abusos cometidos y se asegure la protección de los menores, a través de un amplio espectro de normas que consientan afrontar dichos casos en el ámbito del derecho canónico y a través de la colaboración con las autoridades civiles, a nivel local e internacional.
Ante heridas tan graves, resulta todavía más urgente que los adultos no depongan la tarea educativa que les compete, más aún, que se hagan cargo de dicho compromiso con mayor dedicación, para conducir a los jóvenes a la madurez espiritual, humana y social.
Por esta razón, deseo promover un evento mundial el próximo 14 de mayo, que tendrá como tema: Reconstruir el pacto educativo global. Se trata de un encuentro dirigido a «reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones, renovando la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión. Hoy más que nunca, es necesario unir los esfuerzos por una alianza educativa amplia para formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna»[5].
Todo cambio, como el de época que estamos viviendo, pide un camino educativo, la constitución de una aldea de la educación[6] que cree una red de relaciones humanas y abiertas. Dicha aldea debe poner a la persona en el centro, favorecer la creatividad y la responsabilidad para unos proyectos de larga duración y formar personas disponibles para ponerse al servicio de la comunidad.
Por tanto, es necesario un concepto de educación que abrace la amplia gama de experiencias de vida y de procesos de aprendizaje y que consienta a los jóvenes desarrollar su personalidad de manera individual y colectiva. La educación no termina en las aulas de las escuelas o de las universidades, sino que se afirma principalmente respetando y reforzando el derecho primario de la familia a educar, y el derecho de las Iglesias y de los entes sociales a sostener y colaborar con las familias en la educación de los hijos.
Educar exige entrar en un diálogo sincero y leal con los jóvenes. Ante todo, ellos son quienes nos interpelan sobre la urgencia de esa solidaridad intergeneracional, que desgraciadamente ha desaparecido en los últimos años. En efecto, hay una tendencia en muchas partes del mundo a encerrarse en sí mismos, a proteger los derechos y los privilegios adquiridos, a concebir el mundo dentro de un horizonte limitado que trata con indiferencia a los ancianos y, sobre todo, que no ofrece más espacio a la vida naciente. El envejecimiento general de una parte de la población mundial, especialmente en Occidente, es la triste y emblemática representación de todo esto.
Si bien por un lado no debemos olvidar que los jóvenes esperan la palabra y el ejemplo de los adultos, al mismo tiempo hemos de tener presente que ellos tienen mucho que ofrecer con su entusiasmo, con su compromiso y con su sed de verdad, a través de la que nos recuerdan constantemente que la esperanza no es una utopía y la paz es un bien siempre posible.
Lo hemos visto en el modo con el que muchos jóvenes se están comprometiendo para sensibilizar a los líderes políticos sobre la cuestión del cambio climático. El cuidado de nuestra casa común debe ser una preocupación de todos y no el objeto de una contraposición ideológica entre las diferentes visiones de la realidad, ni mucho menos entre las generaciones, porque «en contacto con la naturaleza —como nos recordaba Benedicto XVI—, la persona recobra su justa dimensión, se redescubre criatura, pequeña pero al mismo tiempo única, “capaz de Dios” porque interiormente está abierta al Infinito»[7]. Por tanto, la protección del lugar que el Creador nos dio para vivir no puede descuidarse, ni reducirse a una problemática elitista. Los jóvenes nos dicen que no puede ser así, porque existe un desafío urgente, a todos los niveles, de proteger nuestra casa común y «unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral»[8]. Ellos nos reclaman la urgencia de una conversión ecológica, que «debe entenderse de manera integral, como una transformación de las relaciones que tenemos con nuestros hermanos y hermanas, con los otros seres vivos, con la creación en su variedad tan rica, con el Creador que es el origen de toda vida»[9].
Lamentablemente, la urgencia de esta conversión ecológica parece no ser acogida por la política internacional, cuya respuesta a las problemáticas planteadas por cuestiones globales, como la del cambio climático, es todavía muy débil y fuente de gran preocupación. La XXV Sesión de la Conferencia de los Estados Parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25), celebrada en Madrid el pasado mes de diciembre, representa una seria llamada de atención sobre la voluntad de la Comunidad internacional para afrontar con sabiduría y eficacia el fenómeno del calentamiento global, que requiere una respuesta colectiva, capaz de hacer prevalecer el bien común sobre los intereses particulares.
Estas consideraciones dirigen nuestra atención hacia América Latina, de modo particular a la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la región amazónica, realizada en el Vaticano el pasado mes de octubre. El Sínodo fue un evento esencialmente eclesial, promovido por la voluntad de ponerse a la escucha de las esperanzas y de los desafíos de la Iglesia en la Amazonia y de abrir nuevos caminos al anuncio del Evangelio al Pueblo de Dios, especialmente a las poblaciones indígenas. Por tanto, la Asamblea sinodal no podía eximirse de tocar, desde la ecología integral, también otras temáticas, que tienen que ver con la vida misma de esa región, tan grande e importante para todo el mundo, porque «la selva amazónica es un “corazón biológico” para la tierra cada vez más amenazada»[10].
