Secciones temporales Archives - ZENIT - Espanol https://es.zenit.org/category/temporary-sections/ El mundo visto desde Roma Tue, 05 Sep 2023 04:12:48 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.5.2 https://es.zenit.org/wp-content/uploads/sites/3/2020/07/723dbd59-cropped-f2e1e53e-favicon_1.png Secciones temporales Archives - ZENIT - Espanol https://es.zenit.org/category/temporary-sections/ 32 32 Así fue el último día del Papa en Mongolia https://es.zenit.org/2023/09/04/asi-fue-el-ultimo-dia-del-papa-en-mongolia/ Mon, 04 Sep 2023 18:39:43 +0000 https://es.zenit.org/?p=232887 La visita del Papa a Mongolia concluye con la bendición de un centro de caridad de la Iglesia católica y encuentro privado con el ex presidente del país.

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(ZENIT Noticias / Ulan Bator, 04.09.2023).- Por la mañana del lunes 4 de septiembre, antes de dejar la Prefectura Apostólica de Ulán Bator, el Papa Francisco se reunió con el ex Presidente de Mongolia, Nambar Enkhbayar, con quien ha mantenido una cordial conversación.

A continuación, tras despedirse del personal y de los benefactores de la Prefectura Apostólica, el Papa se trasladó en coche a la Casa de la Misericordia, donde, a las 9.30 am (hora local), se reunió con las agentes de pastoral en el ámbito de la Caridad e inauguró una instalación.

A su llegada a la entrada de la Casa de la Misericordia, el Papa Francisco fue recibido por el Director de la institución, el Padre Andrew Tran Le Phuong, S.D.B..

Tras el canto de apertura y el saludo de bienvenida del Director de la Casa de Misericordia, tuvo lugar el testimonio del representante del Grupo de Salud, seguido del baile de los jóvenes de las instalaciones educativas católicas. A continuación, tras el testimonio de un trabajador, el Papa pronunció un discurso.

Al final del encuentro, tras el rezo del Ave María, la bendición y el canto final, el Sumo Pontífice bendijo la placa que da nombre al centro caritativo. A continuación, se dirigió al aeropuerto internacional Chinggis Khaan de Ulán Bator para la ceremonia de despedida de Mongolia.

Despedida en el aeropuerto

A su llegada al aeropuerto, el Papa fue recibido por la Ministra de Asuntos Exteriores de Mongolia, Batmunkh Battsetseg. A continuación, tras los saludos de las respectivas Delegaciones y Séquito local, el Papa Francisco embarcó en un A330/ITA Airways para regresar a Italia.

El avión que transportaba al Santo Padre en su regreso del Viaje Apostólico a Mongolia despegó del Aeropuerto Internacional de Ulán Bator a las 12:03 horas (hora local) y aterrizó en el Aeropuerto Internacional Leonardo da Vinci de Roma Fiumicino a las 16:01 horas (hora de Roma).

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Papa Francisco explica “armonía” que aportan religiones a humanidad y recuerda 10 aspectos específicos de las asiáticas https://es.zenit.org/2023/09/03/papa-francisco-explica-armonia-que-aportan-religiones-a-humanidad-y-recuerda-10-aspectos-especificos-de-las-asiaticas/ Sun, 03 Sep 2023 17:46:00 +0000 https://es.zenit.org/?p=232874 Discurso del Papa Francisco durante el encuentro ecuménico e interreligioso con autoridades religiosas de Mongolia.

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(ZENIT Noticias / Ulan Bator, 03.09.2023).- Por la mañana del domingo 3 de septiembre, tras salir de la Prefectura Apostólica, el Santo Padre se trasladó en coche al Teatro Hun, donde tuvo lugar el Encuentro Ecuménico e Interreligioso a las 10.10 horas (hora local).

A su llegada, el Papa fue recibido en la entrada por el Prefecto Apostólico de Ulán Bator, Cardenal Giorgio Marengo, y por un líder religioso. A continuación, tras el discurso de bienvenida de Khamba Lama Gabju Demberel Choijamts, Abad del Monasterio de Gandan Tegchenling, y la lectura de los mensajes de 11 líderes de diferentes religiones, el Papa Francisco pronunció su discurso. Ofrecemos a continuación la traducción al español de las palabras del Papa:

***

Permítanme que me dirija a ustedes así, como un hermano en la fe de los creyentes en Cristo y como hermano de todos ustedes, en nombre de la común búsqueda religiosa y de la pertenencia a la misma humanidad. La humanidad, en su anhelo religioso, puede ser parangonada a una comunidad de peregrinos que camina en la tierra con la mirada puesta en el cielo. A este propósito, es significativo lo que un creyente, venido de lejos, afirmó de Mongolia, escribiendo que viajó por ella «sin ver nada más que el cielo y la tierra» (cf. Guillermo de Rubruquis, Viaje por el Imperio mongol, XIII/3). En efecto, el cielo de aquí, tan claro y tan azul como es, abraza esta tierra vasta e imponente, evocando las dos dimensiones fundamentales de la vida humana: la terrena, formada por las relaciones con los demás, y la celeste, constituida por la búsqueda del Otro, que nos trasciende. En definitiva, Mongolia nos recuerda la necesidad que tenemos todos nosotros, peregrinos y viajeros, de elevar la mirada hacia lo alto para encontrar la ruta del camino en la tierra.

Por eso me alegra estar con ustedes en este importante momento de encuentro. Agradezco vivamente a cada uno y cada una de ustedes por su presencia aquí y por las diferentes intervenciones que han enriquecido la reflexión común. El hecho de estar juntos en el mismo lugar ya es un mensaje. Las tradiciones religiosas, en su originalidad y diversidad, comportan un formidable potencial de bien al servicio de la sociedad. Si quien tiene la responsabilidad de las naciones eligiera el camino del encuentro y del diálogo con los demás, contribuiría sin duda de manera determinante a poner fin a los conflictos que siguen causando sufrimiento a tantos pueblos.

Quien nos ofrece hoy la oportunidad de estar juntos para conocernos y enriquecernos mutuamente es el amado pueblo mongol, que puede presumir de una historia de convivencia entre representantes de diversas tradiciones religiosas. Es hermoso recordar la virtuosa experiencia de la antigua capital imperial Karakórum, donde se albergaban lugares de culto pertenecientes a diferentes «credos», que daban testimonio de una armonía admirable. Armonía: quisiera subrayar esta palabra de sabor típicamente asiático. Esta se refiere a la relación particular que se crea entre realidades diferentes, sin superponerlas ni homologarlas, sino respetando las diferencias y en beneficio de la convivencia. Me pregunto: ¿quién, con más razón que los creyentes, está llamado a trabajar por la armonía de todos?

Hermanos, hermanas, por el modo en que logremos la armonía con los demás peregrinos sobre la tierra y en la forma que consigamos transmitir armonía, allí donde vivimos, se mide el valor social de nuestra religiosidad. Cada vida humana, en efecto, y con mayor razón cada religión, tiene que «medirse» en base al altruismo; no a un altruismo abstracto, sino concreto, que se traduzca en la búsqueda del otro y en la colaboración generosa con el otro, porque «el sabio se regocija dando. Él alcanzará la felicidad en esta tierra» (El Dhammapada: El Sendero de la Realización Interior, Buenos Aires 2022, 80; cf. las palabras de Jesús referidas en Hch 20,35).

Una oración, inspirada en san Francisco de Asís, recita: «Donde haya odio, que lleve yo el amor. Donde haya ofensa, que lleve yo el perdón. Donde haya discordia, que lleve yo la unión». El altruismo construye armonía y donde hay armonía hay entendimiento, hay prosperidad, hay belleza. Más aún, armonía es quizás el sinónimo más apropiado de belleza. Por el contrario, la cerrazón, la imposición unilateral, el fundamentalismo y la coerción ideológica arruinan la fraternidad, alimentan tensiones y ponen en peligro la paz. La belleza de la vida es fruto de la armonía; es comunitaria, se acrecienta con la amabilidad, con la escucha y con la humildad. Y puede comprenderla el corazón puro, porque «la verdadera belleza, después de todo, reside en la pureza del corazón» (cf. M.K. Gandhi, Il mio credo, il mio pensiero, Roma 2019, 94).

