ROMA, lunes 9 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI dirigió hoy a las autoridades civiles de la ciudad de Roma, y les animó a volver a “encontrar el alma de esta ciudad cuna de la civilización”, de su pasado imperial y cristiano, para poder responder a los retos actuales.
“En la época postmoderna, Roma debe volver a apropiarse de su alma más profunda, de sus raíces civiles y cristianas, si quiere hacerse promotora de un nuevo humanismo que ponga en el centro la cuestión del hombre reconocido en su realidad plena”, afirmó.
El Papa fue recibido esta mañana por las autoridades civiles de la Urbe en el Campidoglio, sede del Ayuntamiento que hoy gobierna Gianni Alemanno, y en cuya plaza miles de romanos de congregaron para darle la bienvenida.
En su discurso, que tuvo lugar en el Aula Giulio Cesare en presencia de los concejales y demás autoridades civiles, Benedicto XVI afirmó la importancia de redescubrir, especialmente a las nuevas generaciones, los “valores perennes” del hombre, y especialmente, la referencia a Dios.
“Los episodios de violencia, deplorados por todos, manifiestan un malestar más profundo; son el signo -diría- de una verdadera pobreza espiritual que aflige al corazón del hombre contemporáneo”.
“La eliminación de Dios y de su ley, como condición de la realización de la felicidad del hombre, no ha alcanzado de hecho su objetivo; al contrario, priva al hombre de las certezas espirituales y de la esperanza necesarias para afrontar las dificultades y los desafíos cotidianos”, añadió.
Ante el “debilitamiento preocupante de los ideales humanos y espirituales” que han hecho de Roma el “modelo” de civilización para el mundo entero, el Papa propuso la colaboración de la Iglesia, a través de las parroquias e instancias educativas.
“El cristianismo es portador de un mensaje luminoso sobre la verdad del hombre, y la Iglesia, que es depositaria de este mensaje, es consciente de su propia responsabilidad hacia la cultura contemporánea”, afirmó.
Como obispo de Roma, el Papa mostró su especial cercanía a los más afectados por la crisis económica, a quienes aseguró la “cercanía de la Iglesia” a través de sus organizaciones de ayuda.
“La comunidad cristiana, a través de las parroquias y las estructuras caritativas, está ya comprometida en sostener diariamente a muchas familias que no consiguen mantener un nivel digno de vida y que, como ya ha sucedido recientemente, está dispuesta a colaborar con las respectivas autoridades a la consecución del bien común”, afirmó.
El Papa apeló a “los valores de la solidaridad y de la generosidad, que están enraizados en el corazón de los romanos”, apoyados “por la luz del Evangelio, para que todos se hagan cargo nuevamente de las exigencias de los más necesitados, sintiéndose partícipes de una única familia”.
“En efecto, cuanto más madure en cada ciudadano la conciencia de sentirse responsable en primera persona de la vida y del futuro de los habitantes de nuestra Ciudad, tanto más crecerá la confianza en poder superar las dificultades del momento presente”, añadió.
También subrayó el carácter acogedor de Roma, así como a los cambios sociales de las últimas décadas, que la han convertido, afirmó, en “una Metrópolis multiétnica y multirreligiosa en la que quizás la integración sea compleja y fatigosa”.
“Por parte de la comunidad católica no faltará nunca una aportación convencida para encontrar modalidades cada vez más adaptadas a la tutela de los derechos fundamentales de la persona en el respeto de la legalidad”, aseguró.
El Papa mostró su convencimiento de que, “extrayendo nueva linfa de las raíces de su historia plasmada por el derecho antiguo y por la fe cristiana, Roma sabrá encontrar la fuerza para exigir de todos el respeto a las normas de la convivencia civil y rechazar toda forma de intolerancia y discriminación”.
Dirigiéndose después a los romanos congregados en la plaza del Campidoglio para saludarle, el Papa quiso saludar a todos los conciudadanos, y en especial a los enfermos y los discapacitados.
“Viviendo en Roma desde hace tantísimos años, ya me he hecho un poco romano; pero más romano me siento como obispo vuestro”, afirmó afectuosamente.
Roma, dijo el Papa, “es bella por los vestigios de su antigüedad, por sus instituciones culturales y los monumentos que narran su historia, por las iglesias y sus múltiples obras maestras del arte. Pero Roma es bella sobre todo por la generosidad y la santidad de tantos hijos suyos, que han dejado huellas elocuentes de su pasión por la belleza de Dios”.
Tras citar a algunos santos romanos importantes, el Papa destacó que su ejemplo “muestra que, cuando una persona se encuentra con Cristo, no se cierra en sí misma, sino que se abre a las necesidades de los demás y, en cada ámbito de la sociedad, antepone el bien de todos a su propio interés”.
“De hombres y mujeres así hay verdaderamente necesidad también en nuestro tiempo, porque no pocas familias, no pocos jóvenes y adultos atraviesan situaciones precarias y quizás incluso dramáticas: situaciones que sólo unidos es posible superar, como enseña también la historia de Roma, que ha conocido otros tantos momentos difíciles”, añadió
[Por Inma Álvarez]