Además de la situación en la región amazónica, suscita preocupación la multiplicación de crisis políticas que se van extendiendo en numerosos países del continente americano, con tensiones e insólitas formas de violencia que empeoran los conflictos sociales y generan graves consecuencias socioeconómicas y humanitarias. Las polarizaciones, cada vez más fuertes, no ayudan a resolver los auténticos y urgentes problemas de los ciudadanos, sobre todo de los más pobres y vulnerables, y mucho menos lo logra la violencia, que por ningún motivo puede ser adoptada como instrumento para afrontar las cuestiones políticas y sociales. En este contexto, quiero recordar especialmente a Venezuela, para que continúe presente el compromiso de la búsqueda de soluciones.
En general, los conflictos de la región americana, aun cuando tienen raíces diferentes, están acomunados por profundas desigualdades, por injusticias y por la corrupción endémica, así como por las diversas formas de pobreza que ofenden la dignidad de las personas. Por tanto, es necesario que los líderes políticos se esfuercen por restablecer con urgencia una cultura del diálogo para el bien común y para reforzar las instituciones democráticas y promover el respeto del estado de derecho, con el fin de prevenir las desviaciones antidemocráticas, populistas y extremistas.
En mi segundo viaje de 2019, fui a los Emiratos Árabes Unidos, primera visita de un Sucesor de Pedro a la Península Arábiga. En Abu Dabi firmé, con el gran Imán de Al-Azhar Ahmad al-Tayyeb, el Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común. Se trata de un texto importante, dirigido a favorecer la mutua comprensión entre cristianos y musulmanes, y la convivencia en sociedades cada vez más multiétnicas y multiculturales, ya que en la firme condena del uso del «nombre de Dios para justificar actos de homicidio, exilio, terrorismo y opresión»[11], recuerda la importancia del concepto de ciudadanía, que «se basa en la igualdad de derechos y deberes bajo cuya protección todos disfrutan de la justicia»[12]. Esto exige el respeto de la libertad religiosa y que haya un compromiso para renunciar al uso discriminatorio de la palabra minorías, que trae consigo las semillas del sentirse aislados y de la inferioridad, y prepara el terreno para la hostilidad y la discordia, excluyendo a los ciudadanos en base a su pertenencia religiosa[13]. Con este fin, es particularmente importante formar a las generaciones futuras en el diálogo interreligioso, como vía principal para el conocimiento, la comprensión y el respaldo recíproco entre los miembros de diversas religiones.
Paz y esperanza estuvieron también en el centro de mi visita a Marruecos, donde firmé con Su Majestad el Rey Mohamed VI un llamamiento conjunto sobre Jerusalén, «reconociendo la singularidad y la sacralidad de Jerusalén / Al Qods Acharif, y teniendo en cuenta su significado espiritual y su vocación peculiar como Ciudad de Paz»[14]. Y desde Jerusalén, ciudad amada por los fieles de las tres religiones monoteístas, que está llamada a ser un lugar símbolo de encuentro y de coexistencia pacífica, en el que se cultivan el respeto recíproco y el diálogo[15], mi pensamiento no puede dejar de ir a toda la Tierra Santa, para recordar la urgencia de que la Comunidad internacional entera, con valentía y sinceridad, y en el respeto del derecho internacional, confirme de nuevo su compromiso de sostener el proceso de paz israelí-palestino.
Un compromiso más asiduo y eficaz por parte de la Comunidad internacional es ahora más urgente que nunca también en otras partes del área mediterránea y de Oriente Medio. Me refiero en primer lugar al manto de silencio que intenta cubrir la guerra que ha destruido Siria durante este decenio. Es particularmente urgente encontrar soluciones adecuadas y con amplitud de miras que permitan al querido pueblo sirio, exhausto por la guerra, reencontrar la paz y comenzar la reconstrucción del país. La Santa Sede acepta favorablemente cualquier iniciativa destinada a poner las bases para la resolución del conflicto y expresa una vez más su gratitud a Jordania y al Líbano por haber acogido y hacerse cargo, con no pocos sacrificios, de miles de refugiados sirios. Por desgracia, además de las fatigas provocadas por la acogida, otros factores de incertidumbre económica y política, tanto en Líbano como en otros Estados, están provocando tensiones entre la población, poniendo ulteriormente en riesgo la frágil estabilidad de Oriente Medio.
De modo particular, son preocupantes las señales que llegan de toda la región, después del aumento de la tensión entre Irán y los Estados Unidos y que amenazan poner en riesgo ante todo el lento proceso de reconstrucción de Irak, como también crear las bases de un conflicto a mayor escala que todos desearíamos poder evitar. Por lo tanto, renuevo mi llamamiento para que todas las partes interesadas eviten el aumento de la confrontación y mantengan «encendida la llama del diálogo y del autocontrol»[16], en el pleno respeto de la legalidad internacional.
