PAZ, ECOLOGIA HUMANA Y LIBERTAD RELIGIOSA, PRIORIDADES PLANETARIAS
Palabras de Juan Pablo II a cuatro nuevos embajadores ante la Santa Sede
CIUDAD DEL VATICANO, 25 mayo (ZENIT.org).- Paz, deuda externa, ecología, libertad religiosa. Estos han sido los grandes temas afrontados por Juan Pablo II esta mañana al recibir a cuatro nuevos embajadores ante la Santa Sede con motivo de la ceremonia de presentación de cartas credenciales.
El pontífice aprovechó esta oportunidad, que podría parecer de rutina –en estos momentos el Vaticano mantiene relaciones estables con 175 estados del mundo–, para tocar argumentos decisivos para la Iglesia y para los países que representan los nuevos embajadores: Nueva Zelanda, Kuwait, República del Congo y Ghana. Se trata de países muy diferentes entre sí, pero que el Papa quiso acomunar en una breve reflexión centrada en la desesperada necesidad de paz que existe en nuestro planeta y de aliviar a los países pobres del pesado fardo de la deuda externa. Dos compromisos, que según el Papa, deben convertirse en realidades emanadas del espíritu que caracteriza este Jubileo del año 2000.
A continuación, el Papa afrontó las realidades de cada uno de los países representados por los diplomáticos.
Tras años de terribles sufrimientos en búsqueda de la paz, dijo el Papa al afrontar la situación de la República del Congo, la clave para lograr la concordia pasa necesariamente por «la reconciliación y el perdón». Un objetivo en el que la Iglesia católica local, que también ha sufrido el derramamiento de sangre, está comprometida hasta el fondo a través de la formación que ofrece a nivel espiritual, moral, cívico, gracias a sus obras de educación.
Volvió a tocar estos conceptos, extendiéndolos al continente africano, al dirigirse al embajador que representa a la patria de Kofi Annan, Ghana. El mensaje del Papa fue muy claro: «sin solidaridad no puede haber paz», de modo que la sangre que hoy día corre en ese continente es también responsabilidad del resto de la humanidad.
Al dirigirse al diplomático de Nueva Zelanda, país sumergido en auténticos paraísos naturales del Pacífico, el Papa habló de ecología. No sólo recordó la responsabilidad común de conservar la naturaleza, que debe ser entregada intacta a las nuevas generaciones, sino que fue más allá, para hablar de una «ecología del hombre», basada en el papel central de la familia y en la inviolabilidad del derecho a la vida.
Al hablar con el embajador kuwaití el Santo Padre se centró en la importancia decisiva del respeto del «corazón mismo de los derechos humanos», el derecho a la libertad religiosa. «Al profesar su religión, la persona expresa sus aspiraciones más profundas y desarrollo lo que le es más íntimo: su interioridad, santuario del ser que nadie puede fracturar. Asimismo es indispensable que cada quien pueda seguir su conciencia en toda circunstancia y que nadie le obligue a actuar contra ella». Un derecho que no sólo debe ser privado, sino que, como reconocen la mayoría de los Estados, debe ser también garantizado en su dimensión pública.