viaje a egipto Archives - ZENIT - Espanol https://es.zenit.org/tag/viaje-a-egipto/ El mundo visto desde Roma Sat, 29 Apr 2017 13:52:12 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.7.2 https://es.zenit.org/wp-content/uploads/sites/3/2020/07/723dbd59-cropped-f2e1e53e-favicon_1.png viaje a egipto Archives - ZENIT - Espanol https://es.zenit.org/tag/viaje-a-egipto/ 32 32 Texto completo del Papa en el encuentro con el clero, religiosos y religiosas en Egipto https://es.zenit.org/2017/04/29/viaje-a-egipto-texto-completo-del-papa-en-el-encuentro-con-el-clero-religiosos-y-religiosas/ Sat, 29 Apr 2017 13:52:12 +0000 https://es.zenit.org/?p=85377 Los siete consejos de vida espiritual que el Papa da en el seminario de Maadi

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(ZENIT – Roma, 29 Abr. 2017).- El santo padre Francisco tuvo un encuentro de oración con el clero, los religiosos y religiosas, y los seminaristas. Fue en el seminario de Maadi, y allí dio siete consejos.
A continuación el texto  completo del discurso del Papa
Beatitudes, queridos hermanos y hermanas: Al Salamò Alaikum! ¡La paz esté con vosotros!
«Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. Cristo ha vencido para siempre la muerte. Gocemos y alegrémonos en él». Me siento muy feliz de estar con vosotros en este lugar donde se forman los sacerdotes, y que simboliza el corazón de la Iglesia Católica en Egipto.
Con alegría saludo en vosotros, sacerdotes, consagrados y consagradas de la pequeña grey católica de Egipto, a la «levadura» que Dios prepara para esta bendita Tierra, para que, junto con nuestros hermanos ortodoxos, crezca en ella su Reino (cf. Mt 13,13).
Deseo, en primer lugar, daros las gracias por vuestro testimonio y por todo el bien que hacéis cada día, trabajando en medio de numerosos retos y, a menudo, con pocos consuelos. Deseo también animaros. No tengáis miedo al peso de cada día, al peso de las circunstancias difíciles por las que algunos de vosotros tenéis que atravesar.
Nosotros veneramos la Santa Cruz, que es signo e instrumento de nuestra salvación. Quien huye de la Cruz, escapa de la resurrección. «No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino» (Lc 12,32).
Se trata, por tanto, de creer, de dar testimonio de la verdad, de sembrar y cultivar sin esperar ver la cosecha. De hecho, nosotros cosechamos los frutos que han sembrado muchos otros hermanos, consagrados y no consagrados, que han trabajado generosamente en la viña del Señor.
Vuestra historia está llena de ellos. En medio de tantos motivos para desanimarse, de numerosos profetas de destrucción y de condena, de tantas voces negativas y desesperadas, sed una fuerza positiva, sed la luz y la sal de esta sociedad, la locomotora que empuja el tren hacia adelante, llevándolo hacia la meta, sed sembradores de esperanza, constructores de puentes y artífices de diálogo y de concordia.
Todo esto será posible si la persona consagrada no cede a las tentaciones que encuentra cada día en su camino. Me gustaría destacar algunas significativas.
Ustedes oas conocen porque estas tentaciones fueron bien descriptas por los primeros monjes de Egitpo

  1. La tentación de dejarse arrastrar y no guiar. El Buen Pastor tiene el deber de guiar a su grey (cf. Jn 10,3-4), de conducirla hacia verdes prados y a las fuentes de agua (cf. Sal 23). No puede dejarse arrastrar por la desilusión y el pesimismo: «Pero, ¿qué puedo hacer yo?». Está siempre lleno de iniciativas y creatividad, como una fuente que sigue brotando incluso cuando está seca. Sabe dar siempre una caricia de consuelo, aun cuando su corazón está roto. Saber ser padre cuando los hijos lo tratan con gratitud, pero sobre todo cuando no son agradecidos (cf. Lc 15,11-32). Nuestra fidelidad al Señor no puede depender nunca de la gratitud humana: «Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará» (Mt 6,4.6.18).2. La tentación de quejarse continuamente. Es fácil culpar siempre a los demás: por las carencias de los superiores, las condiciones eclesiásticas o sociales, por las pocas posibilidades. Sin embargo, el consagrado es aquel que con la unción del Espíritu transforma cada obstáculo en una oportunidad, y no cada dificultad en una excusa. Quien anda siempre quejándose en realidad no quiere trabajar. Por eso el Señor, dirigiéndose a los pastores, dice: «fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes» (Hb 12,12; cf. Is 35,3).3. La tentación de la murmuración y de la envidia. Y esta es fea. El peligro es grave cuando el consagrado, en lugar de ayudar a los pequeños a crecer y de regocijarse con el éxito de sus hermanos y hermanas, se deja dominar por la envidia y se convierte en uno que hiere a los demás con la murmuración. Cuando, en lugar de esforzarse en crecer, se pone a destruir a los que están creciendo, y cuando en lugar de seguir los buenos ejemplos, los juzga y les quita su valor. La envidia es un cáncer que destruye en poco tiempo cualquier organismo: «Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir» (Mc 3,24-25). De hecho, «por envidia del diablo entró la muerte en el mundo» (Sb 2,24). Y la murmuración es el instrumento y el arma.4. La tentación de compararse con los demás. La riqueza se encuentra en la diversidad y en la unicidad de cada uno de nosotros. Compararnos con los que están mejor nos lleva con frecuencia a caer en el resentimiento, compararnos con los que están peor, nos lleva, a menudo, a caer en la soberbia y en la pereza. Quien tiende siempre a compararse con los demás termina paralizado. Aprendamos de los santos Pedro y Pablo a vivir la diversidad de caracteres, carismas y opiniones en la escucha y docilidad al Espíritu Santo.