Mi pensamiento va también al Yemen, que vive una de las más graves crisis humanitarias de la historia reciente, en un clima de indiferencia general por parte de la Comunidad internacional, y a Libia, que desde hace muchos años experimenta una situación de conflicto, agravada por las incursiones de grupos extremistas y una nueva escalada de violencia en los últimos días. Dicho contexto es terreno fértil para el flagelo de la explotación y del tráfico de seres humanos, que es alimentado por personas carentes de escrúpulos, que explotan la pobreza y el sufrimiento de los que huyen de situaciones de conflicto o de la pobreza extrema. Entre estos, muchos terminan presa de auténticas mafias que los retienen en condiciones deshumanas y degradantes, y los hacen objeto de torturas, violencias sexuales, extorsiones.
En general, es necesario recordar que en el mundo hay varios miles de personas, con legítimas peticiones de asilo y necesidades humanitarias y de protección probada, que no son identificadas adecuadamente. Muchas arriesgan su vida en viajes peligrosos por tierra y sobre todo por mar. Se continúa constatando con dolor que el mar Mediterráneo sigue siendo un gran cementerio[17]. Por tanto, es cada vez más urgente que todos los Estados se hagan cargo de la responsabilidad de encontrar soluciones duraderas.
Por su parte, la Santa Sede mira con gran esperanza los esfuerzos realizados por numerosos países para compartir el peso de la reubicación y procurar a los desplazados, en particular a causa de las emergencias humanitarias, un lugar seguro donde vivir, una educación, así como la posibilidad de trabajar y de reunirse con sus familias.
Queridos Embajadores: En los viajes del pasado año tuve la oportunidad de visitar también tres países de Europa del este, en primer lugar, Bulgaria y Macedonia del Norte y, en un segundo momento, Rumanía. Se trata de tres países diferentes entre sí, pero unidos por el hecho de haber sido durante siglos puentes entre Oriente y Occidente, y encrucijadas de culturas, etnias y civilizaciones diferentes. Visitándolos, pude experimentar una vez más qué importante es el diálogo y la cultura del encuentro para construir sociedades pacíficas en las que cada uno pueda expresar libremente su propia pertenencia étnica y religiosa.
Permaneciendo en el contexto europeo, quisiera recordar la importancia de apoyar el diálogo y el respeto por la legalidad internacional para resolver los “conflictos congelados” que persisten en el continente, algunos de estos ya desde hace décadas, y que requieren una solución, comenzando por las situaciones relacionadas con los Balcanes occidentales y el Cáucaso meridional, incluida Georgia. Desde aquí, me gustaría manifestar además el estímulo de la Santa Sede ante las negociaciones para la reunificación de Chipre, que aumentarían la cooperación regional, promoviendo la estabilidad de toda el área mediterránea, como también el aprecio por los intentos dirigidos a resolver el conflicto en la parte oriental de Ucrania y poner fin al sufrimiento de la población.
El diálogo —y no las armas— es el instrumento esencial para resolver las controversias. A este respecto, deseo mencionar en esta sede la contribución ofrecida, por ejemplo, en Ucrania por la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), especialmente en este año en el que se celebra el 45 aniversario del Acta final de Helsinki, que concluyó la Conferencia sobre la Seguridad y sobre la Cooperación en Europa (CSCE), iniciada en 1973 para favorecer la distensión y la colaboración entre los países de Europa occidental y de Europa oriental, cuando el continente estaba todavía dividido por el telón de acero. Fue una etapa importante para un proceso que inició sobre los escombros de la Segunda Guerra Mundial y que vio en el consenso y en el diálogo un instrumento esencial para resolver las divergencias.
Ya en 1949, en Europa occidental, con la creación del Consejo de Europa y la sucesiva adopción de la Convención europea de los derechos humanos, se pusieron las bases del proceso de integración europea, que vieron en la Declaración del entonces Ministro de Asuntos Exteriores francés, Robert Schuman, del 9 de mayo de 1950, un pilar fundamental. Schuman afirma que «la paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creativos equiparables a los peligros que la amenazan». En los Padres fundadores de la Europa moderna había una consciencia de que el continente se podría reponer de las heridas de la guerra y de las nuevas divisiones que surgían sólo en un proceso gradual de comunión de ideales y de recursos.
Desde los primeros años, la Santa Sede viene observando con interés el proyecto europeo, cuando se celebra este año el 50 aniversario de la presencia de la Santa Sede como Observador ante el Consejo de Europa, así como el establecimiento de relaciones diplomáticas con las entonces denominadas Comunidades Europeas. Se trata de un interés que busca subrayar una idea de construcción inclusiva, que está animada por un espíritu participativo y solidario, capaz de hacer de Europa un ejemplo de acogida y de equidad social en el signo de aquellos valores comunes que la sostienen. El proyecto europeo continúa siendo una garantía fundamental de desarrollo para quien forma parte de él desde hace tiempo y una oportunidad de paz, después de turbulentos conflictos y lesiones, para aquellos países que aspiran a participar.