Las religiones están llamadas a ofrecer al mundo esta armonía, que el progreso técnico por sí solo no puede dar, porque, apuntando sólo a la dimensión terrena y horizontal del hombre, corre el riesgo de olvidar el cielo para el cual hemos sido creados. Hermanas y hermanos, hoy estamos aquí juntos como humildes herederos de antiguas escuelas de sabiduría. Al reunirnos hoy, nos comprometemos a compartir todo ese bien que hemos recibido, para enriquecer a una humanidad que, en su caminar, a menudo se encuentra desorientada por miopes búsquedas de lucro y bienestar; y a menudo también es incapaz de volver a encontrar el hilo conductor. Volviendo así su mirada sólo a intereses terrenos, acaba arruinando la misma tierra, confundiendo el progreso con el retroceso, como lo muestran tantas injusticias, tantos conflictos, tantas devastaciones ambientales, tantas persecuciones, tanto descarte de la vida humana.

Asia tiene muchísimo que ofrecer en ese sentido, y Mongolia, que se encuentra en el corazón de este continente, custodia un gran patrimonio de sabiduría, que las religiones que aquí se difundieron han contribuido a crear, y que quisiera invitar a todos a redescubrir y valorar. Me limito a citar, aunque sin profundizarlos, diez aspectos de este patrimonio sapiencial. Diez aspectos: la buena relación con la tradición, no obstante las tentaciones del consumismo; el respeto por los ancianos y los antepasados. ¡Cuánta necesidad tenemos de una alianza generacional entre ellos y los más jóvenes, de dialogo entre los abuelos y los nietos! Y, además, el cuidado por el ambiente, nuestra casa común, otra necesidad tremendamente actual. Estamos en peligro. Y también el valor del silencio y de la vida interior, antídoto espiritual para tantos males del mundo actual. Por tanto, un sano sentido de frugalidad; el valor de la acogida; la capacidad de resistir al apego a las cosas; la solidaridad, que nace de la cultura de los vínculos entre las personas; el aprecio por la sencillez. Y, por último, un cierto pragmatismo existencial, que tiende a buscar con tenacidad el bien del individuo y de la comunidad. Estos diez son algunos elementos del patrimonio de sabiduría que este país puede ofrecer al mundo.

A propósito de sus costumbres, he hablado ya de cómo, al prepararme para este viaje, me han fascinado las viviendas tradicionales con las que el pueblo mongol revela una sabiduría sedimentada a través de milenios de historia. La ger constituye, en efecto, un espacio humano. En su interior se desarrolla la vida de la familia, es lugar de convivencia amistosa, de encuentro y de diálogo en el que, aun cuando ya fuesen muchos, se sabe hacer espacio para alguien más. Y, además, es un punto de referencia concreto, fácilmente identificable en las inmensas extensiones del territorio mongol; es también motivo de esperanza para el que ha perdido el camino. Si hay una ger, hay vida. Se la encuentra siempre abierta, preparada para acoger al amigo, pero también al viajero e incluso al extranjero, para ofrecerles un té caliente que permita recobrar fuerzas en el frío invierno o una fresca leche fermentada que alivie las calurosas jornadas veraniegas. Esta es también la experiencia de los misioneros católicos, provenientes de otros países, que aquí son recibidos como peregrinos y huéspedes, y que entran con prudente tacto en este mundo cultural para ofrecer el humilde testimonio del Evangelio de Jesucristo.

Aún más, junto al espacio humano, la ger evoca la esencial apertura a lo divino. La dimensión espiritual de esta morada está representada por su apertura hacia lo alto, en donde se encuentra un solo punto desde el que entra la luz, formado por una claraboya segmentada. De ese modo, el interior se vuelve un gran reloj solar, donde se suceden luces y sombras, marcando las horas del día y de la noche. Hay una hermosa enseñanza en este aspecto: el sentido del tiempo que pasa proviene de lo alto, no del mero devenir de las actividades terrenas. Además, en ciertos momentos del año, el rayo que penetra de lo alto ilumina el altar familiar, recordando el primado de la vida espiritual. De esa manera, la convivencia humana que se realiza en el espacio circular remite constantemente a su vocación vertical, a su vocación trascendente, espiritual.

La humanidad reconciliada y próspera, que como representantes de diferentes religiones ayudamos a promover, está representada simbólicamente por ese estar juntos, armonioso y abierto a lo trascendente, donde el compromiso por la justicia y la paz encuentran su inspiración y su fundamento en la relación con lo divino. Aquí, queridos hermanas y hermanos, nuestra responsabilidad es grande, especialmente en esta hora de la historia, porque nuestro comportamiento está llamado a confirmar con obras las enseñanzas que profesamos; de tal modo que no puede contradecirlas, convirtiéndose en motivo de escándalo. Que no haya, por tanto, ninguna confusión entre credo y violencia, entre sacralidad e imposición, entre camino religioso y sectarismo. Que la memoria de los sufrimientos padecidos en el pasado —pienso sobre todo en las comunidades budistas— nos dé la fuerza para transformar las heridas sombrías en fuentes de luz, la ignorancia de la violencia en sabiduría de vida, el mal que arruina en bien que construye. Que así sea para nosotros, discípulos entusiastas de los respectivos maestros espirituales y servidores conscientes de sus enseñanzas, dispuestos a ofrecer su belleza a cuantos acompañamos, como amigables compañeros de camino. Ojalá esto se cumpla, porque en las sociedades pluralistas que creen en los valores democráticos, como Mongolia, cada institución religiosa, reconocida normativamente por la autoridad civil, tiene el deber y, en primer lugar, el derecho de ofrecer aquello que es y aquello que cree, respetando la conciencia de los otros y teniendo como fin el mayor bien de todos.

En ese sentido, quiero confirmarles que la Iglesia católica desea caminar así, creyendo firmemente en el diálogo ecuménico, en el dialogo interreligioso y en el dialogo cultural. Su fe se funda en el diálogo eterno entre Dios y la humanidad, encarnado en la persona de Jesucristo. Con humildad y con el espíritu de servicio que animó la vida del Maestro, que no vino al mundo «para ser servido, sino para servir» (Mc 10,45), la Iglesia ofrece hoy a cada persona y cultura el tesoro que ha recibido, permaneciendo en actitud de apertura y escucha de cuanto las otras tradiciones religiosas tienen para ofrecer.

El diálogo, en efecto, no es antitético al anuncio; porque no elimina las diferencias, sino que ayuda a comprenderlas, las preserva en su originalidad y las hace capaces de confrontarse en pos de un enriquecimiento franco y recíproco. Así, en la humanidad bendecida por el Cielo, se puede encontrar la clave para caminar en la tierra. Hermanos y hermanas, tenemos un origen común, que confiere la misma dignidad a todos, y tenemos un camino compartido, que sólo podemos recorrer juntos, viviendo bajo el mismo cielo que nos cobija y nos ilumina.

Hermanos y hermanas, encontrarnos hoy aquí es un signo de que esperar es posible. Esperar es posible. En un mundo lastimado por luchas y discordias, eso podría parecer utópico; sin embargo, los proyectos más grandes comienzan en lo escondido, con dimensiones casi imperceptibles. El gran árbol nace de la semilla pequeña, oculta bajo la tierra. Y «el perfume de las flores no viaja contra el viento, pero sí lo hace la fragancia de la virtud. Quien es virtuoso perfuma todas las regiones de la tierra con su bondad» (cf. El Dhammapada, 40). Hagamos florecer esta certeza, porque nuestro esfuerzo común para dialogar y construir un mundo mejor no son vanos. Cultivemos la esperanza. Como dijo un filósofo: «Cada cual fue grande según el objeto de su esperanza: uno fue grande en la que atiende a lo posible; otro en la de las cosas eternas; pero el más grande de todos fue quien esperó lo imposible» (S.A. Kierkegaard, Temor y temblor, Buenos Aires 1958, 12). Que las oraciones que elevamos al cielo y la fraternidad que vivimos en la tierra alimenten la esperanza; que sean el testimonio sencillo y creíble de nuestra religiosidad, de nuestro caminar juntos con la mirada elevada hacia lo alto, de nuestro habitar este mundo en armonía —no olvidemos la palabra «armonía»—, como peregrinos llamados a proteger el ambiente hogareño, para todos. Gracias.

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¿Necesidad de paz interior? Papa Francisco responde en Mongolia con “la sed que nos habita y el amor que apaga la sed” https://es.zenit.org/2023/09/03/necesidad-de-paz-interior-papa-francisco-responde-en-mongolia-con-la-sed-que-nos-habita-y-el-amor-que-apaga-la-sed/ Sun, 03 Sep 2023 17:34:53 +0000 https://es.zenit.org/?p=232867 Homilía del Papa en la misa con los católicos mongoles en la Arena Estepa de Ulan Bator.

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(ZENIT Noticias / Ulan Bator, 03.09.2023).- Por la tarde del domingo 3 de agosto, celebró la santa misa en la Arena Estepa de la capital de Mongolia.

