Conversión y confesión, justicia y pastoral, libertad y verdad. Conceptos de Doctrina eclesial que corren el riesgo de permanecer abstractos si no se aplican a la realidad concreta de las personas, a sus heridas, a sus pecados. Después la duda de siempre: ¿la Iglesias debería adaptarse a las exigencias de los tiempos? ¿A las personas divorciadas que buscan la absolución en el confesionario, a ‘dos madres’ que quieren bautizar a sus hijas? ¿Debe escuchar la opinión pública? ¿O debe seguir en su misión de luz de las gentes, proclamadora de Verdad, también si a veces es ‘incómoda’?
Preguntas aparentemente retóricas para un católico, cuya respuesta está aún al centro de miles de polémicas, a veces internas dentro de la misma Iglesia. Un análisis lúcido de todo esto ofrece a ZENIT el cardenal Mauro Piacenza, penitenciario mayor de la Santa Romana Iglesia, «ministro de la Misericordia» del papa Francisco, que explica en qué modo la Iglesia «administra» la misericordia y como sea ésta «la ley suprema» con la que gobierna, más allá del derecho y de la justicia «humanas».
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Eminencia, el próximo viernes entraremos en la Novena de la Divina Misericordia. ¿qué significado tiene esta devoción?
–Cardenal Piacenza: Primero el próximo viernes será Viernes Santo, es decir el memorial de la Pasión de Jesucristo y es particularmente significativo que Santa Faustina Kowalska haya recibido la indicación de «envolver» toda la celebración del Evento pascual de sabor de la Misericordia, que, como el Papa nos recuerda a menudo, es el nombre mismo de Dios. Dios es Misericordia y esta Misericordia ha bajado a la Tierra en Jesús.
¿No es por tanto una «superposición indebida»?
–Card. Piacenza: ¡Absolutamente no! Hablaría más bien de explicitación. No puede haber devoción personal que sustituya o se superponga a la Liturgia pública de la Iglesia. La de la Divina Misericordia es una explicitación del mensaje de salvación de la Pascua.
¿Cómo ha encontrado tanta «suerte» esta expresión de la fe?
–Card. Piacenza: Ciertamente por el gran impulso de Juan Pablo II y por el origen sobrenatural de la devoción misma. Probablemente recoge y expresa la necesidad de confidencia en Jesús, precisamente del corazón humano. El mundo y los hombres tienen infinita necesidad de misericordia y ese Sagrado Corazón herido y abierto es el icono maravilloso. Todos necesitamos ese abrazo y nadie se abre y nadie que se abra a ello está excluido.
A propósito de Juan Pablo II, ¿cuál era su relación con la Divina Misericordia?
–Card. Piacenza: Ciertamente debemos reconocer una particularísima relación con Dios. Ese Santo Papa era un místico profundo y cualquiera podía contemplarlo del todo inmerso en la oración, también en los momentos clamorosamente públicos. Juan Pablo II supo mantener siempre en equilibrio luminoso la relación entre la Divina Misericordia y humana responsabilidad.
La Iglesia últimamente, gracias también al papa Francisco, habla a menudo de misericordia. Después, sin embargo, en la realidad gobierna con el derecho… ¿Es una contradicción?
–Card. Piacenza: Solo para quien no conoce el derecho o está enredado en los lugares comunes. Esto no es, como en los sistemas civiles, fundado sobre una presunta justicia humana, ni es una complicación innecesaria. El derecho en el ministerio de la Iglesia es garantía de libertad y de moderación en el ejercicio del poder que, por los límites y las pasiones humanas, puede arriesgar siempre de degenerar hasta lo arbitrario. El mismo Código se cierra afirmando: «La salvación de las almas debe ser siempre en la Iglesia la ley suprema». ¡Más misericordia que esta!
¿Pero cómo están juntos justicia y misericordia? ¿Qué es por tanto la ‘pastoral’?
—Card. Piacenza: No es cancelar el Evangelio, la Doctrina o la gran Tradición de la Iglesia, auténticamente interpretadas por el Magisterio. Sobre todo la pastoral no es engañar a los hombres dejándoles en su condición de pecado. Creo sin embargo que se profundamente pastoral «bajar» a las heridas de la vida de cada uno, como hace el Señor, llevando la luz de la verdad. La Iglesia está segura que «la Verdad hace libre». La Verdad permanece siempre el único verdadero criterio de autenticidad para la justicia, la misericordia y la autenticidad pastoral. En fondo todos desean la libertad, pero, sin verdad, esta no es más que esclavitud del propio arbitrio subjetivo, que nada tiene que hacer con la conciencia formada e informada de la que habla el Magisterio.
Sus primeros colaboradores son los penitenciarios de las basílicas romanas. ¿Qué mensaje dan sus ‘confesionales’?
