INNSBRUCK, lunes 2 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- La pastoral de los camioneros puede considerarse un «pequeño tesoro escondido» en la atención pastoral a los migrantes e itinerantes, y debe tratarse con atención «considerando los diversos desafíos» que deben afrontar los profesionales del transporte.
Así lo señaló este lunes monseñor Agostino Marchetto, secretario del Consejo Pontificio para la Pastoral con Migrantes e Itinerantes, afrontando el tema de la Pastoral con los Camioneros en Europa, en el Encuentro promovido por la Association Européenne des Concessionnaires d’Autoroutes à Péage (ASECAP), que está teniendo lugar estos días en Innsbruck (Austria) sobre la seguridad en las carreteras de Europa.
La pastoral con los camioneros, recordó el prelado, fue tratada por primera vez hace cincuenta años por el Papa Pío XII, que la definió como «una parroquia muy vasta».
El 44% de las mercancías en Europa se transporta por carretera y se calcula que para el año 2010 el número de camiones circulando habrá aumentado el 50% respecto del año 1988. Las últimas estadísticas muestran además cómo en los más de 40.000 accidentes anuales de las carreteras europeas, los camioneros son responsables sólo en el 4% de los casos, si bien la mortalidad entre ellos es del 16%.
Para la Iglesia, explicó monseñor Marchetto, «la movilidad y los transportes pueden expresar una conexión global en el contexto de la familia humana, que puede promover el intercambio y la comprensión».
Por ello, es necesario prestar una particular atención a cuantos trabajan en este sector, recordando que «sobre todo aquellos que realizan viajes largos, afrontan una vasta gama de desafíos y problemas que requieren un acercamiento pastoral distinto y específico.
Estas dificultades, observa, son «esencialmente de cinco tipos: físicas, personales, morales, sociales y espirituales».
Desde el punto de vista físico, el oficio de camionero es bastante duro, recordó el prelado: «tiene que recorrer largas distancias. A veces cada etapa empieza y termina con la carga y la descarga de las mercancías. A menudo el cansancio les lleva a estar exhaustos. No hacen mucho ejercicio físico, y pasan el día confinados en el pequeño espacio de la cabina, expuestos a humos y contaminación atmosférica».
Esta situación «puede llevar a problemas a nivel mental, son estrés, soledad y monotonía que piden conducir a varios grados de aislamiento y depresión». De la misma forma, «los trabajos y presiones excesivas pueden llevar a episodios de rabia y tensión que se manifiestan en una conducción agresiva y peligrosa».
Otros peligros los representan los asaltos para robar la carga, así como la falta de concentración, que se manifestó recientemente en el intento de un grupo de camioneros franceses de idear una forma de ver la televisión y de conducir al mismo tiempo. A veces, por desgracia, los profesionales del transporte entran en redes de tráfico de seres humanos o de contrabando.
Sobre la cuestión social, monseñor Marchetto recordó que el oficio de camionero provoca «aislamiento, separación de los amigos, de la familia y de los hijos, con incapacidad de vivir una vida familiar normal».
«A veces esta separación puede llevar a estos profesionales a buscar compañía sexual en otros lugares, provocando tensiones personales y matrimoniales», explicó, constatando que se puede llegar a buscar refugio en la droga o en el alcohol. A veces se puede llegar a la incapacidad de llevar una vida normal «por falta de coordinación en ambientes lingüísticos y culturales diversos».
Sobre los aspectos espirituales, el prelado subrayó cómo para las personas de fe existe «la necesidad de tener acceso a los sacramentos, a la asistencia y a la oración».
Desde este punto de vista, en Europa «no se navega en aguas inexploradas del todo», aunque «depende mucho de la herencia cultural del país, de los recursos de la Iglesia y de la visión particular de los obispos, pastores y laicos».
Muchos países, recordó el arzobispo, han puesto en marcha iniciativas como «capillas (fijas o móviles) en las autopistas, visitas a estructuras de servicio pastoral, liturgias celebradas en las áreas de servicio y en los aparcamientos para camiones».
«El proceso consiste sobre todo en no crear una ‘Iglesia de la carretera’, con una celebración de la Misa (si se desea y es posible) distinta y separada completamente, sino en ayudar a la gente de la carretera a integrarse en la vida general de la Iglesia».
Otro sector de la asistencia pastoral es la de las familias que quedan en casa, «importante para salvaguardar los lazos matrimoniales y familiares y para crear un espacio de acogida adonde el conductor pueda volver, descansar y encontrar alimento humano, espiritual y mental».
Es verdad que se ha conseguido mucho con la llegada de los teléfonos móviles y con los recursos tecnológicos, pero «se podría hacer aún más, dotando a los bares de las autopistas y los aparcamientos de camiones con conexiones Internet y medios para hablar y ver a través de la web», añadió.
Se trata, concluyó monseñor Marchetto, de encontrar «nuevas formas de cooperación y coordinación, para que la carretera pueda ser un sitio más seguro en el que vivir y trabajar y donde la dignidad de cada persona humana sea la preocupación principal».
Por Roberta Sciamplicotti, traducción del italiano por Inma Álvarez