A su llegada, tras bajar del coche, el Papa hizo algunas rondas en el carro de golf entre los más de 2,000 fieles presentes. A las 16.00 horas (hora local) presidió la Celebración Eucarística en inglés, en el XXII Domingo del Tiempo Ordinario. Durante la Santa Misa, tras la proclamación del Evangelio, el Santo Padre pronunció la homilía.

Bandera China

Al final, tras un discurso de homenaje del Prefecto Apostólico de Ulán Bator, Cardenal Giorgio Marengo, y antes de la bendición final, el Papa dirigió un último saludo y unas palabras de agradecimiento a los fieles y peregrinos presentes. A continuación, regresó en coche a la Prefectura Apostólica, donde tuvo una cena privada. Ofrecemos a continuación el texto en español de la homilía:

***

Con las palabras del Salmo hemos rezado: «Oh Dios, […] mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca y sin agua» (Sal 63,2). Esta estupenda invocación acompaña el viaje de nuestra vida, en medio de los desiertos que estamos llamados a atravesar. Y es precisamente en esa tierra árida donde llega hasta nosotros la buena noticia. En nuestro camino no estamos solos; nuestras sequedades no tienen el poder de hacer estéril para siempre nuestra vida; el grito de nuestra sed no permanece sin respuesta. Dios Padre ha enviado a su Hijo para darnos el agua viva del Espíritu Santo que apague la sed de nuestra alma (cf. Jn 4,10). Y Jesús —lo hemos escuchado hace un momento en el Evangelio— nos muestra el camino para apagar nuestra sed: es el camino del amor, que Él ha recorrido hasta el final, hasta la cruz, desde la cual nos llama a seguirlo «perdiendo la vida para encontrarla» nuevamente (cf. Mt 16,24-25).

Detengámonos juntos en estos dos aspectos: la sed que nos habita el amor que apaga la sed.

[1º Llamados a reconocer la sed que nos habita]

Ante todo, estamos llamados a reconocer la sed que nos habita. El salmista grita a Dios la propia aridez porque su vida se asemeja a un desierto. Sus palabras tienen una resonancia particular en una tierra como Mongolia; un territorio inmenso, rico de historia, y una tierra rebosante de cultura, pero marcado también por la aridez de la estepa y del desierto. Muchos de ustedes están acostumbrados a la belleza y a la fatiga de tener que caminar, una acción que evoca un aspecto esencial de la espiritualidad bíblica, representado por la figura de Abrahán y, más en general, algo distintivo del pueblo de Israel y de cada discípulo del Señor. Todos, todos nosotros, en efecto, somos «nómadas de Dios», peregrinos en búsqueda de la felicidad, caminantes sedientos de amor. El desierto evocado por el salmista se refiere, entonces, a nuestra vida; somos nosotros esa tierra árida que tiene sed de un agua límpida, de un agua que apaga la sed profundamente. Es nuestro corazón el que desea descubrir el secreto de la verdadera alegría, la que incluso en medio de las sequedades existenciales, puede acompañarnos y sostenernos. Sí, arrastramos una sed inextinguible de felicidad, buscamos un significado y un sentido para nuestra vida, una motivación para las actividades que llevamos a cabo cada día; y sobre todo estamos sedientos de amor, porque sólo el amor apaga verdaderamente nuestra sed, nos hace estar bien —el amor nos hace estar bien—, nos abre a la confianza haciéndonos saborear la belleza de la vida. Queridos hermanos y hermanas, la fe cristiana responde a esta sed; la toma en serio; no la descarta, no intenta aplacarla con paliativos o sustitutos. Porque en esta sed está nuestro gran misterio; esta sed nos abre al Dios vivo, al Dios amor que viene a nuestro encuentro para hacernos hijos suyos y hermanos y hermanas entre nosotros.

[2º El amor que apaga la sed]

Y llegamos así al segundo aspecto: el amor que apaga la sed. El primero era nuestra sed, existencial, profunda, y ahora reflexionamos sobre el amor que apaga nuestra sed. Este es el contenido de la fe cristiana: Dios, que es amor, en su Hijo Jesús se ha hecho cercano a ti, a mí, a todos nosotros. Él desea compartir tu vida, tus trabajos, tus sueños, tu sed de felicidad. Es verdad, a veces nos sentimos como una tierra sedienta, reseca y sin agua, pero también es verdad que Dios se hace cargo de nosotros y nos ofrece el agua límpida que apaga la sed, el agua viva del Espíritu que, brotando en nosotros, nos renueva y nos libra del peligro de la sequedad. Esta agua nos la da Jesús. Como afirma san Agustín, «si nos reconocemos como sedientos, nos reconoceremos también como quienes beben» (Comentarios a los Salmos, 62,3).

Efectivamente, si tantas veces en nuestra vida experimentamos el desierto, la soledad, el cansancio, la esterilidad, no debemos olvidar esto: «Pero a fin de que no desfallezcamos en este desierto —añade san Agustín—, Dios nos envió el rocío de su Palabra […], [para] que de tal manera sintamos sed, que podamos beber […]. Dios se ha compadecido de nosotros, y nos ha abierto un camino en el desierto: el mismo Señor nuestro Jesucristo —Él es el camino en desierto de la vida—; y nos ha brindado un consuelo en el desierto, enviándonos predicadores de su Palabra; nos dio a beber agua en el desierto, colmando del Espíritu Santo a sus predicadores, para que surgiese en ellos la fuente de agua que brota hasta la vida eterna» (ibíd., 3.8). Estas palabras, queridos hermanos, evocan nuestra historia. En el desierto de la vida, en el trabajo de ser una comunidad pequeña, el Señor no nos hace faltar el agua de su Palabra, especialmente a través de los predicadores y los misioneros que, ungidos por el Espíritu Santo, siembran su belleza. Y la Palabra siempre, siempre nos lleva a lo esencial, a lo esencial de la fe: dejarnos amar por Dios para hacer de nuestra vida una ofrenda de amor. Porque sólo el amor apaga verdaderamente nuestra sed. No lo olvidemos: sólo el amor apaga verdaderemente nuestra sed.

Es lo que Jesús dice, con un tono fuerte, al apóstol Pedro en el Evangelio de hoy. Él no acepta el hecho de que Jesús tenga que sufrir, ser acusado por los jefes del pueblo, pasar por la pasión para después morir en la cruz. Pedro reacciona, Pedro protesta, quisiera convencer a Jesús de que se equivoca, porque según él —y a menudo también nosotros pensamos así— el Mesías no puede acabar derrotado, de ningún modo puede morir crucificado, como un delincuente abandonado por Dios. Pero el Señor reprende a Pedro, porque su modo de pensar es «el de los hombres» —dice el Señor— y no el de Dios (cf. Mt 16,21-23). Si pensamos que para apagar la sed de la aridez de nuestra vida sean suficientes el éxito, el poder, las cosas materiales, esta es una mentalidad mundana, que no lleva a nada bueno, sino que además nos deja más secos que antes. Jesús, sin embargo, nos indica el camino: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará» (Mt 16,24-25).

Hermanos, hermanas, este es el mejor camino de todos: abrazar la cruz de Cristo. En el corazón del cristianismo se encuentra esta noticia desconcertante, y esta noticia extraordinaria: cuando pierdes tu vida, cuando la ofreces sirviendo con generosidad, cuando la arriesgas comprometiéndola en el amor, cuando haces de ella un don gratuito para los demás, entonces vuelve a ti abundantemente, derrama dentro de ti una alegría que no pasa, una paz en el corazón, una fuerza interior que te sostiene. Tenemos necesidad de paz interior.

Esta es la verdad que Jesús nos invita a descubrir, que Jesús quiere revelar a todos, a esta tierra de Mongolia: para ser felices no hace falta ser grandes, ricos o poderosos. Sólo el amor apaga la sed de nuestro corazón, sólo el amor cura nuestras heridas, sólo el amor nos da la verdadera alegría. Y este es el camino que Jesús nos ha enseñado y ha abierto para nosotros.

Entonces, también nosotros, hermanos y hermanas, escuchemos la palabra que el Señor dice a Pedro: «Ve detrás de mí» (Mt 16,23), es decir: sé mi discípulo, realiza el mismo camino que hago yo y no pienses más como el mundo. De ese modo, con la gracia de Cristo y del Espíritu Santo, podremos transitar por el camino del amor. Incluso cuando amar conlleve negarse a sí mismos, luchar contra los egoísmos personales y mundanos, atreverse a vivir fraternalmente. Porque si es verdad que todo esto cuesta esfuerzo y sacrificio, y a veces implique tener que subir a la cruz, no es menos cierto que cuando perdemos la vida por el Evangelio, el Señor nos la da en abundancia, llena de amor y alegría, para la eternidad.

