CIUDAD DEL VATICANO, lunes 9 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- Visitando este lunes el monasterio de las Oblatas de Santa Francisca Romana en Tor de’ Specchi, durante su visita a la ciudad de Roma, Benedicto XVI afirmó que la vida contemplativa está llamada a ser “una especie de pulmón espiritual de la sociedad”.
En este día, que se celebra a “la más romana de las santas” -de la que se está celebrando el cuarto centenario de la canonización, que tuvo lugar el 29 de mayo de 2008 – el Papa aprovechó su visita al Campidoglio para acercarse al monasterio, donde fue acogido por el obispo auxiliar del Sector Centro, monseñor Ernesto Mandara, y por la madre Maria Camilla Rea, presidenta del Monasterio.
En la Capilla del Coro, tras un momento de adoración del Santísimo Sacramento y de veneración del cuerpo de la Santa, el Papa se dirigió a las hermanas y a las estudiantes que residen en el Centro de Acogida Universitaria.
Recordando sus recientes Ejercicios Espirituales con los miembros de la Curia Romana, celebrados la semana pasada, el Papa afirmó haber “experimentado una vez más qué indispensables son el silencio y la oración”, y pensar en santa Francisca Romana (1384-1440), “en su total dedicación a Dios y al prójimo, de la que ha brotado la experiencia de vida comunitaria aquí en Tor de’ Specchi”.
“Contemplación y acción, oración y servicio de caridad, ideal monástico y compromiso social: todo esto ha encontrado un ‘laboratorio’ rico en frutos”, comentó, reconociendo que “el verdadero motor” de cuanto se ha realizado en el transcurso del tiempo ha sido “el corazón de Francisca, en el que el Espíritu Santo derramó sus dones espirituales, y al mismo tiempo suscitó tantas iniciativas de bien”.
“Vuestro monasterio se encuentra en el corazón de la ciudad”, dijo el Papa, refiriéndose su ubicación a los pies del Campidoglio, entre la basílica de Santa María en Araceli y las ruinas del Teatro Marcelo.
“¿Cómo no ver en ello el símbolo de la necesidad de devolver la dimensión espiritual en el centro de la convivencia civil, para dar pleno sentido a la múltiple actividad del ser humano?”, se preguntó.
Desde esta perspectiva, dijo a las monjas, “vuestra comunidad, junto con el resto de comunidades de vida contemplativa, está llamada a ser una especie de ‘pulmón espiritual’ de la sociedad, para que a la actuación, al activismo de una ciudad no le falte la ‘respiración’ espiritual, la referencia a Dios y a su designio de salvación”.
Este es el servicio “que hacen en particular los monasterio, lugares de silencio y de meditación de la Palabra divina, lugares donde hay preocupación por tener siempre la abierta hacia el cielo”.
El Monasterio de las Oblatas, continuó, “tiene una peculiaridad, que refleja naturalmente el carisma de santa Francisca Romana”.
“Aquí se vive un singular equilibrio entre vida religiosa y laical, entre vida del mundo y fuera del mundo. Un modelo que no nació en un laboratorio, sino en la experiencia concreta de una joven romana: escribo -se diría- por Dios mismo en la existencia extraordinaria de Francisca”.
“No por casualidad las parees de este ambiente están decoradas con imágenes de su vida, demostrando que el verdadero edificio que Dios quiere construir es la vida de los santos “.
En este contexto, el Papa recordó que también hoy “Roma necesita mujeres todas de Dios y todas del prójimo; mujeres capaces de recogimiento y de servicio generoso y discreto; mujeres que sepan obedecer a sus pastores, pero también apoyarles y estimularles con sus sugerencias”.
Esta vocación “es el regalo de una maternidad que se hace una con la oblación religiosa, a modelo de María”, comentó el Papa. “El corazón de María es el claustro donde la Palabra sigue hablando en el silencio, y al mismo tiempo es el horno de una caridad que empuja a gestos valientes, como también a una generosidad perseverante y escondida”.
La costumbre papal de visitar Tor de’ Specchi por la fiesta de la Santa, el 9 marzo, la inauguró Inocencio X Pamphili en 1645. La última visita anterior a la de Benedicto XVI la realizó Juan Pablo II el 29 de abril de 1984.
Santa Francisca Romana fundó la Congregación de las Oblatas en 1433. Para su proyecto de vida religiosa se inspiró en la Regla de san Benito, integrándola con algunas costumbres particulares.
Anticipándose a su tiempo, quiso que la casa conservase las características de monasterio abierto, para que sus hijas espirituales, no vinculadas a la obligación de la clausura, pudiesen continuar su obra de asistencia y de caridad en favor de los hermanos.
Tras su muerte, la noche del 9 marzo de 1440, su cuerpo quedó expuesto a la devoción pública en la iglesia de Santa María Nova en el Foro Romano. El mismo año, el papa Eugenio IV autorizó la apertura de la causa de canonización. El 29 de mayo de 1608 fue elevada a los altares por el papa Pablo V Borghese.
[Por Roberta Sciamplicotti, traducción del italiano por Inma Álvarez]