Es un «sacerdote de calle» como los que le gustan al papa Francisco, nunca pegado al escritorio de la Curia sino siempre en los sufrimientos del prójimo y de la diócesis. El mismo Pontífice le ha encargado este año escribir las meditaciones para el Vía Crucis del Viernes Santo en el Coliseo.
Monseñor Giancarlo Bregantini, arzobispo de Campobasso-Bojano desde 2007, presidente de la Comisión de la Conferencia Episcopal Italiana para los problemas sociales y el trabajo, la justicia y la paz, durante 14 años guía de la diócesis calabresa de Locri. Precisamente en esos años en el sur de Italia el prelado ha estado en contacto con la realidad de pobreza y criminalidad organizada, contra la cual ha luchado en alma y cuerpo. Ha quedado para la historia -también por el furor creado- su libro de oraciones «La oración desafía la mafia». Los 14 años de compromiso pastoral reviven ahora en los textos de las 14 estaciones del Vía Crucis, publicados estos días por la Librería Editrice Vaticana. En ellos, el arzobispo mete el dedo en las llagas del mundo actual a través de una espiritualidad radical y dolorosa que reconduce males como crisis, desocupación, mortalidad infantil por contaminación, corrupción, violencia contra las mujeres, a los sufrimientos de Cristo en su camino hacia el Gólgota. De todo esto, ZENIT ha hablado directamente con monseñor Bregantini en esta entrevista.
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La visita del Papa a Campobasso e Isernia el 5 de julio y su elección como autor de las meditaciones del Vía Crucis. Una doble atención a la Iglesia de la región italiana Molise por parte del Pontífice. ¿Cómo vive todo esto?
–Monseñor Bregantini: Todavía no sé porqué el Papa me ha elegido para las meditaciones del Vía Crucis. Pero puedo decir que estoy profundamente agradecido porque, a través de las Estaciones, he revivido muchísimos momentos de mi vida. Todas estas experiencias que Dios me ha dado para vivir han vuelto positivamente como memoria de bendición, memorial de gracia y de alegría, pero también de valentía frente a las pruebas de la vida.
¿Su diócesis ha iniciado ya a trabajar para acoger al Pontífice?
–Mons. Bregantini: ¡Sí! He venido estos días a Roma precisamente para organizar la acogida del Santo Padre. Hemos trazado un perfil muy interesante de la visita junto al obispo de Isernia y a la Casa Pontificia. Subrayaremos cuatro lugares en particular: el mundo rural, el comedor de los pobres, la cárcel y los enfermos.
Hablando de las meditaciones, el tema es «Rostro de Cristo, rostro del hombre». El rostro del que se habla en las meditaciones es el del parado, la víctima de la corrupción, enfermos, inmigrantes… ¿Cómo ha conseguido encontrar el Rostro de Dios en todo esto?
–Mons. Bregantini: Porque se unen dos verbos: el rostro de Cristo ilumina todos los sufrimientos del hombre. Y el rostro del hombre encarna la luz de Jesús. Como dicen los Padres de la Iglesia, «no podremos nunca tener la redención sin un Jesús que se ha hecho hombre para que el hombre se convirtiera en Dios». Por tanto el rostro de Cristo es luz, mientras el del hombre es historia, profecía realizada. La belleza del Vía Crucis es precisamente el hecho que Jesús ha atravesado todos los sufrimientos del hombre. Esto toca mucho a los jóvenes que no ven en esto un libro, una lección, si no un rostro manchado de sangre que refleja su rostro manchado quizá del miedo del paro, la criminalidad, las violencias y los sufrimientos que caracterizan el mundo actual. Esta es la fuerza abrumadora que tiene el Vía Crucis.
Ha dedicado mucho espacio también a la realidad social del sur de Italia (niños muertos por tumores causados por los desechos tóxicos, condiciones de los presos en las cárceles). Pero el hilo conductor es la mafia. ¿En esos casos hablamos de meditaciones o de verdaderas denuncias?
–Mons. Bregantini: El tema de la mafia aparece a menudo en las meditaciones, aunque en realidad aludo solo indirectamente. Hablo de ella como el mal a la base de la corrupción y de otros crímenes, como fuerza negativa en la sociedad, como acusación contra la contaminación, el grave peso de la crisis económica, los suicidios de los emprendedores…
¿Qué opina sobre las recientes directivas de la conferencia episcopal calabresa para que los seminaristas estudien la ‘ndrangheta (organización criminal mafiosa de origen en Calabria) según las indicaciones del papa Francisco sobre la «valentía de la denuncia» y sobre la «fuga de cualquier silencio»?
–Mons. Bregantini: ¡Estoy muy feliz! Porque el futuro sacerdote, desde su formación, será capaz de prepararse, de leer los hechos, de no vivir de las «charlas del bar» y de no ser capaz solo de repetir los lugares comunes en una homilía. Estudiando y aprendiendo estos dramas, el sacerdote no tendrá miedo, sino que será capaz de dar y crear un nuevo rostro a una Iglesia profética.
Entre todas las llagas sociales enumeradas, ¿cuál es para usted la peor, la que debería ser sanada urgentemente?
–Mons. Bregantini: Ciertamente el desempleo, la crisis que se convierte en precariedad y que contamina gran parte de las nuevas generaciones. Los jóvenes se ven obligados a enfrentarse a diario a miles de dramas por causas que no dependen de ellos. Y esto, en mi opinión, es hoy el mal más grave.
Pero en las meditaciones también hay esperanza…
–Mons. Bregantini: Es verdad. El mensaje de esperanza es dado por cuatro figuras maravillosas que restituyen «la sonrisa» del Vía Crucis. En primer lugar el Cirineo, que lleva la cruz junto a Jesús y que he representado en todo el mundo del voluntariado. Está después la dulzura gratuita de la Verónica que representa todo lo que se hace no para tener sino para dar. El tercer elemento son las mujeres de Jerusalén a las que he dedicado más espacio que los otros temas porque es un tema de gran actualidad. He querido restituir la imagen de una mujer no como objeto sino como sujeto. Y el cuarto elemento es el abrazo entre María y Jesús. He pensado en todas las madres que han perdido al hijo en un accidente o por un delito mafioso, pero que sienten que este hijo no está perdido si es amado, porque el amor es más fuerte que la muerte.
¿Qué efecto espera que susciten sus reflexiones?
–Mons. Bregantini: Yo os he transferido mi corazón y todo lo que ha vivido. Por tanto, espero que quien lea las meditaciones no se sienta aplastado bajo el peso de la Cruz, sino que esta misma Cruz, como ha redimido mi corazón, pueda redimir el corazón de todos.
El Papa, ¿qué ha dicho de todo esto?
–Mons. Bregantini: Nada, todavía debo verlo. Espero que esté contento…