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Así fue el segundo día completo de Papa Francisco en Mongolia https://es.zenit.org/2023/09/03/asi-fue-el-segundo-dia-completo-de-papa-francisco-en-mongolia/ Sun, 03 Sep 2023 17:16:45 +0000 https://es.zenit.org/?p=232862 El segundo día completo del Papa en Mongolia estuvo marcado por un encuentro con líderes de otras religiones y por la santa misa con los católicos locales.

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(ZENIT Noticias / Ulan Bator, 03.09.2023).- La mañana del domingo 3 de septiembre, tras dejar la Prefectura Apostólica, el Papa Francisco se trasladó en coche al Teatro Hun, donde tuvo lugar el Encuentro Ecuménico e Interreligioso a las 10.10 de la mañana (hora local).

A su llegada, el Papa fue recibido en la entrada por el Prefecto Apostólico de Ulán Bator, Cardenal Giorgio Marengo, y por otro líder religioso. A continuación, tras el discurso de bienvenida de Khamba Lama Gabju Demberel Choijamts, Abad del Monasterio de Gandan Tegchenling, y la lectura de los mensajes de 11 líderes de diferentes religiones, el Papa Francisco pronunció su discurso.

Al final, tras la foto de grupo, el Papa Francisco regresó en coche a la Prefectura Apostólica donde tuvo un almuerzo privado.

Por la tarde el Papa volvió a salir del lugar de su residencia temporal en Ulan Bator para dirigirse en coche al Arena Estepa para la Santa Misa.

A su llegada, tras cambiar de coche, el Papa hizo algunas rondas en el carro de golf entre los más de 2,000 fieles presentes y, a las 16.00 de la tarde (hora local) presidió la Celebración Eucarística en inglés, en el XXII Domingo del Tiempo Ordinario. Durante la Santa Misa, tras la proclamación del Evangelio, el Papa pronunció la homilía.

Al final, tras un discurso de homenaje del Prefecto Apostólico de Ulán Bator, Cardenal Giorgio Marengo, y antes de la bendición final, el Papa dirigió un último saludo y unas palabras de agradecimiento a los fieles y peregrinos presentes. A continuación, regresó en coche a la Prefectura Apostólica, donde tuvo una cena privada.

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¿Por qué gastar la vida por el Evangelio? Papa Francisco contesta en discurso a católicos mongoles https://es.zenit.org/2023/09/02/por-que-gastar-la-vida-por-el-evangelio-papa-francisco-contesta-en-discurso-a-catolicos-mongoles/ Sat, 02 Sep 2023 00:08:05 +0000 https://es.zenit.org/?p=232853 Discurso del Papa Francisco durante el encuentro con los obispos, sacerdotes, consagradas, catequistas y agentes de pastoral.

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(ZENIT Noticias / Ulan Bator, 02.09.2023).- La catedral de San Pedro y San Pablo de la capital mongola fue el lugar donde el Papa mantuvo el primer encuentro con la comunidad católica local. Según las autoridades locales, unas 2,000 personas estuvieron presentes. Ofrecemos a continuación el texto íntegro del mensaje del Papa:

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Gracias, Excelencia, por sus palabras, gracias sor Salvia, don Peter Sanjaajav y Rufina por sus testimonios, gracias a todos ustedes por su presencia y por su fe. Estoy feliz de encontrarme con ustedes. La alegría del Evangelio es el motivo que ha impulsado a todos ustedes, hombres y mujeres consagrados en la vida religiosa o en el ministerio ordenado, a estar aquí y a dedicarse, junto a las hermanas y a los hermanos laicos, al Señor y a los demás. Bendigo a Dios por esto y lo hago a través de una hermosa oración de alabanza tomada del Salmo 34, en el que me inspiro para compartir algunos pensamientos con ustedes. Dice así: «¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!» (v. 9).

Gustar y ver, porque la alegría y la bondad del Señor no son algo pasajero, sino que permanecen dentro, dan gusto a la vida y permiten ver las cosas de un modo nuevo; como nos has dicho tú, Rufina, en tu hermoso testimonio. Ante todo, quisiera saborear el gusto de la fe en esta tierra haciendo memoria de historias y de rostros, de vidas gastadas por el Evangelio. Gastar la vida por el Evangelio: es una bella definición de la vocación misionera del cristiano, y en particular del modo en que los cristianos viven esa vocación aquí. Gastar la propia vida por el Evangelio.

Recuerdo entonces al obispo Wenceslao Selga Padilla, primer Prefecto apostólico, pionero de la fase contemporánea de la Iglesia en Mongolia y constructor de esta catedral. Aquí, sin embargo, la fe no se remonta sólo a los años noventa del siglo pasado, sino que tiene raíces muy antiguas. A las experiencias del primer milenio, marcadas por el movimiento evangelizador de la tradición siriaca que se difundió a lo largo de la ruta de la seda, siguió un considerable compromiso misionero. ¿Cómo no recordar las misiones diplomáticas del siglo XIII, incluso el celo apostólico manifestado por el nombramiento, entorno al año 1310, de Juan de Montecorvino como primer obispo de Janbalic y, por tanto, responsable de toda esta amplia región del mundo bajo la dinastía mongol Yuan? Fue precisamente él quien realizó la primera traducción en mongol del libro de los Salmos y del Nuevo Testamento. Pues bien, esta gran historia de pasión por el Evangelio se retomó de manera extraordinaria en 1992 con la llegada de los primeros misioneros de la Congregación del Inmaculado Corazón de María, a los que se unieron representantes de otros institutos, clero diocesano y voluntarios laicos. Entre todos quisiera recordar al activo y celoso Padre Stephano Kim Seong-hyeon. Y también hagamos memoria de tantos fieles servidores del Evangelio en Mongolia, que están aquí con nosotros ahora y que, después de haber gastado su vida por Cristo, ven y gustan las maravillas que su bondad sigue realizando en ustedes y a través de ustedes. Gracias.

Pero, ¿por qué gastar la vida por el Evangelio? Es una pregunta que les hago. Como decía Rufina, la vida cristiana avanza haciéndose preguntas, como los niños que siempre preguntan algo nuevo, porque no son capaces de entenderlo todo en la edad de los porqués. Y en la vida cristiana nos acercamos al Señor y siempre le hacemos preguntas para entenderlo mejor, para entender mejor su mensaje. Gastar la vida por el Evangelio porque se ha gustado ese Dios que se hizo visible, tangible, perceptible en Jesús (cf. Sal 34). Sí, es Él la buena noticia destinada a todos los pueblos, el anuncio que la Iglesia no puede dejar de llevar, encarnándolo en la vida y «susurrándolo» al corazón de cada individuo y de cada cultura. Muchas veces, el lenguaje de Dios es un susurro lento, que toma su tiempo; Él habla así. Esta experiencia del amor de Dios en Cristo es pura luz que transfigura el rostro y lo hace a su vez resplandeciente. Hermanos y hermanas, la vida cristiana nace de la contemplación de este rostro, es una cuestión de amor, de encuentro cotidiano con el Señor en la Palabra y en el Pan de vida, en el rostro de los demás, en los necesitados, donde Cristo está presente. Eso nos lo has recordado tú, sor Salvia, con tu testimonio, ¡gracias! Hace más de veinte años que tú estás aquí y has aprendido a dialogar con este pueblo, gracias.

En estos treinta y un años de presencia en Mongolia, ustedes, queridos sacerdotes, consagrados, consagradas y agentes pastorales, han dado vida a una múltiple variedad de iniciativas caritativas que absorben la mayor parte de sus energías y reflejan el rostro misericordioso de Cristo buen samaritano. Es como su tarjeta de presentación, que les ha granjeado respeto y estima por los muchos beneficios que han aportado en infinidad de campos diferentes; desde la asistencia hasta la educación, pasando por la atención sanitaria y la promoción cultural. Los animo a proseguir en este camino fecundo y benéfico para el amado pueblo mongol. Gestos de amor y gestos de caridad.