Que Europa no pierda, por tanto, el sentido de solidaridad que desde hace siglos la ha caracterizado, incluso en los momentos más difíciles de su historia. Que no pierda aquel espíritu que hunde sus raíces, entre otros, en la pietas romana y en la caritas cristiana, que tan bien describen el ánimo de los pueblos europeos. El incendio de la catedral de Notre Dame en París demostró qué frágil y fácil es destruir lo que parece más sólido. Los daños sufridos por un edificio, no sólo querido por los católicos sino significativo para toda Francia y la humanidad entera, despertó el tema de los valores históricos y culturales de Europa y de las raíces sobre las que se funda. En un contexto en el que faltan valores de referencia, es más fácil encontrar elementos de división que de cohesión.
El 30 aniversario de la caída del Muro de Berlín puso ante nuestra mirada uno de los símbolos más desgarradores de la historia reciente del continente, recordándonos la facilidad de levantar barreras. El Muro de Berlín representa una cultura de la división que aleja a las personas unas de otras y abre el camino al extremismo y a la violencia. Lo vemos cada vez más en el lenguaje de odio difusamente usado en internet y en los medios de comunicación social. A las barreras del odio, nosotros preferimos los puentes de la reconciliación y de la solidaridad, a lo que aleja escogemos lo que acerca, conscientes de que «no hay paz estable […] si al mismo tiempo no cesan el odio y la enemistad mediante una reconciliación basada en la mutua caridad»[18], como escribió hace cien años mi predecesor Benedicto XV.
Queridos Embajadores: Durante el itinerario de mi viaje en África, pude ver signos de paz y de reconciliación, donde aparece evidente la alegría de quien, unido a los demás, se siente pueblo y afronta las fatigas cotidianas con espíritu generoso. Experimenté la esperanza concreta a través de numerosos gestos alentadores, a partir de los ulteriores progresos realizados en Mozambique, con la firma del Acuerdo para el cese definitivo de las hostilidades, el día 1 del pasado mes de agosto.
En Madagascar, pude constatar que es posible construir seguridad donde había precariedad, ver esperanza donde se veía sólo fatalidad, vislumbrar vida donde tantos anunciaban muerte y destrucción[19]. Para ese fin son esenciales la familia y el sentido de comunidad que consiente establecer la confianza fundamental que está en la base de toda relación humana. En Mauricio, experimenté cómo «las diferentes religiones, con sus respectivas identidades, trabajan mancomunadamente para contribuir a la paz social y recordar el valor trascendente de la vida contra todo tipo de reduccionismo»[20]. Confío que el entusiasmo que pude comprobar en el curso de este viaje siga concretizándose en gestos de acogida y en proyectos capaces de promover la justicia social, evitando dinámicas de bloqueo.
Sin embargo, ampliando la mirada hacia otras partes del continente, duele constatar cómo continúan episodios de violencia contra personas inocentes, entre los que se cuentan muchos cristianos perseguidos y asesinados por su fidelidad al Evangelio, en particular en Burkina Faso, Malí, Níger y Nigeria. Exhorto a la Comunidad internacional a sostener los esfuerzos que estos países realizan en la lucha contra el terrorismo, que está ensangrentando cada vez más zonas enteras de África, así como otras regiones del mundo. A la luz de estos eventos, es necesario que se realicen estrategias que asuman intervenciones no sólo en el ámbito de la seguridad, sino también en la reducción de la pobreza, en la mejora del sistema sanitario, en el desarrollo y en la asistencia humanitaria, en la promoción del buen gobierno y de los derechos civiles. Son estos los pilares de un auténtico desarrollo social.
Del mismo modo, es necesario animar las iniciativas que promueven la fraternidad entre todas las expresiones culturales, étnicas y religiosas del territorio, especialmente en el Cuerno de África, en Camerún, así como en la República Democrática del Congo, donde persiste la violencia especialmente en las regiones orientales del país. Las fricciones y las emergencias humanitarias, agravadas por las perturbaciones del clima, aumentan el número de desplazados y repercuten sobre personas que ya viven en un estado de pobreza extrema. Muchos países golpeados por estas situaciones carecen de estructuras adecuadas que permitan hacer frente a las necesidades de los desplazados.
A este respecto, quisiera destacar que, lamentablemente, no existe todavía una respuesta internacional coherente para afrontar el fenómeno del desplazamiento interno, debido en gran parte a que el mismo no tiene una definición internacional concordada, puesto que acontece dentro de los límites nacionales. Como consecuencia, los desplazados internos no siempre reciben la protección que merecen y dependen de la capacidad de respuesta y de las políticas del Estado en el que se encuentran.
Recientemente, fue puesto en marcha el trabajo del Panel de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre desplazamiento interno, que espero pueda favorecer la atención y el respaldo global de los desplazados con el desarrollo de orientaciones concretas.
En tal prospectiva, miro también a Sudán, con el deseo de que sus ciudadanos puedan vivir en paz y en prosperidad, y colaborar con el crecimiento democrático y económico del país; a la República Centroafricana, donde, en el pasado mes de febrero, se firmó un Acuerdo global para poner fin a más de cinco años de guerra civil; y a Sudán del Sur, que espero poder visitar durante este año y al que dediqué un día de retiro el pasado mes de abril con la presencia de los líderes del país y la preciosa contribución del Arzobispo de Canterbury, Su Excelencia Justin Welby, y del exModerador de la Iglesia presbiteriana de Escocia, el Reverendo John Chalmers. Confío que, con la ayuda de la Comunidad internacional, quienes tienen responsabilidades políticas continúen el diálogo para llevar a cabo los acuerdos alcanzados.