    5. La tentación del «faraonismo», Estamos en Egipto. Es decir, de endurecer el corazón y cerrarlo al Señor y a los demás. Es la tentación de sentirse por encima de los demás y de someterlos por vanagloria, de tener la presunción de dejarse servir en lugar de servir. Es una tentación común que aparece desde el comienzo entre los discípulos, los cuales —dice el Evangelio— «por el camino habían discutido quién era el más importante» (Mc 9,34). El antídoto a este veneno es: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9,35).
    6. La tentación del individualismo. Como dice el conocido dicho egipcio: «Después de mí, el diluvio». Es la tentación de los egoístas que por el camino pierden la meta y, en vez de pensar en los demás, piensan sólo en sí mismos, sin experimentar ningún tipo de vergüenza, más bien al contrario, se justifican. La Iglesia es la comunidad de los fieles, el cuerpo de Cristo, donde la salvación de un miembro está vinculada a la santidad de todos (cf. 1Co 12,12-27; Lumen gentium,
    7). El individualista es, en cambio, motivo de escándalo y de conflicto. 7. La tentación del caminar sin rumbo y sin meta. El consagrado pierde su identidad y acaba por no ser «ni carne ni pescado». Vive con el corazón dividido entre Dios y la mundanidad. Olvida su primer amor (cf. Ap 2,4). En realidad, el consagrado, si no tiene una clara y sólida identidad, camina sin rumbo y, en lugar de guiar a los demás, los dispersa. Vuestra identidad como hijos de la Iglesia es la de ser coptos —es decir, arraigados en vuestras nobles y antiguas raíces— y ser católicos —es decir, parte de la Iglesia una y universal—: como un árbol que cuanto más enraizado está en la tierra, más alto crece hacia el cielo. Queridos consagrados, hacer frente a estas tentaciones no es fácil, pero es posible si estamos injertados en Jesús: «Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí» (Jn 15,4). Cuanto más enraizados estemos en Cristo, más vivos y fecundos seremos.
    Así el consagrado conservará la maravilla, la pasión del primer encuentro, la atracción y la gratitud en su vida con Dios y en su misión. La calidad de nuestra consagración depende de cómo sea nuestra vida espiritual. Egipto ha contribuido a enriquecer a la Iglesia con el inestimable tesoro de la vida monástica.
    Les exhorto, por tanto, a sacar provecho del ejemplo de san Pablo el eremita, de san Antonio Abad, de los santos Padres del desierto y de los numerosos monjes que con su vida y ejemplo han abierto las puertas del cielo a muchos hermanos y hermanas; de este modo, también serán sal y luz, es decir, motivo de salvación para vosotros mismos y para todos los demás, creyentes y no creyentes y, especialmente, para los últimos, los necesitados, los abandonados y los descartados.
    Que la Sagrada Familia les proteja y les bendiga a todos, a vuestro País y a todos sus habitantes. Desde el fondo de mi corazón deseo a cada uno de vosotros lo mejor, y a través de vosotros saludo a los fieles que Dios ha confiado a vuestro cuidado. Que el Señor les conceda los frutos de su Espíritu Santo: «Amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí» (Ga 5,22-23). Los tendré siempre presentes en mi corazón y en mis oraciones. Ánimo y adelante, guiados por el Espíritu Santo. «Este es el día en que actúo el Señor, sea nuestra alegría». Y por favor, no se olviden de rezar por mí.

