CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 4 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- En estos momentos de crisis económica, originada por la crisis financiera, Benedicto XVI considera que la Iglesia tiene la obligación de hacer una denuncia «razonable y razonada» para poder ser creíble.
Así lo reconoció en un diálogo espontáneo que mantuvo con los párrocos de Roma, el 26 de febrero, al responder a la pregunta del padre Giampiero Ialongo, quien expuso las angustias de muchas familias de barrios de las afueras de la ciudad eterna.
El mismo pontífice reveló que su próxima encíclica, que tendrá carácter social, se ha retrasado, pues tiene en cuenta los interrogantes éticos que plantea la actual crisis.
«Como sabéis, desde hace mucho tiempo estamos preparando una encíclica sobre estos argumentos. Y en este largo camino veo cómo es difícil hablar con competencia, pues si no se afronta con competencia la realidad económica, no se puede ser creíble», confesó.
«Y, por otra parte, hay que hablar con una gran conciencia ética, creada y suscitada por por una conciencia forjada por el Evangelio», siguió diciendo.
El obispo de Roma consideró que la Iglesia, en particular sus pastores, tienen la obligación de «denunciar esos errores fundamentales, los errores de fondo, que se han manifestado ahora con la quiebra de los grandes bancos estadounidenses».
«Al final, se trata de la avaricia humana como pecado o, como dice la Carta a los Colosenses, de la avaricia como idolatría. Nosotros debemos denunciar esa idolatría que se opone al Dios verdadero y que falsifica la imagen de Dios a través de otro dios, ‘mamón'», el dios del dinero.
«Debemos hacerlo con valentía –advirtió–, pero también siendo concretos. Porque los grandes moralismos no ayudan si no se basan en el conocimiento de la realidad, que ayuda también a entender qué se puede hacer en concreto para cambiar paulatinamente la situación. Y, claro está, para poder hacerlo son necesarios el conocimiento de esa verdad y la buena voluntad de todos».
Por eso, afirmó, «se necesita la denuncia razonable y razonada de los errores, no con grandes moralismos, sino con razones concretas que resultan comprensibles en el mundo económico de hoy. La denuncia es importante, es un mandato para la Iglesia desde siempre».
Ahora bien, advirtió, las denuncias «no son suficientes», es necesario, además, «mostrar los difíciles senderos» que llevan a la corrección de las desviaciones éticas que han dado origen a la crisis.
«Es tarea de la Iglesia entrar en este discernimiento, en este razonamiento; hacerse oír, incluso a los diferentes niveles nacionales e internacionales, para ayudar y corregir», afirmó en el diálogo espontáneo.
«Quizá es pesimismo, pero a mí me parece realismo: mientras se dé el pecado original, nunca alcanzaremos una corrección radical y total», advirtió.
Por eso, invitó a ser realistas, a cambiar la macroeconomía con la microeconomía, es decir, en términos éticos-espirituales, con «la conversión de los corazones», pues «si no hay justos, tampoco hay justicia».
Por este motivo, afirmó, «la educación en la justicia es un objetivo prioritario, incluso podríamos decir que es la prioridad». «La justicia no puede crearse en el mundo sólo con buenos modelos económicos, aunque éstos sean necesarios. La justicia sólo se realiza si hay justos. Y no hay justos sin la labor humilde, diaria, de convertir los corazones».
En la sección de documentos de la página web de ZENIT (www.zenit.org), puede verse la respuesta íntegra del Papa.
Por Jesús Colina