El último viaje de este año que acaba de concluir fue en Asia oriental. En Tailandia pude constatar la armonía que aportan los numerosos grupos étnicos que constituyen el país, con su diversidad filosófica, cultural y religiosa. Se trata de una llamada importante en el actual contexto de globalización que tiende a aplanar las diferencias y considerarlas primariamente en términos económico-financieros, con el riesgo de cancelar las notas esenciales que caracterizan los diferentes pueblos.
Finalmente, en Japón pude constatar el dolor y el horror que somos capaces de infringirnos como seres humanos[21]. Escuchando los testimonios de algunos Hibakusha, los sobrevivientes de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, me pareció evidente que no se puede construir una verdadera paz sobre la amenaza de una posible aniquilación total de la humanidad provocada por las armas nucleares. Los Hibakusha «mantienen hoy viva la llama de la conciencia colectiva, testificando a las generaciones venideras el horror de lo que sucedió en agosto de 1945 y el sufrimiento indescriptible que continúa hasta nuestros días. Su testimonio despierta y preserva de esta manera el recuerdo de las víctimas, para que la conciencia humana se fortalezca cada vez más contra todo deseo de dominación y destrucción»[22], especialmente la ocasionada por artefactos con tan alto potencial destructivo, como las armas nucleares. Estas no sólo favorecen un clima de miedo, desconfianza y hostilidad, sino que destruyen la esperanza. Su uso es inmoral, «un crimen, no sólo contra el hombre y su dignidad sino contra toda posibilidad de futuro en nuestra casa común»[23].
Un mundo «sin armas nucleares es posible y necesario»[24], y es preciso que quienes tienen responsabilidades políticas tomen plena conciencia de esto, porque no es la posesión disuasiva de potentes medios de destrucción de masa lo que hace al mundo más seguro, sino más bien el trabajo paciente de todas las personas de buena voluntad que se dedican concretamente, cada cual en su propio ámbito, a edificar un mundo de paz, solidaridad y respeto recíproco.
El año 2020 ofrece una oportunidad importante en esta dirección, porque desde el 27 de abril al 22 de mayo se desarrollará en Nueva York la X Conferencia de las Partes encargada del Examen del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares. Deseo vivamente que en esa ocasión la Comunidad internacional consiga encontrar un consenso final y proactivo sobre las modalidades de actuación de este instrumento jurídico internacional, que se percibe aún más importante en un momento como el actual.
Al terminar la revisión de los lugares en los que estuve a lo largo del año apenas concluido, quiero dirigir un pensamiento particular a un país que no he visitado: Australia, azotado fuertemente durante los últimos meses por incendios persistentes, cuyos efectos han alcanzado también otras regiones de Oceanía. Al pueblo australiano, especialmente a las víctimas y a quienes se encuentran en las regiones afectadas por el fuego, deseo asegurar mi cercanía y mi oración.
Excelencias, señoras y señores: Este año, la Comunidad internacional recuerda el 75 aniversario de la fundación de las Naciones Unidas. A continuación de las tragedias experimentadas en las dos guerras mundiales, con la Carta de las Naciones Unidas, firmada el 26 de junio de 1945, cuarenta y seis países dieron vida a una nueva forma de colaboración multilateral. Las cuatro finalidades de la Organización, delineadas en el artículo 1 de la Carta, permanecen todavía válidas hoy y podemos decir que el compromiso de las Naciones Unidas en estos 75 años ha sido en gran parte un éxito, especialmente al evitar otra guerra mundial. Los principios fundacionales de la Organización —el deseo de la paz, la búsqueda de la justicia, el respeto de la dignidad de la persona, la cooperación humanitaria y la asistencia— expresan las justas aspiraciones del espíritu humano y constituyen los ideales que deberían regir las relaciones internacionales.
En este aniversario, queremos reafirmar el propósito de toda la familia humana a trabajar por el bien común, como criterio de orientación de la acción moral y prospectiva que debe comprometer a cada país en la colaboración para garantizar la existencia y la seguridad de la paz en cada Estado, con un espíritu de igual dignidad y de efectiva solidaridad, en el ámbito de un ordenamiento jurídico fundado sobre la justicia y sobre la búsqueda de compromisos justos[25].
Una acción semejante será tanto más eficaz cuanto más se busque superar ese enfoque transversal, utilizado en el lenguaje y en los documentos de los organismos internacionales, que busca vincular los derechos fundamentales a las situaciones contingentes, olvidando que están intrínsecamente basados en la naturaleza misma del ser humano. Allí donde al léxico de las Organizaciones internacionales le falta un claro anclaje objetivo, se corre el riesgo de favorecer el alejamiento, en vez del acercamiento de los miembros de la Comunidad internacional, con la consecuente crisis del sistema multilateral, que es observado tristemente por todos. En este contexto, parece urgente retomar el camino hacia una reforma general del sistema multilateral, a partir del sistema onusiano, que lo hace más efectivo, teniendo en cuenta el contexto geopolítico actual.