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9:40 Viaje a Egipto – Misa en el Estadio: solo el 'extremismo de la caridad' es aceptado por Dios https://es.zenit.org/2017/04/29/viaje-a-egipto-misa-en-el-estadio-solo-el-extremismo-de-la-caridad-es-aceptado-por-dios/ Sat, 29 Apr 2017 09:04:00 +0000 https://es.zenit.org/?p=85352 Ante unos 25 mil, entre fieles y personas de otras religiones

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(ZENIT – Roma, 29 Abr. 2017).- El segundo y último día del viaje apostólico del papa Francisco a El Cairo, inició con la santa misa en el Estadio de la Aeronáutica Militar en la jornada dedicada al encuentro con la comunidad católica que vive en Egipto.
Ayer viernes, en cambio fueron los encuentros con el presidente de Egipto, Al Sisi; con el gran Imam de Al-Azhar al-Tayyeb; con el mundo musulmán a través de su intervención en la Conferencia Internacional por la paz en la Universidad sunita de Al-Azhar; con el patriarca copto-ortodoxo, Tawadros, que concluyó en una ceremonia para honrar a los cristianos mártires del terrorismo en la iglesia de San Pedro.
Este sábado en el estadio, en el altar dentro de una estructura con forma de tienda, con la presencia de unos 25 mil fieles, se celebró la misa solemne en rito latino, pero profundamente marcada en su liturgia por los ritos orientales, en particular por los cantos en árabe y francés, las estolas, mitras y paramentos dorados.
El Santo Padre vistiendo paramentos color crema con discretos bordes verdes y dorados, portando el palio, celebró la misa en latín, hizo su homilía en italiano y sus frases eran traducidas a medida que las leía. En la celebración, detalle no poco importante, estaban presentes también personas de otros credos.
El sucesor de Pedro inició su homilía diciendo en árabe ‘La paz esté con vosotros’ (Al Salamò Alaikum). “La experiencia de los discípulos de Emaús nos enseña –aseguró el Santo Padre– que de nada sirve llenar de gente los lugares de culto si nuestros corazones están vacíos del temor de Dios y de su presencia; de nada sirve rezar si nuestra oración que se dirige a Dios no se transforma en amor hacia el hermano; de nada sirve tanta religiosidad si no está animada al menos por igual fe y caridad”.
“Para Dios, es mejor no creer que ser un falso creyente, un hipócrita”, aseguró el Pontífice y añadió, la “que nos hace ver al otro no como a un enemigo para derrotar, sino como a un hermano para amar, servir y ayudar”.
“A Dios sólo le agrada –precisó el sucesor de Pedro– la fe profesada con la vida, porque el único extremismo que se permite a los creyentes es el de la caridad. Cualquier otro extremismo no viene de Dios y no le agrada”.
Y los invitó, a ejemplo de los discípulos de Emaús, a regresar “vuestra Jerusalén, es decir, a vuestra vida cotidiana, a vuestras familias, a vuestro trabajo y a vuestra patria llenos de alegría, de valentía y de fe”. Y a no tener “miedo de amar a todos, amigos y enemigos, porque el amor es la fuerza y el tesoro del creyente”. Y concluyó con otra frase en árabe: ‘Cristo ha resucitado, verdaderamente ha resucitado’. (Al Massih Kam, Bilhakika kam).
(Texto completo de la homilía del papa Francisco)

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Viaje a Egipto: Texto completo de la homilía del papa Francisco en el estadio de la Aeronáutica https://es.zenit.org/2017/04/29/texto-completo-de-la-homilia-del-papa-francisco-en-la-misa-en-el-estadio-en-el-viaje-a-egipto/ Sat, 29 Apr 2017 08:45:50 +0000 https://es.zenit.org/?p=85360 De nada sirve llenar iglesias si nuestros corazones están vacíos del temor de Dios y de su presencia

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(ZENIT – Roma, 29 Abr. 2017).- El papa Francisco celebró hoy en el Estadio de la Aeronáutica militar, la santa misa. Es el segundo y último día de su viaje apostólico a Egipto, y la eucaristía celebrada en un sábado por la mañana fue válida para el precepto dominical. A continuación la homilía del Santo Padre.
Al Salamò Alaikum / La paz sea con vosotros.
Hoy, III domingo de Pascua, el Evangelio nos habla del camino que hicieron los dos discípulos de Emaús tras salir de Jerusalén. Un Evangelio que se puede resumir en tres palabras: muerte, resurrección y vida.