Al mismo tiempo, los invito a que gusten y vean al Señor —gusten y vean al Señor—, los invito a que vuelvan una y otra vez a aquella primera mirada de la que surgió todo. Sin esto, las fuerzas van menguando y el compromiso pastoral corre el riesgo de quedar en una estéril prestación de servicios, en un sucederse de tareas que se deben hacer, pero que terminan por no trasmitir nada más que cansancio y frustración. Sin embargo, permaneciendo en contacto con el rostro de Cristo, buscándolo en las Escrituras y contemplándolo en silenciosa adoración —en silenciosa adoración— ante el sagrario, lo reconocerán en el rostro de aquellos a quienes sirven y se sentirán transportados por una íntima alegría, que incluso en las dificultades deja paz en el corazón. Esto es lo que necesitamos —hoy y siempre—, no personas ocupadas y distraídas que llevan adelante proyectos, quizás con el riesgo de parecer amargadas a causa de una vida que no es ciertamente fácil, no. El cristiano es aquel que es capaz de adorar, adorar en silencio. Y después de esta adoración brota la actividad. Pero no olviden la adoración. Nosotros hemos perdido un poco el sentido de la adoración en esta época del pragmatismo. No se olviden de adorar y, desde la adoración, hagan las cosas. Es necesario volver a la fuente, al rostro de Jesús, a gustar de su presencia; es Él nuestro tesoro (cf. Mt 13,44), la perla preciosa por la cual vale la pena gastar todo (cf. Mt 13,45-46). Los hermanos y las hermanas de Mongolia, que tienen un noble sentido de lo sagrado y —como es típico en el continente asiático— una amplia y acrisolada historia religiosa, esperan de ustedes este testimonio, y saben reconocer su autenticidad. Es un testimonio que ustedes deben dar, porque el Evangelio no crece haciendo proselitismo, el Evangelio crece dando testimonio.

El Señor Jesús, cuando envió a los suyos en el mundo, no los mandó a difundir un pensamiento político, sino a testimoniar con la vida la novedad de la relación con su Padre, para que fuese «Padre nuestro» (cf. Jn 20,17), activando de esa manera una concreta fraternidad con cada pueblo. La Iglesia que nace de este mandato es una Iglesia pobre, que se apoya sólo sobre una fe genuina, sobre la inerme y desarmante potencia del Resucitado, capaz de aliviar los sufrimientos de la humanidad herida. Es por eso que los gobiernos y las instituciones seculares no tienen nada que temer de la acción evangelizadora de la Iglesia, porque no tiene ninguna agenda política que sacar adelante, sino que sólo conoce la fuerza humilde de la gracia de Dios y de una Palabra de misericordia y de verdad, capaz de promover el bien de todos.

Para llevar a cabo esta misión, Cristo ha dado a su Iglesia una estructura que recuerda la armonía que hay entre los distintos miembros del cuerpo humano. Él es la cabeza, es decir, la mente que sigue guiándola, infundiendo en el Cuerpo, o sea, en nosotros, su mismo Espíritu, que actúa sobre todo en esos signos de vida nueva que son los sacramentos. Para garantizar la autenticidad y la eficacia, ha instituido el orden sacerdotal, marcado por una íntima unión con Él, con Él que es el buen Pastor que da la vida por su rebaño.

También tú, don Peter, has sido llamado para esta misión, gracias por haber compartido tu experiencia con nosotros. De ese modo también el santo Pueblo de Dios que peregrina en Mongolia posee la plenitud de los dones espirituales. Y en esta perspectiva los invito a ver en el obispo no un manager, sino la imagen viva de Cristo buen Pastor que reúne y guía a su pueblo; un discípulo colmado del carisma apostólico para que edifique vuestra fraternidad en Cristo y la radique cada vez más en esta nación con una noble identidad cultural. Además, el hecho de que vuestro obispo sea Cardenal añade una ulterior expresión de cercanía: todos ustedes, lejanos sólo físicamente, están muy cerca del corazón de Pedro; y toda la Iglesia está cerca de ustedes, de vuestra comunidad, que es verdaderamente católica, es decir, universal, pues atrae hacia Mongolia la simpatía de muchos hermanos y hermanas esparcidos por el mundo, en una gran comunión eclesial.

Y subrayo esta palabra: comunión. La Iglesia no se comprende en base a un criterio puramente funcional; no, la Iglesia no es una empresa funcional, la Iglesia no crece haciendo proselitismo, como ya he dicho. La Iglesia es algo distinto. La palabra «comunión» nos explica bien qué es la Iglesia. En este cuerpo de la Iglesia, el obispo no hace de moderador de distintos miembros basándose tal vez en el principio de la mayoría, sino en virtud de un principio espiritual, por el cual Jesús mismo se hace presente en la persona del obispo para asegurar la comunión de su Cuerpo místico. En otras palabras, la unidad de la Iglesia no es una cuestión de orden y de respeto, ni siquiera una buena estrategia para «hacer amigos», es una cuestión de fe y de amor al Señor, es fidelidad a Él. Por eso es importante que todos los componentes eclesiales se aglutinen alrededor del obispo, que representa a Cristo vivo en medio de su Pueblo, construyendo esa comunión sinodal que ya es anuncio y que tanto ayuda a inculturar la fe.

Queridos misioneros y misioneras, gusten y vean el don que son ustedes, gusten y vean la belleza de darse totalmente a Cristo que los ha llamado a testimoniar su amor precisamente aquí en Mongolia. Sigan haciéndolo cultivando la comunión. Llévenlo a cabo en la sencillez de una vida sobria, a imitación del Señor, que entró en Jerusalén sobre un mulo y que se despojó incluso de sus vestiduras en la cruz. Estén siempre cerca de la gente, con esa cercanía que es la actitud de Dios: Dios es cercano, compasivo y tierno —cercanía, compasión y ternura—. Sean así con la gente, atendiéndolos personalmente, aprendiendo la lengua, respetando y amando su cultura, no dejándose tentar por las seguridades mundanas, sino permaneciendo firmes en el Evangelio a través de una ejemplar rectitud de vida espiritual y moral. Sencillez y cercanía, sin cansarse de llevar a Jesús los rostros y las historias que encuentran, los problemas y las preocupaciones, gastando tiempo en la oración cotidiana, que les permitirá mantenerse en pie ante el cansancio del servicio y alcanzar del «Dios de todo consuelo» (2 Co 1,3) la esperanza que hemos de llevar a los corazones de cuantos sufren.

Hermanos y hermanas, cerca del Señor se refuerza en nosotros una certeza, como nos revela nuevamente el Salmo 34: «Nada faltará a los que lo temen […]. Los que buscan al Señor no carecen de nada» (vv. 10-11). Es cierto que los desequilibrios y las contradicciones de la vida afectan también a los creyentes, y que los evangelizadores no están dispensados de esa carga de inquietud que pertenece a la condición humana. El salmista no teme hablar de la malicia y de los malhechores, pero recuerda que el Señor, ante el grito de los humildes, «los libra de todas sus angustias», porque «está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos» (vv. 18-19). Por esto, la Iglesia se presenta ante el mundo como una voz solidaria con todos los pobres y los necesitados, no calla ante las injusticias y con mansedumbre se compromete a promover la dignidad de cada ser humano.

Queridos amigos, en este camino de discípulos misioneros ustedes tienen un pilar seguro, nuestra Madre celestial, que —me ha gustado mucho descubrirlo— ha querido darles un signo tangible de su presencia discreta y premurosa dejando que se encontrase una imagen suya en un vertedero. En un lugar de desechos ha aparecido esta hermosa estatua de la Inmaculada. Ella, sin mancha, inmune al pecado, ha querido hacerse cercana hasta el punto de ser confundida con los deshechos de la sociedad, de forma que de la suciedad de la basura ha surgido la pureza de la Santa Madre de Dios, la Madre del Cielo. He conocido una interesante tradición mongola de la “suun dalai ijii”, la mamá del corazón grande como un océano de leche. Si en la narración de la Historia secreta de los mongoles, una luz que desciende a través de la abertura superior de la ger fecunda la mítica reina Alan Qo’a, así también ustedes pueden contemplar en la maternidad de la Virgen María la acción de la luz divina, que desde lo alto acompaña cada día los pasos de vuestra Iglesia.

Alzando la mirada a María, serán fortalecidos, viendo que la pequeñez no es un problema, sino una respuesta. Sí, Dios ama la pequeñez y le gusta hacer obras grandes a través de la pequeñez, como atestigua María (cf. Lc 1,48-49). Hermanos, hermanas, no tengan miedo de los números reducidos, de los éxitos que no llegan, de la relevancia que no aparece. No es este el camino de Dios. Miremos a María, que en su pequeñez es más grande que el cielo, porque ha acogido a Aquel que ni el cielo ni lo más alto del cielo puede contener (cf. 1 Re 8,27). Hermanos y hermanas, encomendémonos a ella, pidiendo un celo renovado, un amor ardiente que no se cansa de testimoniar el Evangelio con alegría. Y sigan adelante, con valentía, no se cansen de avanzar. Muchas gracias por vuestro testimonio. Él, el Señor, los ha elegido y cree en ustedes, yo estoy con ustedes, y con todo el corazón les digo: gracias, gracias por vuestro testimonio, gracias por vuestra vida gastada por el Evangelio. Continúen así, constantes en la oración, continúen creativos en la caridad, continúen firmes en la comunión, alegres y mansos en todo y con todos. Los bendigo de corazón y los recuerdo. Y ustedes, por favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias.