Queridos Embajadores: Al llegar a la conclusión de estas reflexiones, aún deseo mencionar dos aniversarios que se celebran este año, aparentemente ajenos a nuestro encuentro de hoy. El primero es el quinto centenario de la muerte de Rafael Sanzio, el gran artista de Urbino, que murió en Roma el 6 de abril de 1520. A Rafael le debemos un inmenso patrimonio de inestimable belleza. Como el genio del artista sabe componer armónicamente los distintos materiales, colores y sonidos para formar parte de una única obra de arte, así la diplomacia está llamada a armonizar las peculiaridades de los distintos pueblos y estados para edificar un mundo de justicia y de paz, que es el cuadro más bello que quisiéramos poder admirar.
Rafael fue un hijo importante de una época, el Renacimiento, que enriqueció a toda la humanidad. Una época con muchas dificultades, pero animada por la confianza y la esperanza. Por medio de este insigne artista, quiero hacer llegar mi más sentida felicitación al pueblo italiano, al que deseo que descubra ese espíritu de apertura al futuro que caracterizó al Renacimiento e hizo posible que esta península sea tan hermosa y rica de arte, historia y cultura.
Uno de los sujetos preferidos de la pintura de Rafael era María. A ella dedicó numerosos lienzos que pueden ser hoy admirados en diferentes museos del mundo. La Iglesia católica celebra este año el 70 aniversario de la proclamación de la Asunción de la Virgen María al cielo. Con la mirada en María, deseo dirigir un recuerdo particular a todas las mujeres, 25 años después de la IV Conferencia mundial de las Naciones Unidas sobre la mujer, que se celebró en Pekín en 1995, deseando que en todo el mundo se reconozca siempre más el precioso papel de las mujeres en la sociedad y cese cualquier forma de injusticia, desigualdad y violencia contra ellas. « Toda violencia infligida a la mujer es una profanación de Dios»[26]. Ejercer violencia contra una mujer o explotarla no es un simple delito, es un crimen que destruye la armonía, la poesía y la belleza que Dios quiso dar al mundo[27].
La Asunción de María nos invita también a mirar más allá, al cumplimiento de nuestro camino terreno, al día en el que la justicia y la paz serán plenamente restablecidas. Nos sentimos así animados, a través de la diplomacia, que es nuestro intento humano, imperfecto, pero siempre precioso, a trabajar con tesón para anticipar los frutos de este deseo de paz, sabiendo que la meta es posible. Con este compromiso, renuevo a todos vosotros, queridos Embajadores y distinguidos huéspedes que se os habéis reunido hoy aquí, y a vuestros países, mis mejores deseos para un nuevo año rico de esperanza y bendiciones.
Gracias.
[1] Cf. Mensaje para la LIII Jornada Mundial de la Paz, 8 diciembre 2019, 1. [2] Ibíd. [3] Cf. Encuentro con las Autoridades, el Cuerpo Diplomático y representantes de la sociedad, Panamá, 24 enero 2019. [4] Cf. Motu proprio Vos estis lux mundi, 7 mayo 2019. [5] Mensaje para el Lanzamiento del Pacto Educativo, 12 septiembre 2019. [6] Cf. ibíd. [7] Ángelus, Les Combes, 17 julio 2005. [8] Cf. Carta enc. Laudato si’, 24 mayo 2015, 13. [9] Mensaje para la LIII Jornada Mundial de la Paz, 8 diciembre 2019, 4. [10] Asamblea especial para la región amazónica del Sínodo de los Obispos, Amazonia: Nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral. Documento final, 2. [11] Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, Abu Dabi, 4 febrero 2019. [12] Ibíd. [13] Cf. ibíd. [14] Llamamiento de Su Majestad el Rey Mohamed VI y de Su Santidad el Papa Francisco sobre Jerusalén / Al Qods Ciudad Santa y Lugar de Encuentro, Rabat, 30 marzo 2019. [15] Cf. ibíd. [16] Ángelus, 5 enero 2020. [17] Cf. Discurso al Parlamento Europeo, Estrasburgo, 25 noviembre 2014. [18] Benedicto XV, Carta enc. Pacem, Dei munus pulcherrimum, 23 mayo 1920. [19] Cf. Saludo en la Ciudad de la Amistad de Akamasoa, Antananarivo, 8 septiembre 2019. [20] Discurso ante las Autoridades, los representantes de la sociedad civil y el Cuerpo Diplomático, Port Louis, 9 septiembre 2019. [21] Cf. Mensaje sobre las armas nucleares, Nagasaki, 24 noviembre 2019. [22] Mensaje para la LIII Jornada Mundial de la Paz, 8 diciembre 2019, 2. [23] Discurso en el Encuentro por la paz, Hiroshima, 24 noviembre 2019. [24] Mensaje sobre las armas nucleares, Nagasaki, 24 noviembre 2019. [25] Cf. San Juan XXIII, Carta enc. Pacem in terris, 11 abril 1963, 54. [26] Homilía en la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios y en la 53 Jornada Mundial de la Paz, 1 enero 2020. [27] Cf. La mujer es la armonía del mundo. Meditación en la Capilla de la Domus Sanctæ Marthæ, 9 febrero 20
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]]>En la tarde de hoy, 31 de octubre de 2019, el Papa Francisco se trasladó a la Pontificia Universidad Lateranense donde, en el atrio de la Universidad, inauguró la exposición «Caligrafía para el diálogo: promover la cultura de paz a través de la cultura y el arte» del artista Othman Alkhuzaiem.