Muerte: los dos discípulos regresan a sus quehaceres cotidianos, llenos de desilusión y desesperación. El Maestro ha muerto y por tanto es inútil esperar. Estaban desorientados, confundidos y desilusionados. Su camino es un volver atrás; es alejarse de la dolorosa experiencia del Crucificado. La crisis de la Cruz, más bien el «escándalo» y la «necedad» de la Cruz (cf. 1 Co 1,18; 2,2), ha terminado por sepultar toda esperanza. Aquel sobre el que habían construido su existencia ha muerto y, derrotado, se ha llevado consigo a la tumba todas sus aspiraciones.
No podían creer que el Maestro y el Salvador que había resucitado a los muertos y curado a los enfermos pudiera terminar clavado en la cruz de la vergüenza. No podían comprender por qué Dios Omnipotente no lo salvó de una muerte tan infame. La cruz de Cristo era la cruz de sus ideas sobre Dios; la muerte de Cristo era la muerte de todo lo que ellos pensaban que era Dios. De hecho, los muertos en el sepulcro de la estrechez de su entendimiento.
Cuantas veces el hombre se auto paraliza, negándose a superar su idea de Dios, de un dios creado a imagen y semejanza del hombre; cuantas veces se desespera, negándose a creer que la omnipotencia de Dios no es la omnipotencia de la fuerza o de la autoridad, sino solamente la omnipotencia del amor, del perdón y de la vida.
Los discípulos reconocieron a Jesús «al partir el pan», en la Eucarística. Si nosotros no quitamos el velo que oscurece nuestros ojos, si no rompemos la dureza de nuestro corazón y de nuestros prejuicios nunca podremos reconocer el rostro de Dios.
Resurrección: en la oscuridad de la noche más negra, en la desesperación más angustiosa, Jesús se acerca a los dos discípulos y los acompaña en su camino para que descubran que él es «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6). Jesús trasforma su desesperación en vida, porque cuando se desvanece la esperanza humana comienza a brillar la divina: «Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios» (Lc 18,27; cf. 1,37).
Cuando el hombre toca fondo en su experiencia de fracaso y de incapacidad, cuando se despoja de la ilusión de ser el mejor, de ser autosuficiente, de ser el centro del mundo, Dios le tiende la mano para transformar su noche en amanecer, su aflicción en alegría, su muerte en resurrección, su camino de regreso en retorno a Jerusalén, es decir en retorno a la vida y a la victoria de la Cruz (cf. Hb 11,34).
Los dos discípulos, de hecho, luego de haber encontrado al Resucitado, regresan llenos de alegría, confianza y entusiasmo, listos para dar testimonio. El Resucitado los ha hecho resurgir de la tumba de su incredulidad y aflicción. Encontrando al Crucificado-Resucitado han hallado la explicación y el cumplimiento de las Escrituras, de la Ley y de los Profetas; han encontrado el sentido de la aparente derrota de la Cruz.
Quien no pasa a través de la experiencia de la cruz, hasta llegar a la Verdad de la resurrección, se condena a sí mismo a la desesperación. De hecho, no podemos encontrar a Dios sin crucificar primero nuestra pobre concepción de un dios que sólo refleja nuestro modo de comprender la omnipotencia y el poder.
Vida: el encuentro con Jesús resucitado ha transformado la vida de los dos discípulos, porque el encuentro con el Resucitado transforma la vida entera y hace fecunda cualquier esterilidad (cf. Benedicto XVI, Audiencia General, 11 abril 2007). En efecto, la Resurrección no es una fe que nace de la Iglesia, sino que es la Iglesia la que nace de la fe en la Resurrección.
Dice san Pablo: «Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana también vuestra fe» (1 Co 15,14). El Resucitado desaparece de su vista, para enseñarnos que no podemos retener a Jesús en su visibilidad histórica: «Bienaventurados los que crean sin haber visto» (Jn 20,29 y cf. 20,17). La Iglesia debe saber y creer que él está vivo en ella y que la vivifica con la Eucaristía, con la Escritura y con los Sacramentos. Los discípulos de Emaús comprendieron esto y regresaron a Jerusalén para compartir con los otros su experiencia. «Hemos visto al Señor […]. Sí, en verdad ha resucitado» (cf. Lc 24,32).
La experiencia de los discípulos de Emaús nos enseña que de nada sirve llenar de gente los lugares de culto si nuestros corazones están vacíos del temor de Dios y de su presencia; de nada sirve rezar si nuestra oración que se dirige a Dios no se transforma en amor hacia el hermano; de nada sirve tanta religiosidad si no está animada al menos por igual fe y caridad; de nada sirve cuidar las apariencias, porque Dios mira el alma y el corazón (cf. 1 S 16,7) y detesta la hipocresía (cf. Lc 11,37-54; Hch 5,3-4).[1] Para Dios, es mejor no creer que ser un falso creyente, un hipócrita.