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“Vengo a Mongolia en los 860 años del nacimiento de Gengis Kan”: así fue el primer discurso del Papa al pueblo mongol https://es.zenit.org/2023/09/02/vengo-a-mongolia-en-los-860-anos-del-nacimiento-de-gengis-kan-asi-fue-el-primer-discurso-del-papa-al-pueblo-mongol/ Fri, 01 Sep 2023 23:58:45 +0000 https://es.zenit.org/?p=232845 Discurso del Papa Francisco durante el encuentro con las autoridades, Cuerpo Diplomático y representantes de la sociedad civil en Mongolia.

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(ZENIT Noticias / Ulan Bator, 02.09.2023).- Valiéndose de la imagen de los ger (especie de unidades habitacionales mongolas) el Papa articuló un bonito discurso que tocó la fibra de la población local. Ofrecemos a continuación el texto íntegro en español del primer discurso del Papa Francisco en Mongolia.

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Agradezco al señor Presidente la acogida y las palabras que me ha dirigido, y saludo de corazón a cada uno de ustedes. Me siento honrado de estar aquí, feliz por haber viajado hasta esta tierra fascinante y vasta, hasta este pueblo que conoce bien el significado y el valor del camino. Lo revelan sus moradas tradicionales, las ger, hermosísimas casas itinerantes. Imagino entrar por primera vez, con respeto y emoción, en una de estas tiendas circulares que salpican la majestuosa tierra mongola, para encontrarme con ustedes y conocerlos mejor. Aquí estoy a la puerta, peregrino de la amistad, llegando de puntillas y con el corazón alegre, deseoso de enriquecerme humanamente con vuestra presencia.

Cuando entramos en la casa de los amigos es hermoso intercambiar regalos, acompañándolos con palabras que evocan los encuentros anteriores. Y si las relaciones diplomáticas modernas entre Mongolia y la Santa Sede son recientes —este año se celebra el 30 aniversario de la firma de una carta para reforzar las relaciones bilaterales—, mucho tiempo antes, exactamente hace 777 años, precisamente entre el final de agosto y el inicio de septiembre de 1246, fray Juan de Plano Carpini, enviado papal, visitó a Guyuk, el tercer emperador mongol, y le presentó al Gran Kan la carta oficial del Papa Inocencio IV. Poco después fue redactada y traducida en varias lenguas la carta de respuesta, timbrada con el sello del Gran Kan en caracteres mongoles tradicionales. Esta se conserva en la Biblioteca Vaticana y hoy tengo el honor de entregarles una copia auténtica, realizada con las técnicas más avanzadas para garantizar la mejor calidad posible. Que este pueda ser un signo de amistad antigua que crece y se renueva.

He sabido que, desde la puerta de la ger, al alba, los niños en el campo otean el horizonte para contar las cabezas de ganado y referir el número a sus padres. También a nosotros nos hace bien abrazar con la mirada el amplio horizonte que nos rodea, superando las visiones estrechas y abriéndonos a una mentalidad amplia, como invitan a hacer las ger que, nacidas de la experiencia del nomadismo en la estepa, se han difundido por un vasto territorio, siendo un elemento identificativo de las distintas culturas vecinas. Los espacios inmensos de vuestras regiones, desde el desierto del Gobi a la estepa, desde las grandes praderas a los bosques de coníferas, llegando a las cadenas montañosas de Altái y Jangái, con los innumerables meandros de cursos de agua, que vistos desde arriba parecen decoraciones refinadas sobre preciosas telas antiguas; todo esto es un reflejo de la grandeza y la belleza de todo el planeta, que está llamado a ser un jardín acogedor.

Vuestra sabiduría, la sabiduría de vuestro pueblo, sedimentada en generaciones de ganaderos y agricultores prudentes, siempre atentos a no romper los delicados equilibrios del ecosistema, tiene mucho que enseñar a quien hoy no quiere cerrarse en la búsqueda de un miope interés particular, sino que desea entregar a la posteridad una tierra todavía acogedora, una tierra todavía fecunda. Lo que para nosotros cristianos es la creación, es decir, el fruto de un benévolo designio de Dios, ustedes nos ayudan a reconocer y a promover con delicadeza y atención, contrastando los efectos de la devastación humana con una cultura del cuidado y de la previsión, que se refleja en políticas de ecología responsable. Las ger son espacios habitacionales que hoy podrían definirse como inteligentes y verdes, en cuanto versátiles, multifuncionales y con un impacto cero sobre el ambiente. Además, la visión holística de la tradición chamánica mongola y el respeto por todo ser viviente proveniente de la filosofía budista representa una contribución válida al compromiso urgente e impostergable por la tutela del planeta Tierra.

Las ger, presentes tanto en las zonas rurales como en los centros urbanos, testimonian además el precioso connubio entre la tradición y la modernidad; en efecto, ellas acomunan la vida de los ancianos y los jóvenes, expresando la continuidad del pueblo mongol, que desde la antigüedad hasta el presente ha sabido custodiar las propias raíces, abriéndose, especialmente en los últimos decenios, a los grandes desafíos globales del desarrollo y de la democracia. Ciertamente, hoy Mongolia, con su amplia red de relaciones diplomáticas, su activa adhesión a las Naciones Unidas, su compromiso por los derechos humanos y por la paz, desempeña un papel significativo en el corazón del gran continente asiático y en el escenario internacional. Quisiera mencionar también vuestra determinación a detener la proliferación nuclear y a presentarse al mundo como un país sin armas nucleares. Mongolia no es sólo una nación democrática que lleva adelante una política exterior pacífica, sino que se propone realizar un papel importante para la paz mundial. Además —otro elemento propicio que se puede señalar—, la pena capital ha desaparecido de vuestro ordenamiento judicial.

Las ger, gracias a su capacidad de adaptarse a los climas extremos, consienten vivir en territorios muy dispares, como ocurrió durante la conocida epopeya del imperio mongol, el más grande hasta la fecha con un territorio unido. Vengo a Mongolia, entre otras cosas, en un aniversario importante para ustedes, los 860 años del nacimiento de Gengis Kan. Durante siglos, el abrazar tierras lejanas y muy distintas puso en evidencia la excepcional capacidad de vuestros antepasados de reconocer lo mejor de los pueblos que componían el inmenso territorio imperial y de ponerlas al servicio del desarrollo común. Esto es un ejemplo que se debe tomar en cuenta y reproducir en nuestros días. Quiera el cielo que, sobre la tierra, devastada por tantos conflictos, se recreen también hoy, en el respeto de las leyes internacionales, las condiciones de aquello que en un tiempo fue la pax mongola, es decir, la ausencia de conflictos. Así como dice vuestro proverbio: «las nubes pasan, el cielo permanece», que así pasen las nubes oscuras de la guerra, que se disipen por la firme voluntad de una fraternidad universal en la que las tensiones se resuelvan sobre la base del encuentro y del diálogo, y que a todos se les garanticen los derechos fundamentales. Aquí, en vuestro país, rico de historia y de cielo, imploremos este don de lo alto y pongámonos manos a la obra para construir juntos un futuro de paz.

Al entrar en una ger tradicional, la mirada se eleva hacia el centro, a la parte más alta, donde hay una ventana abierta al cielo. Quisiera subrayar esta actitud fundamental que vuestra tradición ayuda a descubrir: el saber dirigir nuestra mirada hacia lo alto. Alzar los ojos al cielo —el eterno cielo azul que ustedes siempre han venerado— significa permanecer en una actitud de dócil apertura a las enseñanzas religiosas. Hay de hecho una profunda connotación espiritual entre las fibras de vuestra identidad cultural y es hermoso que Mongolia sea un símbolo de libertad religiosa. En la contemplación de los vastos horizontes, poco poblados por seres humanos, se ha afinado en vuestro pueblo una propensión al aspecto espiritual, al que se accede otorgando valor al silencio y a la interioridad. Ante el solemne predominio de la tierra que les rodea con sus innumerables fenómenos naturales, nace un sentimiento de asombro, que sugiere humildad y frugalidad, optar por lo esencial y ser capaces de desvincularse de todo lo que no lo es. Pienso en el peligro que representa el espíritu consumista de hoy en día, que además de crear muchas injusticias, lleva a un individualismo que olvida a los demás y a las buenas tradiciones recibidas. Las religiones, por el contrario, cuando se inspiran en su patrimonio espiritual original y no son corrompidas por desviaciones sectarias, son a todos los efectos soportes fiables para la construcción de sociedades sanas y prósperas, en las que los creyentes no escatiman esfuerzos con el fin de que la convivencia civil y los proyectos políticos estén siempre al servicio del bien común, representando también como un freno a la peligrosa carcoma de la corrupción. Esta constituye efectivamente una amenaza seria para el desarrollo de cualquier grupo humano, alimentándose de una mentalidad utilitarista y desaprensiva que empobrece países enteros. La corrupción empobrece países enteros. Es la señal de una mirada que se aleja del cielo y huye de los vastos horizontes de la fraternidad, encerrando a la persona en sí misma y anteponiendo todo a sus propios intereses.