Se trata de una muestra dedicada a la memoria del cardenal Jean-Louis Tauran, ex presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso.
Después de la ceremonia de inauguración, el Papa se reunió en el Aula Magna «Benedicto XVI» con los participantes en la Jornada de Estudio sobre el tema «Educación, Derechos Humanos, Paz». Los instrumentos de la acción internacional y el papel de las religiones», que se celebró en preparación del evento «Reconstruir el pacto educativo mundial», que tendrá lugar el próximo 14 de mayo de 2020.
Educar para la paz
Durante su discurso, de acuerdo a Vatican News, Francisco remarcó que educar para la paz, “requiere dar alivio y respuesta a quienes están condenados a muerte o se ven obligados a abandonar sus afectos, sus hogares, sus países de origen a causa de los conflictos y las guerras”.
En esta misma línea, el Papa apuntó que no podemos permanecer indiferentes, limitándonos a invocar la paz, sino que todos, educadores y estudiantes, “estamos llamados a construir y proteger la paz todos los días, dirigiendo nuestra oración a Dios para que nos la entregue”.
Pacto educativo
Con respecto a los temas de la paz, la dignidad humana, la inclusión y la participación social, el Obispo de Roma subrayó que estos hacen patente la necesidad de un amplio pacto educativo “capaz de transmitir no sólo el conocimiento de los contenidos técnicos, sino también, y sobre todo, la sabiduría humana y espiritual, constituida por la justicia, la rectitud, el comportamiento virtuoso y capaz de ser realizado en la práctica”.
Además, interpeló sobre cuántas veces se excluye a los más jóvenes porque los objetivos propuestos no son realmente alcanzables o porque están diseñados solo para satisfacer intereses limitados.
Y señaló que, “en lugar de condicionar el camino futuro de las generaciones más jóvenes, deberíamos transmitirles un método capaz de valorar la experiencia, incluso la negativa. Un método capaz de mirar los hechos en sus causas y de proporcionar las herramientas para superar conflictos y contrastes”.
Recurrir al diálogo
Frente a la falta de paz en distintos lugares del mundo, de acuerdo a la misma fuente, el Pontífice considera que «no basta con invocar la libertad de la guerra, proclamar derechos o incluso utilizar la autoridad en sus diversas formas”, sino que es necesario «cuestionar y recuperar la capacidad de estar entre las personas, de dialogar con ellas y de comprender sus necesidades, quizás con nuestra debilidad, que es la forma más auténtica de ser acogidos cuando hablamos de paz”.
Educar en el diálogo
A través del diálogo se pretende prevenir y resolver conflictos, pero también “poner de manifiesto los valores y virtudes que Dios ha escrito en el corazón de cada hombre y que se han puesto de manifiesto en el orden de la creación”, describió el Papa Francisco.
Y agregó que “buscar y explorar cada oportunidad de diálogo no es sólo una forma de vivir o de convivir, sino más bien un criterio educativo”.
Así, exhortó a los presentes a seguir “adelante con valor”, ya que “necesitamos hombres de fe y de buena voluntad que eduquen al verdadero diálogo, utilizando todas las posibilidades y ocasiones”.
Tres diálogos del card. Tauran
El Santo Padre se refirió a la trayectoria del cardenal Jean-Louis Tauran, resaltando que “su vida fue proyectada en la perspectiva del diálogo. En primer lugar, el diálogo con Dios que el cristiano, el sacerdote, el obispo Tauran cultivaba, del que inspiraba opciones y acciones y en el que encontraba consuelo durante su enfermedad».
En segundo lugar, “el diálogo entre los pueblos, los gobiernos y las instituciones internacionales para los que el diplomático Tauran ha trabajado para promover la conclusión de acuerdos, la mediación o la propuesta de soluciones, incluidas soluciones técnicas, a los conflictos que socavan la paz, limitan los derechos humanos y oscurecen la libertad de conciencia”.
Finalmente, el tercero, “es el diálogo entre las religiones, que el cardenal cultivó no para reafirmar los puntos ya en común, sino para buscar y construir otros nuevos», expuso Francisco describiendo que el purpurado demostró que «no basta con detenerse en lo que nos acerca, sino que es necesario explorar nuevas posibilidades para que las diferentes tradiciones religiosas puedan transmitir, además de un mensaje de paz, la paz como mensaje”.
“Caligrafía par el diálogo”
Según Radio Vaticana en francés, la exposición «Caligrafía para el diálogo: promover la cultura de paz a través de la cultura y el arte», del artista saudí Othman Alkhuzaie, presenta «letras árabes caligrafiadas sobre un fondo multicolor».