La verdadera fe es la que nos hace más caritativos, más misericordiosos, más honestos y más humanos; es la que anima los corazones para llevarlos a amar a todos gratuitamente, sin distinción y sin preferencias, es la que nos hace ver al otro no como a un enemigo para derrotar, sino como a un hermano para amar, servir y ayudar; es la que nos lleva a difundir, a defender y a vivir la cultura del encuentro, del diálogo, del respeto y de la fraternidad; nos da la valentía de perdonar a quien nos ha ofendido, de ayudar a quien ha caído; a vestir al desnudo; a dar de comer al que tiene hambre, a visitar al encarcelado; a ayudar a los huérfanos; a dar de beber al sediento; a socorrer a los ancianos y a los necesitados (cf. Mt 25,31-45).
La verdadera fe es la que nos lleva a proteger los derechos de los demás, con la misma fuerza y con el mismo entusiasmo con el que defendemos los nuestros. En realidad, cuanto más se crece en la fe y más se conoce, más se crece en la humildad y en la conciencia de ser pequeño.
Queridos hermanos y hermanas:
A Dios sólo le agrada la fe profesada con la vida, porque el único extremismo que se permite a los creyentes es el de la caridad. Cualquier otro extremismo no viene de Dios y no le agrada.
Ahora, como los discípulos de Emaús, regesen a vuestra Jerusalén, es decir, a vuestra vida cotidiana, a vuestras familias, a vuestro trabajo y a vuestra patria llenos de alegría, de valentía y de fe. No tengan miedo a abrir vuestro corazón a la luz del Resucitado y dejen que él transforme vuestras incertidumbres en fuerza positiva para vosotros y para los demás.
No tengan miedo a amar a todos, amigos y enemigos, porque el amor es la fuerza y el tesoro del creyente.
La Virgen María y la Sagrada Familia, que vivieron en esta bendita tierra, iluminen nuestros corazones y les bendiga y al amado Egipto que, en los albores del cristianismo, acogió la evangelización de san Marcos y ha dado a lo largo de la historia numerosos mártires y una gran multitud de santos y santas.
‘Al Massih Kam, Bilhakika kam’ (Cristo ha Resucitado. Verdaderamente ha Resucitado).

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17:30 – Viaje a Egipto: Encuentro del Santo Padre con las autoridades y diplomáticos https://es.zenit.org/2017/04/28/1730-viaje-a-egipto-encuentro-del-santo-padre-con-las-autoridades-y-diplomaticos/ Fri, 28 Apr 2017 15:54:49 +0000 https://es.zenit.org/?p=85314 Calurosa acogida al Papa - Texto completo de las palabras del papa Francisco

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(ZENIT – Roma, 28 Abr. 2017).- El santo padre Francisco después de su discurso en la Universidad de Al-Azhar, se dirigió al Hotel Al-Másha, donde le aguardaban el presidente del país,Abdel-Fattah Al-Sisi, y unas 800 personas entre autoridades y cuerpo diplomático. Numerosos y calurosos aplausos se registraron varias veces durante las palabras del Pontífice.
A continuación el texto completo:
Señor Presidente, Distinguidos Miembros del Gobierno y del Parlamento, Ilustres Embajadores y miembros del Cuerpo Diplomático, Señoras y señores: Al Salamò Alaikum (La paz esté con vosotros).
Le agradezco, Señor Presidente, sus cordiales palabras de bienvenida y la invitación que gentilmente me hizo para visitar su querido País. Conservo vivo el recuerdo de su visita a Roma, en noviembre de 2014, y también del encuentro fraterno con Su Santidad Papa Tawadros II, en 2013, así como la del año pasado con el Gran Imán de la Universidad Al-Azhar, Dr. Ahmad Al-Tayyib. Me es grato encontrarme en Egipto, tierra de antiquísima y noble civilización, cuyas huellas podemos admirar todavía hoy y que, en su majestuosidad, parecen querer desafiar al tiempo.