En cambio, protagonistas de esa mirada hacia lo alto y de una visión amplia fueron muchos de vuestros antepasados líderes, que demostraron una excepcional capacidad de integrar voces y experiencias distintas, incluso desde un punto de vista religioso. Una actitud respetuosa y conciliadora se reservaba también a las múltiples tradiciones sagradas, como atestiguan los distintos lugares de culto —entre ellos uno cristiano— tutelados en la antigua capital Karakórum. Por ello, para ustedes fue casi natural llegar a la libertad de pensamiento y de religión, sancionada en vuestra actual Constitución; que ha superado la ideología sin derramamiento de sangre, la ideología atea que se creía obligada a extirpar el sentimiento religioso, considerándolo un freno al desarrollo. Hoy se reconoce en ese valor esencial de la armonía y de la sinergia entre fieles de credos distintos, que —cada una desde su punto de vista— contribuyen al progreso moral y espiritual.

En este sentido, la comunidad católica mongola está complacida de seguir dando su contribución. Esta comenzó a celebrar su fe hace poco más de treinta años, precisamente dentro de una ger, e incluso la catedral actual, que se encuentra en esta gran ciudad, evoca su forma. Son signos del deseo de compartir la propia obra con el pueblo mongol, que es su pueblo, en espíritu de servicio responsable y fraterno. Por tanto, estoy contento de que la comunidad católica, aun siendo pequeña y discreta, participe con entusiasmo y compromiso en el camino de crecimiento del país, difundiendo la cultura de la solidaridad, la cultura del respeto por todos y la cultura del diálogo interreligioso, y entregándose a la causa de la justicia, la paz y la armonía social. Deseo que, gracias a una legislación con amplitud de miras y atenta a las exigencias concretas, los católicos locales, ayudados por hombres y mujeres consagrados necesariamente provenientes en su mayoría de otros países, no tengan dificultad para poder ofrecer siempre a Mongolia su contribución humana y espiritual, en beneficio de este pueblo. A este respecto, las tratativas en curso para estipular un acuerdo bilateral entre Mongolia y la Santa Sede representan un canal importante para alcanzar las condiciones básicas para el desarrollo de las actividades ordinarias en las que está comprometida la Iglesia católica. Entre ellas, además de la dimensión más propiamente religiosa del culto, destacan las numerosas iniciativas de desarrollo humano integral, articuladas también en los sectores de la educación, la sanidad, la asistencia, la investigación y la promoción cultural. Estas dan testimonio del espíritu humilde, del espíritu fraterno y solidario del Evangelio de Jesús, el único camino que los católicos están llamados a recorrer en el itinerario que comparten con todos los pueblos.

El lema elegido para este Viaje es «Esperar juntos», y expresa precisamente la potencialidad inherente al caminar con los demás, en el respeto recíproco y en la sinergia por el bien común. La Iglesia católica, institución antigua y difundida en casi todos los países, es testigo de una tradición espiritual, de una tradición noble y fecunda, que ha contribuido al desarrollo de naciones enteras en muchos campos de la vida del hombre, desde la ciencia a la literatura, desde el arte a la política. Estoy seguro que también los católicos mongoles están y estarán dispuestos a dar su propia contribución a una sociedad próspera y segura, en diálogo y colaboración con todos los que habitan en esta tierra grande besada por el cielo.

«Sé como el cielo». Con estas palabras, un famoso poeta invitaba a trascender la caducidad de los altibajos terrenos, imitando la magnanimidad inspirada precisamente por el inmenso y terso cielo azul que se contempla en Mongolia. También nosotros, hoy, peregrinos y huéspedes en este país que tanto puede ofrecer al mundo, deseamos responder a esta invitación, traduciéndola en signos concretos de compasión, diálogo y planificación común. Que los distintos miembros de la sociedad mongola, aquí representados, puedan seguir ofreciendo al mundo la belleza y la nobleza de un pueblo único. Que, como vuestra escritura, puedan permanecer «en pie» y levantar a tantos que sufren a su alrededor, recordando a todos la dignidad de cada ser humano, llamado a habitar la casa terrena abrazando el cielo. Bayarlalaa! [¡Gracias!]

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Así fue el primer día completo del Papa en Mongolia https://es.zenit.org/2023/09/02/asi-fue-el-primer-dia-completo-del-papa-en-mongolia/ Fri, 01 Sep 2023 23:50:50 +0000 https://es.zenit.org/?p=232839 El presidente del país, las autoridades locales y un encuentro en la catedral de Ulan Bator fueron los tres actos principales en el primer día completo del Papa en Mongolia.

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(ZENIT Noticias / Roma-Ulan Bator, 02.09.2023).- En su primer día completo en Mongolia, el Papa inicio visitando al presidente del país para luego tener dos encuentros más amplios: uno con autoridades locales y un segundo con católicos. El día anterior, viernes 1 de septiembre, el Papa fue recibido en el aeropuerto de la capital del país por una representante del ministerio de exteriores.

Ceremonia de bienvenida y visita de cortesía al presidente del país

Por la mañana del sábado 2 de septiembre, tras celebrar la Santa Misa en privado, el Papa Francisco se dirigió a la Plaza de Sükhbaatar de la capital mongola para la ceremonia de bienvenida al país y para una visita de Cortesía al Presidente de Mongolia en el Palacio de Estado.

A su llegada, el Papa fue recibido por el Presidente de Mongolia, el Sr. Ukhnaagiin Khürelsükh. Tras la Guardia de Honor, la ejecución de los himnos y los Honores a las Banderas, tuvo lugar la presentación de las respectivas Delegaciones.

A continuación, tras trasladarse en coche hasta la entrada del Palacio de Estado, el Papa y el Presidente de Mongolia ingresaron en el Palacio y se dirigieron al exterior para rendir honores a la estatua de Chinggis Khaan.

Tras la firma del Libro de Honor y la foto oficial, el Santo Padre y el Presidente se dirigieron al Grand Ger donde, a las 9.30 horas (hora local), tuvo lugar el encuentro privado, seguido de la presentación de la familia del Presidente y el intercambio de regalos. A continuación, el Santo Padre y el Presidente se dirigieron a la Sala Ikh Mongol para el encuentro con las Autoridades.

Papa Francisco encuentra a autoridades, miembros de la sociedad civil y Cuerpo Diplomático

A las 10.15 horas (16.15 hora local) tuvo lugar en la Sala Ikh Mongol la reunión con las Autoridades, la Sociedad Civil y el Cuerpo Diplomático. Asistieron a la reunión unas 700 personas, entre ellas autoridades políticas y religiosas, miembros del Cuerpo Diplomático, empresarios y representantes de la sociedad civil y la cultura.

Tras el discurso introductorio del Presidente de Mongolia, Señor Ukhnaagiin Khürelsükh, el Santo Padre Francisco pronunció su discurso.

Al final, el Presidente se despidió y el Papa se trasladó a la Sala de Reuniones A, en la tercera planta del Palacio de Estado, donde se reunió con el Presidente del Gran Hural del Estado, Sr. Gombojav Zandanshatar, y después con el Primer Ministro, Luvsannamsrai Oyun-Erdene. A continuación regresó a la Prefectura Apostólica, donde tuvo un almuerzo privado.

Encuentro con obispos, sacerdotes, misioneros, consagradas, consagrados y operadores laicos en la catedral de Ulan Bator

Por la tarde, el Santo Padre Francisco abandonó la Prefectura Apostólica y se dirigió a la Catedral de los Santos Pedro y Pablo para el encuentro con Obispos, Sacerdotes, Misioneros, Consagrados y Agentes de Pastoral.

