Apreciada familia ZENIT:
¿Sabes
cuánto es el tiempo promedio que destina una persona a redes sociales
cada día y qué tiene que ver eso con el Evangelio y la Cuaresma? A
inicios de febrero 2024 “We are social” publicó los datos de consumo
digital correspondientes al año precedente. Los datos muestran que 6,2
de cada 10 seres humanos tienen actividad digital y que 6,9 de cada 10
personas en el mundo usan un teléfono celular. El promedio diario de
consumo digital es de 6 horas y 40 minutos.
Quizá
más que datos es también nuestra experiencia: pasamos tiempo
consumiendo noticias, música o series en nuestra tablet o celular. Pero
ese no es el punto: mucho de lo que vemos o escuchamos se queda en
nuestra memoria y por eso continúa en nuestra mente o imaginación
incluso cuando nuestra tablet o celular están apagados o lejos de
nosotros.
El
Evangelio que la Iglesia nos propone para este segundo domingo de
Cuaresma es el de la Transfiguración: Jesús sube a un monte con sus
discípulos y ahí ocurre una teofanía (una manifestación de la divinidad
de Dios) a la que denominamos “transfiguración”. La teofanía incluye no
sólo algo que se ve sino también algo que se oye: se trata de la voz del
Padre que dice “Este es mi hijo amado, escúchenlo”.
Los
discípulos no solo vieron, sino que también escucharon esa teofanía.
¿Qué hizo posible eso? Ante todo, el que Dios quisiese comunicarse con
ellos. Pero esa apertura a la comunicación con Dios estuvo precedida por
esa dimensión ascética de subir con Jesús al monte. El monte es también
una imagen del esfuerzo en el que somos acompañados por Dios y que pasa
de un simple caminar cuesta arriba a un amar mientras se sube o a un
subir amando. Es lo que le damos a Dios porque Él nos permite tener algo
que ofrecerle. Nace del amor y se convierte en amor. Es lo que la
Iglesia ha denominado ascesis.
Pero
el Evangelio no cuenta sólo eso, también habla de un premio a esa
ascesis: el premio no es la teofanía de la transfiguración sino la
capacidad de percibirla. Lo que hace capaces a los apóstoles de ver y
oír es su amor hecho ascesis.
Eso
nos enseña algo: ante todo que Dios quiere comunicarse con nosotros.
Nosotros también somos apóstoles y por eso esa voz del Padre pidiéndonos
escuchar a su Hijo se extiende hasta nosotros. La pregunta es, ¿lo
escuchamos? Es bastante probable que, si nuestra mente está inundada por
las imágenes o los sonidos de las redes sociales, dificultemos el que
la voz del Señor llegue hasta nosotros. Hemos mencionado las redes
sociales, pero más allá de ellas, hay muchos ruidos y recuerdos que
interfieren la comunicación que Dios quiere tener con nosotros.
Más
que invitar a un ayuno digital creo que lo virtuoso es exhortar a una
ascesis digital, es decir, a un uso disciplinado de lo digital. Y un
criterio de auto disciplina es sincerarnos con el tiempo que dedicamos
al celular y el que dedicamos a Dios y a nuestro prójimo, empezando por
el más próximo. No se trata de poner a competir realidades que ni
siquiera se pueden comparar. Se trata de probarnos a nosotros mismos que
ponemos los medios adecuados para escuchar a Dios, que es otro modo de
llamar a “amar a Dios”. Es maravilloso pensar que escuchando se ama. Y
es todavía más maravilloso reconocer que si Dios nos habla es porque nos
ama y porque tiene algo importante qué decirnos.