En la noche en la que la Iglesia celebra la Resurrección de Jesús, el Santo Padre ha presidido en la Basílica de San Pedro la Vigilia Pascual y con la bendición del fuego en el atrio ha comenzado la solemne celebración. El papa Francisco ha entrado a oscuras y en completo silencio en la Basílica, con la única luz que daba el Cirio Pascual. Poco a poco, la Basílica se ha ido iluminando con la luz de las velas de los fieles, que se iban pasando unos a otros con la llama que venía del Cirio. La luces se han encendido cuando el Santo Padre estaba frente al altar del baldaquino.
Tras escuchar el pregón, se han leído las tres lecturas del Antiguo Testamento y los tres salmos, -se ha elegido la versión breve de la liturgia- ha resonado el Gloria con fuerza acompañado por el repicar de las campanas. A continuación, se ha leído la lectura de la carta de San Pablo a los romanos, se ha entonado el Aleluya a son de trompetas y finalmente la lectura del Evangelio de la Resurrección.
La homilía de esta Vigilia Pascual, ha sido una invitación del Santo Padre a «volver a Galilea». El Papa ha recordado que tras la muerte del Maestro «los discípulos se habían dispersado; su fe se deshizo, todo parecía que había terminado, derrumbadas las certezas, muertas las esperanzas». Pero el anuncio de las mujeres cuando se presentó como un rayo de luz en la oscuridad. La noticia de la resurrección de Jesús llegó junto al mandado de ir a Galilea «allí me verán», dijo Jesús.
Francisco ha recordado que Galilea «es el lugar de la primera llamada, donde todo empezó». A continuación el Papa ha explicado que volver a Galilea «quiere decir releer todo a partir de la cruz y de la victoria». Es decir, releer «la predicación, los milagros, la nueva comunidad, los entusiasmos y las defecciones, hasta la traición; releer todo a partir del final, que es un nuevo comienzo, de este acto supremo de amor».
Cada uno de nosotros, ha indicado, tiene también un ‘Galilea’ en el comienzo del camino con Jesús. Y volver a Galilea «significa sobre todo volver allí, a ese punto incandescente en que la gracia de Dios me tocó al comienzo del camino», ha afirmado el Pontífice.
Asimismo, ha añadido que «con esta chispa puedo encender el fuego para el hoy, para cada día, y llevar calor y luz a mis hermanos y hermanas». Por eso, el Santo Padre ha invitado a los fieles a preguntarse «¿cuál es mi Galilea? ¿Dónde está mi Galilea? ¿La recuerdo? ¿La he olvidado?»
Para concluir, Francisco ha explicado que esto no quiere decir «volver atrás, no es una nostalgia» sino «volver al primer amor para recibir el fuego que Jesús ha encendido en el mundo, y llevarlo a todos, a todos los extremos de la tierra!».
Al concluir la homilía, el Santo Padre ha administrado los sacramentos de la iniciación cristiana -bautismo, confirmación, primera comunión- a 10 catecúmenos: el más pequeño, un italiano de 7 años y el más mayor un vietnamita de 58 años. Los otros bautizados proceden de Bielorrusia, Senegal, Líbano y Francia.