A su llegada a la entrada interior de la Catedral, antes de subir al coche de golf para dar unas vueltas entre los fieles, el Papa fue recibido por una mujer mongola que le ofreció un vaso de leche envuelto en un pañuelo azul. A continuación, acompañado por el Prefecto Apostólico de Ulán Bator, el Card. Giorgio Marengo, entró en el ger, donde mantuvo un breve encuentro con la señora Tsetsege, la mujer que -hace unos diez años- había recogido del cubo de la basura una estatua de madera de la Virgen, entronizada más tarde en la catedral de los Santos Pedro y Pablo, a la que llaman «Madre del Cielo».

A las 16.25 (10.25 hora local), el Papa Francisco se reunió con los Obispos, Sacerdotes, Misioneros, Consagrados y Agentes de Pastoral.

Tras ser recibido a la entrada de la Catedral por el Párroco y el Vicepárroco, que le llevaron la cruz y el agua bendecida para la aspersión, el Papa atravesó la nave y llegó al altar. A continuación, tras la interpretación de un himno y el saludo de bienvenida del Presidente de la Conferencia Episcopal de Asia Central, Mons. José Luis Mumbiela Sierra, Obispo de la Santísima Trinidad de Almaty, seguido de los testimonios de una religiosa misionera y de un sacerdote mongol, tuvo lugar una representación artística seguida del testimonio de un agente de pastoral. A continuación, el Papa pronunció su discurso.

Al final, tras el rezo del Ave María, la bendición y el canto final, el Santo Padre bendijo la estatua de Nuestra Señora «Madre del Cielo». A continuación, saludó a los obispos presentes y a los misioneros y, antes de subir al coche, se detuvo brevemente en una sala de la Catedral para saludar a un grupo de fieles. A continuación, tras la foto de grupo, salió de la Catedral y regresó en coche a la Prefectura Apostólica, donde tuvo una cena privada.

Según las autoridades locales, unas 2.000 personas estaban presentes en el recinto de la Catedral.

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8 impresionantes datos de la JMJ de Lisboa que tal vez no conocías https://es.zenit.org/2023/08/15/8-impresionantes-datos-de-la-jmj-de-lisboa-que-tal-vez-no-conocias/ Tue, 15 Aug 2023 16:08:21 +0000 https://es.zenit.org/?p=232370 Cifras y datos del máximo evento católico del mundo

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(ZENIT Noticias / Lisboa, 15.08.2023).- A dos semanas de haber concluido la Jornada Mundial de la Juventud, recogemos 8 datos relevantes del evento más importante para jóvenes católicos que se celebró en Lisboa.

1º Millón y medio de jóvenes

Por cuanto reportó el equipo organizador de la JMJ de Lisboa, la previsión giraba en torno a los 800 mil participantes, pero para la vigilia de la misa de clausura y para la misa de clausura el dato quedó desbordado por casi el doble.

2º Las delegaciones más numerosas (no, no fueron los portugueses)

Podría pensarse que el país anfitrión fue el que más jóvenes atrajo al evento por ser en su capital, pero no: de hecho hubo dos países con más jóvenes por delante de Portugal (que tuvo un total de 43,742 jóvenes participantes). Se trata de España (77,224) e Italia (59,469). En cuarto lugar estuvo Francia (42,482) y Estados Unidos en quinto (19,196).

3º La concentración de obispos y sacerdotes más grande del planeta

Casi 700 obispos, 30 de ellos cardenales, y 10 mil sacerdotes, participaron en la JMJ de Lisboa. Obviamente su presencia se notó más en la misa del último día.

4º Una JMJ para personas con capacidades diferentes

Un total de 1,753 jóvenes con alguna forma de discapacidad (intelectual o de movilidad). De ese total, 135 eran sordos y 241 ciegos.

5º 25 mil voluntarios

Como se pudo notar en el penúltimo evento del Papa en Lisboa, hubo un elevado número de personas que prestaron algún tipo de servicio voluntario. Además de los portugueses apoyaron españoles, franceses, brasileños y colombianos. 8,831 familias abrieron las puertas de sus hogares para dar acogida a 28,618 peregrinos.

6º 5 mil periodistas en el Media Center

Un total de casi 5 mil periodistas se acreditaron para cubrir la JMJ de Lisboa. ZENIT puede dar fe -dado que fuimos uno de esos medios con 5 periodistas- que nos beneficiamos de la atención profesional del equipo de la JMJ.

7º Una JMJ “ecológica”

Se plantaron 17,980 árboles.

8º 2 mil sacerdotes confesando

En el Parque de la Alegría, donde un momento de una mañana el Papa se sentó a confesar, hubo 2 mil sacerdotes confesando casi todos los días (menos el sábado y domingo).

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Gobierno portugués oficializa el dato: durante JMJ hubo 960 mil pasajeros https://es.zenit.org/2023/08/10/gobierno-portugues-oficializa-el-dato-durante-jmj-hubo-960-mil-pasajeros/ Thu, 10 Aug 2023 04:52:38 +0000 https://es.zenit.org/?p=232287 Los datos del gobierno reflejan que “el número de turistas no residentes que eligieron Portugal como destino se duplicó con creces el año pasado (+131,4%) respecto a 2021 alcanzando los 23,3 millones”.

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(ZENIT Noticias / Lisboa, 10.08.2023).- El Aeropuerto de Lisboa manejó alrededor de 960.000 pasajeros en la semana de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), unos 10.000 pasajeros más por día de lo normal en el pico de verano.

Estos son los datos más relevantes dados a conocer por el Gobierno Portugués en un comunicado remitido a ZENIT. Se ha tratado de una “semana muy movida y emocionante, aunque Portugal viene recibiendo cada año más vuelos ya que nuestro país atrae a turistas de todo el mundo”, dicen.

Los datos del gobierno reflejan que “el número de turistas no residentes que eligieron Portugal como destino se duplicó con creces el año pasado (+131,4%) respecto a 2021 alcanzando los 23,3 millones”.

Esos datos hacen que en el sector turístico Portugal se encamine “hacia un año récord en 2023, tanto en términos de ingresos como de número de turistas, con el mayor aumento de visitantes hasta ahora proveniente de los Estados Unidos de América (EE. UU.)”.

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JMJ Lisboa (día 5): así concluyó el viaje del Papa a Lisboa https://es.zenit.org/2023/08/06/jmj-lisboa-dia-5-asi-concluyo-el-viaje-del-papa-a-lisboa/ Sun, 06 Aug 2023 19:59:55 +0000 https://es.zenit.org/?p=232221 Encuentro con los voluntarios de la JMJ y despedida del presidente portugués en el aeropuerto de Lisboa.

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(ZENIT Noticias / Lisboa, 06.08.2023).- Por la tarde del domingo 6 de agosto, tras haberse despedido del personal y benefactores de la Nunciatura Apostólica de Lisboa, el Papa se transfirió en automóvil al Paseo Marítimo de Algés, en Lisboa, para un encuentro especial con quienes fungieron como voluntarios durante la Jornada Mundial de la Juventud: 25 mil personas, la mayoría jóvenes.

A su llegada el Papa fue acogido por el Patriarca de Lisboa quien le acompañó en el papamóvil dando algunas vueltas entre los voluntarios.

A las 16:30 dio inicio el encuentro con los voluntarios de la JMJ. Tras la proyección de un video que recogía los momentos más relevantes de los días pasados, tres voluntarios ofrecieron su testimonio: Chiara, Francisco y Filipe.

A continuación el Patriarca de Lisboa dirigió unas palabras al Papa, a las que este correspondió con un discurso.

Al concluir el encuentro y tras rezar el Padre Nuestro y recibir la bendición. El Papa se trasladó a la Base Aerea de Figo Maduro para la ceremonia de despedida.

A su llegada a la base aérea el Papa fue recibido por el presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, con quien se entretuvo en un encuentro privado. Tras el saludo de las delegaciones y la Guardia de Honor, el Papa abordó un avión de la compañía Air Portugal para regresar a Italia. El avión despegó a las 18,11 pm de la tarde y aterrizó en Roma a las 22,15 pm.

Apenas despegar el Papa envió un telegrama al presidente Rebelo de Souza donde le decía:

A mi regreso a roma, al término de mi viaje apostólico, deseo expresar una vez más mi profunda gratitud a vuestra excelencia y al pueblo de Portugal por la calurosa acogida y hospitalidad que me dispensaron durante mi visita. Con renovadas seguridades de mis oraciones por todos vosotros, invoco cordialmente sobre la nación las bendiciones de dios todopoderoso de fraternidad, alegría y paz.

 Franciscus PP

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