Esta tierra representa mucho para la historia de la humanidad y para la Tradición de la Iglesia, no sólo por su prestigioso pasado histórico —de los faraones, copto y musulmán—, sino también porque muchos Patriarcas vivieron en Egipto o lo recorrieron. En efecto, la Sagrada Escritura lo menciona así muchas veces. En esta tierra, Dios se hizo sentir, «reveló su nombre a Moisés»,1 y sobre el monte Sinaí dio a su pueblo y a la humanidad los Mandamientos divinos. En tierra egipcia, encontró refugio y hospitalidad la Sagrada Familia: Jesús, María y José. La hospitalidad, ofrecida con generosidad hace más de dos mil años, permanece en la memoria colectiva de la humanidad y es fuente de abundantes bendiciones que aún se siguen derramando.
Egipto es una tierra que, en cierto modo, percibimos como nuestra. Como decís: «Misr um al dugna (Egipto es la madre del universo)». También hoy encuentran aquí acogida millones de refugiados que proceden de diferentes países, como Sudán, Eritrea, Siria e Irak, refugiados a los que se busca integrar con encomiable tesón en la sociedad egipcia.
Egipto, a causa de su historia y de su concreta posición geográfica, ocupa un rol insustituible en Oriente Medio y en el contexto de los países que buscan soluciones a esos problemas difíciles y complejos, que han de ser afrontados ahora para evitar que deriven en una violencia aún más grave.
Me refiero a la violencia ciega e inhumana causada por diferentes factores: el deseo obtuso de poder, el comercio de armas, los graves problemas sociales y el extremismo religioso que utiliza el Santo Nombre de Dios para cometer inauditas masacres e injusticias. Este destino y esta tarea de Egipto constituyen también el motivo que ha animado al pueblo a pedir un Egipto donde no falte a nadie el pan, la libertad y la justicia social.
Ciertamente este objetivo se hará una realidad si todos juntos tienen la voluntad de transformar las palabras en acciones, las valiosas aspiraciones en compromiso, las leyes escritas en leyes aplicadas, valorizando la genialidad innata de este pueblo. Egipto tiene una tarea particular: reforzar y consolidar también la paz regional, a pesar de que haya sido herido en su propio suelo por una violencia ciega. Dicha violencia hace sufrir injustamente a muchas familias –algunas de ellas aquí presentes– que lloran por sus hijos e hijas.
Pienso de modo particular en todas las personas que, en los últimos años, han entregado la vida para proteger su patria: los jóvenes, los miembros de las fuerzas armadas y de la policía, los ciudadanos coptos y todos los desconocidos, caídos a causa de las distintas acciones terroristas.
Pienso también en las matanzas y en las amenazas que han provocado un éxodo de cristianos desde el Sinaí septentrional. Manifiesto mi gratitud a las Autoridades civiles y religiosas, y a todos los que han acogido y asistido a estas personas que tanto sufren. Pienso además en los que han sido golpeados por los atentados en las iglesias Coptas, tanto en diciembre pasado como más recientemente en Tanta y en Alejandría. A sus familias y a todo Egipto dirijo mi sentido pésame y mi oración al Señor para que los heridos se restablezcan con rapidez.
Señor Presidente, ilustres señoras y señores: No puedo dejar de reconocer la importancia de los esfuerzos realizados para llevar a cabo numerosos proyectos nacionales, como también por las muchas iniciativas realizadas en favor de la paz en el País y fuera del mismo, con vistas a ese ansiado desarrollo, en paz y prosperidad, que el pueblo anhela y merece.
El desarrollo, la prosperidad y la paz son bienes irrenunciables por los que vale la pena cualquier sacrificio. Son también metas que requieren trabajo serio, compromiso seguro, metodología adecuada y, sobre todo, respeto incondicionado a los derechos inalienables del hombre, como la igualdad entre todos los ciudadanos, la libertad religiosa y de expresión, sin distinción alguna.2
Objetivos que exigen prestar una atención especial al rol de la mujer, de los jóvenes, de los más pobres y de los enfermos.
En realidad, el verdadero desarrollo se mide por la solicitud hacia el hombre —corazón de todo desarrollo—, a su educación, a su salud y a su dignidad; de hecho, la grandeza de cualquier nación se revela en el cuidado con que atiende a los más débiles de la sociedad: las mujeres, los niños, los ancianos, los enfermos, los discapacitados, las minorías, para que nadie, ni ningún grupo social, quede excluido o marginado.
Ante un escenario mundial delicado y complejo, que hace pensar a lo que he llamado una «guerra mundial por partes», cabe afirmar que no se puede construir la civilización sin rechazar toda clase de ideología del mal, de la violencia, así como cualquier interpretación extremista que pretenda anular al otro y eliminar las diferencias manipulando y profanando el Santo Nombre de Dios.
