Monseñor Blázquez: Juan XXIII y Juan Pablo II, una lección magní­fica de vida de oración

Entrevista al presidente de la Conferencia Episcopal Española habla de la santidad y el legado de los pontífices que mañana serán canonizados

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«Con mucha frecuencia escuchamos la expresión acontecimiento histórico, es decir, un acontecimiento que marca el ritmo de la historia. Sin duda la canonización del papa Juan XXIII y de Juan Pablo II en la misma celebración, presidida por el papa Francisco y con la presencia del papa emérito Benedicto XVI, es realmente un acontecimiento que hace época». Así define monseñor Ricardo Blázquez, presidente de la Conferencia Episcopal Española y arzobispo de Valladolid, el evento que tendrá lugar mañana en la plaza de San Pedro.

ZENIT ha tenido ocasión de hablar hoy con monseñor Blázquez, día previo a las canonizaciones. Haciendo lectura de la santidad de ambos pontífices, el prelado señala que aún teniendo estilos distintos y habiendo vivido épocas diferentes ambos han dejado un gran legado. De Juan XXIII subraya «que fue providencial que Roncalli estuviera tantos años fuera de Roma y tuviera la oportunidad de contemplar la Iglesia católica desde un perspectiva muy distante: de Bulgaria, de Turquía, de Grecia, de París…». De modo que en este tiempo, «él fue providencialmente siendo preparado para este ministerio, que en poco tiempo, puso a la Iglesia católica en otra onda, fue una puesta al día». De hecho, matiza monseñor Blázquez, «con el pontificado de Juan XXIII y el Concilio Vaticano II fue para la Iglesia católica en los últimos decenios un comienzo realmente relevante».

Por otro lado, afirma que de Juan Pablo II siempre ha admirado «las dimensiones en todo los órdenes de su pontificado». Y destaca algunos rasgos como «su experiencia de un país que había padecido el nazismo y el comunismo, una personalidad muy reflexiva que siempre esbozaba horizontes mundiales, un pontificado muy largo y muy fecundo no solo en viajes, fue el iniciador las jornadas mundiales de la juventud, etc.». Blázquez recuerda que «desde el principio de su pontificado tuvo como meta orientadora el paso de la Iglesia al tercer milenio». De este modo, observa que las celebraciones del año 2000 son en su mayor parte muy relevantes. «A mí me impresionó muchísimo la celebración en la Basílica de San Pedro en la que el Papa pidió perdón por los pecados de la Iglesia en la historia y hay una fotografía -para mí de las más elocuentes de su pontificado- que presenta al Papa abrazado a Jesucristo en la Cruz pidiéndole perdón», recuerda el presidente de la CEE. Otra imagen de ese año que se le quedó muy grabada, fue la Vigilia en Tor Vergata de la JMJ. «Había un arco por el que pasó el Papa acompañado de cinco jóvenes, uno de cada continente. Se representaba el paso del Papa con estos jóvenes -y quien dice joven dice futuro, esperaza- atravesando ese arco que significaba el paso al nuevo milenio. Fue una imagen muy elocuente, llena de símbolos, de referencias magníficas», añade.

Monseñor Blázquez también ha hecho memoria de su contacto personal con el papa polaco. «Recuerdo especialmente las Visitas Ad Limina y el coloquio personal que teníamos entonces», señala. Y recuerda que en una ocasión, Juan Pablo II les preguntó, a él siendo obispo de Bilbao y a su auxiliar, sobre la tarea que ellos hacían por la pacificación en el País Vasco. Después de contarle lo que hacían, Juan Pablo II les dijo «muchas gracias, continúen ustedes así». Monseñor Blázquez afirma recordar aquello como una especie de visto bueno a la actuación en un campo tan complicado como era ese.

Por otro lado, ha hecho referencia también a los viajes del papa Wojtyla a España. «Cuando se celebró la JMJ de Santiago, yo entonces era allí obispo auxiliar y recuerdo el saludo que dirigió a los jóvenes en la preciosa ladera del Monte del Gozo, antes de comenzar la eucaristía del domingo», indica el prelado. Fue una noche difícil para los que allí se encontraban, recuerda, ya que hizo frío, algo de lluvia, se había formado lodo… Cuando llegó el papa Juan Pablo II, «subió al lugar de la celebración, el sol estaba saliendo y el Papa con unas pocas palabras que podía decir en español dijo: ‘el sol, Jesucristo el sol de justicia, el monte del gozo, el gozo, la vida y la fiesta'». En ese momento todos se levantaron y empezaron a aplaudir con entusiasmo, explica el arzobispo de Valladolid. Este hecho le llamó la atención, «la presencia de una persona, un gran comunicador, dirigiendo estas palabras sueltas en ese momento oportuno, produjo el tránsito a la celebración de modo que la noche quedó realmente atrás».

Para finalizar, el presidente de la CEE ha explicado qué aspectos de la personalidad y la santidad de estos dos papas pueden ayudar a los cristianos de hoy en día y servir como modelos. «Juan XXII tuvo durante mucho tiempo una vida muy ‘oculta’, estuvo lejos de aquí de Roma (desde 1925 que comenzó los servicios en Bulgaria, hasta los años 50 cuando regresó de París). Estuvo mucho tiempo fuera y él creció mucho hacia adentro, una interioridad profunda. Fue una persona que en la ocultación fue encontrándose con la tarea que el Señor le presentaba en ese momento. Él adquirió una perspectiva muy importante para ver lo que necesitaba la Iglesia y por eso pocos meses después de haber sido elegido Papa anunció la intención de convocar un concilio ecuménico». Y es así, observa monseñor Blázquez, que «probablemente ese crecimiento en la ocultación, en la oración, en la confianza en Dios que dirige la historia, le sirvió mucho».

Asimismo, en el caso de Juan Pablo II destaca «su capacidad de concentración orante». El prelado explica que el papa polaco «estaba horas y horas rezando».

Sin duda, finaliza el presidente de la Conferencia Episcopal, «la vida cristiana y la vida del ministerio apostólico sin una comunicación profunda con el Señor ni se sostiene ni se orienta bien». Por lo tanto, «ambos nos dan una lección magnífica de la vida de oración» .    

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