Dichas letras no forman una palabra particular, porque «mucho más que un arte de la escritura, la caligrafía es un medio de expresión, comunicación y representación según el calígrafo iraquí contemporáneo Ghani Alani», explica la misma fuente.
Esta muestra pretende ser un «puente entre culturas». Othman Alkhuzaiem propone «un diálogo más allá del diálogo mismo, más allá del significado de la palabra», explica Marco Cardinali, comisario de la exposición.
Las obras seleccionadas fueron creadas este año y se exhiben ahora por primera vez.
Con Anita Bourdin
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]]>El Pontífice promueve un evento mundial que se celebrará el 14 de mayo de 2020 en Roma, llamado «Reconstruir el pacto educativo global”, y llama a todos a encontrase con él en Roma para trabajar juntos el proyecto.
El Papa ve necesario crear una alianza educativa para formar personas maduras, capaces de vivir en la sociedad y para la sociedad, en un momento de extrema fragmentación, de extrema oposición, es necesario unir esfuerzos.
«Debemos basar nuestros procesos educativos en la conciencia de que todo en el mundo está íntimamente conectado y que es necesario encontrar otras formas de entender la economía, la política, el crecimiento y el progreso», explica en su video mensaje.
Así, anima a tener el valor de formar personas que estén dispuestas a ponerse al servicio de la comunidad. «Junto con vosotros, hago un llamamiento a todas las figuras públicas del mundo que ya están comprometidas en el delicado campo de la educación de las nuevas generaciones. Tengo confianza en que no se echarán atrás», expone.
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]]>El lema de esta segunda edición del congreso es “Pacto educativo y ciudadanía global: bases antropológicas del bien común”, con el que la Cátedra Abierta Scholas Occurrentes de la UCV, San Vicente Mártir, pretende abrir el debate y desarrollar propuestas frente al reconocimiento de que, al menos en España, el “pacto educativo”, está ausente de la agenda de las instituciones y de los discursos políticos.
Es por esto que desde la Cátedra de Scholas UCV buscan abrir este espacio no solo para la reflexión sino para la acción, en el que todos los actores educativos tengan una repercusión sobre la realidad, humanizando la educación, acompañando procesos y ayudando a despertar conciencias, en definitiva, interviniendo en pro del bien común.
Entre sus objetivos están poner en conocimiento la propuesta educativa de la Fundación Scholas Occurrentes, fundación erigida por el Papa Francisco, que tiene entre sus fundamentos la “cultura del encuentro”; facilitar espacios de encuentro entre las instituciones educativas para la construcción de sinergias en proyectos y trabajos en red, y proponer nuevos paradigmas educativos que fomenten la ciudadanía activa y la participación social.
Actos académicos y culturales
El evento incluye actos académicos y culturales entre los que se destaca una mesa redonda titulada “Cultura del encuentro: diálogo interreligioso para la paz sostenible”, en la que participan referentes educativos de las comunidades hebrea, islámica y católica; y tres talleres, de música, poesía y humor, que se impartirán simultáneamente bajo el título “El arte como herramienta pedagógica”.
Entre interesantes conferencias en torno a temas como la pedagogía, la antropología, y la ecología, y otra mesa redonda sobre la economía solidaria, también se destaca la presentación de la Cátedra Scholas a cargo de Italo Fiorin, director de la Universidad LUMSA-EIS, de Roma, y Presidente de la Comisión Científica del Programa Cátedras Scholas.
Habrá a su vez una presentación de los distintos programas de Scholas que contribuyen a recomponer el pacto educativo: Scholas Arte, Scholas Deporte, Scholas Ciudadanía, y la propia Cátedra Scholas UCV.
Los jóvenes de Scholas con el Papa
José María del Corral ©Scholas Occurrentes
José María del Corral, Presidente Mundial de Scholas, en entrevista a medios valencianos tras la inauguración del Congreso, hizo mención de la reciente visita el pasado 21 de marzo de jóvenes españoles, más exactamente granadinos, a Ciudad del Vaticano, en donde estos pudieron hablar con el Papa Francisco y compartir sus experiencias, en particular su participación en el Programa Scholas Ciudadanía.
“Los propios jóvenes le han transmitido al Papa que lo que más valoran de esa experiencia es haberse encontrado, entre colegios públicos, privados y concertados; lo que le han dicho estos jóvenes es que están cansados de los muros, de los prejuicios, de las ideologías, baratas; que están buscando encuentro: poder pensar lo que sienten y lo que hacen, poder sentir lo que piensan y lo que hacen, y así, poder hacer lo que piensan y lo que sienten”, explicaba José María del Corral.
Además, Del Corral adelantó a los medios la primicia de un encuentro a nivel nacional, aun con fecha por definir, de jóvenes españoles participantes de la red de Scholas, “para que ellos hablen de sí mismos en vez de nosotros interpretarlos”, concluyó.
El II Congreso Internacional Cátedra Abierta Scholas Occurrentes es organizado por la Cátedra Scholas de la UVC y esta misma universidad, con el apoyo de La Fundación Scholas Occurrentes, la Fundación SM y PPC Editorial.
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