Usted, Señor Presidente, que ha hablado de esto con claridad muchas veces y en distintas ocasiones, merece ser escuchado y valorado. Todos tenemos el deber de enseñar a las nuevas generaciones que Dios, el Creador del cielo y de la tierra, no necesita ser protegido por los hombres, sino que es él quien protege a los hombres; él no quiere nunca la muerte de sus hijos, sino que vivan y sean felices; él no puede ni pide ni justifica la violencia, sino que la rechaza y la desaprueba.3 El verdadero Dios llama al amor sin condiciones, al perdón gratuito, a la misericordia, al respeto absoluto a cada vida, a la fraternidad entre sus hijos, creyentes y no creyentes.
Tenemos el deber de afirmar juntos que la historia no perdona a los que proclaman la justicia y en cambio practican la injusticia; no perdona a los que hablan de igualdad y desechan a los diferentes. Tenemos el deber de quitar la máscara a los vendedores de ilusiones sobre el más allá, que predican el odio para robar a los sencillos su vida y su derecho a vivir con dignidad, transformándolos en leña para el fuego y privándolos de la capacidad de elegir con libertad y de creer con responsabilidad. Tenemos el deber de desmontar las ideas homicidas y las ideologías extremistas, afirmando la incompatibilidad entre la verdadera fe y la violencia, entre Dios y los actos de muerte.
En cambio, la historia honra a los constructores de paz, que luchan con valentía y sin violencia por un mundo mejor: «Dichosos los constructores de paz porque se llamarán hijos de Dios» (Mt 5,9). Egipto, que en tiempos de José salvó a otros pueblos del hambre (cf. Gn 47,57), está llamado también hoy a salvar a esta querida región del hambre de amor y de fraternidad; está llamado a condenar y a derrotar todo tipo de violencia y de terrorismo; está llamado a sembrar la semilla de la paz en todos los corazones hambrientos de convivencia pacífica, de trabajo digno, de educación humana.
Egipto, que al mismo tiempo construye la paz y combate el terrorismo, está llamado a testimoniar que «AL DIN LILLAH WA AL WATàN LILGIAMIA’/ (La fe es para Dios, la Patria es para todos)», como dice el lema de la Revolución del 23 de julio de 1952, demostrando que se puede creer y vivir en armonía con los demás, compartiendo con ellos los valores humanos fundamentales y respetando la libertad y la fe de todos.4
El rol especial de Egipto es necesario para afirmar que esta región, cuna de tres grandes religiones, puede –es más– debe salir de la larga noche de tribulaciones para volver a irradiar los supremos valores de la justicia y de la fraternidad, que son el fundamento sólido y la vía obligatoria para la paz.5
De las naciones que son grandes es justo esperar mucho. Este año se celebra el 70 aniversario de las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y la República Árabe de Egipto, que es uno de los primeros países árabes que estableció dichas relaciones diplomáticas. Estas siempre se han caracterizado por la amistad, estima y colaboración recíproca. Deseo que esta visita ayude a consolidarlas y reforzarlas.  La paz es un don de Dios pero es también trabajo del hombre. Es un bien que hay que construir y proteger, respetando el principio que afirma: la fuerza de la ley y no la ley de la fuerza.6
Paz para este amado País. Paz para toda esta región, de manera particular para Palestina e Israel, para Siria, Libia, Yemen, Irak, Sudán del Sur; paz para todos los hombres de buena voluntad. Señor Presidente, señoras y señores: Deseo hacer llegar un afectuoso saludo y un paternal abrazo a todos los ciudadanos egipcios, que están presentes simbólicamente en este lugar.
Saludo además a los hijos y a los hermanos cristianos que viven en este País: a los coptos ortodoxos, los griegos bizantinos, los armenios ortodoxos, los protestantes y los católicos. San Marcos, el evangelizador de esta tierra, os proteja y os ayude a construir y a alcanzar la unidad, tan anhelada por Nuestro Señor (cf. Jn 17,20-23).
Vuestra presencia en esta Patria no es ni nueva ni casual, sino secular y unida a la historia de Egipto. Sois parte integral de este País y habéis desarrollado a lo largo de los siglos una especie de relación única, una particular simbiosis, que puede considerarse como un ejemplo para las demás naciones. Habéis demostrado, y lo seguís haciendo, que se puede vivir juntos, en el respeto recíproco y en la confrontación leal, descubriendo en la diferencia una fuente de riqueza y jamás una razón para el enfrentamiento.7
Gracias por la cálida bienvenida. Pido a Dios Todopoderoso y Uno para que derrame Su Bendición divina sobre todos los ciudadanos egipcios. Que conceda a Egipto la paz y la prosperidad, el progreso y la justicia, y que bendiga a todos sus hijos. «Bendito mi pueblo, Egipto», dice el Señor en el libro de Isaías (19,25). ¡Shukran wa tahìah misr!  (Gracias y que viva Egipto).