–Card. Piacenza: Roma es la ciudad elegida por la providencia para la sede de Pedro, llamado a confirmar a los hermanos en la fe. La fe auténtica lleva siempre con sí el don de la conciencia de los propios límites y pecados. Por esta razón Pedro ejercita particularmente su misericordia apostólica a través los penitenciarios de las basílicas papales. Es una puerta siempre abierta para recibir el perdón de Dios y Su paz, para realizar sacramentalmente el llamamiento de Jesús a la conversión. Allí se reconcilia también con la Iglesia reforzando la comunión fraterna. Lo que ocurre en el silencio de esos confesionarios tiene también un aspecto social, benéfico sobre todo el cuerpo eclesial.
¿Qué es necesario para una buena confesión?
–Card. Piacenza: ¡Un penitente convencido es un buen confesor! Es necesario que el penitente, hecho el examen de conciencia, sea realmente humilde en el confesar todos los pecados graves cometidos desde la última confesión, mirándose a sí mismo sobre la transparencia de Cristo. La acusación debe ser acompañada del dolor por los pecados y de una resuelta voluntad de no cometerlos más, de cansarse del pecado. El encuentro sereno con el confesor, médico y juez, maestro y padre, hermano y amigo, será de fundamental importancia para una adecuada iluminación de la conciencia personal, también a través la penitencia, que es expresión histórica visible de la conversión sucedida y del don de gracia concedido.
Si fuera a confesarse una persona divorciada que ahora convive con otra pareja, ¿se le absuelve?
–Card. Piacenza: Si se quiere escuchar integralmente la enseñanza de Jesús se comprende que no hay pecado que no se pueda perdonar cuando el pecador escucha la palabra de Jesús que dice «yo tampoco te condeno, ve y no peques más». El «no pecar más» está indisolublemente unido al «tampoco yo te condeno». Clara es la palabra del Señor y consecuentemente claro es el Catecismo de la Iglesia. Para tales personas se reserva por tanto cuidadosa preocupación, ayudándoles a conducir una vida de fe, sostenida por la oración, animada por las obras de caridad y participando en la educación cristiana de los niños.
Pero todo puede cambiar. Ya no es posibles no tener en cuenta a la opinión pública…
—Card. Piacenza: Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre. La opinión pública es otra cosa respecto al sentido común de la fe. Ésta puede ser condicionada fácilmente, a través de los medios de comunicación, del poder dominante que, en el último siglo, ha hecho instrumento para imponer una ideología. La Iglesia, en dos mil años, guiada por el Espíritu Santo, siempre ha evitado identificarse o someterse a cualquier ideología o poder. La Iglesia obedece a Cristo en vez de a los hombres y no podría hacer diversamente sin traicionarse a sí misma y renunciando a ser lumen gentium.
¿Ha tenido noticia del Bautismo en Argentina de la niña hija de «dos mujeres»?
—Card. Piacenza: ¡El bautismo no se niega nunca a un niño! Un recién nacido es siempre una criatura de Dios, amada por Él y por tanto un inocente. Cu
ando era vicario parroquial muchas veces me ha sucedido acoger a parejas irregulares, que pedían el bautismo; por tanto simplemente les pedía al menos la garantía de una apertura a la educación cristiana para el propio hijo y también elegir una madrina o un padrino que se encargara. Las circunstancias, el clamor mediático son otra cosa, como elegir a una madrina emblemática (la presidenta de Argentina.ndr). Es triste que se instrumentalice a este punto un Sacramento. Creo que se debe rezar mucho por el futuro de la pequeña.
¿Incluso si un niño quisiera hacer la comunión antes de la edad establecida?
—Card. Piacenza: Tendencialmente es bueno seguir las tendencias de las respectivas regiones eclesiásticas; sin embargo, en sentido estricto, si un niño puede distinguir entre pan común y pan consagrado está bien formado y dispuesto, nada impide hacer que se acerque a la Santa Comunión. El Papa San Pío X insistió para que no se dilatara demasiado los tiempos para hacer que los niños se acercaran a este gran Sacramento y los frutos se han notado. La combinación entre gracia e inocencia puede producir milagros. No es casualidad que esta disposición haya sido emitida por un Papa que tenía la experiencia de párroco. El último Pontífice párroco…
¿En la penitenciaria dan las indulgencias? ¿Qué son? ¿Cómo se obtienen?
—Card. Piacenza: Las indulgencias, plenarias o parciales, son la remisión de la pena temporal merecida por los pecados ya perdonados y que los fieles, en determinadas condiciones, pueden adquirir para sí mismos o para los difuntos. Podremos decir que de la doctrina sobre las indulgencias, tan sentidas por el buen pueblo, se comprende cuál sea el verdadero banco de la Iglesia: la comunión de los Santos. Allí se depositan las auténticas riquezas de la Iglesia, los «¡tesoros de familia!» Sería bueno acostumbrase a tener siempre una visión amplia de la Iglesia. Es necesario saber mirar «allá arriba» para obrar bien «aquí abajo». Contemplando el eterno se puede realísticamente vivir en el tiempo.