Notas:
1 Juan Pablo II, Discurso en la ceremonia de bienvenida (24 febrero 2000).
2 Cf. Declaración universal de los derechos del hombre. Constitución Egipcia 2014, cap. III. 3 «El Señor […] odia al que ama la violencia» (Sal 11,5).
4 Cf. Constitución Egipcia 2014, art. 5.
5 Cf. Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2014, 4.
6 Cf. Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2017, 1.
7 Cf. Benedicto XVI, Exhort. ap. postsin. Ecclesia in Medio Oriente, 24 y 25.

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El Santo Padre reza en Santa María la Mayor encomendando su viaje a Egipto https://es.zenit.org/2017/04/28/el-santo-padre-reza-en-santa-maria-la-mayor-encomendando-su-viaje-a-egipto/ Fri, 28 Apr 2017 06:09:49 +0000 https://es.zenit.org/?p=85250 En la víspera del viaje a El Cairo y deja un bouquet de flores a los pies de María

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(ZENIT – Roma, 28 Abr. 2017).- En la víspera del viaje apostólico a Egipto, el papa Francisco fue  al santuario de Santa Maria Maggiore, para rezar delante del ícono de la Virgen, que lleva la advocación de Salus Populi Romani.
Lo indicó el director de la Oficina de prensa de la Santa Sede, Greg Burke, desde su cuenta Twitter, este jueves por la noche.
Antes y al regreso de cada viaje internacional el Santo Padre pasa por este santuario, el más antiguo existente dedicado a María, allí deposita un ramo de flores sobre el altar y reza encomendando su labor apostólica a la Madre de Jesús.
En Egipto estará 26 horas, en las que se tendrá un encuentro clave con el mundo islámico, en particular este viernes por la tarde en la Universidad Al-Azhar, donde se desarrolla una conferencia de paz internacional.
El Avión hacia El Cairo parte del aeropuerto Leonardo Da Vinci, en Fiumicino, a las 10,45 horas de Roma y llega a Egipto después de 3,15 horas de vuelo.

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Abu Mazen: La visita del papa a Egipto favorecerá al islam moderado https://es.zenit.org/2017/04/12/abu-mazen-la-visita-del-papa-a-egipto-favorecera-al-islam-moderado/ Wed, 12 Apr 2017 16:19:04 +0000 https://es.zenit.org/?p=84612 El presidente de Palestina envía una carta al Papa a través de su embajada en Roma

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(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 12 Abr. 2017).- “Un paso valiente” y un “mensaje de esperanza”. Así el presidente palestino Abu Mazen (Mahmud Abás) define la vista que el papa Francisco realizará el 28 y 29 de abril a Egipto, teniendo en vista los atentados terroristas que golpearon al país del Nilo, en el Domingo de Ramos.
En una carta enviada al Pontífice y entregada por la embajada de Palestina a la Santa Sede, Abu Mazen escribe: “En el nombre del Estado de Palestina y en representación del pueblo palestino, me complace poder enviar a Su Santidad nuestros saludos más sinceros y nuestros mejores deseos”.
El mandatario expresa su aprecio por la decisión del Papa de ir a Egipto, “también después de los brutales atentados terroristas contra las dos iglesias en Tanta y Alejandría”. Creemos, prosigue la misiva, “que sea un paso valiente que refleja Su empeño por la realización de la justicia y de la paz, y anima a las voces moderadas en todo el mundo y especialmente en nuestra región”.
“Nosotros esperamos -añade el presidente- que Ud. lleve un mensaje de esperanza al pueblo egipcio y a todos los pueblos árabes y africanos: un mensaje de unidad, igualdad y coexistencia. Creemos firmemente en sus palabras simples y potentes: que el amor es más fuerte que el mal”.
El presidente reitera su convicción de que “su visita a Egipto dará a Egipto y a la región un fuerte mensaje de esperanza y de amor”:
“Deseamos que Su Santidad siga rezando por nosotros, como lo ha hecho en Palestina durante su peregrinación a Tierra Santa en el 2014”, añade. Y declara que “s siempre profunda
en nuestra mente y en nuestros corazones la esperanza de que Jerusalén siga siendo una ciudad de paz, amor y justicia”.
El 14 de enero pasado el papa Francisco recibió al presidente Abu Mazen, con motivo de la inauguración de la Embajada Palestina ante la Santa Sede.

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